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Javier
Autora : Pili
"Un corazón roto"
QUINCE AÑOS ATRÁS
- Nuestro George era la luz de nuestras vidas... Como su abuela lamentamos la pérdida tan temprana e injusta que sufrió. Nuestros corazones están dolidos y nunca sanarán...
Su vocecita hará eco en nuestras cabeza hasta que dejemos de existir, su sonrisa y sus "súper brincos" serán vividos recuerdos de nuestras memorias... Sé que el tiempo que Georgie pasó con nosotros fue corto, pero esos tres años bastaron para dar vuelta nuestras vidas, para llenarlas de un amor maravillosamente desconocido, para...
Apague el televisor. No había estado en el funeral de mi hijo. De eso ya habían pasado dos meses. Me la pasaba encerrado en mi cuarto, cubierto hasta la cabeza, mis padres ya no iban a verme, por lo menos no cuando estaba despierto. Supongo que no sabían qué hacer conmigo.
Habíamos roto con Elena porque según yo la abandoné cuando más me necesitaba y tenía razón, pero también me abandoné a mi mismo.
Ella retomó su carrera como si nada después del duelo de Noah y yo estaba sucio en un cuarto oscuro con olor a podrido y unos ocho kilos menos.
Mis días eran un tormento, todos y cada uno de los malditos días eran una basura.
Estaba muerto, vivía sin motivación, era un muchacho, un niño y viví cosas inexplicablemente dolorosas, mi corazón estaba roto, desecho.
No supere el dolor, aprendí a vivir con él y no lo hice por mi, lo hice por mi familia a quienes oía llorar y conversar por las noches respecto a mi desgraciado estado.
Habían pasado dos meses en las que estuve confinado en mi cuarto, mi familia se turnaban para llevar comida y mi padre cada dos o tres noches se levantaba de madrugada a calmarme, mientras me ahogaba en mi llanto, cuando no podía contenerlo en silencio y los gritos aliviaban un poco el dolor de mi garganta, más no el de mi corazón.
Dos meses en los que lloré tan desesperadamente que llegado un punto, me daba miedo, ya que el dolor en el estómago al llorar era demasiado y creía ya no soportarlo...
Meses en los que el tiempo no pasaba, en los que me acostumbre al dolor y en los cuales toqué fondo, fondo, fondo.
Así pasaron los días hasta que nació mi sobrino, acudí al hospital con la sucia mentira de que mi hermana había perdido demasiada sangre y estaba débil.
Corrí al hospital en mi desaliñado estado, en el cual era notoria la falta de agua, el primer golpe fue el olor característico del hospital. Corrí al cuarto de mi hermana y al abrir la puerta me encontré con la típica imagen: Irene cargaba a su diminuto bebé con una sonrisa de otro mundo, mi cuñado le cruzaba un brazo a modo de abrazo, mientras con su mano libre acariciaba la cabeza calva de su bebé. Me enternecí de inmediato, al mismo tiempo me di cuenta del engaño.
- ¿Por qué me hacen esto? ¿Estás bien?
- Como me aseguraba de que vinieras si no, mira bebé llegó el tío, dile: hola tío, estamos bien.
Le movió una manita como saludo y me acerqué a ellos.
- Que alivio, ¿Cuando vas a casa?
- Lo seguro es mañana durante la tarde.
- Mmm.
- ¿No saludas a tu sobrino?
Le acaricié una mejilla.
-¿Está saludable?
- Si Javi, está perfecto.
- Que buena noticia, ¿cierto Julian? Estas sanito.
Le mime un poco para complacer a mi hermana y la verdad para complacerme a mi, ver al pequeño Juliancito dormido, transmitía tanta paz.
- Javi, con Irene decidimos llamarle Peter.
- Después de todo lo escogió nuestro George. Quiero que tenga algo de él.
- ¿Puedo cargarlo?
- No tienes que pedirlo.
Lo tomé en mis brazos, abrió sus ojitos lentamente, luego los cerró muy fuerte por la luz. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me llené de envidia.
¿Por qué mi George ya no estaba? ¿Por qué tuvo que morir?
Sentí mis mejillas húmedas y mi corazón comprimirse.
- Tomalo snif... Yo... Yo no puedo... Lo siento.
Bruce intentó consolarme, pero no le deje... Todos creían saber lo que me pasaba, todos creían saber lo que sentía.
Me habían dicho: "tranquilo, no eres el único que ha pasado por esto"
A mi que mierda me importaban los demás. ¿De qué servía ir a un grupo de apoyo?
Tenía ganas de gritarles que no, que no entendían mi estado, que no había forma de empatizar conmigo. Porque no la había. No la había.
Llegué a casa y no sé por qué me fui al cuarto de mis padres y me recosté en su cama, me dormí. Desperté por las caricias que sentía en mi cabello y las dulces palabras que susurraban sobre mi cabeza.
Entre ellas una frase que destruyó por completo el desdichado estado de mi corazón.
- ...Lo estas superando muy bien, sigue así mi niño, sigue sanando...
¡¿Lo estás superando bien?!
¡¿Lo estas su-pe-ran-do bien?!
- ¿Y tú que sabes lo que yo siento cuando te vas? ¿Sabes lo que duele que él ya no esté conmigo?
Entendía a mi madre... Tenía miedo, estaba asustada por mi. Supongo que por primera vez en la vida mi madre no sabía qué decir.
Sus palabras no me daban consuelo, hacían que me sintiera más lejos de ellos.
Pero ¿Cómo se supone que consuelas a alguien que amas y que tiene el corazón desecho? Nadie está preparado para eso.
Mi hijo era mi vida.
Luchamos mucho, las esperanzas se debilitaban y de pronto llegaba un médico que decía que era posible, que había algo que podía curar a nuestro Georgie y nuestras esperanzas se renovaron a pasos agigantados para luego caer nuevamente.
La única certeza que tenía, era que mi hijo me había dejado, con su muerte todo mi mundo se había resquebrajado, mis sueños se habían roto y te preguntas cada tanto ¿Por qué fue mi hijo? ¿Cómo es posible que muera un niño? Y por muy cruel que suene, te preguntas ¿Por qué fue mi hijo y no el de mi vecino o del padre que pasa frente a tí con su niño de la mano? ¿Por qué el mío y no el de él?
Cuando pierdes un hijo el mundo se derrumba... Tu vida se acaba. Así de simple.
No hay consuelo. Nada de lo que me decían ayudaba. Solo quería estar junto a él, sentirme junto a él. ¡Su ausencia se convierte en la única presencia que deseaba!
- No lo sé.
Respondió mi madre.
- No sé lo que sientes cuando me voy... Pero dímelo, dime lo que sientes cuando estás solo, te puedo abrazar, ser tu compañía, decirte cuanto te amo y que nos tienes a nosotros para lo que necesites.
Me puse a llorar como un niño, mi boca formaba pucheros, mis mocos caían, pero mi madre me tenía abrazado, de pronto me sentí rodeado. Era mi padre, se había metido por el otro lado de la cama y sus palabras calaron hondo en mi corazón.
- Javier debes dejarlo ir... No te derrumbes. No hay ejemplo más claro de luchar por seguir adelante que el de George... Ahora tú debes pelear por tu vida, por seguir... Tienes derecho a seguir y George quiere que lo hagas.
- Pero mi George snif Siento que me desmorono.
- Escúchame Javier, con tu madre estaremos siempre para ti, pero ahora solo tienes dos opciones y en ambas estaremos contigo.
Puedes encerrarte en tu dolor como lo has estado haciendo hasta ahora o aprender a vivir con él. La muerte siempre te ofrece dos alternativas... Te conduce al borde del abismo, donde solo vivirás de los recuerdos que fueron felices, porque ahora se convierten en una nube gris.
La otra opción es más dura... La única forma de enfrentarte al dolor es sufriendo, pero vas a mirar el dolor de cerca y vas a entenderle.
Tú vida ya no volverá a ser la misma, pero sigues aquí. Tú vida continua.
Nosotros estaremos contigo, nosotros los que te amamos, te vamos a ayudar, vamos a avanzar junto a ti y George, tu hijo estará siempre aquí.
Papá me toco el pecho y lloré en los brazos de mis padres.
Pasaron algunas semanas en las que me recompuse un poco e inicié los trámites para retomar mi carrera gastronómica.
Fue ahí donde conocí a Sam…
Pasados unos meses tuve que retomar mi carrera con estudiantes más jóvenes. Yo tenía veinte y la mayoría dieciocho, dentro de esa mayoría estaba Sam, era una de las mejores y me atrajo su personalidad, era muy agradable y amable, era la muchacha que se hacía amiga del rarito o rarita de la promoción porque le entristecía que no tuviera amigos y le ofrecía amistad sincera a esa persona, era como una celebridad que no se dejaba influenciar por nadie, tenía solo dieciocho años y su criterio era envidiable.
Era una líder innata.
Yo no estaba preparada para una relación amorosa con nadie, sin embargo ella me atraía demasiado y la descubrí mirándome algunas veces.
Quería que Sam fuera parte de mi vida. Yo tenía la certeza de que ella me haría bien y más que una novia, quería una amiga.
Ser padre adolescente hace que pierdas a tus amigos y yo en ese momento no tenía ninguno.
Estaba en la cafetería de la facultad comiendo y pensando cómo acercarme a Samantha y ella se sentó frente a mi, llevaba ropa que a los ojos de mi madre entraba en la categoría de "vulgar" y muy fuera de moda o de lo común que se usaba en ese entonces según mi juicio... Tenía un pequeño trozo de género que le cubría los senos y se sujetaba con delgados hilos por lo que pude notar debajo de aquella chaqueta de cuero que le cubría un poco, era negra, además llevaba una minifalda de lana, sí de lana... De muchos colores, eran como pequeños cuadrados de lana que había unido. Se acomodo el cabello atrás de la oreja y me miró fijamente con su sonrisa.
Era preciosa.
- Te gusta comer solo y te estoy incomodando o te da igual con quien comer y puedo comer contigo.
La miré desconcertado. Ella se quitó su chaqueta de cuero y la colgó en el asiento que estaba frente a mi.
- Somos compañeros y... Mi intención no es molestarte, si te es incómodo, me puedo ir.
Nos miramos breves segundos y guardo las pocas cosas que había sacado de su bolsa.
- No, no es molestia, para nada, solo que me tomaste por sorpresa, siéntate no pasa nada... ¿Qué era lo que ibas a decir?
- ¿Seguro?
- Si, adelante.
- Es que somos compañeros y solo contigo no he hablado y el maestro ha puesto los grupos para el semestre y estamos juntos... Es decir en el mismo grupo, pero hay más compañeros, no solo nosotros dos, no es que no quiera que seamos solo nosotros dos, aunque no me molestaría y lo siento. A veces hablo sin parar y sin pensar. Javier ¿Verdad?
Asentí
- Soy Samantha. Es un placer.
- Hola.
En el momento me sentí un tonto y ante el silencio incómodo que había me anime a decir algo y hable de lo primero que vi. Lo que tenía en las manos.
- ...¿Solo comerás un queso de sandwich?
Yo tampoco era de los que analizaba las cosas antes de decirlas. Escuché una carcajada un poco grotesca y la verdad es que le vi un poco de comida masticada al reírse, pero lo hizo con cierto encanto que me hizo reír, su carcajada era espontánea y fuerte... Dios, era muy fuerte, pero me hizo feliz verla reír.
Estar con Sam hacía que me olvidara de la existencia de los demás, solo estábamos los dos y cuando hablábamos nada más importaba.
Uno de los tantos días de carrera estaba en la biblioteca con los chicos viendo en un PC Facebook y vi a Elena... Tenía un novio, entré a su perfil y más impactante que tuviera un novio, me impactó el hecho que ya no había fotos de George.
Hace meses que no la veía, siempre nos encontrábamos en el cementerio, pero ya no.
- Javi, tú qué opinas.
Me habló Jake, era uno de los que estaban en mi grupo de trabajo.
- ¿Sobre qué? Perdón, no estaba prestando atención.
- En resumidas cuentas... A lo que acabé el semestre... Mis padres tienen una cabaña... Podríamos hacer una fiesta y...
- ¿Qué día?
- Sábado 17 del mes próximo.
- No puedo.
- ¿Qué? Anda no seas aguafiestas... Además que tienes que hacer, si nosotros somos tus únicos amigos... Anda, Sam va a ir.
Miré a Sam, pero no podía, ni quería ir.
- Lo siento chicos, pero no puedo.
- Pfff siempre quieres que te roguemos.
- Es el aniversario de muerte de mi hijo, no puedo... No es necesario que me ruegues.
Todos se me quedaron viendo, no sabían que había tenido un hijo, yo no hablaba de él, aún dolía hacerlo.
- ¡¿Eres padre?!
preguntó Sam mirándome con sus grandes ojos marrones.
- No... Ya no.
- Y no quieres hablar de eso.
Sam me leía muy bien y lo dijo como afirmación, aunque yo sabía que su curiosidad era más fuerte.
- No... ¿Ya acabamos por hoy?
- Si.
- Me voy primero.
- Javi me acercas a la avenida.
- Está bien.
Repuse irritado. Ahí estaba el primer paso o la primera jugada de Sam para saciar su enorme curiosidad.
Subimos al coche y apenas arranque comenzó.
- ¿Cuál era su nombre?
- Sam... - Suspire. - George. Tenía casi cuatro años.
- ¿Que le paso? Si no me quieres decir, no pasa nada.
- Estaba enfermo... Se había curado, pero recayó y ya no había nada que hacer...
- Lo siento mucho... ¿Y la mamá?
- Terminamos luego de la muerte de Georgie, la he visto un par de veces, pero ahora último, nada.
- ¿Aún la quieres?
- Si, creo que siempre la querré, pero no quiero estar con ella, no la quiero en el sentido de pareja.
- Entiendo. Ahora te entiendo mejor.
Sonreí.
- ¿Tú crees?
- Si... Y... Me gustas.
- Ya me lo has dicho antes.
- Lo sé...
Llegamos a la avenida donde se juntó con su hermano pequeño y al despedirse me besó en la mejilla. Eso se volvió costumbre desde la primera vez que se declaro y me encantaba que lo hiciera.
Pasaron los días y semanas, el aniversario de la muerte de George había llegado, estábamos con mi familia y mi pequeño sobrino llegando al cementerio y vi a mi reducido grupo de amigos. Solo era Sam. Había ido para hacerme compañía. Mi corazón se alegró y se sintió tan cálido y amado como hace mucho no sentía.
La saludé con cariño, hicimos una pequeña ceremonia y al terminar pedí quedarme solo junto a George.
Todos respetaron mi decisión, menos la persona que estaba volviéndome loco en el buen sentido de la palabra.
Se quedó conmigo en silencio y permanecimos así por mucho tiempo, no era un silencio incómodo, era uno agradable, que tú disfrutabas porque la persona que querías estaba junto a ti.
Miré a Sam detenidamente, estaba viendo unas aves que volaban bajo los hermosos colores del atardecer, de pronto me descubrió observándola, me sonrió y yo me acerque lentamente hasta que mis labios tocaron los de ella.
- También me gustas.
Así fue como inició todo. Ser novio de Sam fue la experiencia más hermosa de mi vida, era yo y me aceptaba por ser yo, no tenía responsabilidades más allá de estudiar... Por primera vez en mucho tiempo sentía lo que era vivir y no solo existir.
Nos contábamos de todo y pasamos los días juntos por voluntad propia, por mero agrado. No quería comparar, pero con Elena sentía que todo lo que hacía era por deber, en cambio con Sam era porque quería.
Hacíamos el amor con tal intensidad que sentía que nuestras almas se unían, su piel era tan suave y su corazón tan puro, la apretaba contra mi cuerpo y ella me apretaba contra el suyo, me entregue por completo a Sam, estaba completamente enamorado y en una relación feliz y sana.
Llevábamos unos meses de relación y descubrió que me había juntado con Elena un par de ocasiones, nada romántico, solo hablábamos. Elena había reprimido sus sentimientos despues de la muerte de George y me hablo para que nos viéramos y yo acepte por que estaba bien y mi corazon estaba sanando sin ignorar a mi pequeñito que ya no estaba, creí ser una buena influencia para ella, pero termino infuenciadome ella a mi.
Entre una de las tantas conversaciones, me dijo "Me asusta tener otro hijo y perderlo"
Esa era una de las pocas inseguridades por la cual inicie las consultas de vasectomía, descubrí que no quería ser padre. Cuando la verdad era que no quería sufrir, me daba miedo tener un hijo y volverlo a perder.
- ¿Y ella está bien? - Me preguntó Sam.
- ¿No estás enfadada?
- Estoy enfadada contigo... Creo. No lo sé, ella no me ha hecho nada, pero tú tampoco tienes la responsabilidad de decirme lo que haces cada segundo del día... Así que no sé si estoy enfadada.
Te creo, creo que no fue nada romántico... Pero me mentiste.
- Yo te quiero a tí Sam.
- Yo igual.
Eso me confirmó que enojada no estaba, pero si triste.
Ambos nos conocíamos y sabíamos que nuestro amor no sería para siempre, eramos almas gemelas, pero no podíamos estar juntos.
Era ese tipo de amor en el que tu amas con la mayor de las fuerzas porque sabes que en algún momento va a acabar.
Terminamos luego de unos meses, ella solo desapareció unas semanas después de mi vasectomía.
No, no me dejes así!
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Amo con todo mi ser está historia, gracias por compartir!