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jueves, 30 de diciembre de 2021

Pequeñas travesuras capítulo 35


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 Pequeñas travesuras

 Autora:  Anaís 

 Capítulo 35 arrestados 

 

 



 


Ryan.


Mi primo se subió de inmediato al auto. Ellos se pararon detrás de donde nos habíamos estacionado.


- Buenas tardes. - bajé la ventanilla. - usted acaba de ir a exceso de velocidad provocando un posible accidente. Necesito que baje del vehículo, me entregue su licencia de conducir, identificación y papeles. - se dirigieron a mi ambos policías.


- S-Sí... - nervioso trataba de recordar dónde papá los guardaba.


No tengo la maldita licencia...


- ¿Puede bajar? - asentí y abrí la puerta temblando.


Nunca en la vida me habían detenido, ni siquiera hablar con uno sabía.


- Disculpen es que...


- Volvemos a pedir su licencia e identificación. - saqué únicamente la segunda.


- Usted es menor de edad y no posee licencia para conducir por lo tanto procederemos a llevarlo detenido.


- No, por favor. - los escalofríos eran más que presentes.


Ignoraron por completo mis súplicas y las de Adriel. Nos llevaron hacia la patrulla esposados, no tenía ni la menor idea de que iba a pasar con el auto.


Lo único que podía pensar camino a la comisaria era que no me la iban a perdonar. Esto sí que sería como una prohibición a conducir por un largo tiempo o quizás de por vida.


No hablamos absolutamente nada en el trayecto hasta llegar. Aún esposados nos llevaron a una celda por un largo rato.


- Papá me va a matar.


- Lo siento. - este temblaba más que yo.


- No sabes la que me va a llegar. - susurró con la voz quebrada.


- A mí me irá peor.


- Me impresiona que creas esa estupidez, Ryan. Estamos hablando de tu tío Nick "el estricto"


- Realmente lo siento. No quería causar este tipo de problema.


- Tienen derecho a una llamada ambos. - un policía nos interrumpió.


- ¿Vas a decirle?


- No tengo otra opción.


- ¡Llama a la abuela! - dijo como una salida.


- Posiblemente le dé un bendito infarto, Adriel. Tenemos que llamar a papá y más por el auto.


- Bueno, esta es la despida. Fue un gusto ser tú primo...


- ¡No jodas!


- Tranquilo. - de los nervios empezamos a reír como locos.


Fui el primero en levantarme para aceptar la llamada, el número de papá lo sabía de memoria pero me era imposible marcar aquellos botones.


Con muchos suspiros y un nudo en el estómago me armé de valor. Un sonido estuvo en la línea hasta que me respondió.


- ¿Hola?


- Papá. - apreté el teléfono.


- ¿Ryan?


- Si, te llamaba porque estoy en la comisaria y tienes que venir.


- ¿Qué?


- E-Eso...


- No tengo idea de lo que hiciste pero vas a aprender, te quedarás allá la noche y tendrás que asumir las consecuencias de tus actos.


- ¡Papá! ¡Espera!


- Adiós. - con el labio tembloroso dejé el teléfono en su lugar y me guiaron nuevamente a la celda.


Fue el turno de mi primo y este apenas caminaba con pasos lentos, era como si estuviera rezando por su vida.


Adriel


Decir que estaba jodido era poco, no sé en qué momento acepté ir con Ryan. Nunca suelo meterme en problemas la verdad, soy una persona muy correcta pero desde esta mañana que discutí con papá quise tomar otra actitud para demostrar lo molesto que estaba.


Esa pelea fue por una simple nota del colegio, por primera vez en mi vida quise relajarme y no estudiar como siempre lo hacía pero no lo tomaron nada de bien. Discutimos al punto que dije que ya me había cansado de ser el mejor en todo.


Hoy me llevó a casa de mi tío para que me despejará un poco según él. No venía con la idea de ir a conducir con mi primo al punto de casi matarnos con un auto pero pasó.


Sentía la rebeldía en mi ser, puedo estar siendo exagerado pero me siento diferente.


- ¿Buenas tardes?


- ¿Puedes venir a buscarme?


- ¿Adriel? ¿Por qué razón me están llamando de la policía? ¿Qué hiciste?


- Te explicaran aquí.


- ¡Mira jovencito...! - le corté y sentí que me iba a arrepentir.


Al sentarme junto a mi primo hablamos de lo graciosas que se veían nuestras caras de pánico al ser arrestados, pensé que era imposible reírme en un momento como este pero lo hicimos.


- ¿Dónde están? - miramos a nuestra dirección contraria y podíamos oír solamente voces a lo lejos.


- Llegaron.


- Eso creo, fue genial de todas formas mientras duró.


- Por lo menos ya no estamos aburridos. 


- Cuanta verdad. - me dio la razón.


Ryan


Al principio creíamos que sería buena idea irnos pero en el punto de que llegaron nuestros padres cambiamos de parecer. Un policía se nos acercó a decirnos que nos podíamos ir. Queríamos pedirle el gran favor de dejarnos en este lugar por la noche pero por razones obvias se negó.


- ¡Le pagaré!


- ¿Me está sobornando? ¿A un oficial?


- Disculpe, es medio tarado. - miré mal a mi primo.


- Sus padres se encuentran detrás de esa puerta. - nos indicó.


A pasos realmente lentos como una tortuga nos acercamos. Papá me miraba con decepción y enojo, no quería hablar para nada.


- Ryan Iván Miller. - me puse tenso. - Sube al auto. 


Salí por esa gran puerta encontrando el auto que nos quitaron estacionado en la calle, seguramente tuvo que pagar una multa por recuperarlo y rogaba por que no fuera el caso. El silencio que se sintió al subirse me colocaba los pelos de punta.


- ¿Cómo se te ocurre sacar el auto sin permiso alguno? ¿Conducir sin licencia? ¿Ir a exceso de velocidad? Fue muy irresponsable lo que hiciste.


- Lo siento.


- En la casa les dije a todos que no quería problemas ¿sí o no?


- Si...


- ¿Por qué razón no me haces caso?


- Estaba aburrido...


- ¿De verdad la excusa que me estás dando? ¡Es demasiado!


- Si no fuera por el maldito auto que estaba en el camino nada de esto hubiera pasado. - dije en apenas un susurro.


- ¿Qué? Repite ahora mismo lo que acabas de decir.


- Nada.


- Lo diré por última vez.


- ¡Para que te lo voy a decir! ¡Seguro que el policía te contó!


- No me grites. - subió el tono de voz. - Y me respondes lo que te pregunté.


- ¡Nada, joder! - me miró por el pequeño espejo.


- Mira hijo, estoy haciendo lo posible por no perder la poca paciencia que me queda y no estacionar el auto para darte una parte pequeña de tu castigo que bien merecido lo tienes.


- ¡Me da igual! ¡Por todo lo que hago me castigan! ¡Me acostumbré!


- Basta.


- ¡Estoy cansado! ¡Que todos se vayan a la misma...!


- Habla, quiero escucharte decirlo. - me retó y yo como idiota respondí.


- ¡Mierda! ¡Ahí lo tienes! - me quedé mudo al ver que se estacionó en una parte de la carretera.


Estuve inmóvil por un microsegundo antes de que abriera la puerta de atrás, como un gusano me moví hasta los últimos asientos.


- Ven acá. - no pensaba hacerle caso ni en broma. - Última vez o te iré a buscar yo mismo.


- Me pasé, lo admito.


- Ryan...


- No.


- ¿No? - me quedé sin aire al verlo como tuvo la fuerza para sacarme de ahí sin ningún esfuerzo.


PLAS PLAS PLAS


- No sigas aumentando tu castigo, no tienes que hablar con ese tipo de lenguaje y mucho menos gritarme.


PLAS PLAS PLAS


- Auch...


- Es que es increíble, te estoy regañando por hacer algo malísimo y sigues como si fuera un juego.


- No lo hago.


- Tienes que entender que fue muy peligroso. Imagínate hubiera pasado algo.


- ¡Ya lo sé!


PLAS PLAS PLAS


- Si lo supieras no lo harías porque sabes la gravedad de la situación. Cariño de verdad, compórtate ¿sí? - me habló con voz cansada e inmediatamente me sentí súper mal y culpable.


- Sí.


- Dos sustos en un día es mucho, no entiendo cómo no pueden ver la gravedad de lo que hacen. Es su vida la que está en riesgo, es lo único que quiero que entiendas. Les digo siempre a todos que si les llega a pasar algo... - su voz se quebró.


- Papá lo lamento. - me abrazó. - No pensé en lo que hice.


- De acuerdo. - suspiró. - Abrocha el cinturón de seguridad. - cambió de tema.


- Bueno.


Se subió nuevamente al asiento de adelante y empezó a conducir, con el rato pasamos de largo de la casa de mis primos.


- ¿A dónde vamos?


- Tenemos que volver a llenar con combustible el auto. - asentí.


Connor


Estaba enojado por todo lo que ocurrió desde el momento en el que recibí la llamada. Me desconcertó totalmente ver que al regañarlo siguiera hablando con un muy mal lenguaje, gritando y que estuviera alterado.


Por supuesto que no iba a estacionar el auto aunque lo dudé por un minuto pero logró que llegara al límite de todo.


Sentía muchos sentimientos que me presionaban, aparte de lo molesto estaba asustado. Cuando escuché al oficial decirme todo eso me imaginé lo peor. Dos casi accidentes en un día me sobrepasaban.


Luego de pasar por combustible para el auto decidí ir al supermercado, necesitaba respirar un poco.


- ¿Que vamos a comprar? - preguntó bajito.


- Cosas para la cena.


- ¿Sigues muy enojado?


- Hijo no se me va a quitar de un momento a otro.


- Del uno al diez ¿cuánto? - su comentario me causó gracia.


- Un ocho. - le dije mientras sacaba un carrito para llevar las compras, lo miré y sus ojos brillaron.


- Eso significa que no es mucho. - sonreí un poco.


- Un poquito sí. - levantó una ceja.


- Si no llego a pedir nada aquí ¿bajaría ese número? - ahora si quería reír.


- Probablemente.


- ¿Y si te digo que eres el mejor papá del mundo?


- Mmm...


- ¿Qué? Digo la pura y santa verdad. - le hice una caricia en el pelo. - ¿Sirve?


- Muy poco cariño pero igual ayuda. - puse atención en los pasillos. - ¿Puedes ir por leche de chocolate?


- Vuelvo enseguida.


Por mientras que llegaba pasé por el pasillo de la comida chatarra que amaban mis pequeños y compré las cosas según sus gustos.


- ¿Podemos llevar...? - recordó algo y se quedó callado.


- ¿Qué cosa, cariño?


- Nada.


- Dime para ver si lo llevamos.


- Helado. - le dije que sí y me sonrió.


Era consciente que era el momento menos indicado para consentirlo pero no podía dejarlo sin llevar alguna cosa. Siempre luego de un castigo es borrón y cuenta nueva así que le tenía que llevar algo para que sirviera de consuelo después.  










 

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