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jueves, 10 de febrero de 2022

Segundas oportunidades capítulo 18


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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.

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 Segundas oportunidades

 Autora: Gabi 

 Capítulo 18 vasos de agua 

 

 



 
XVIII. VASOS DE AGUA

 

No era la primera vez que uno de mis niños se enfermaba. No debió tomarme por sorpresa que, como a eso de las dos de la mañana, Daniel se despertara llorando y con fiebre. Después de todo, no eran locuras mías. 

 

Aunque su fiebre fuera leve, más bien irritado, aun así, me preocupaba. Luego de la primera vez que lloro, no pude volver a dormirme nuevamente. Se movía constantemente, como si estuviera incomodo por lo que pase la noche cuidando de su sueño. 

 

La mañana llego con demasiada lentitud, supongo que cuando pasas la noche en vela es una de las consecuencias a tener. Los planes nunca salen como uno quisiera. Mis intenciones eran disfrutar un poco de mi mañana libre, aprovechando que ni los niños debían ir a clases ni yo al trabajo. No obstante, desde que Daniel despertó me encontré con un niño de carácter irritable, lloriqueando por todo y que, obviamente, no quería estar solo en ningún momento. 

 

En un abrir y cerrar de ojos eran las once de la mañana y todos seguíamos aun en nuestros pijamas, la casa más desordenada que de costumbre y me di cuenta que me seria casi imposible ir por Logan a la hora acordada. 

 

Fue en ese momento que agradecí no estar solo en este pueblo y poder apoyarme un poco en otros. 

 

“Justo en este momento voy para tu casa,” Paula ni siquiera me dejo saludar, sonaba algo afligida y urgida y creía saber el porqué. Justo en ese momento Daniel empezó a llorar nuevamente pidiendo que le cargara. “¿Todo bien amor?” Y eso pareció calmar la ansiedad de Paula. 

 

“En realidad no.” Le dije, “Daniel amaneció un poco mal de salud. Ya hice cita en el medico para la tarde, pero necesito ir a traer a Logan y-“

“Solo mándame la dirección y yo voy por él.” 

Nunca me había sentido como un padre soltero, pero ese día pude sentir el alivio que creo alguien sentiría al saber que no seguía solo.  

 

Y así como la mañana había pasado en un santiamén, también la tarde. La hora de llevar al médico a Daniel se acercaba así que después de cambiarle de ropa intente tomar una ducha rápida mientras dormía y Lautaro pintaba tranquilamente, ambos en mi habitación. 

 

“¡¿Gabriel?!” La voz de Logan me hizo sonreír, se escuchaba alegre. Por una parte, me dio tranquilidad saber que él se encontraba tan alegre y emocionado. Con los pantalones ya puestos, salí de mi baño para no solo saludar a mi niño mayor y a Paula que venía tras de el a ver a Daniel, pero también en busca de una camisa. 

 

“Hola, campeón.” Le salude, revolviéndole el cabello. 

“Fiebre no tiene,” Me dijo Paula desde la cama, sobando el cabello de Daniel. 

“Creo que ya le paso, pero aun así prefiero llevarlo al médico.” Le dije, encogiéndome de hombros y preguntándome si simplemente estaba exagerando. Talvez no. 

 

Dos horas más tarde, con Daniel llorando desesperadamente y desgarrándome el alma me pregunte que tan necesario habría sido. Era un simple resfriado, aunque el medico había decidido aplicarle una inyección para ayudarle en sus defensas, razón por la que ahora el niño lloraba como si su vida dependiera de ello. 

 

Me dije una y otra vez que hubiera aceptado la oferta de Paula de llevarlo ella para que pudiera descansar. Aunque la duda me carcomía de si estábamos en ese punto de nuestra relación, o si simplemente me volvía un tanto sobreprotector de mis niños. 

 

Y así fue el resto de la semana. Daniel lloriqueaba, su fiebre iba y venía, y eso nos ponía un poco de correr. Lautaro parecía adaptarse bien a la locura a su alrededor, tratando de ayudarnos lo más posible. Viviana fue una gran ayuda, nos daba una mano en lo que podía la mitad del tiempo y la otra mitad se la pasaba entre sus estudios y pegada a su móvil hablando seguramente con Marcos. 

 

El único que por parte me preocupaba en el poco tiempo libre que me quedaba era Logan. Se ponía un poco irascible por tiempos, y aunque no trataba mal a sus hermanos notaba como le molestaba su presencia. 

 

“Es la adolescencia, cariño.” Me dijo Paula una noche que finalmente logramos dormir a Daniel. “Es normal que busque estar solo cada vez más.” 

 

“No te ofusques por eso.” Me aconsejo Henry ese miércoles por la noche, luego de que se llevaran a los niños por la tarde, menos a Daniel que todavía seguía algo irritado. “Mary no sufrió cambios bruscos, pero mi hermano mayor sí. Uff…ese odioso fue un dolor de cabeza para mis padres.” 

 

Talvez tenían razón, así que decidí dejarlo estar por la paz de todos. Después de todo, el vaso de agua de Paula se formó en una tormenta cuando ese jueves por la noche llegue a casa. 

 

Tenía mucho trabajo acumulado, no solo por el feriado del lunes, pero porque me había estado tomando gran parte de las tardes libres para cuidar de Daniel mientras Paula iba al restaurante. 

 

Estábamos tan ocupados entre Daniel y el nuevo comportamiento adolescente de Logan que en ningún momento nos percatamos que Paula en realidad no regreso a su departamento. 

 

Para el jueves sentía que en vez de tres días habían pasado tres décadas de mi vida y empezaba a ver la diferencia que todo el mundo habla entre los 20s y los 30s, realmente sentía mi cuerpo me pasaba factura. En especial mi pierna, que me había empezado a molestar desde el mediodía y ahora me dolía aún más. 

 

Cuando llegue a casa estaba completamente agotado. Lo único que quería era tirarme sobre la cama y dormir, pero antes de poder abrir la puerta esta fue abierta y Viviana salió con cara de susto. 

 

“Tenemos un problema.” Me susurro, justo al tiempo que Logan salía de casa. 

“Se supone que yo le diría!” Reclamo el niño, viendo a Viviana con molestia, pero luego me volteo a ver con cara de susto, “Tenemos un problema.” Susurro, haciéndome suspirar profundamente. 

 

Imagine me pondrían queja el uno del otro, como usualmente lo hacían, así que me arme de paciencia, pero estaba completamente equivocado. 

 

“Vino la-“ 

“mamá de-“

“Ósea tu suegra-“

“Paula!” 

 

Hablaron ambos al unísono, y aunque muchas palabras se perdieron en la prisa mi cerebro pudo unir los puntos. Aparentemente tenia visita, y esperaba que esta suegra fuera como Ana, pero por los aires que Paula me daba me temía que no sería así. 

 

Al entrar lo primero que note fue el olor delicioso que venia de la cocina. Si bien Paula era muy buena cocinando, parecía que había entrado a un restaurante de alta alcurnia. 

 

Pude distinguir el inigualable olor de carne y lo que asumía eran algunos vegetales, y a ese olor se le sumaron el ruido constante de varias cacerolas. Eso fue lo segundo que note, que la bulla que por lo general Paula producía en la cocina se había multiplicado por diez. A eso le añadí el hecho de que ni Daniel ni Lautaro habían entrado en la cocina. 

 

Ambos se encontraban en el quicio de la puerta, como si estuvieran espiando lo que pasaba dentro de la misma. Daniel, usando un enterito con estampado de carritos, se balanceaba de vez en cuando en una pierna mientras se sostenía con sus manos. Mientras que Lautaro, vestido con un cachamblack beige y camisa azul, había optado por sentarse en el suelo y simplemente estirar su rostro para ver mejor.

 

Era algo cómico ver aquello, ya que por lo general todos los niños acompañaban a Paula en la cocina, ya que esta estaba decidida de que ninguno de ellos sería tan inútil como yo a la hora de preparar alimentos. 

 

Dejando mis cosas en la pequeña mesita de la entrada (mesa, debo añadir, apareció mágicamente con la firma de Paula), me encamine hacia mis dos pequeños, con Viviana y Logan siguiéndome muy de cerca. Bien podría haber dicho parecían estar ocultándose tras mío. 

 

Ignorando este comportamiento, primero me acerque a Daniel y lo tome en brazos. Asustado, Daniel soltó un pequeño gritito ahogado como si de un gatito se tratara hasta que me vio y me abrazo efusivamente. 

 

“Papi!” Me dijo, “Hay una señora rara en la cocina.” Me susurro, “Dice que es la mami de Paula.” Mi sonrisa fue inmediata. 

 

Dejando a Daniel sentado en mi cadera me gire a Lautaro que se había levantado, aunque su mirada seguía clavada en la habitación continua. 

“Hola, hijo.” Le salude, dándole un beso en la frente. Este ni se inmuto, asintió, pero seguía atónito con su mirada fija. “Bien,” les dije a los otros tres, que se tomaban turnos entre observarme y observar la cocina. “entremos, ¿no?” les susurre. Logan asintió, Viviana se encogió de hombros, Lautaro me ignoro y Daniel decidió chupar su dedo gordo. 

 

Suspire y entre a la cocina…o lo que había sido mi cocina. Había trastos por todos lados, todas las hornillas y el horno estaban encendidas. Había ollas sobre cada una de estas, con algunas burbujeando, sobre las encimeras había distintos trastos, y en algunos lugares lo que parecía harina espolvoreada. 

 

La mesa, donde los niños por lo general se sentaban a colorear o hacer sus tareas mientras cocinábamos…bueno, Paula cocinaba y yo ayudaba…estaba hecha un chiquero. Pero fueron las dos mujeres que me llamo la atención. 

 

Paula estaba hecha un desastre. Por lo general, su cabello siempre lucía en orden, ya sea en una coleta alta o suelto, parecía siempre impecable. Hoy era un desastre, estaba en una coleta, pero había varios mechones salidos y uno de ellos parecía tener una masa de algún tipo. 

 

No solo era su cabello, viéndola mejor su ropa también parecía estar sucia con esa masa misteriosa, su rostro tenia rastros de harina y manchas de algún tipo de salsa. Sus brazos estaban llenos de trastos. Viendo que usaba los típicos guantes amarillos, se notaba había estado lavando sin parar. El agua y algunas espumas de jabón en el piso me decían que esto había sido así. 

 

Por otro lado, la mujer a su lado lucia impecable. Era una mujer mayor, talvez mas que Ana incluso. De cuerpo delgado, con una apariencia muy elegante y fina, su cabello en un muy estilizado moño, con tacones algo altos y su ropa impecablemente limpia. 

 

“No se que tipo de cocina manejas aquí, cariño.” Le dijo ella, “Pero no puedo creer solo tengas dos batidores manuales. Una buena ama de casa debe tener al menos tres, Paula.” 

 

“Mamá…por amor de Dios y todos los santos, puedo lavar uno y lo usas.” Le dijo mi novia, “En realidad, no necesitas usar todos los platos, pailas y ollas, para hacer una simple cena.” Murmuro esta. 

 

“Tonterías. El camino a un hombre es su estómago.” Le dijo la mujer, “Debes siempre mantener buena comida, verte impecable, tener la casa pulcra y no olvides lo mas importante, en la cama-“ 

 

“Hola.” Intervine, antes de que la mujer dijera cualquier improperio frente a mis niños. 

 

“OH!” Exclamaron ambas. 

 

“Ay, ¡por Dios!” Exclamo la mujer, “¡No sabía estaría aquí tan pronto!” Me dijo ella, “Mire como nos encontró. Estoy un desastre y Paula…” Volteo a verla y sus palabras se escasearon. Paula parecía no podría recuperarse ni en un año. 

 

“Esta bien.” Le dije, acercándome a Paula y poniendo a Daniel junto a mi para ayudarla con las mil y un cosas en sus brazos. 

 

Una vez pusimos todo junto al lavaplatos, ya que este desbordaba losa sucia, me dirigí a mi novia y le saludé con un rápido beso en los labios, como veníamos saludándonos y despidiéndonos desde hace ya un tiempo. 

 

Aun así, me sentí incomodo por la mirada de mi nueva suegra, que me miraba con un brillo en sus ojos…un brillo tan entusiasta que me hacía pensar le hacían falta unos cuantos tornillos en su cabeza…o muchos, muchos más que unos cuantos. 

 

“Es un placer, señora.” Le dije, tendiéndole la mano en saludo. 

 

“¡¿Señora?!” Exclamo ella con asombro, “Por Dios, no me digas así. Llámame Otis, todo el mundo me dice así, o ya, por último, bombón, dime mamá.” Me dijo, dándome un beso algo…extraño, en mi mejilla. 

 

Sonreí algo incomodo, a lo que Paula rodo los ojos. “Mi madre, Otilia.” Me dijo, “Mamá, como sabes, el es mi novio Gabriel.” 

 

“Muy, muy guapo.” Me dijo, viéndome como gordito a dieta ve una rebanada de pastel. 

 

“Eh, gracias.” Le dije, tomando a Daniel en brazos nuevamente…y aunque muchos dirían lo contrario, no lo hice para escudarme detrás de esa ternura de niño. “Les puedo ayudar en algo?” Pregunte, aunque realmente no quería. 

 

“Por supuesto que no!” Me dijo escandalizada Otilia, “La cocina no es lugar ni para los hombres ni para niños.” Me dijo, “Si tu ya terminaste con las tareas nos puedes ayudar, los demás, fuera.” Nos indicó, primero señalando a Viviana y luego echándonos a los demás. 

 

“No se preocupe,” Le dije, un tanto molesto por lo que quería decir. “En esta casa nos acostumbramos a dividir las tareas del hogar.” Le dije, “Aunque no puedo cocinar muy bien, puedo empezar a lavar.” Paula me vio con gran alivio y no pude mas que guiñarle el ojo.

 

“Yo puedo secar!” Dijo Daniel emocionado, ya que en realidad era de las pocas cosas con las que nos podía ayudar sin problema. 

 

“y yo!” Dijo Lautaro también, tomando una manta. 

 

“Bien,” Dijo Paula, sonando como la mujer que normalmente era, “Gabriel y Logan lavan, Daniel y Lautaro secan, Logan tu ayuda a guardar lo seco, Viviana y yo podemos limpiar y mamá…” suspiro, viendo a la mujer que la miraba anonadada ante sus palabras, “¿Talvez tú puedes terminar de cocinar?” 

 

“Eh…si, claro. Bueno, si Gabriel dice que eso se hace, pues, a obedecer al hombre, ¿no?” 

 

Asentí y luego me giré para poder rodar mis ojos tranquilamente. Me preguntaba qué diría Melissa ante sus palabras. Probablemente tendría una apoplejía. 

 

 

Nos tomo poco mas de una hora limpiar completamente ese desastre, y aún quedaban los platos de la cena por lavar. Aunque había sido un banquete, aun con pan recién horneado, y todo parecía salido de una revista, la verdad era que prefería un tazón de cereal a tener que limpiar y lavar tanto. 

 

Era evidente el porque Paula y Otilia casi no se llevaban. Durante la cena la mujer comparo a Paula con su hermana, Jade, infinidad de veces. Me pregunto que pensaba de la vestimenta de mi novia, pregunto cuando Viviana se regresaría a casa, pregunto el sí tendríamos hijos “verdaderos” y luego insinuó que al vivir con tanto niño lo mejor seria que Viviana vendiera ese “negocito” y se dedicara a ser una verdadera ama de casa. 

 

Mientras tanto, a mí me lleno tanto de elogios que si yo fuera globo y sus palabras helio hubiera orbitado fuera del planeta. 

 

Al finalizar la cena lo que más quería era dormir, aunque apenas eran las siete de la noche. Los tres niños mayores decidieron desaparecer, y Daniel, luego de saber que Lautaro miraría una película en mi habitación, desapareció también. 

 

“Deja eso,” le susurré a Paula cuando vi empezaba a lavar los platos de la cena. “Mañana ya lo hago yo.” 

 

“¿Seguro?” Pregunto, “No me gusta ver que quede nada sucio.” 

 

Me encogí de hombros y luego la jalé por la cintura hacia mí, aprovechando que tenía un momento a solas ya que Oti se había disculpado y se encontraba en el baño. “Hmm, alguien esta cariñoso.” Me dijo con picardía, rodeando sus brazos alrededor de mi cuello. 

 

“Mas como muerto de cansancio.” Le dije, poniendo mi frente sobre la suya. “En realidad, podría dormir justo así como estoy.” 

 

Paula rio fuertemente, tocando mi nariz con la suya, “No te lo aconsejo,” me dijo, “Pesas mucho y nos caeremos al suelo.” 

 

Sonreí, pero luego me separe y camine con ella hacia la sala. “¿Te duele mucho?” Pregunto, señalando mi pierna. No me había percatado había estado renqueando. 

 

Sin decir nada asentí, sentándome en uno de los sofás con ella justo cuando su madre apareció. “Paula, cariño, la calidez de un hogar la da el toque femenino.” Le dijo, “Tengo varios tips para ti que te pueden ayudar.” 

 

“A mi me encanta como tiene Paula todo,” no pude evitar defenderla un poco, “Cuando empezamos a salir solo tenía un sofá y una mesa aquí. Ni siquiera me había preocupado por poner cortinas.” Le dije, “O la cantidad de fotos que has puesto.” Esto se lo dije directamente a mi novia, que me miro con alegría. “Gracias.” Le dije, dándole un beso en la mano. 

 

“Bueno, pues si tu hombre dice que esta bien, esta bien.” Dijo ella, haciendo que quisiera acabar con ella nuevamente. “Pero bueno, ¿dónde voy a dormir?” Pregunto, tomándome por sorpresa. 

 

“En mi apartamento, mamá.” Respondió Paula, “Viviana se quedará aquí y ella dormirá en la habitación de la niña.” Me dijo, haciendo que me sorprendiera un poco. 

 

“¿No vas a quedarte?” Me había acostumbrado demasiado a su presencia. 

 

“No creo sea lo mejor.” Me dijo, apretando mi mano con cariño y dándome una sonrisa. “Mañana vendremos para la cena…compraremos algo.” Me informo, justo cuando Lautaro bajaba las escaleras. 

 

“Papá, ¿puedo poner otra película?” Pregunto, interrumpiendo la plática. 

 

“Ahora no, campeón. Ya es muy tarde,” le dije mientras todos nos levantábamos del sofá. “Además, Paula y Oti ya se van.”

 

“¿A dónde van?” Pregunto Lautaro confundido, apoyándose un poco en mí. 

 

“A casa, corazón.” Le dijo, Paula, sobándole un poco su cabello. 

Ante las palabras de la mujer, Lautaro arrugo su naricita, “Pero ya están en casa.” Le dijo. “Paula…creí que te ibas a quedar para siempre aquí. Quédate, ¿sí?” 

 

Las palabras de mi niño me sorprendieron. A pesar que Paula y yo tratábamos de hacer todo con mucho cuidado, debíamos recordar que cualquier decisión que tomábamos no nos afectaba solo a nosotros, pero a estos pequeños renacuajos que habitaban no solo mi hogar, pero se habían adueñado de mi corazón. 

 

“Cariño…” Paula lo atrajo a un fuerte abrazo, dándole un beso en la frente. “Eso es algo que tu papi y yo vamos a hablar después, pero por ahora, bueno, tenemos que irnos. Pero mañana paso por ustedes a la escuela y vamos por un helado, ¿sí?” 

 

Con la idea de un postre, Lautaro sonrió y asintió, aceptando feliz la invitación. 

 

Para cuando logre acostar a Daniel y Lautaro ya eran casi las nueve de la noche. Logan me había informado él ya podía acostarse por si mismo y Viviana…bueno, no me sentía cómodo tapándola y mimándola como a los demás, aunque si le di un beso de buenas noches y le pedí no se trasnochara. 

 

Tenía planeado verificar a las diez que Logan se había dormido, y a las once haría lo mismo con Viviana, por ahora disfrutaba de la comodidad de mi cama mientras de tanto en tanto intercambiaba unos mensajes con Melissa que me preguntaba por mi suegra. 

 

Estaba viendo unos memes en una de las redes sociales mas famosas cuando mi teléfono sonó. Eran pasadas las nueve de la noche por lo que me sorprendió Henry llamara. 

 

“¿Álo? Henry, ¿todo bien?” pregunte, ya que el hombre no acostumbraba a llamar a esas horas. 

 

“Hola, hijo,” me saludo el hombre, “Espero no estar molestando ni haber interrumpido nada.” 

 

“No, no, para nada.” Le dije tranquilamente, “Solamente me sorprendió tu llamada a esta hora.” Me sincere.

 

“Si, pensé que, pues, a esta hora seguramente los niños ya estarían dormidos o tu tendrías algo de libertad para hablar de algo un tanto importante.”

 

Esto ultimo me alerto, haciendo que me sentara en mi cama y volviera a ver a la puerta para asegurarme no había nadie. “¿Paso algo con lo de la patria potestad o adopción?” 

 

“No, no, no, nada de eso. Es otra cosa, igual de importante, pero nada severo.” Me dijo, para luego tomar un tono algo serio, “Me llamo Manuel Acebedo, no se si lo recuerdas. El era el contacto con lo de la aseguradora tuya y de Mary.” 

 

Fruncí el ceño, lo recordaba demasiado bien, más de lo que me gustaría. Tuve tantas visitas de ese hombre luego del accidente, que su nombre me traía malos recuerdos. “Si, ¿qué paso con el?” 

 

“Me llamo diciendo que el cheque del seguro de vida de Mary no ha sido cobrado aún. Aunque tu eras su total beneficiario, bueno, yo sigo siendo el contacto directo de ambos. Gabriel, hijo…¡¿porque no has cobrado eso?!” 

 

Suspire, volviendo a acostarme para luego girar y ver una foto en mi mesita. Estaban los tres niños en pila, uno sobre el otro en el parque, con grandes sonrisas en sus rostros. “Ese dinero no debería de ser mío. Quien pago ese seguro fueron ustedes.” Le dije, sincerándome, “No…no es correcto, y- “

 

“Y nada.” Me zanjo, “Ese dinero te daría estabilidad económica. Se que de un tiempo para acá tus ahorros escasean. Por Dios, Gabriel, siempre supimos que como bombero no ganarías la gran cosa, y Mary tampoco, por eso pusimos esos seguros. Ahora tienes tres bocas que alimentar, un trámite legal que seguramente escaseara los fondos, ¡¿y me sales con esas bobadas?!” 

 

“¡Por Dios, Henry!” exclame, “Estamos hablando de Mary, mi esposa-“

 

“Mi hija.” Me corto molesto, “Mi única hija, la que se caso con un hombre que me mostro la amaba totalmente, con defectos y virtudes y quien se convirtió en mi hijo. Y ahora hablo con él, porque me preocupa su futuro y el de mis nietos.” 

 

Después de sus palabras hubo un silencio incomodo, no sabia que decir. No sabia siquiera como disculparme. “Yo-“ empecé. 

 

Henry suspiro, “Se que la perdida de Mary no fue fácil para nadie, mucho menos para ti, Gabriel. Pero…debes cobrar ese cheque. El plazo para cobro es en una semana mas o menos, ¿tienes todos los papeles o te mando la copia?” 

 

“Tengo todo.” Le dije, “Mañana no podre ir, pero prometo ir el lunes.” 

 

“Bien. Llámame para ir contigo.” Me dijo, antes de desearme una buena noche y cortar. 

 

Ese viernes fue inusualmente tranquilo. Los niños despertaron con energía, excepto por supuesto por Viviana y Logan. Viviana simplemente tomo una taza de café, como lo hacia cada mañana. Era algo cómico como el típico cliché aplicaba a su vida. “No me hables antes de tomar mi café.” Eso aplicaba a ella. 

 

Media hora más tarde había dejado a cada chiquillo en su lugar de aprendizaje y me dirigía felizmente a mi trabajo. Igual que la mañana, el resto del día fue tranquilo y rápido, finalizando los toques de lo que seria nuestro primer gran proyecto.

 

Ya que Paula pasaría por los niños, me tome un poco de tiempo para simplemente realizar algún que otro pendiente junto con Dante. Al llegar a casa fue una escena parecida a la de la noche anterior, aunque esta vez no había tanto desorden en la cocina. Lautaro y Daniel parecían hacer una ensalada, mientras que los dos mayores lavaban algunas ollas y otras cosas que se habían usado. 

 

Fue una escena como sacada de un programa de los 60, con la excepción del vestuario y la modernidad de algunos electrodomésticos y por fue en ese momento que supe que quería llevar nuestra relación a algo mayor. Disfrutaba llegar a casa y encontrar a Paula con los niños, o simplemente saber que, aunque llegara a casa tempano en algún punto Paula llegaría. 

 

Era esa sensación de hogar que por muchos años había compartido con Mary. Al ella morir, esa sensación había muerto con ella, no tenia un hogar al cual llegar porque ya no tenia hogar, pero ahora lo tenia con ella, y al ver a Daniel y Lautaro correr a saludarme la alegría que ya tenía aumento aún más. 

 

Por suerte la visita de mi suegra fue corta, y pronto me di cuenta que su lengua era filosa como una navaja. Sus comentarios hirientes parecían no ser mal intencionados, pero por eso no dejaban de ser hirientes. Pronto me di cuenta del porque Paula detestaba la visita de su madre. Aunque la mujer no hizo ningún comentario de los niños o de su progenitora, Paula no tuvo descanso, y por ende yo tampoco. Al llegar el domingo casi la llevo yo mismo a la estación de autobús para dejarla en paquetería, con una etiqueta pidiendo la mandaran a Timbuktú y sin retorno. 

 

Mientras esperaba llegaran a dejarnos el almuerzo- nada como pedir comida china a domicilio y no tener que cocinar- Logan se acercó a mí, mordiéndose el labio inferior y algo nervioso.

 

“Eh, ¿Gabriel?” Llamo mi atención, que aunque no lo había mostrado la había tenido los últimos cinco minutos mientras se decidía a hablarme. 

 

“Dime, campeón.” Le sonreí, tratando de calmar sus nervios. 

 

“¿Me das permiso de salir?” 

 

Era domingo, aunque no había completado sus deberes si regresaba algo temprano podría hacerlos, y la verdad, que muchacho de su edad no quiere verse con amigos. “¿A dónde y con quien vas a ir?” Aun así, no significaba que no me preocupara. Como decían por allí, la confianza es buena, pero en algunas ocasiones, el control es mejor. 

 

Rodando los ojos, su mirada antes tímida se volvió un tanto rebelde, y aunque esto me molesto un poco no quise demostrárselo, y simplemente le di una sonrisa que esperaba mostrara tranquilidad. “Solo quiero asegurarme que vas a estar bien, Logan.” 

 

Suspiro, dejándome entender una vez mas que el niño que había conocido quedaba atrás dándole paso a todo un adolescente. “Iremos al parque a jugar algo de baloncesto,” me dijo, su tono tranquilizándose y esbozando una sonrisa, “y luego creo que van a ir a comer pizza.” 

 

Eran los planes de cualquier chico de su edad, y le di una sonrisa. “Bien, espera un momento antes de irte.” Le dije, buscando a ver si llevaba conmigo mi billetera. Por lo general los domingos que no salía ni se me ocurría andarla conmigo. Sin embargo, temprano en la mañana había ido a la tienda y allí estaba. Saqué un billete de veinte dólares y se los extendí. 

 

Logan me vio con ojos grandes como platos, no sabiendo si tomar el dinero o no. En realidad, no era algo que había hecho antes, si los niños necesitaban algo simplemente se los compraba y ya. “Creo que te estas un tanto grandecito y talvez es hora de darte una mesada, ¿no?” 

 

Su sonrisa se engrandecido y se tiro a mis brazos en un efusivo abrazo. “Gracias…” Me susurro, y supe que sus ojos se empezaban a humedecer. Talvez con los hijos era mejor la confianza que el control, después de todo. 

 

“De nada.” Le dije, depositando un beso en su cabeza, “Pero te quiero de vuelta en casa antes de las cinco.” 

 

Asintiendo y dándome un afirmativo, Logan desapareció como un rayo a su habitación, seguramente para buscar sus zapatos deportivos y salir corriendo fuera de casa. 

 

La comida llego casi al tiempo que Paula, que se veía exhausta. “Bien, el Kraken se ha ido.” Me dijo, dejándose caer en el sofá. 

 

“No deberías de llamar a tu madre así.” Nos dijo la voz divertida de Viviana, que venía detrás de ella. “Pero…uff, ¿cómo es que eres tan diferente?” Le pregunto tirándose junto a ella en el sofá. 

 

Haciéndole una caricia en el cabello, Paula le regalo una sonrisa. “No lo sé, cariño, pero si se que no volveré a verla en alrededor de un año. Gracias a Dios es como un cometa, tiene temporadas para aparecer.” 

 

Esto ultimo hizo que la niña riera mientras yo simplemente negué con la cabeza y me dispuse a ir a servir el almuerzo, dándole a Paula un descanso. 

 

Durante el almuerzo no pude, pero si no disfrutar del momento. Aunque faltaba Logan para completar el panorama, el hecho de tener frente a mí un momento tan sencillo, hogareño, pero al mismo tiempo tan idílico me hizo darme cuenta que quería que todos fueran así. 

 

Paula se divertía tratando de enseñarle a Daniel y Lautaro como usar palillos chinos, mientras que Viviana tomaba una foto del mas pequeño, con su cachetes llenos de salsa, pero con su ceño completamente fruncido observando su mano y los palillos aquellos, su tenedor olvidado. 

 

“SHIIIIII!” Grito Lautaro, llamando mi atención. Había logrado obtener su primer bocado con el artefacto aquel, haciendo que todos aplaudiéramos y le animáramos, dándome cuenta que en realidad Viviana había estado grabando aquel momento especial. 

 

Me uní a los esfuerzos de Paula por tratar de instruir a los mas pequeños en aquel arte culinario, pero pronto Daniel encontró que simplemente podía “apuñalar” su comida con uno de los palitos o simplemente usar su mano, como hacia comúnmente al consumir sus alimentos. 

 

Fue una experiencia divertida, y al finalizar la comida Viviana subió a recibir una llamada de Marcos mientras que los mas pequeños jugaban en la sala, Paula y yo limpiando los pocos utensilios de la comida. 

 

“Creo que unas cuantas clases más y Lautaro será todo un experto.” Me dijo, “En realidad, quiero empezar a enseñarle a cocinar. ¡Realmente lo disfruta, y quien sabe, tal vez se convierta en un chef famoso algún día!” Me dijo divertida mientras secaba un plato. 

 

“Paula,” Le interrumpí, cerrando la llave del fregadero.

“Dime?” Su voz casual y divertida obtuvo un tono curioso, dejándome saber que mi tono, el cual quería tener casual era un tanto serio en realidad. 

 

“Cásate conmigo.” 







 

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