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miércoles, 16 de septiembre de 2020

Capitulo 2, El mejor regalo




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 Sorpresas de la vida   
 Autora: Terry -kateri 
 Capítulo:2 el mejor regalo 




 

Facundo no podía creer lo nervioso que se sentía. Estaba parado, mirando con asombro cada uno de los pequeños rostros que corrían por el enorme orfanato, sin poder encontrar aquel par de ojitos que lo habían hipnotizado el día anterior.

La conferencia de prensa había sido todo un éxito y realmente estaba más que agradecido con todo lo que le sucedió. Su carrera sin dudas iría viento en popa de ahora en más, sin embargo, había algo que faltaba para que aquél momento fuera perfecto. Se dio cuenta de ello apenas miró hacia la multitud y al observar entre la gente no encontró el mismo asombro que observó en Leonardo; por eso, bien se vio librado de las preguntas de los periodistas, buscó un taxi y se dirigió a una juguetería. Quería llevarle un presente a los niños del orfanato y en especial a Leo. Una vez que compró algunos sets de pinturas, lápices de colores, pinceles y muchas hojas, volvió al taxi y le pidió que lo llevara a la asociación "Nuevo Fututo".

Tras un largo viaje, Facundo al fin se encontraba en la puerta de entrada del enorme edificio. Una bonita residencia, aunque algo anticuada para la zona en que se encontraba, rodeada de árboles, flores y plantas, constituía el hogar provisorio de decenas de niños de distintas edades. Al ver a los chicos correr o caminar por los pasillos, el pintor sintió que había llegado con muy poco entre las manos. Pero no tuvo tiempo de pensar en nada más cuando una de las encargadas del lugar lo llamó.


  • Buenos días, señor. ¿Se le ofrece algo? – Preguntó la muchacha con amabilidad, Facundo se giró hacia la derecha para quedar frente a ella

  • Buenos días. Yo...  vine a ver a los niños… bueno, a uno en especial... Verá, ayer algunos de los chicos asistieron a mi exposición y... – Y aunque jamás había sido tímido, el hombre no supo por qué no podía coordinar las palabras, La encargada sonrió

  • ¿Usted es quien envió la invitación para los niños? Uhmm… ¿Facundo Fernández? – Preguntó y Facundo asintió – Gusto en conocerlo, soy Lupita, estoy encargada de los más pequeños del hogar; pero mis niños no pudieron asistir porque son muy jóvenes aún y algo traviesitos también – Explicó con dulzura – Pero los chicos de Etel fueron, ¿pasó algo? – De la nada empezó a ponerse nerviosa, pensando que tal vez uno de los niños hubiera ensuciado o roto alguno de los cuadros, si eso hubiera ocurrido, las salidas se iban a terminar, la directora lo había dejado muy claro

  • No, no, nada... Sólo que en unos días debo volver a mi país pero antes me apetecía conocer éste lugar y a los niños. Traje un regalo, pero creo que no será suficiente para todos – comento mostrándole las cajas

Qué amable de su parte. 

  • Y dígame, ¿a qué niño quiere ver? – Le dijo con una sonrisa

  • A Leonardo – Respondió Facundo – Sí, así me dijo que se llamaba – La mujer de inmediato perdió su sonrisa

  • ¿Qué intenciones tiene Usted  con el niño? – Facundo abrió los ojos por la sorpresa de su pregunta, ¿qué se pensaba esa mujer, que era un degenerado?

  • No sé qué está pensando usted de mí, pero... – Lupita lo cortó rápidamente porque se dio cuenta que no formuló bien su pregunta

  • Lo siento, no quise decir eso. Lo que quiero decir es que usted se ve joven para hacerse cargo de un pre adolescente y no quiero que ese niño vuelva a sufrir de nuevo – Explicó, pero se quedó callada, sin atreverse a seguir hablando porque no sabía si Facundo venía con la intención de ver al niño para adoptarlo

  • ¿A qué se refiere con que no quiere verlo sufrir de nuevo? – Facundo estaba perdido, no sabía qué le quería decir esa mujer

  • Verá, el niño quedó aquí porque sus padres biológicos murieron – Comentó – Cuando Leonardo tenía ocho años lo adoptaron, pero cuando cumplió diez años la mamá murió de cáncer y el papá entró en una gran depresión y tuvo que ser internado, como no estaba en condiciones de cuidar de él lo trajeron a este lugar de manera temporal, pero ya no volvió a buscarlo, no sé si es porque no mejoró o porque ya no quiso saber nada de él. El caso es que Leonardo, a raíz de eso, se puso muy rebelde – Eso a Facundo le conmovió aún más. Se tomó unos segundos para acomodar sus pensamientos. Era como si una discusión silenciosa se estuviera dando entre su corazón y su cerebro. Ése niño necesitaba muchas cosas… cariño y un hogar donde estuvieran pendientes de sus necesidades. Pero ¿estaría él a la altura?, ¿sabría darle la atención que el niño necesitaba? No estaba seguro de aquello, pero de lo que sí estaba seguro es que ya no podía dejarlo solo.

  • A qué se refiere con rebelde? – La muchacha sonrió

  • La verdad no sé si como rebelde o berrinchudo, o solo travieso. Yo creo que una mezcla de todo. Lo que quiero decir es que el niño dulce se escondió y su cuidadora no tiene mucha paciencia – Facundo así mismo se dijo que de eso ya se dio cuenta y soltó un bufido

  • La verdad esa mujer no debe reprender de esa forma al chico – Le dijo reviviendo la escena en que la cuidadora le daba la bofetada al niño.


Sin querer, la rabia le vino al cuerpo cuando recordó la cara del Leonardo. El niño ni siquiera se había quejado, pero su carita no podía ocultar el dolor que seguramente le había causado ese golpe dado con la palma abierta. Facundo estaba seguro de que, de haber recibido él ese chirlo, las lágrimas le hubieran saltado como ríos. Sin dudas, el pequeño tenía un espíritu fuerte, pero no dejaba de ser un niño que necesitaba de alguien que lo acompañara, que lo cuidara, que lo mimara y que lo quisiera como él se lo merecía.


  • Sé que no debe hacerlo, pero no todos tienen la misma paciencia. Además, son muchos niños y... – Pero la muchacha no tenía muchas ganas de defender a su compañera. A ella siempre le había molestado que Etel maltratara a los chicos. Después de todo, la vida no había sido muy justa con ellos como para traerles más dolor. Lupita se veía joven, atenta y cariñosa y con una mirada que transmitía una bondad que podías verla desde lejos. Todo lo contrario a Etel, que, aunque era responsable, parecía pensar que estaba tratando con soldados y no con niños.

  • Esa no es excusa. Si no le gustan los niños, puede renunciar – Respondió Facundo, ganándose una mirada incrédula por parte de Lupita. A la edad de Etel, no consigues trabajo a la vuelta de la esquina

  • A veces las cosas no son como uno las ve... – Murmuro   – y cambiando de tema, que le parece si mejor lo llevo a ver a los chicos. Seguro que Leo se pondrá feliz de saber que le trajo un regalo, y no se preocupe por los demás, aquí todos saben compartir – Explicó


Facundo asintió y se dejó llevar hasta un patio que estaba lleno de chicos jugando a la pelota. Sus ojos parecían afanados en encontrar a su pequeño travieso, pero al parecer no estaba allí.


  • Seguro que Leonardo está en algún lugar mirando a sus amigos. A él no le gusta mucho este deporte, es más del arte – Le comento  


Mientras continuaban recorriendo el extenso edificio, llegaron a una zona donde habían muchas puertas seguidas. Era el área de los dormitorios le dijo Lupita, pero cuando pasaron por una que tenía la puerta cerrada, escucharon un grito seguido de un llanto.


  • Auuuu, ¡perdoooón! – Se oyó la queja que Facundo identificó como la voz de un niño


Habría sido un impulso tal vez, o un instinto que no sabía que tenía, pero Facundo no pudo contener a sus piernas de ir en busca del dueño de ese lamento, seguido muy de cerca por Lupita.


  • Oh, no – Murmuró la chica, cuando se escuchó un segundo quejido, tras sentir un ruido seco, que se repetía de manera pausada.


Facundo abrió una puerta cualquiera, sólo para encontrar a Leonardo boca abajo en la cama, con el pantalón por el piso y su trasero elevado sobre almohadas. A un lado del niño, Etel se había quedado de piedra, con el brazo elevado y el cinturón en esa mano.


  • ¡Suelte eso ahora mismo! – Ordeno Facundo y cuando Leonardo escuchó su voz, se dio la vuelta para comprobar si aquel hombre era real o su mente le estaba jugando una broma – ¿Se ha vuelto loca?, ¿Cómo puede hacer esto con el niño? – Gritó sin contenerse, yendo donde el niño, levantándolo y pegándolo a su pecho en un abrazo, dejando a Etel con la boca abierta. Pero no sólo ella había sido sorprendida, sino que el mismo Facundo se quedaba sorprendido por lo que hacía ¿por qué tenía ése instinto de proteger al niño? – No sé lo que tiene usted en la cabeza, pero una cosa le digo, si no voy a denunciar ahora mismo esta situación es por la cara de Lupita, porque sino en éste instante estaría haciendo una declaración ante un juez – La mujer rodó los ojos

  • Pero ¡qué exagerado es!, si sólo lo castigaba, se portó mal y tiene que aprender que los hechos tienen consecuencias, si lo dejo ser un malcriado ahora mañana será un delincuente! – Aseguro con demasiada frescura, Facundo no podía contener la rabia. Si era un nene, ¡por todos los cielos!

  • Sea lo que sea que haya hecho Leonardo, no puede castigarlo de esa manera – Facundo de poder meterle un puñete a esa mujer lo hacía, pero su educación le dictaba otra cosa – ¡por el amor de Dios! Sólo tiene trece años…

  • Mire, usted es joven y cree que con hablar con él, el niño va aprender, pero no es así – Aquella horrible mujer se creía dueña de la verdad absoluta y Facundo la miró, negando con la cabeza, no tenía caso discutir con esa fea persona

  • Se equivoca, mi padre también era de la vieja escuela, pero no me castigaba con la violencia que usted lo hizo – La carita de Leonardo al enterarse de eso fue digna de filmar por la sorpresa de aquella confesión –  Además ya me cansé de su superioridad, ahora mismo me llevo al niño conmigo mientras dure mi estancia aquí, de lo contrario, tendré que denunciar si no me dejan que me lo lleve. Y no se equivoque que estaré pendiente de si esto sucede con otros niños o niñas de esta instalación – A Lupita le quedo claro que aquel hombre no se dejaría intimidar, pero Etel ya estaba harta de las amenazas de Facundo

  • Mira, jovencito, lo único que sucede aquí es que se merece que lo pongan en su lugar como yo estaba poniendo a Leonardo – Facundo abrió los ojos por la sorpresa y la cara se le puso roja

  • ¡Cómo se atreve! – Murmuró el artista, dando un paso hacia adelante. Pero antes de que la cosa acabara, mal intervino Lupita

  • Bueno, Etel, creo que será mejor que hablemos con la directora. Porque la que puede salir mal parada eres tú – La cuidadora se dio cuenta que si Facundo decidía denunciar, no sólo podía ser despedida sino que podría estar en grandes problemas con la justicia, así que decidió mejor ir a hablar con la directora

  • Leonardo, cariño – Le dijo Lupita – ¿por qué no vas a tu habitación y preparas una maleta con tus cosas?! – La chica estaba segura de que la directora accedería, porque ella no iba a querer que la casa hogar se viera envuelta en juicios y menos por maltrato. Leonardo en ese momento se dio cuenta que tenía aún la ropa abajo y se apresuró a subírsela, separándose del abrazo de Facundo, éste le retiró los restos de lágrimas y le dio un beso en la frente

  • Ahora vuelvo – Afirmó, pero cuando Facundo estaba saliendo de la habitación, Leonardo corrió a tomarlo de la mano

  • Espera – Le dijo, jalándolo

  • ¿Qué pasa, Leo? – Preguntó Facundo, algo preocupado porque la carita del niño se había inclinado hacia abajo, como temiendo algo

  • ¿De veras me vas a llevar? – Fue solo un susurro, pero a Facundo le bastó para sentir la inseguridad de ese pequeño como propia, y no pudo evitar compadecerse de él. Leonardo no merecía estar allí. Era injusto que la vida le hubiera arrancado sus dos familias y eso hizo que en su pecho se acrecentara aún más el deseo de protegerlo

  • Claro que sí.... Al menos mientras dure mi estadía. Pero te prometo que voy a hacer lo necesario para que te vengás conmigo para Argentina – Le aseguró, causando una intensa mirada en el niño


Jamás se había sentido tan analizado en su vida como en aquél momento, Leonardo parecía estar buscando el más pequeño rastro de engaño en su rostro, pero no iba a encontrarlo porque Facundo era un hombre de palabra.


  • ¿Y si no dejan que me vaya? – Y a las palabras se sumaron unas lágrimas que realmente no pudo detener, a Facundo le faltó tiempo para envolverlo rápidamente en sus brazos

  • Shhhh, no llorés, Leo. Vas a ver que sí te dejan... Confiá en mí – Afirmó, besándole la frente – Ahora andá a hacer lo que te dijo Lupita. Yo vuelvo en un ratito –  Y lo despacho dándole la vuelta para dejarlo frente a la puerta y soltando una palmadita floja en la cola del niño, que se quejó de inmediato

  • Auuu – A Leo las lágrimas se le llenaban en los ojos mientras se quejó con un triste puchero. Etel no le había dado tantos como solía hacerlo, pero sí le había pegado fuerte y su colita estaba resentida aún. La palmada, por más leve que había querido ser, sólo logró reencender el fuego que sentía en sus glúteos

  • Leo, ¿estás bien? – La preocupación fue evidente en Facundo – Disculpáme, no quise darte fuerte sólo... –  Y se quedó callado por unos segundos. No debió hacerlo y punto – ¿Te duele mucho? – Preguntó a la cabecita inclinada que asintió lentamente – ¿Me dejás ver si no te hizo alguna herida que necesite atención? – Preguntó  cauteloso. Después de todo, Leonardo ya tenía 12 años y él recordaba que a esa edad odiaba que su padre le viera el trasero


Pero Leonardo, a pesar de ser un pre adolescente, no tenía pudor de su cuerpo. Después de todo, vivía en un lugar lleno de niños que compartían cuarto, baño y prácticamente todo, y estaba acostumbrado. Así que su respuesta fue fruncir los hombros en señal de que le daba igual.

El artista le dio una media sonrisa, le tomó de la manito y lo llevó hasta la cama donde se sentó y, con cuidado, tomó del elástico tanto del pantalón deportivo que Leo llevaba puesto, como del calzoncillo, descubriendo un par de franjas rojas, que mostraban cierto relieve sobre la piel. Esa mujer.. Pensó con rabia Facundo, mientras le subía la ropa al niño.


  • ¿Leo? Decime la verdad, ¿ésta mujer siempre te pega así? – Preguntó, acomodando al chico parado entre sus piernas para que lo mirara a la cara

  • Es que yo me porto mal – Leonardo agachó la cabeza, pensando que con esa confesión ya no quiera llevárselo. Facundo le levantó el mentón para que lo mirara a los ojos

  • No te estoy preguntando cómo te portás, te estoy preguntando si esa mujer siempre es así de dura – Leonardo afirmó con la cabeza y Facundo lo abrazó para reconfortarlo, pensando que eso lo iba a utilizar a su favor cuando hablara con la directora.


Mientras lo sostenía entre sus brazos, el joven no pudo evitar recordar aquél día cuando su papá le castigó con el cinturón por primera vez. Fue a los diecisiete años, y fue por ir a una fiesta sin que sus padres lo supieran y encima se le ocurrió aparecer bastante tomado. Ése día, su papá solo lo ayudó a meterse en la cama, pero al día siguiente sí que lo castigó como nunca lo había hecho. Utilizó el cinturón incluso, pero aún así no había sido tan violento como esa mujer lo estaba siendo con Leonardo.


  • ¿Señor? – Lo llamó Lupita – La directora lo espera


Facundo salió de sus recuerdos y se fue camino al despacho de la directora, sintiendo miles de mariposas revoloteando en su estómago.






 

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