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martes, 28 de diciembre de 2021

Improvisando capitulo7


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 Improvisando 

 Autora: Brisalunar 

 Capítulo :promesa a prueba 

 

 



Lorenzo pensaba en su familia mientras iba de camino a su hogar, después de haber estado ese sábado en la oficina repasando los antecedentes que su sobrino le había pedido, pensando que solo sería una visita rápida, casi iban a ser las ocho de la noche, y luego de dejar a Giulio en su casa, por fin se dirigía a la suya. 

Paso por su cabeza el buen lío en que se metieron sus dos hijos el día anterior, pero rápidamente sacudió su cabeza, no sé quiso atormentar más con aquellos recuerdos, ya fueron sancionados, y el mismo les aseguró que después de un castigo es borrón y cuenta nueva, sin embargo, otro momento invadió en su memoria, el dibujo de su hija pequeña, ¿Por qué magdalena lo dibuja como si tuviera las orejas tan grandes como los elfos de “El señor de los anillos”, varias veces Clarice le ha dicho en tono de broma que le hace falta escuchar mejor, y que su niña también se lo señalará no dejaba de pensar que quizás, ellos así lo sentían, puede que más de una vez haya sido distraído por el exceso de trabajo. No pudo evitar recordar, aquella ocasión en que actuó sin oír ni preguntar primero, sacando conclusiones apresuradas, y actuando con ira debido al susto de la situación, sin siquiera detenerse a escuchar a su hijo.  


Ese error lo cometió cuando Piero tenia 14 años, no habían pasado ni dos años de ese día, pero lo recordaba muy bien, se le hacía que era imposible olvidarlo. 

El se encontraba en el despacho trabajando, mientras que su esposa estaba preparando un almuerzo improvisado, ya que en un principio los planes para ese día eran salir y comer fuera, sin embargo, una llamada de imprevisto cambio los planes, y él tuvo que suspender todo, y dirigirse al estudio para preparar unos escritos, en esa ocasión a Giovanni no le molesto en lo más mínimo, ya que estaba concentrado terminado una de sus pinturas. 

Su pequeña Magdalena comenzó a hacer una pataleta, debido a que ella quería ir al parque y subirse a los juegos, con mucha paciencia Clarice le explico la situación de la forma más entendible para que lo pudiera comprender, prometiéndole que la próxima semana sin falta saldrían y ella podría subirse a todos los juegos que quisiera, la niña, no muy convencida hizo que su madre hiciera una “pinky promisey así sellar el acuerdo, pero además de eso, se le ocurrió pedirle permiso a su madre para jugar al castillo encantado en el patio trasero. 

Por otra parte, a Piero no le extraño en lo más mínimo que su padre cambiara los planes a último minuto, usualmente estaba siendo algo habitual, no hizo ningún comentario al respecto, pero la expresión en su cara no pasó desapercibida por Lorenzo. Se encontraba en la planta baja, con su pelota de futbol para salir al patio, ya que tenía prohibido volver a jugar en la casa después de varios incidentes previos, advirtiéndole que para la próxima habría consecuencias más graves. Estaba a punto de salir, cuando sintió el timbre de la puerta, y su madre se apresura a atender, notó que era la vecina y que le pedía ayuda con algo domestico en su casa, a lo que Piero no le presto mayor importancia, tomó su pelota y se dirigió a la cocina para coger algo para comer, antes del almuerzo, sin embargo, en ese momento que esta revisando la alacena, se percata que del horno comienza a salir fuego, pero no era una llamita de vela de cumpleaños, era verdaderamente una llama inmensa que estaba a punto de alcanzar el mueble y amenazaba con llegar al techo de la cocina. 

Asustado, deja la pelota en el fregadero e intenta hacer lo que para el en ese momento era lo más lógico, aventarle agua al fuego para que este se apague, empieza a juntar agua en un vaso para tirarle, sin saber realmente lo que estaba haciendo, cuando estaba a punto de lanzarle el agua, siente que alguien lo abraza por detrás y lo jala rápidamente, más no de forma brusca  hacia un costado, Piero no sabía que estaba pasando, y al voltearse se da cuenta que era su padre, quien en cosa de segundos logra apagar el fuego por completo, una calma invade de forma inmediata al pequeño, sin embargo, esta no dura ni un segundo al captar la ira de su padre, pudo notar que le hizo un chequeo fugaz, pero antes de decir cualquier cosa, Lorenzo se le adelantó.

- ¡¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO?! - Gritó Lorenzo, perdiendo todo control de su temperamento, estaba tan furioso que Piero podía sentir como su cuerpo se estremecía al escuchar a su padre sin dejar explicarle lo sucedido - ¿Has visto lo que pasa cuando no obedeces, Piero?, ¡pudiste haberte quemado gravemente al aventarle agua de esa forma! -

-Yo… yo no sabía- dijo bajito, nervioso mientras luchaba por mantener sus ojos en los azules de su padre, que en estos momentos solo irradiaban furia, quiso explicar lo que había ocurrido, pero nuevamente su padre se le adelanto al hablar. 

- ¡¿Qué hubiera pasado si yo no llegaba a tiempo, Piero?!- enfureció Lorenzo, cogiéndolo de la oreja y apretándola fuertemente. Cuando entró a la cocina solo vio aquellas llamas del horno a punto de alcanzar a Piero, su hijo se hubiera quemado gravemente por una simple desobediencia, asumiendo que el niño se había puesto a jugar dentro, golpeando con la pelota el horno eléctrico y provocando todo el desastre - ¡¿Ahora ves porque no puedes jugar con tu pelota dentro de la casa?!, ¡¿Te das cuenta de que te decimos las cosas por algo?! – 

-Papá… - Sollozó Piero, sin evitar colocar una mueca al momento en que lorenzo le jalaba fuertemente su oreja, solo pensando en que era injusto que lo castigará por el simple echo de no saber como apagar el fuego -me… duele… 

- ¡Esta es la última vez que desobedeces, Piero!, ¡pusiste tu vida en peligro y eso no lo voy a dejar pasar ¡- Lorenzo soltó la oreja ya enrojecida de su hijo haciendo que Piero inmediatamente se lleve la mano hasta donde la había tenido su padre -Ve a tu habitación y me esperas allí, llegó el momento de que conozcas mi cinturón - 

Piero se quedó congelado por unos segundos, asimilando lo que su padre le acababa de decir, nunca lo habían castigado con algo que no fuera la mano de alguno de sus padres, y ahora sin saber cómo ocurrió todo tan de prisa, su padre desenvainará el cinturón para dejarlo caer en su trasero. Observó a su padre intentando comprender como había pasado todo tan rápido. 

- ¡A tu habitación! - gruñó Lorenzo, haciendo que su hijo saliera corriendo rumbo a las escaleras para ir a su cuarto.

Al encontrarse solo en la cocina, Lorenzo intenta recuperarse de la situación y observa por la ventana de la cocina, que su hija se encuentra en el patio jugando con sus muñecos, completamente ajena a toda situación y sin haberse percatado de lo sucedido. Comienza a limpiar como puede el lugar, para que sus emociones se calmen, aunque sea un poco. De apoco el remordimiento por como había tratado a su hijo comienza a asomarse, pero igualmente en su mente aparecían las llamas del horno y no podía evitar el mar de emociones diversas que sentía, para él su hijo había estado jugando en la cocina y paso a llevar el horno ocasionando el fuego, y este pudo haberle costado caro, se justificaba su actuar repetidamente, pero al igual que las llamas en su cabeza apareció la imagen de su hijo y el miedo en sus ojos, estaba verdaderamente asustado, y supo que más que sentir susto por el fuego, era por él. 

Vio el jarrón de limonada que había preparado Clarice en la ventana, arriba del horno y pensó que sería bueno tomar un poco para relajarse, al tomarlo se da cuenta que estaba toda la superficie inferior de la ventana mojada, inspecciona el jarrón y se da cuenta de que tenía una falla de fabrica en las uniones inferiores, lo deja en el lavaplatos, y saca un paño para limpiar el alféizar, y se percata que el liquido llega hasta el enchufe del horno y esté estaba negro. No hizo falta más información para saber que había cometido una injusticia y sentenciado a su hijo sin tener la más mínima culpa, solo estuvo en el lugar equivocado. “y le dije que lo castigaría con el cinturón” se reprochó mentalmente, mientras dejaba la cocina para ir rumbo a la habitación de Piero, “debe estar muy asustado” sus pensamientos no lo dejaban solo ni por un segundo, reprochándole que debía arreglar las cosas cuanto antes. 

Cuando llegó afuera del cuarto no puedo evitar escuchar como Giovanni consolaba a su hermano mayor. 

-No estés triste, Piero- intentaba animarlo sin mucho éxito, Giovanni no sabía que había pasado en la cocina, debido a que todo el tiempo se había encontrado en su cuarto, pintando concentradamente cuando comienza a escuchar unos sollozos, deja lo que está haciendo y se dirige hasta el autor de aquellos ruidos. Piero a pesar de intentar no hacer ruido, no podía evitarlo. 

A Lorenzo le enterneció la imagen al momento de ingresar al cuarto, sus dos hijos estaban sentados en la cama, Piero, con sus ojos muy rojos e hinchados, y Giovanni a su lado sobándole el brazo, ambos chicos se sorprenden al darse cuenta de que ya no están solos, y miran a su padre caminar hasta la cama, Piero se pone nervioso, pero Giovanni, ignorando todo lo ocurrido y al estar más cerca de la puerta, con la vista en su padre no se da cuenta de la reacción de su hermano.

-Papá, mi hermano tiene mucha pena- Le comenta preocupado, como una forma de pedirle que haga algo. 

Lorenzo le sonrió tristemente a Giovanni en señal de que lo había escuchado y se mordió el labio inferior culpable, acercándose más a su hijo mayor. Paso sus manos por el rostro de Piero, casi queriendo hacer desaparecer aquel rastro de llanto que el mismo había provocado, y luego poso una de sus manos en la oreja que había jalado fuertemente, haciendo que su hijo emita un pequeño gemido, ya que la zona aún estaba delicada, haciéndolo sentir miserablemente culpable. 

Piero no apartaba la vista de su padre, pero se preguntaba por qué no veía aquella furia que había enfrentado hace menos de media hora. 

-Hijo- comenzó a hablar Lorenzo, intentando que su voz no sonará quebrada- Lo lamento tanto- 

No pudo esperar más y tomo a su hijo para llevarlo hacia su pecho, en un abrazo apretado, necesitaba en ese momento confortarlo, aunque sea un poco por todo lo mal que había actuado con él, en un principio, Piero solamente se dejo llevar por el abrazo de su padre, pero cuando fue consciente, comenzó a moverse un tanto incomodo, Lorenzo lo notó, y aflojo un poco el agarre, más no dejo que el se alejara, solo soltó lo suficiente para poder conversar mirándolo a los ojos. 

-Sé que no tuviste la culpa, Piero. También sé que debí actuar mejor contigo, pero en ese momento me asusté mucho, temí que te hubieras echo daño, y luego del susto vino el enfado por creer que habías desobedecido. Te amo, no soportaría que algo llegará a pasarte- Se disculpó abatido 

Piero observada detenidamente a su padre, sin saber como actuar en ese momento. Por otra parte, Giovanni se estaba haciendo una idea de lo sucedido, pero aún no se lograba explicar porque Piero sollozaba con tanta angustia por una reprimenda de su padre.

-Sé que no justifica el cómo te hable. Prometo que no volveré actuar así, no haré acusaciones ni regañaré sin antes preguntarte que fue lo que sucedió- Prometió Lorenzo – Preguntarles- Se corrigió enseguida, colocando su vista en la de su hijo menor, que tenía una clara cara de confusión, mientras su padre le acariciaba la mejilla. 

Volvió su atención a Piero. Le comenzó a sobar lentamente los brazos, y pudo sentir como su hijo aun temblaba levemente. No se había imaginado como unas palabras podían haber causado tanto dolor y miedo en su hijo, aunque además de las palabras tenía que agregarle la forma de hablarle. 

Piero no era una persona rencorosa, pero su niño interior, aún tenia miedo de aquellas palabras, o de aquel objeto con que amenazo su padre. 

-Me da miedo el cinturón- Confesó finalmente casi en un susurró para que nadie más que su padre logré escucharlo.

-No tienes de que preocuparte, hijo- 

Lorenzo atrajo a su hijo en un abrazo posesivo, casi tanto que podía sentir como el miedo de Piero poco a poco se estaba esfumando, se tranquilizó mentalmente al darse cuenta de que no lo alejaba o se removía incomodo en sus brazos, y recordó que solo con él se quedaba dormido cuando era bebé, alegrándose de que esa sensación de seguridad y paz que sentía cuando era pequeño, volvía a ser parte de él.  

-Así es, tu padre no volverá siquiera mencionarlo – Aseguró Clarice, que se encontraba junto a Giovanni observando todo en silencio, y pudo escuchar perfectamente la conversación. Lorenzo había sentido aquella mirada a sus espaldas, y sus sospechas se confirmaron al escucharla, luego le explicaría en detalle lo que había sucedido, empezando por la jarra de limonada. 



Lorenzo recordaba perfectamente ese día, no volvería a asustar ni a juzgar a ninguno de sus hijos, antes de pedirles explicaciones, quizás después los regañaría todo lo que ameritaban, pero primero debía cerciorarse de los hechos. 

Ya una vez en su hogar, vio la puerta de su casa abierta, y cuando se acerca se da cuenta que su esposa e hija se encuentran en la entrada, al mismo tiempo que un fuerte olor a quemado invade sus fosas nasales “No de nuevo” pensó. 

Los recién llegados se asomaron a la cocina, para ver al par de hermanos intentar reparar el desastre, Clarice se volteo a mirar a su esposo en una clara advertencia de dejar que sus hijos expliquen lo que había ocurrido, antes pensar cualquier cosa. 

Clarice dejo las compras del super mercado en la mesa rápidamente para acercarse hasta donde estaban sus hijos, tomó primero a Piero del brazo, ya que era quien estaba más cerca, y solo en ese momento, ambos hermanos se percataron de que ya no se encontraban solos. 

Su madre lo tenía firme, pero a la vez delicadamente sujeto de su muñeca, y comenzó a inspeccionar cada parte visible de su cuerpo, suspirando tranquilamente al notar que no se encontraba herido, para luego hacer la misma operación con su hijo menor, en esta ocasión al solo tomar la muñeca de Giovanni, supo por la expresión de dolor que puso, que algo no estaba bien, rápidamente, le levanta la manga, y puede notar que parte del dorso de su mano izquierda tiene un leve color rojo, como si se hubiera quemado. Mira a su esposo y este rápidamente se va en busca de lo necesario para hacerle una curación, Clarice se alivia solo un poco al notar que no es grave, y no hace falta ir a urgencias, ya que con una buena crema y una venda será suficiente. 

Lorenzo no tardo en traer los implementos necesarios, y fue el quien muy delicadamente, comienza a curarle la herida Giovanni, nadie emitía ninguna palabra en la cocina, y aunque la pequeña Magdalena tenia muchas ganas de probar esas chispas de chocolate, no se atrevía a preguntar si aún podían terminar de prepararlas, pensando que quizás las galletas animarían a su hermano por aquella fea quemadura. 

-¿Cómo es que te quemaste la muñeca, pero la manga de tú camisa se encuentra bien?- preguntó Lorenzo, para apaciguar el ambiente y los nervios de su hijo, ya que podía sentir su nerviosismo.

-Me arremangué las mangas para cocinar y no mancharme demasiado la ropa- 

Lorenzo asintió en respuesta, mientras realizaba la curación concentradamente, recordándose que debía saber bien como fueron los sucesos antes que todo, pero para preguntar, primero su hijo debía estar en buenas condiciones, con la herida curada, y más tranquilo para que pueda contar que había pasado. 

Clarice al notar lo inquieta que se encontraba su hija, como queriendo decirle algo, miró nuevamente la encimera, y se dio cuenta que no era tan grave como parecía al principio, luego volteó a ver a Piero, quien no apartaba la vista de la mano herida de su hermano, con clara preocupación. 

-Piero, que tal si terminamos de limpiar aquí- sugirió para cambiar un poco los ánimos, su hijo la miró sorprendido, él se esperaba primero una reprimenda, y después quizás ser enviado a su cuarto hasta que la cena estuviera lista, porque francamente la hora de la merienda ya se había pasado, no sabía que debía agregar una curación a la lista, porque todo ocurrió solo segundos antes de que su madre llegara a la casa. 

-Vamos – repitió su madre, señalando la encimera, y algunas fuentes sucias, y sin más comenzaron con la labor.

A los minutos Lorenzo había terminado de curar a su hijo, y esa fue la señal que necesitó Clarice para preguntar qué había pasado, ella solo había ido al supermercado por un par de horas. 

- ¿Qué fue lo que ocurrió? - Pregunto Clarice, sin perder aquel tono cálido en su voz. 

Giovanni se encogió de hombros de forma involuntaria. 

-Yo…Yo quería hacer las galletas de azúcar que vi en una serie- dijo bajito, esforzándose por no apartar la mirada a la de su madre- llevaba solo azúcar y bicarbonato, pero… el azúcar se endureció y lo intente sacar, pero estaba muy duro y al hacer más fuerza sin querer pase a llevar una taza con leche que había quedado de las galletas de chocolate y se dio vuelta sobre la cocina, se prendió fuego donde tenía el azúcar y lo saque rápidamente tirándolo a la encimera, por eso esta quemada- termino de relatar, aún un tanto nervioso por lo rápido que había pasado todo y el susto que le dio -lo siento, no quería arruinar el mueble- 

Sus padres se estremecieron con el relato, su pequeño casi se quema y no estaban para evitarlo. 

-Yo debí haberlo ayudado, es mi culpa- se apresuró a decir Piero, para que su hermano no cargase con el problema solo, él no tenía idea de que Giovanni iba a preparar esas galletas. 

-No estes triste, trajimos muchas chispas de chocolate para nuestras galletas y esas serán suficientes para todos, Giovanni- Animo Magdalena de forma inocente

Clarice y Lorenzo se observaron por unos segundos.

-Fue un accidente, que afortunadamente no paso a mayores- dijo Clarice más para si misma -Hijo, tienes permiso de usar la cocina, has cocinado varias veces con nosotros y nos enseñaste que ya estabas listo para hacerlo sin supervisión, pero siempre puede pasar que uno se distrae sin querer- 

-No hace falta que te culpes, menos por un accidente, Piero- agregó su padre. 

Giovanni aún seguía batido, en dos días se había metido en problemas y se sentía culpable porque ahora el mueble quedó quemado.

-Mamá, terminemos de decorar las galletas para alegrar a Giovanni- propuso Magdalena, mientras iba corriendo a la sala y volvía con una bolsa de super mercado, de donde fácilmente encontró las chispas de chocolate.

-Probemos estas chispas- 

El intento de alegrar el ambiente de Magdalena dio resultado, ya que logró que sus hermanos sonrieran, Lorenzo le tomo la mano herida a su hijo y la inspecciono una vez más corroborando el vendaje, para luego colocar una mano en la espalda de Giovanni e impulsarlo cariñosamente a ayudar a alistar la mesa y servirse la merienda, ya que mientras él realzaba la curación, su esposa hizo un gran trabajo en limpiar la cocina, y lo que menos le importaba era la marca que había quedado en el mueblo, solo que su hijos no resultarán heridos.

Clarice aún notaba a Giovanni afectado o quizás la herida le dolía más de lo que era capaz de admitir, así que disimuladamente se acercó más a él para averiguar que le pasaba.  

- ¿Qué sucede, tesoro? - Preguntó preocupada.

-Arruiné el mueble- dijo apenado, y luego se animó a preguntar - ¿Me van a castigar?

A Clarice le sorprendió aquella pregunta, sabiendo lo mucho que a su hijo le había costado decir aquello, inmediatamente lo aprisionó en un abrazo, y se pudo culpó por no haberlo hecho desde el momento en que vio la herida en su muñeca, le beso la frente para luego separarse un poco y aclararle a sus hijos en que consisten los castigos, ya que al igual que Giovanni, Piero también estaba atento a lo que ocurría.  

-Hay una diferencia en desobedecer y el que ocurra un accidente- aclaró -Cuando nosotros les damos una orden, o ustedes saben que están haciendo algo que no deben, nuestro deber es corregirlo, pero hay momentos en que es inevitable que las cosas pasen, en este caso, tú- dijo observando a Giovanni- tenías permitido usar la cocina, has demostrado lo responsable y cuidadoso que eres, pero a todos nos han ocurrido percances alguna vez, y no por ello te vamos a castigar, puede que este accidente fue bastante grave, pero agradezco que no haya pasado a mayores- dijo con la voz un poco temblorosa- quizás se pudo haber evitado si te hubieras fijado en la taza con leche, pero insisto, todos hemos dado vuelta alguna vez un recipiente con algún liquido mientras cocinamos, el mueble es lo que menos importa Giovanni- dijo mientras observaba a sus dos hijos, ya que ambos estaban atentos a lo que estaba hablando su madre, luego con ambas manos acuna el rostro de su hijo, acariciándolo suavemente para serenar sus nerviosos que parecen que querían esfumarse, ella misma estaba controlando aquel miedo del solo pensar que su pequeño salió lastimado por una quemadura, levemente, pero lastimado de todas maneras -Lo único importante es que ustedes estén bien, y en estos momentos solo agradezco que la quemadura sea menor, y que estén bien- sentencio cálidamente, mientras depositaba un tierno beso en la frente de su hijo. 

 Aquellas palabras lograron tranquilizar de cierta manera a Giovanni, y Piero recordó como hace dos semanas se le cayó por accidente un vaso de vidrio en la sala de estar, quebrandose una vez que tocó el suelo y alcanzando a manchar gran parte de la alfombra, en esa oportunidad ninguno de sus padres siquiera lo regaño, porque estuvieron presentes y se dieron cuenta de que había sido un accidente, muy diferente a hace unos días, cuando Magdalena botó sus cubiertos al suelo porque se negaba a comer sus verduras, en esa ocasión, su hermana pequeña si fue castigada y se llevó una severa reprimenda y una azotaina. 

- ¿Entonces, no me mandaran a mi cuarto? - volvió a preguntar

Con esa pregunta Lorenzo recordó que a pesar de los años y lo grande que están sus hijos, siguen actuando como aquellos pequeños que hacían travesuras por toda la casa, ahora son otro tipo de travesuras, pero la actitud que adoptan cuando son descubiertos o cuando creen que están en problemas sigue siendo la misma y ha perdurado en el tiempo.

-No, fue un accidente, del cual, además resultaste herido, quizás mañana aún te duela la muñeca y no podrás montar a caballo en casa de tus abuelos- respondió su madre. 

Todos, a excepción de Magdalena se sorprendieron, a Piero y Giovanni les alegro mucho la idea, porque les encantaba ir a visitar a los sus abuelos maternos.

-Ese panorama es interesante- comentó Lorenzo mientras miraba a su esposa, ella le responde con una amplia sonrisa, feliz de haber alegrado el ambiente. 

-El abuelo ahora tiene un tractor nuevo, lo podemos usar en lugar de montar a caballo- Sugirió Piero a su hermano, para animarlo aún más.

 Clarice inmediatamente cambio su expresión de victoria a una de preocupación, sus hijos en un tractor… ¿Qué tanto podía ocurrir con eso? 










 

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