Translate

martes, 26 de abril de 2022

Segundas oportunidades capitulo 20


一一一一一一一一一一一一一一一

Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.

一一一一一一一一一一一一一一一




 Segundas oportunidades

 Autora: Gabi

 Capítulo  20 paso del tiempo

 

 



 

 

Entre la mudanza de Paula y el ajetreo del día al día natural, jamás me percate que nunca había pasado la tarde prometida con Logan. Ese seria uno de mis errores más grandes con él, y la poca calma que habíamos tenido durante esos meses estaba por evaporarse del todo. Bien dicen que la paz y tranquilidad hay que aprovecharse, porque en cualquier momento desaparece. Me parecía increíble que desde los meses de marzo a abril habían pasado tantas cosas, y no nos dimos cuenta que la mudanza de Paula coincidió con ese famoso segundo domingo de mayo. Viviana fue forzada por sus padres a volver a casa para una “fiesta” que habían preparado para la ocasión, y por supuesto necesitaban que su hija estuviera allí. Ana por su parte dijo que haría un almuerzo, pero al final fuimos Henry y yo los que cocinamos para las mujeres. Bueno, en realidad Henry con algo de mi ayuda. Los niños mientras tanto habían ido con Ana y Paula a jugar o a montar los caballos que la pareja había comprado. Logan, que anteriormente había estado ayudándonos se había ido con los demás, dándonos a mí y a Henry un tiempo para platicar y relajarnos. El almuerzo, una barbacoa, elotes asados, ensalada de papa, la carne por supuesto, fue deliciosa, y nos dio tiempo de encender el asador y disfrutar del aire libre. Ana disfrutaba ser abuela, y amo los pequeños regalos que los niños le llevaron, aun Daniel que había encontrado una roca “bonita” e insistía era el mejor regalo para la Bela Ana como le llamaba. “¿Mami, me das más de eso?” Esa frase nos dejo a todos un tanto atónitos, excepto a los dos menores. Daniel extendía su manita hacia los elotes mientras que Lautaro comía felizmente. Logan, Henry, Ana y yo mirábamos anonadados a Daniel, Paula por su parte parecía a punto de ponerse a llorar. “Ella….ella no es nuestra mamá, Daniel.” Le dijo suavecito Logan, pero luego volteo a ver a la mujer. “Aunque seria muy bonito.” Daniel simplemente se encogió de hombros, “Pues…ellos son mis ‘belos,” dijo apuntando a Henry y a Ana, “y ahora el es mi papá.” Dijo felizmente, arrodillándose en el banco aquel, “y ahora ella es mi mamá.” Fue tan natural, tan…no sabia que palabras usar, pero los ojos brillosos de Paula hablaban por si mismos. La ilusión, el amor y el instinto sobreprotector prácticamente desbordaban de ellos. Paso un brazo por sobre los hombros de Daniel y deposito un beso algo prolongado sobre su sedosa cabellera. Daniel parecía no entender la reacción de todos, y a este punto hasta Lautaro miraba con añoranza a Paula. Esta luego de tragar lo que seguramente era un sollozo tomo las pinzas. “Mamá te dará todos los elotes que quieras.” Le dijo con su voz algo quebrantada. Logan le sonrió, pero algo en su mirada cambio. Supe que estaba celoso, era evidente. Reconocí esa mirada, era la misma que muchas veces había tenido poco después del nacimiento de Marcos. Yo quería que Michael fuera mi padre, así como era el de Marcos. “¿Yo también puedo llamarte mamá?” pregunto Lautaro, su carita embarrada de rastros de comida, sus ojos algo grandes. “Nada me haría mas feliz, y seria el mejor regalo que me llamaran de esa forma…los tres.” Le dijo, extendiendo su mano para alcanzar la de Logan que se había sentado del otro lado de la mesa. “Eso es…si ustedes quieren.” Lautaro simplemente dio una de las mas grandes sonrisas que había visto, pero el momento de alegría se ensombreció cuando Logan se levanto abruptamente de la mesa y salió corriendo hacia los establos. Ana y Henry, que hasta ahora habían estado observando todo, la mujer con lagrimas en sus ojos, se levantaron casi al unísono. “No…déjenme a mí.” Les dije, levantándome de la mesa. Daniel, tan inocente y dulce como siempre, tenia su cabeza ladeada, su ceño fruncido. “Papi…no le vayas a dar pampam a mi hermanito.” Me ordeno, una de sus manitas en la cadera. No pude sino sonreírle, dándole un rápido beso en su frente. “Claro que no, hijo.” Le dije divertido. “SI lo haces le diré al Tío Michael que te de pampam a ti también!” Me amenazo el cara dura. “Logan es raro.” Zanjo simplemente Lautaro, “Pero no creo que el Tío Michael haga eso.” No sabia si morirme de la vergüenza o reírme a carcajadas. Así que simplemente me encogí de hombros y Sali tras mi muchacho mayor. No fue difícil encontrarlo. De hecho, Logan estaba en uno de los corrales donde se encontraba “su” caballo. El imponente animal parecía saber que el muchacho se encontraba mal, ya que se había acercado y con su enorme hocico toqueteaba el pelo del niño, que se encontraba sentado en el suelo, su rostro escondido entre sus brazos mientras estos abrazaban sus piernas. “Epa, campeón,” llame, sentándome a su lado a pesar de la protesta de mi pierna. Logan no dijo nada, pero por el leve movimiento de sus hombros supe que lloraba. Así que, sin decir nada, pase mi brazo por sobre sus hombros y le jale hacia mí. Mientras el lloraba y yo le sobaba su espalda y lo que podía de su cabello me maraville de cuanto había crecido. Cuando le conocí apenas me llegaba a mi pecho, era un pequeño escuálido que no aparentaba la edad que tenía. Ahora no solo había crecido dos tallas desde que llego a casa, pero su voz empezaba a hacer ese incomodo y vergonzoso cambio. Mi niño dejaba de ser niño para convertirse en todo un adolescente, no obstante, en momentos como este me recordaba que, después de todo, seguía siendo un niño. Viendo que mis caricias no parecían calmarlo, y que todavía su peso era algo bajo para su edad, simplemente le jale un poco más, pudiendo sentarle sobre mis piernas y abrazarle aun mejor. Logan no hizo mas que enrollar sus bracitos, todavía flacuchos y pequeños, alrededor de mi cuello y llorar amargamente sobre mi hombro. “Ya, mi amor,” le dije después de un momento, meciéndole y arrullándole, “Te vas a enfermar, chiquito.” Sobaba su espalda, su cabello, pero parecía no querer dejar de llorar, más bien parecía incrementar. Relámpago se ponía cada vez mas y mas inquieto ante el llanto del niño, así que, antes de ser pisoteado por el semental decidí salir de aquel lugar. Con Logan sentado sobre mis piernas me era algo difícil ponerme de pie, así que quise separarle un poco, pero ese fue un error. Al hacer eso Logan incremento su llanto, Relámpago galopeo molesto, y yo fui casi aplastado por una de sus pesuñas. “Shh, tranquilo, amor…aquí estoy, aquí estoy…” le dije, tratando de tranquilizarlo mientras le acomodaba mejor en mis brazos y me levantaba del suelo. Sus piernas se aferraron a mi cintura una vez sintió que ya no estaba en el frio suelo. Aunque sabia mis pantalones estaban llenos de aserrín, no me importo y simplemente le alce un poco más, poniendo una de mis manos bajo sus pequeñas nalguitas y la otra seguía sobando su espalda. Sali de aquel corral y me pasee con el en el pasillo. Traté de calmarle con palabras, pero al no lograrlo me encontré tarareando una canción. Era una de las favoritas de Mary, Just the Two of Us de Will Smith. Si bien era casi rapeada, y no me sabia las letras, si empecé a tararearla. Me movía de un lado a otro, dándole pequeñas palmaditas como se le da a un bebe para calmarlo. Talvez Logan estaba demasiado grande para este trato, pero no me importo y a él tampoco parecía importarle. Poco a poco logro calmarse, su respiración entrecortada, aunque se aferraba a mí. Aunque ya no sollozaba, y su respiración cada vez se calmaba mas no quise decirle nada. No quería romper aquel momento entre ambos. Pasaron algunos minutos y Logan se movió en mis brazos. “¿Sabes que te quiero mucho?” le dije en un leve susurro, a lo que Logan no hizo más que aferrarse aún más a mí. “Tanto Paula como yo te queremos mucho, mi vida.” Le dije. “¿Y si regresa?” me dijo suavecito, un leve temblor pasando por todo su cuerpo. ¿Y si regresa? Esas palabras resonaron una y otra vez en mi mente, apretando mis brazos alrededor de MI niño. “A ver, amor,” le dije, separándome un poco como pude. “Quiero que me escuches muy bien, ¿sí?” Mi voz se tornó algo seria, quería que supiera que no decía esto solo por decirlo, “Sabes que Henry fue abogado por muchos años…incluso ejerció como juez antes de jubilarse.” Logan negó, sus ojitos rojos, su nariz chorreando un poco de mocos. Como pude, saque mi pañuelo de mi bolsillo y le limpie no solo las mejillas, pero también le limpie la nariz. “Bien, pues tu abuelo Henry fue uno de los jueces mas conocidos de la ciudad antes de jubilarse hace dos años atrás. Todavía tiene muchos contactos, y no solo eso, pero legalmente puede ejercer como abogado.” Logan no dijo nada, pero me miro ávidamente. “Bueno, pues entre ambos estamos trabajando para que, aunque Diana,” y como me costo decir ese maldito nombre, “regrese no pueda alejarlos de mí.” Le dije, y aunque vi la duda en sus ojos, también pude ver como batallaba por creer en mi palabra. “Entiendo si no quieres llamar mamá a Paula,” o me llames papá a mí, quise decir, lo dije en mi mente, pero no me atreví a decirlo con mi voz, “eso esta bien, pero no tienes porque ponerte celoso de tus hermanos.” Todo iba bien hasta que dije esas palabras, Logan frunció el ceño, y de repente peleo por que lo dejara en el suelo. “¡No estoy celoso!” me dijo con un puchero, “¡Y puedes bajarme! ¡No soy un tonto bebe!” Suspiré, dejándole en el suelo, aunque puse una de mis manos en su hombro para retenerle. “Bien, no estas celoso.” Le dije, “¿quieres decirme porque saliste corriendo?” “¡No salí corriendo!” Alce mi ceja ante tan obvia mentira. “Simplemente me gusta mas estar con los caballos que con esos idio-“ “¡Eh,eh,eh! Mas te vale que cuides tu vocabulario.” Le regañe, frunciendo, “Si no quieres decirme porque estabas aquí, esta bien. Pero cuidadito con andar insultando.” “¡No puedes decirme que hacer!” Me recrimino nuevamente, “¡No eres mi papá!” y como me dolieron nuevamente esas palabras. Desde que las había pronunciado no dejaban de pasar en mi mente una y otra vez, y todas las contestaciones que pude haberle dado. “Puede que no lo sea.” Esto ya parecía deja vú, o talvez ya había dado esa respuesta. “Pero me vas respetando, jovencito.” “No tengo por qué.” Me dijo, zafando su hombro de mi agarre. “¡Claro que sí!” le regañe, jalándole del brazo e inclinándome un poco para verle a los ojos. “Y si no quieres que aquí mismo te dé de nalgadas le bajas al tonito, pero ya.” Jamás pensé que Logan haría tal cosa, pero alzo su pierna y me dio un buen puntapié justo arriba de mi tobillo. Gracias al cielo no fue en mi pierna mala, que si no hubiera caído al suelo. Sin pensarlo ni meditarlo, y mas actuando por instinto, le gire y le solté dos nalgadas algo fuertecitas. Fue, en realidad, en lo único que me medí, la fuerza de esos dos golpes. “A-“ a papá no se le patea, eso es lo que quería decir, pero recordé la frase que aparentemente estaba empezando a amar decir. “A mi no me pateas.” Le dije, algo molesto. “¡Y si no quieres que aquí mismo te baje el pantalón y los calzoncillos y te de una buena zurra te calmas, pero YA!” Toda la pelea del niño se esfumo, sus ojos se llenaron de lagrimas una vez más, pero también se lleno su mirada de reproche. “¡Siempre defiendes a Lautaro y a Daniel!” “¿Qué?” ¡Pero si los dos menores siquiera habían estado allí! Ni siquiera tenían vela en este entierro. “A ellos no los tratarías así!” Me recrimino, dejando caer grandes lagrimones. “Eso no es cierto, Logan.” Le dije, mi voz suavizándose del tono severo. “En realidad te doy mas libertades a ti que a ellos.” Le dije, sobando su cabello. “Eso no es cierto.” Nuevamente se formo un puchero en su rostro, una de sus manos sobando el seguramente leve ardor de su retaguardia. “A ver,” Le dije, “¿le doy mesada a tus hermanos?” indague, usando el mismo tono que usaba con Daniel. Ante mi pregunta Logan se encogió de hombros, “No, no les doy porque a diferencia de ti, ellos no tienen permiso para salir solos de casa.” “No salgo solo.” Me reprocho, “antes iba donde quería cuando quería, y ahora no me dejas.” “Claro que no te voy a dejar,” le dije tratando de ocultar mi sonrisa, “se que no eres un niño pequeño, pero todavía eres un niño. Mira a Marcos,” no me gustaba comparar, pero era mi mejor ejemplo sabiendo lo mucho que mi niño admiraba a su primo, “el todavía tiene que pedir permiso.” “Pero tiene auto.” “Si, pero tiene 17.” Le dije, sobando su cabello. “y aunque pronto cumplirá los 18, sé que todavía le toca crecer un poco más.” Logan solo asintió, luego volteo a ver sus pies. “Perdona…por patearte.” Me dijo suavecito. Suspire, jalándole hacia mí. “Ni se te ocurra volver a hacer algo así, que te dejo sin sentarte, ¿eh?” Logan asintió, pero me devolvió el abrazo. Nos mantuvimos así un par de minutos hasta que el me soltó. Al volver a la mesa la comida estaba un tanto fría, pero todos habían decidido esperarnos. Habían buscado la manera de mantenerla un tanto caliente, y agradecimos esto. Logan le dio un gran abrazo a Paula, y esta se lo devolvió con mayor ahínco. El resto de la noche paso sin más, e igual que el resto del mes de mayo, dando paso a junio. Sin saberlo hicimos una rutina. El comportamiento de Logan mejoro, y aparte de unas cuantas travesuras de parte de los niños, no hubo mucho más. Si, tuvimos que repartir un par de castigos, pero nada grande que un par de palmaditas no detuvieran. La verdad, mis hijos eran niños muy bien portados. Por las mañanas yo ayudaba a los niños a arreglarse, y en el caso de Viviana y Logan a despertarlos mientras que Paula hacia el desayuno para todos. Salía de casa antes que todos y Paula les iba a dejar a la escuela en camino al trabajo. Por las tardes yo pasaba por ellos de la escuela y los dejaba en casa de Dante y Meghan, o a veces Meghan pasaba por ellos. Luego, pasaba a recogerlos y entre todos…bueno, mayormente Paula, hacíamos la cena mientras los niños terminaban con los deberes que ya habían comenzado en casa de mis amigos. Los fines de semana fueron diversos y variados. Viendo que el verano se acercaba, hice planes para terminar la ultima parte que quedaba de la casa por reparar, el patio trasero. La piscina seguía con un toldo, y temía el desastre que meses bajo nieve y algo de lluvia primaveral me dejarían. Lo primero que hicimos con Paula y los niños fue sacar el poco de basura que quedaba. Luego, Viviana y Paula, junto con Daniel, decidieron que seria maravilloso sembrar un pequeño jardín y un área para hortalizas. Mientras tanto, había diseñado un pequeño deck de madera junto a la piscina. Tuvimos, por supuesto, la visita de Melissa, Michael y familia, y Ana y Henry se unieron junto con Dante y Meghan. Era obvio que en un fin de semana…o mas bien dicho, media tarde del sábado y un domingo por la mañana no terminaríamos. Al quitar el toldo no solo se vino el hedor de agua estancada, pero por un momento pensé en simplemente enterrar aquella cosa toxica Chernóbiliana. “Creo que mejor será contratar a un experto, hermano.” Me dijo Dante, tapándose la nariz. “El que se meta allí está loco.” Me dijo Marcos, arrugando su nariz. “Estoy de acuerdo, hijo.” Le dijo Michael, una mano sobre el hombro de Logan que no se había separado de su primo y la otra sobre mi hombro. “Bien, dejemos esto así y…mejor terminemos con el resto del jardín.” Les dije, encogiéndome de hombros. Ese era un típico fin de semana, y así, del segundo domingo de mayo pasamos al primer domingo de junio. Los niños estaban estáticos con la noción de vacaciones de verano. Logan parecía poco preocupado con sus exámenes, mientras que Viviana parecía estar a punto de morir del estrés. Mientras ellos se alegraban de esto, el cumpleaños numero cinco de mi chiquitín se nos vino encima. Hubiera querido tener lista la piscina para ese 6 de junio fue imposible. Al final la celebración se hizo en casa de Ana y Henry, con casi toda la clase de Daniel llegando y algunos padres de familia, y el resto de nuestra ahora numerosa familia. Mis niños no pararon en toda la tarde. Corrían de un lado a otro, Maia y Lautaro declarándose cuidadores de los pequeños. Mientras, Viviana, Marcos y Logan ayudaban a llevar cosas, aunque por último salieron a dar un paseo en caballo. “¿Crees que Logan dejara que pasen tiempo a solas?” pregunto Paula divertida, acomodando unos pequeños sándwiches de bocadillos en una bandejita. “Cuñada, la verdad,” nos dijo Melissa, ayudando con unas chocolatinas, “me he dado cuenta que Viviana es una buena chica, pero a esa edad prefiero no pasen tanto tiempo a solas.” Rodé los ojos, recordando que Melissa había sido igual conmigo y con Mary. Supongo que nunca se le quitaría lo sobreprotectora. El día fue uno lleno de alegría, aunque cansado. Eran las cinco de la tarde cuando se fue el ultimo invitado. Meghan y Dante habían ayudado a limpiar, pero pronto se fueron. Melissa y Michael pasarían la noche junto con sus hijos en casa de Ana y Henry, que tenia el suficiente espacio, mientras que Marcos y Maia se irían a pasar la noche a mi casa. No supe bien como le haríamos, pero suponía que las dos niñas podrían compartir cama por una noche, mientras que Logan podría prestarle su cama a Marcos. Todavía no sabíamos la logística, pero estaba bien. Subimos al auto los muchos regalos de Daniel, que todavía no los había abierto, y luego acomodamos a todos dentro de nuestro auto, con Melissa dándole instrucciones a los niños. “Se portan bien, ¿eh?” les decía, acomodando la camisa de Marcos y viendo que el cabello de Maia estuviera ordenado, limpiándole una mancha de merengue de la cara. “Y le hacen caso a sus tíos.” “Melissa, ya, estarán bien.” Le dijo Michael, dándole un beso en la frente a su esposa. “Si, sí, yo se.” Dijo la mujer, viendo que solo quedábamos mis sobrinos y yo fuera del coche. “Si se portan mal me avisas. Estoy segura que Paula tiene una cuchara que podría usar.” “¡Mamá!” dijo un mortificado Marcos, poniéndose rojo como un tomate y viendo de reojo a Ana y Henry, que ni habían escuchado ya que hablaban energéticamente con Paula y los niños. “Mamá nada, joven. Pórtate bien, y ya sabes, cuidadito-“ “¡Ya mujer, déjanos irnos!” Intervine para que no siguiera mortificando al pobre de marcos, que me vio con cara de agradecimiento. “Mañana pasamos por ustedes después del desayuno.” Les dijo Michael, “Ahora, fuera, largo. Vayan a hacer sus desastres a casa de Gabriel.” Tanto Melissa como yo le vimos, una con cara de asombro y yo con indignación. “¡Oye!” le reclame, algo divertido. “Te lo mereces, canijo. ¿Las canas que tengo? Una gran parte son tu culpa.” Me dijo, jalándome hacia el para darme un beso en la frente, antes de hacer lo mismo con sus hijos. Lo único que pude hacer fue negar con la cabeza, para luego girarme hacia mi hermana y darle un abrazo a esta también. Creí que al llegar a casa los niños, por lo menos los tres menores, estarían dormidos. Pero Lautaro y Maia alentaban a Daniel, quien saltaba en su asiento emocionado a la idea de ir a abrir todos sus regalos. Mientras, Marcos, Viviana y Logan hacían planes para pasar toda la noche viendo películas y jugando en la consola. Paula y yo simplemente disfrutábamos del alboroto, tomados de la mano mientras yo manejaba. Sabíamos que seguramente dormiríamos muy poco, pero a decir verdad el día no podría tener mejor final. Al llegar a casa, los tres mayores desaparecieron rápidamente dentro de esta. “¡Ey!” Grite, tratando de no soltar una carcajada. “¡¿No piensan ayudar?!” Viviana fue la única que se giró, viéndome con ojos tristones. “Pero…la película…” me dijo, con un puchero. “Déjalos,” me dijo Paula, “los niños están emocionados.” Al escuchar las palabras de la mujer, la niña solo sonrió aun mas y salió corriendo tras su novio y Logan. Mientras, Daniel había empezado a abrir sus regalos allí mismo. “¡Espera campeón!” le dije con una carcajada, “primero entremos a casa, ¿sí?” “Esta bien.” Me dijo felizmente, tratando de pegar el papel a la caja inútilmente. “Vamos,” le dije, dejándole la caja y dándole una bolsita algo mas pequeña. “Lleva estos tu.” Los demás estaban en una sola caja algo grande que de algún lugar Paula había conseguido para llevarlos a casa. “¡¿Qué crees que sea?!” le pregunto Lautaro emocionado, ayudando con algunas bolsas de unas frituras que habían sobrado, mientras que Maia, que llevaba otras bolsas, le daba ideas. “¡Legos! ¡O talvez carritos!” decía la niña emocionada, guiando a su primito con sumo cuidado. Por supuesto, la mayor parte del trabajo lo tuvimos que hacer Paula y yo, sacando el resto de cosas del auto en varios viajes. El día había sido perfecto, pero bien dicen que la calma siempre se termina. “vaya, que bonito.” Mi sangre se helo al escuchar esa voz. No había duda de quien era. Me gire y allí estaba, bella y fría como siempre. “Yo aquí, preocupada por mis hijos y ustedes jugando a la casita.” “Diana.” “Devuélveme a mis hijos.”    

con Logan. Ese seria uno de mis errores más grandes con él, y la poca calma que habíamos tenido durante esos meses estaba por evaporarse del todo. 

 

Bien dicen que la paz y tranquilidad hay que aprovecharse, porque en cualquier momento desaparece. Me parecía increíble que desde los meses de marzo a abril habían pasado tantas cosas, y no nos dimos cuenta que la mudanza de Paula coincidió con ese famoso segundo domingo de mayo. 

 

Viviana fue forzada por sus padres a volver a casa para una “fiesta” que habían preparado para la ocasión, y por supuesto necesitaban que su hija estuviera allí. Ana por su parte dijo que haría un almuerzo, pero al final fuimos Henry y yo los que cocinamos para las mujeres. Bueno, en realidad Henry con algo de mi ayuda. 

 

Los niños mientras tanto habían ido con Ana y Paula a jugar o a montar los caballos que la pareja había comprado. Logan, que anteriormente había estado ayudándonos se había ido con los demás, dándonos a mí y a Henry un tiempo para platicar y relajarnos. 

 

El almuerzo, una barbacoa, elotes asados, ensalada de papa, la carne por supuesto, fue deliciosa, y nos dio tiempo de encender el asador y disfrutar del aire libre. 

 

Ana disfrutaba ser abuela, y amo los pequeños regalos que los niños le llevaron, aun Daniel que había encontrado una roca “bonita” e insistía era el mejor regalo para la Bela Ana como le llamaba. 

 

“¿Mami, me das más de eso?” 

 

Esa frase nos dejo a todos un tanto atónitos, excepto a los dos menores. Daniel extendía su manita hacia los elotes mientras que Lautaro comía felizmente. Logan, Henry, Ana y yo mirábamos anonadados a Daniel, Paula por su parte parecía a punto de ponerse a llorar. 

 

“Ella….ella no es nuestra mamá, Daniel.” Le dijo suavecito Logan, pero luego volteo a ver a la mujer. “Aunque seria muy bonito.” 

 

Daniel simplemente se encogió de hombros, “Pues…ellos son mis ‘belos,” dijo apuntando a Henry y a Ana, “y ahora el es mi papá.” Dijo felizmente, arrodillándose en el banco aquel, “y ahora ella es mi mamá.” 

 

Fue tan natural, tan…no sabia que palabras usar, pero los ojos brillosos de Paula hablaban por si mismos. La ilusión, el amor y el instinto sobreprotector prácticamente desbordaban de ellos. Paso un brazo por sobre los hombros de Daniel y deposito un beso algo prolongado sobre su sedosa cabellera. 

 

Daniel parecía no entender la reacción de todos, y a este punto hasta Lautaro miraba con añoranza a Paula. Esta luego de tragar lo que seguramente era un sollozo tomo las pinzas. “Mamá te dará todos los elotes que quieras.” Le dijo con su voz algo quebrantada. 

 

Logan le sonrió, pero algo en su mirada cambio. Supe que estaba celoso, era evidente. Reconocí esa mirada, era la misma que muchas veces había tenido poco después del nacimiento de Marcos. Yo quería que Michael fuera mi padre, así como era el de Marcos. 

 

“¿Yo también puedo llamarte mamá?” pregunto Lautaro, su carita embarrada de rastros de comida, sus ojos algo grandes. 

 

“Nada me haría mas feliz, y seria el mejor regalo que me llamaran de esa forma…los tres.” Le dijo, extendiendo su mano para alcanzar la de Logan que se había sentado del otro lado de la mesa. “Eso es…si ustedes quieren.” 

 

Lautaro simplemente dio una de las mas grandes sonrisas que había visto, pero el momento de alegría se ensombreció cuando Logan se levanto abruptamente de la mesa y salió corriendo hacia los establos. 

 

Ana y Henry, que hasta ahora habían estado observando todo, la mujer con lagrimas en sus ojos, se levantaron casi al unísono. “No…déjenme a mí.” Les dije, levantándome de la mesa. 

 

Daniel, tan inocente y dulce como siempre, tenia su cabeza ladeada, su ceño fruncido. “Papi…no le vayas a dar pampam a mi hermanito.” Me ordeno, una de sus manitas en la cadera. 

 

No pude sino sonreírle, dándole un rápido beso en su frente. “Claro que no, hijo.” Le dije divertido. 

“SI lo haces le diré al Tío Michael que te de pampam a ti también!” Me amenazo el cara dura. 

“Logan es raro.” Zanjo simplemente Lautaro, “Pero no creo que el Tío Michael haga eso.” 

 

No sabia si morirme de la vergüenza o reírme a carcajadas. Así que simplemente me encogí de hombros y Sali tras mi muchacho mayor. No fue difícil encontrarlo. De hecho, Logan estaba en uno de los corrales donde se encontraba “su” caballo. 

 

El imponente animal parecía saber que el muchacho se encontraba mal, ya que se había acercado y con su enorme hocico toqueteaba el pelo del niño, que se encontraba sentado en el suelo, su rostro escondido entre sus brazos mientras estos abrazaban sus piernas. 

 

“Epa, campeón,” llame, sentándome a su lado a pesar de la protesta de mi pierna. 

 

Logan no dijo nada, pero por el leve movimiento de sus hombros supe que lloraba. Así que, sin decir nada, pase mi brazo por sobre sus hombros y le jale hacia mí. 

 

Mientras el lloraba y yo le sobaba su espalda y lo que podía de su cabello me maraville de cuanto había crecido. Cuando le conocí apenas me llegaba a mi pecho, era un pequeño escuálido que no aparentaba la edad que tenía. Ahora no solo había crecido dos tallas desde que llego a casa, pero su voz empezaba a hacer ese incomodo y vergonzoso cambio. 

 

Mi niño dejaba de ser niño para convertirse en todo un adolescente, no obstante, en momentos como este me recordaba que, después de todo, seguía siendo un niño. 

 

Viendo que mis caricias no parecían calmarlo, y que todavía su peso era algo bajo para su edad, simplemente le jale un poco más, pudiendo sentarle sobre mis piernas y abrazarle aun mejor. 

 

Logan no hizo mas que enrollar sus bracitos, todavía flacuchos y pequeños, alrededor de mi cuello y llorar amargamente sobre mi hombro. 

 

“Ya, mi amor,” le dije después de un momento, meciéndole y arrullándole, “Te vas a enfermar, chiquito.” Sobaba su espalda, su cabello, pero parecía no querer dejar de llorar, más bien parecía incrementar. Relámpago se ponía cada vez mas y mas inquieto ante el llanto del niño, así que, antes de ser pisoteado por el semental decidí salir de aquel lugar. 

 

Con Logan sentado sobre mis piernas me era algo difícil ponerme de pie, así que quise separarle un poco, pero ese fue un error. Al hacer eso Logan incremento su llanto, Relámpago galopeo molesto, y yo fui casi aplastado por una de sus pesuñas. 

 

“Shh, tranquilo, amor…aquí estoy, aquí estoy…” le dije, tratando de tranquilizarlo mientras le acomodaba mejor en mis brazos y me levantaba del suelo. Sus piernas se aferraron a mi cintura una vez sintió que ya no estaba en el frio suelo. Aunque sabia mis pantalones estaban llenos de aserrín, no me importo y simplemente le alce un poco más, poniendo una de mis manos bajo sus pequeñas nalguitas y la otra seguía sobando su espalda. 

 

Sali de aquel corral y me pasee con el en el pasillo. Traté de calmarle con palabras, pero al no lograrlo me encontré tarareando una canción. Era una de las favoritas de Mary, Just the Two of Us de Will Smith. 

 

Si bien era casi rapeada, y no me sabia las letras, si empecé a tararearla. Me movía de un lado a otro, dándole pequeñas palmaditas como se le da a un bebe para calmarlo. Talvez Logan estaba demasiado grande para este trato, pero no me importo y a él tampoco parecía importarle. 

 

Poco a poco logro calmarse, su respiración entrecortada, aunque se aferraba a mí. Aunque ya no sollozaba, y su respiración cada vez se calmaba mas no quise decirle nada. No quería romper aquel momento entre ambos. 

 

Pasaron algunos minutos y Logan se movió en mis brazos. “¿Sabes que te quiero mucho?” le dije en un leve susurro, a lo que Logan no hizo más que aferrarse aún más a mí. “Tanto Paula como yo te queremos mucho, mi vida.” Le dije. 

 

“¿Y si regresa?” me dijo suavecito, un leve temblor pasando por todo su cuerpo. 

 

¿Y si regresa? Esas palabras resonaron una y otra vez en mi mente, apretando mis brazos alrededor de MI niño. 

 

“A ver, amor,” le dije, separándome un poco como pude. “Quiero que me escuches muy bien, ¿sí?” Mi voz se tornó algo seria, quería que supiera que no decía esto solo por decirlo, “Sabes que Henry fue abogado por muchos años…incluso ejerció como juez antes de jubilarse.” Logan negó, sus ojitos rojos, su nariz chorreando un poco de mocos. 

 

Como pude, saque mi pañuelo de mi bolsillo y le limpie no solo las mejillas, pero también le limpie la nariz. “Bien, pues tu abuelo Henry fue uno de los jueces mas conocidos de la ciudad antes de jubilarse hace dos años atrás. Todavía tiene muchos contactos, y no solo eso, pero legalmente puede ejercer como abogado.” 

 

Logan no dijo nada, pero me miro ávidamente. “Bueno, pues entre ambos estamos trabajando para que, aunque Diana,” y como me costo decir ese maldito nombre, “regrese no pueda alejarlos de mí.” Le dije, y aunque vi la duda en sus ojos, también pude ver como batallaba por creer en mi palabra. “Entiendo si no quieres llamar mamá a Paula,” o me llames papá a mí, quise decir, lo dije en mi mente, pero no me atreví a decirlo con mi voz, “eso esta bien, pero no tienes porque ponerte celoso de tus hermanos.” 

 

Todo iba bien hasta que dije esas palabras, Logan frunció el ceño, y de repente peleo por que lo dejara en el suelo. “¡No estoy celoso!” me dijo con un puchero, “¡Y puedes bajarme! ¡No soy un tonto bebe!” 

 

Suspiré, dejándole en el suelo, aunque puse una de mis manos en su hombro para retenerle. “Bien, no estas celoso.” Le dije, “¿quieres decirme porque saliste corriendo?” 

 

“¡No salí corriendo!” Alce mi ceja ante tan obvia mentira. “Simplemente me gusta mas estar con los caballos que con esos idio-“

 

“¡Eh,eh,eh! Mas te vale que cuides tu vocabulario.” Le regañe, frunciendo, “Si no quieres decirme porque estabas aquí, esta bien. Pero cuidadito con andar insultando.” 

 

“¡No puedes decirme que hacer!” Me recrimino nuevamente, “¡No eres mi papá!” y como me dolieron nuevamente esas palabras. 

 

Desde que las había pronunciado no dejaban de pasar en mi mente una y otra vez, y todas las contestaciones que pude haberle dado. “Puede que no lo sea.” Esto ya parecía deja vú, o talvez ya había dado esa respuesta. “Pero me vas respetando, jovencito.” 

 

“No tengo por qué.” Me dijo, zafando su hombro de mi agarre. 

“¡Claro que sí!” le regañe, jalándole del brazo e inclinándome un poco para verle a los ojos. “Y si no quieres que aquí mismo te dé de nalgadas le bajas al tonito, pero ya.” 

 

Jamás pensé que Logan haría tal cosa, pero alzo su pierna y me dio un buen puntapié justo arriba de mi tobillo. Gracias al cielo no fue en mi pierna mala, que si no hubiera caído al suelo. 

 

Sin pensarlo ni meditarlo, y mas actuando por instinto, le gire y le solté dos nalgadas algo fuertecitas. Fue, en realidad, en lo único que me medí, la fuerza de esos dos golpes. 

 

“A-“ a papá no se le patea, eso es lo que quería decir, pero recordé la frase que aparentemente estaba empezando a amar decir. “A mi no me pateas.” Le dije, algo molesto. “¡Y si no quieres que aquí mismo te baje el pantalón y los calzoncillos y te de una buena zurra te calmas, pero YA!”  

 

Toda la pelea del niño se esfumo, sus ojos se llenaron de lagrimas una vez más, pero también se lleno su mirada de reproche. “¡Siempre defiendes a Lautaro y a Daniel!” 

 

“¿Qué?” ¡Pero si los dos menores siquiera habían estado allí! Ni siquiera tenían vela en este entierro.

 

“A ellos no los tratarías así!” Me recrimino, dejando caer grandes lagrimones. 

 

“Eso no es cierto, Logan.” Le dije, mi voz suavizándose del tono severo. “En realidad te doy mas libertades a ti que a ellos.” Le dije, sobando su cabello. 

 

“Eso no es cierto.” Nuevamente se formo un puchero en su rostro, una de sus manos sobando el seguramente leve ardor de su retaguardia. 

 

“A ver,” Le dije, “¿le doy mesada a tus hermanos?” indague, usando el mismo tono que usaba con Daniel. Ante mi pregunta Logan se encogió de hombros, “No, no les doy porque a diferencia de ti, ellos no tienen permiso para salir solos de casa.” 

 

“No salgo solo.” Me reprocho, “antes iba donde quería cuando quería, y ahora no me dejas.”   

 

“Claro que no te voy a dejar,” le dije tratando de ocultar mi sonrisa, “se que no eres un niño pequeño, pero todavía eres un niño. Mira a Marcos,” no me gustaba comparar, pero era mi mejor ejemplo sabiendo lo mucho que mi niño admiraba a su primo, “el todavía tiene que pedir permiso.” 

 

“Pero tiene auto.” 

 

“Si, pero tiene 17.” Le dije, sobando su cabello. “y aunque pronto cumplirá los 18, sé que todavía le toca crecer un poco más.” 

 

Logan solo asintió, luego volteo a ver sus pies. “Perdona…por patearte.” Me dijo suavecito. 

 

Suspire, jalándole hacia mí. “Ni se te ocurra volver a hacer algo así, que te dejo sin sentarte, ¿eh?” 

 

Logan asintió, pero me devolvió el abrazo. Nos mantuvimos así un par de minutos hasta que el me soltó. 

 

Al volver a la mesa la comida estaba un tanto fría, pero todos habían decidido esperarnos. Habían buscado la manera de mantenerla un tanto caliente, y agradecimos esto. Logan le dio un gran abrazo a Paula, y esta se lo devolvió con mayor ahínco. 

 

El resto de la noche paso sin más, e igual que el resto del mes de mayo, dando paso a junio. Sin saberlo hicimos una rutina. El comportamiento de Logan mejoro, y aparte de unas cuantas travesuras de parte de los niños, no hubo mucho más. Si, tuvimos que repartir un par de castigos, pero nada grande que un par de palmaditas no detuvieran. La verdad, mis hijos eran niños muy bien portados. 

 

Por las mañanas yo ayudaba a los niños a arreglarse, y en el caso de Viviana y Logan a despertarlos mientras que Paula hacia el desayuno para todos. Salía de casa antes que todos y Paula les iba a dejar a la escuela en camino al trabajo. Por las tardes yo pasaba por ellos de la escuela y los dejaba en casa de Dante y Meghan, o a veces Meghan pasaba por ellos. 

 

Luego, pasaba a recogerlos y entre todos…bueno, mayormente Paula, hacíamos la cena mientras los niños terminaban con los deberes que ya habían comenzado en casa de mis amigos. 

 

Los fines de semana fueron diversos y variados. Viendo que el verano se acercaba, hice planes para terminar la ultima parte que quedaba de la casa por reparar, el patio trasero. La piscina seguía con un toldo, y temía el desastre que meses bajo nieve y algo de lluvia primaveral me dejarían. Lo primero que hicimos con Paula y los niños fue sacar el poco de basura que quedaba. 

 

Luego, Viviana y Paula, junto con Daniel, decidieron que seria maravilloso sembrar un pequeño jardín y un área para hortalizas. Mientras tanto, había diseñado un pequeño deck de madera junto a la piscina. Tuvimos, por supuesto, la visita de Melissa, Michael y familia, y Ana y Henry se unieron junto con Dante y Meghan. 

 

Era obvio que en un fin de semana…o mas bien dicho, media tarde del sábado y un domingo por la mañana no terminaríamos. Al quitar el toldo no solo se vino el hedor de agua estancada, pero por un momento pensé en simplemente enterrar aquella cosa toxica Chernóbiliana. 

 

“Creo que mejor será contratar a un experto, hermano.” Me dijo Dante, tapándose la nariz. 

 

“El que se meta allí está loco.” Me dijo Marcos, arrugando su nariz. 

“Estoy de acuerdo, hijo.” Le dijo Michael, una mano sobre el hombro de Logan que no se había separado de su primo y la otra sobre mi hombro. 

 

“Bien, dejemos esto así y…mejor terminemos con el resto del jardín.” Les dije, encogiéndome de hombros. 

Ese era un típico fin de semana, y así, del segundo domingo de mayo pasamos al primer domingo de junio. Los niños estaban estáticos con la noción de vacaciones de verano. Logan parecía poco preocupado con sus exámenes, mientras que Viviana parecía estar a punto de morir del estrés. 

 

Mientras ellos se alegraban de esto, el cumpleaños numero cinco de mi chiquitín se nos vino encima. Hubiera querido tener lista la piscina para ese 6 de junio fue imposible. 

 

Al final la celebración se hizo en casa de Ana y Henry, con casi toda la clase de Daniel llegando y algunos padres de familia, y el resto de nuestra ahora numerosa familia. 

 

Mis niños no pararon en toda la tarde. Corrían de un lado a otro, Maia y Lautaro declarándose cuidadores de los pequeños. Mientras, Viviana, Marcos y Logan ayudaban a llevar cosas, aunque por último salieron a dar un paseo en caballo. 

 

“¿Crees que Logan dejara que pasen tiempo a solas?” pregunto Paula divertida, acomodando unos pequeños sándwiches de bocadillos en una bandejita. 

 

“Cuñada, la verdad,” nos dijo Melissa, ayudando con unas chocolatinas, “me he dado cuenta que Viviana es una buena chica, pero a esa edad prefiero no pasen tanto tiempo a solas.” 

 

Rodé los ojos, recordando que Melissa había sido igual conmigo y con Mary. Supongo que nunca se le quitaría lo sobreprotectora. 

 

El día fue uno lleno de alegría, aunque cansado. Eran las cinco de la tarde cuando se fue el ultimo invitado. Meghan y Dante habían ayudado a limpiar, pero pronto se fueron. 

 

Melissa y Michael pasarían la noche junto con sus hijos en casa de Ana y Henry, que tenia el suficiente espacio, mientras que Marcos y Maia se irían a pasar la noche a mi casa. No supe bien como le haríamos, pero suponía que las dos niñas podrían compartir cama por una noche, mientras que Logan podría prestarle su cama a Marcos. 

 

Todavía no sabíamos la logística, pero estaba bien. Subimos al auto los muchos regalos de Daniel, que todavía no los había abierto, y luego acomodamos a todos dentro de nuestro auto, con Melissa dándole instrucciones a los niños. 

“Se portan bien, ¿eh?” les decía, acomodando la camisa de Marcos y viendo que el cabello de Maia estuviera ordenado, limpiándole una mancha de merengue de la cara. “Y le hacen caso a sus tíos.” 

 

“Melissa, ya, estarán bien.” Le dijo Michael, dándole un beso en la frente a su esposa. 

 

“Si, sí, yo se.” Dijo la mujer, viendo que solo quedábamos mis sobrinos y yo fuera del coche. 

 

“Si se portan mal me avisas. Estoy segura que Paula tiene una cuchara que podría usar.” 

 

“¡Mamá!” dijo un mortificado Marcos, poniéndose rojo como un tomate y viendo de reojo a Ana y Henry, que ni habían escuchado ya que hablaban energéticamente con Paula y los niños. 

 

“Mamá nada, joven. Pórtate bien, y ya sabes, cuidadito-“

 

“¡Ya mujer, déjanos irnos!” Intervine para que no siguiera mortificando al pobre de marcos, que me vio con cara de agradecimiento. 

 

“Mañana pasamos por ustedes después del desayuno.” Les dijo Michael, “Ahora, fuera, largo. Vayan a hacer sus desastres a casa de Gabriel.” 

 

Tanto Melissa como yo le vimos, una con cara de asombro y yo con indignación. “¡Oye!” le reclame, algo divertido. 

 

“Te lo mereces, canijo. ¿Las canas que tengo? Una gran parte son tu culpa.” Me dijo, jalándome hacia el para darme un beso en la frente, antes de hacer lo mismo con sus hijos.

 

Lo único que pude hacer fue negar con la cabeza, para luego girarme hacia mi hermana y darle un abrazo a esta también. 

 

Creí que al llegar a casa los niños, por lo menos los tres menores, estarían dormidos. Pero Lautaro y Maia alentaban a Daniel, quien saltaba en su asiento emocionado a la idea de ir a abrir todos sus regalos. Mientras, Marcos, Viviana y Logan hacían planes para pasar toda la noche viendo películas y jugando en la consola. 

 

Paula y yo simplemente disfrutábamos del alboroto, tomados de la mano mientras yo manejaba. Sabíamos que seguramente dormiríamos muy poco, pero a decir verdad el día no podría tener mejor final. 

 

Al llegar a casa, los tres mayores desaparecieron rápidamente dentro de esta. “¡Ey!” Grite, tratando de no soltar una carcajada. “¡¿No piensan ayudar?!” 

 

Viviana fue la única que se giró, viéndome con ojos tristones. “Pero…la película…” me dijo, con un puchero. 

 

“Déjalos,” me dijo Paula, “los niños están emocionados.” Al escuchar las palabras de la mujer, la niña solo sonrió aun mas y salió corriendo tras su novio y Logan. Mientras, Daniel había empezado a abrir sus regalos allí mismo. 

 

“¡Espera campeón!” le dije con una carcajada, “primero entremos a casa, ¿sí?” 

 

“Esta bien.” Me dijo felizmente, tratando de pegar el papel a la caja inútilmente. “Vamos,” le dije, dejándole la caja y dándole una bolsita algo mas pequeña. “Lleva estos tu.” Los demás estaban en una sola caja algo grande que de algún lugar Paula había conseguido para llevarlos a casa. 

 

“¡¿Qué crees que sea?!” le pregunto Lautaro emocionado, ayudando con algunas bolsas de unas frituras que habían sobrado, mientras que Maia, que llevaba otras bolsas, le daba ideas. 

 

“¡Legos! ¡O talvez carritos!” decía la niña emocionada, guiando a su primito con sumo cuidado. 

 

Por supuesto, la mayor parte del trabajo lo tuvimos que hacer Paula y yo, sacando el resto de cosas del auto en varios viajes. 

 

El día había sido perfecto, pero bien dicen que la calma siempre se termina. “vaya, que bonito.” 

 

Mi sangre se helo al escuchar esa voz. No había duda de quien era. Me gire y allí estaba, bella y fría como siempre. 

 

“Yo aquí, preocupada por mis hijos y ustedes jugando a la casita.”

 

“Diana.”

 

“Devuélveme a mis hijos.”




 


1 comentario:

  1. Que pena contigo ,pero de verdad últimamente no sé donde tengo la cabeza se me olvidó por completo .
    Y esa loca a que recorcholes aparece ahora

    ResponderEliminar