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Improvisando
Autora: Brisalunr
Capítulo 3 afilando los sentidos
Piero se dio cuenta que su abuela estaba llamando por teléfono a su padre y suspiro derrotado, ahora además de escuchar a sus padres también debería quizás escuchar el sermón de su abuela, no es que ella no le agradara, claro que si le preguntaban prefería a Blanca, su abuela materna, era más amorosa y ella no hacia diferencias entre sus nietos, porque francamente desde que el hermano de su Padre se fue de viaje a trabajar al extranjero y su primo Giulio comenzó a vivir con ella, sentía que él y sus hermanos pasaron a segundo plano, quizás ella quería de alguna manera compensar aquel amor paternal carente que posiblemente su primo sintió al no tener a sus padres con él, estos estaban divorciados, y al corto plazo ambos decidieron emprender en un futuro laboral en otro país, apelando a que su hijo ya había cumplido la mayoría de edad.
Podía entender un poco a su abuela, pero no hacía falta que mostrará a cada rato ese favoritismo, había intentado explicárselo más que nada a su madre, ya que hablarlo con Lorenzo le resultaría imposible, y aunque Clarice estaba secretamente de acuerdo con su hijo, solo le consolaba diciendo que pronto se le pasará, pero de ese "pronto" ya han pasado unos dos años y aún sigue igual.
-Hola Mamá- Hablo Lorenzo por el altavoz del celular -Voy manejando, puedo llamarte en un rato-
-Hola hijo, llamo solo para confirmar que Giulio te acompañara en la audiencia del caso Lacroix, necesito saber para alcanzar a enviar sus trajes a la tintorería-
Piero suspiró, su padre siempre debe tener a Giulio inmiscuido en todos sus asuntos, y se olvidó de la preocupación por todos los problemas que tenía por un momento, debido a que la tristeza y un poco de celos comenzaron a hacerse presenten en el adolescente, Giovanni lo notó, y aprovechando que su hermano aún mantenía aquel abrazo, le tomó su mano como muestra de consuelo, haciendo que Piero volteara a mirarlo.
-Cuando tu estés en la facultad, también lo acompañaras- le animó Giovanni.
Le había confesado a su hermano menor que le atraía el trabajo de su padre y la facultad de leyes, por eso no podía evitar el sentir celos al ver que su primo una vez más ocupara aquel lugar que le gustaría a él, recordando que desde que eran pequeños siempre lo desplazaba por su primo de una u otra manera, lamentablemente Lorenzo no se percataba del dolor que estaba haciendo sentir a su hijo, ya llevan unos tres años con la firma, y lejos de unirse más a su hijo y conocer su interés por ser abogado, cada día se distanciaba más.
-Claro- Respondió Piero con una media sonrisa, no muy convencido
-Si, es el viernes, así que hay tiempo- habló Lorenzo nuevamente
-Estupendo hijo, sé que Giulio lo hará de maravilla – canturreó -te dejo, saludos a Clarice y a mis nietos –
Piero tenia presente ese día en su cabeza, pero en ese momento no lograba recordar que era lo que debía hacer, se dijo para si mismo que si fuera importante pronto se acordaría, además su mente solo estaba agradeciendo internamente de que su padre no mencionara el incidente con su abuela, porque no tenía ánimos para estar escuchando consejos de crianzas, ni como debían actuar con ellos.
-Cuando lleguemos, quiero se aseen y bajen a cenar- ordenó Lorenzo, volviendo nuevamente a su tono serio
-Pero aún es muy temprano- cuestionó Piero sorprendido
-Lo sé, hoy cenaremos antes
Los hermanos sabían por qué pasaría esto, ambos acaban cansados después de que los castigan y terminan profundamente dormidos sin ganas de cenar, algo que no era admisible en su casa.
- ¿Entendieron?
-Si – dijeron al unísono
Por su parte ninguno de los dos tenía ganas de llegar a su casa, ni muchos menos enfrentar a su mamá, si su papá cuando se enoja se les eriza la piel, con su madre es de temer, puede ser la mujer más amorosa y cálida, pero cuando hacen una travesura hay que tener cuidado.
-Bajen, y por favor hagan lo que les pedí
-Si papá- Dijo Piero, y fue el primero en bajar, a diferencia de Giovanni, con su padre pudo mostrarse más tranquilo, ahora enfrentar a su madre está el desafío, no soportaría ver aquella mirada de decepción en sus ojos, espero a que Giovanni avanzara un poco, con la intención de demorar lo más posible el momento de ingresar al hogar, Lorenzo pudo captar aquel nerviosismo de su hijo mayor, camino hacia ellos y los tomo a cada uno por un hombro para que apuraran el paso, una vez dentro de la casa volvió a repetir
-Vayan al baño- y le dio una palmadita a cada uno, los chicos dieron un pequeño saltito, pero no emitieron ningún ruido, y comenzaron a subir corriendo las escaleras.
-Esperen allí los dos- Dijo de pronto Clarice, que al sentir que había llegado salió de la cocina hasta la entrada para recibirlos.
Allí en mitad de la escalera, ambos se miran un tanto confundidos y preguntándose a quien deberían obedecer en ese momento.
-Amor, les ordené que debían asearse para bajar a cenar- Le aclaró Lorenzo al ver la expresión de enfado de su esposa.
-Pero primero que todo deben venir a saludar- Puntualizó Clarice – y abrazarme sin importar que estén sucios, porque vaya que necesito de sus abrazos para relajarme después del susto que me han dado -añadió en tono de reprimenda observando a sus dos hijos, que no se animaban a moverse un milímetro de sus puestos en la escalera.
-Ahora niños, vengan- pidió cálidamente con su tono maternal
Sus hijos comenzaron a bajar lentamente las escaleras, intentando esquivar la mirada de Lorenzo, no querían tener más regaños, sin embargo, no basto que hicieran contacto visual para que este los relajara con sus palabras.
-Tiene razón, vengan a darle un abrazo a su madre
Cuando terminaron los escalones, se apresuraron abrazar a Clarice, era todo lo que necesitaban en esos momentos, sentían que no hacia falta que su madre les dijera que ya estaban perdonados antes de siquiera recibir el merecido castigo, porque en sus brazos ya sentían aquellas palabras que aún no eran emitidas por su progenitora. Clarice los abrazo a ambos fuertemente y acarició lentamente la mejilla de cada uno, para luego acercarla a sus respectivas orejas, presionándolas un poco, pero sin llegar a jalarlas.
-Que esto no se repita- susurro lentamente - Por favor
Piero y Giovanni se sintieron culpables, basto tan solo que su madre los mirara dejando ver su preocupación para que ellos se sientan devastados y miserables por haberla preocupado así.
-Lo prometo mamá
-No se repetirá- añadió Piero
Clarice les sonrió a sus hijos, ya estaban en casa y en sus brazos, los envió nuevamente al baño para que hicieran lo que Lorenzo les había ordenado desde un principio, y ambos padres vieron como nuevamente sus dos pequeños salieron corriendo por las escaleras.
-Como le pedimos a Magdalena que no corra por las escaleras, si sus hermanos lo hacen a cada rato- cuestionó Lorenzo a su esposa, ella se encogió de hombros.
-Un asunto a la vez
Lorenzo notó que aquel nerviosismo que su esposa tenía antes de ir a la comisaria ya se había esfumado, sin embargo, algo en ella lo hizo cuestionarse si se encontraba bien.
-Los niños ya están en casa- se acerco hasta ella y le comenzó a acariciar la mejilla cariñosamente -Con Richard ya nos encargamos del papeleo, o más bien el ya lo tenia todo resuelto cuando yo llegue
Clarice lo observó tiernamente, agradecida de que el tema de los tramites y papeles se encuentren en orden, pero aún había algo que la acongojaba.
-Me preocupa lo que me has dicho por teléfono- Le confeso con pesar -Que los chicos tenían alcohol
Lorenzo se paso su mano por el cabello un tanto frustrado, de solo pensar en la lista de cosas que sus hijos debían explicar, comenzaba a molestarse.
- ¿Cómo lo solucionaremos? – Cuestionó Clarice, más para así misma que para su esposo
-Pues, ambos sabemos que se han ganado una buena azotaina- sentencio de forma seria, mientras observada las escaleras.
-Lorenzo...
-Amor, los chicos han sobrepasado con creces el límite - sentenció autoritario
Clarice lo quedó mirando, a ella le dolía cada vez que uno de los dos debía corregir a sus hijos.
- ¿Y qué pasará después?, los niños no confían en nosotros, no te has puesto a pensar que quizás es más que una travesura
-Si hacen algo que no deben, reciben un correctivo, ellos lo saben– Lorenzo no pudo continuar la oración sin sentir una opresión en el pecho – se les debe mostrar las consecuencias de sus actos
Guardó silencio después de decir aquello, a él mismo le dolía tener que castigar a sus hijos, escucharlos llorar lo hacía sentir como un monstruo, cada sollozo y lagrima que emanaba de sus pequeños hacían sentirlo miserable.
-Debemos conversar con ellos y saber bien toda la historia antes de decidir algo- decretó su esposa casi amenazante – y para que entiendan que sus acciones no son las correctas
Lorenzo asintió, pensando en lo importante que es que sus hijos entiendan sus malas acciones y el resultado de estás. De pronto, comenzó a recordar aquella primera vez que le dio una palmada a Piero, su hijo apenas tenía cuatro añitos, y acaba de ver la película del "Hombre araña". En un momento en que su padre fue a la cocina a chequear la pasta italiana que estaba preparando, su pequeño se había subido al librero de la sala de estar, para ver si el también tenia el poder de trepar las paredes y pretendía saltar desde el mueble a comprobarlo, al momento de volver a la sala sintió que su corazón dejaba de latir al ver a su bebé a 2 metros de altura, ya le habían advertido que no podía estar subiendo en los muebles porque era muy peligro, porque el riesgo de caer es grande, pero allí se encontraba él pequeño temerario, con aspiraciones a bebé araña a punto de saltar. A pesar del miedo, Lorenzo reaccionó de forma veloz y fue a alcanzar a su hijo para poder bajarlo, haciendo la nota mental de deshacerse de aquel librero.
Lo primero que hizo al tener a su pequeño en sus brazos, fue apretar más el agarre, casi desesperado, más que nada para calmarse a si mismo por el susto que había pasado, sostenía a Piero de forma aprensiva contra su pecho, al tiempo que lo mecía, el niño no lograba entender mucho que había pasado, solo que no pudo hacer su salto. Cuando por fin Lorenzo logró serenarse, se sentó en el sofá de la sala, y dejo a su hijo de pie justo delante de él.
–¿Qué fue lo que te dijimos con mamá con respecto a subirse a los muebles Piero?
El niño comenzó a notar que estaba en problemas por la seriedad de su papá, sus padres habían sido muy claros al decirle que no podía estar encaramándose en los muebles.
–Que... – comenzó a responder el pequeño jugando con sus dedos –que no se puede subir porque es peligroso – y de forma involuntaria puso un tierno puchero, acompañado de unos ojitos de borrego, los cuales hacen derretir a sus padres, pero no está vez, Lorenzo tuvo que endurecer su corazón, porque su hijito se había puesto en peligro, y más de una vez se lo habían advertido.
–Así es hijo– Confirmó la respuesta –entonces dime, ¿Por qué no has obedecido? – le preguntó a su pequeño de forma sería
Su hijo se comenzó a poner más nervioso y a menearse de forma intranquila en su lugar, no le gustaba que su papá le hablará tan duro.
–porque papá, yo soy el hombre araña – dijo como si fuera lo más obvio del mundo, mostrándole su polera del legendario super héroe, Lorenzo a pesar de que esa respuesta le pareció lo más tierno del mundo y quería sonreírle, no podía permitir que volviera a ocurrir.
–Piero, aunque seas el hombre araña, cuando los papás te dan una orden, tienes que obedecer– sostuvo Lorenzo, intentando formular la mejor respuesta para no desmentir la afirmación de su pequeño de que él era el hombre araña.
–Pero papá– iba a comenzar a hacer un berrinche cuando fue cortado abruptamente
–Pero nada Piero, ahora verás lo que les pasa a los niños e incluso los super héroes cuando no les hacen caso a sus padres– sentencio finalmente, tomando con cuidado a su hijo y acomodándolo delicadamente boca abajo sobre sus rodillas, el pequeño se sorprendió por el cambio de posición tan repentino de un momento a otro y se quedo mudo por unos segundos, hasta que sintió como su papá le bajaba el pantalón y su ropa interior, fue entonces cuando de forma involuntaria comenzó a moverse en el regazo de su padre.
–Tranquilo hijo, esto terminará pronto– intento calmar su padre, pero Piero no entendía que iba a pasar, sintió como su padre luego de bajar sus ropitas afianzaba más el agarre de su cintura, y puso su otra mano sobre su pequeña colita desprotegida, para luego sacarla y volver a bajarla en una sonora palmada.
Plas Plas sonaron en la sala de estar
–¡Aaaay, no, no!
Plas Plas
El pequeño comenzó a llorar abiertamente sobre las rodillas de papá, sin darse cuenta que se había terminado el castigo, Lorenzo volvió a sentir como su corazón se detenía, esta vez no por miedo, si no por hacer llorar a su bebé, empezó a acariciarle la espaldita suavemente al tiempo que le subía las ropas, pero su hijo no paraba de llorar, era un llanto bajito, pero con bastante sentimiento, Lorenzo lo tomo nuevamente en brazos, pero esta vez lo sentó en su regazo, acunando a Piero y meciéndolo de un lado a otro como lo solía hacer cuando era bebé.
–Ya mi príncipe– le susurraba Lorenzo cariñosamente–Papá te tiene corazón
–Me duele mi colita- dijo entre pequeños sollozos el niño y se abrazo más fuerte a su padre, mojando su camisa con sus pequeñas lágrimas, era la primera vez que uno de sus padres le daba una palmada.
Pobre colita traviesa – respondió Lorenzo, al tiempo que sobaba la colita de su hijo –¿Amor, sabes porque papá tuvo que hacerte pam pam?
Piero asintió
–¿Por qué? cuéntale a papá– Le pidió, suplicando que su pequeño entendiera el porque del correctivo y que no lo odiara.
–porque... porque me subí al mueble cuando me dijeron que no se hace– respondió bajito
Lorenzo suspiro aliviado, y comenzó a besar y hacerle cariños a la cabecita de su hijo
–Así es, cuando no se les hace caso a los papás, las colitas reciben las consecuencias con un pam pam– le explico su padre cariñosamente –Pero jamás te lastimaré hijo
Piero se apegó más al pecho de su padre y comenzó a sentirse culpable por no haberlos obedecido
–Perdón papi– pidió, y en sus ojos comenzaron nuevamente a cumularse lágrimas, su padre capto el arrepentimiento sincero de su hijo y, así, acurrucado como lo tenía le levanto la barbilla para que lo mirara a los ojos
–Siempre te voy a perdonar hijo– le declaró –Ahora ya está todo olvidado, borrón y cuenta nueva– lo tranquilizó –Te amo mucho mi bebé, no soportaría que nada malo te pase– le decía suavemente mientras continuaba meciéndolo y veía que su pequeño comenzaba a cerrar los ojos, dejándose rendir ante el sueño.
-Siempre estaré para ti y te escucharé, mi pequeño- le prometió al momento que su hijo se quedaba dormido en sus brazos.
De pronto los pasos de la escalera lo hicieron salir de sus recuerdos y allí pudo observar a su hijo, ya no era aquel pequeñito que se disfrazaba de hombre araña, y una pequeña pizca de melancolía lo invadió, cuanto habían crecido sus hijos en un parpadeo, y deseo poder volver a acunarlos en sus brazos.
Sus miradas se cruzaron y antes de que él pueda decir alguna palabra su hijo se le adelantó
-Giovanni se está cambiando
Lorenzo asintió
-Ve a ayudar a poner la mesa- le pidió a su hijo tranquilamente, quiso decirle más, pero sus palabras no salieron así que se dirigió a las escaleras para ir a su dormitorio a dejar sus pertenencias y los celulares de sus hijos, ya les avisaría hasta cuando no tendrían su teléfono, luego fue hasta el cuarto de su pequeña para avisarle que la cena estaría lista, al entrar la vio pintando muy concentrada en su escritorio, se acerco hasta ella y le acaricio el cabello
-Vamos Magdalena, es hora de cenar
-Ya voy Papá, estoy terminando mi dibujo- le pidió la niña, Lorenzo le sonrió y observó aquel dibujo que tenía su pequeña, parecía ser que estaba dibujando a su familia
-Vaya, esta muy lindo-
- ¿Te gusta? - Preguntó ilusionada - ¿Me ha quedado tan lindo como los dibujos de Giovanni?
-Si mi cielo, tengo unos hijos muy talentosos- le confirmó al momento que besaba su frente -Ahora vamos a comer y así tienes más energía para continuar –Magdalena comenzó a guardar sus lápices, ya se disponían a salir del cuarto cuando Lorenzo se percató de un detalle, se sentó en la silla e inmediatamente Magdalena aprovecho la oportunidad para sentarse en el regazo de su padre a explicarle su dibujo.
-Hija, ¿Tengo las orejas tan grandes? - cuestionó un poco asombrado, ya que su hija había exagerado notoriamente sus orejas, la pequeña le respondió con una risita y le dijo
-Es que así escuchas mejor Papi
Lorenzo no comprendió por qué la respuesta de su pequeña y decidió no darle mayor importancia, aunque por un lado pensó que era una directa para que el aprenda a escuchar, como le ha pedido en el último tiempo su esposa y quizás su hija lo escuchó, a lo mejor debería comenzar a prestar mayor atención a dicho sentido, se dijo para sí mismo y sin más, tomó a Magdalena para bajarla de sus piernas, cogió su mano y salieron de la habitación al tiempo que le pedía a su hija que se fuera a lavar las manos.
La pequeña fue directo al baño, mientras que al dirigirse a las escaleras ve a Giovanni salir del cuarto, ya no tiene los ojos con lagrimas y se ve más tranquilo, sin embargo, cuando se topa con la mirada de su padre, nuevamente se pone nervioso, a Lorenzo eso le llamo la atención, en ningún momento ha actuado, según él, de una forma para que sus hijos le tuvieran miedo, le dolía el pensar que podría hacer sentir en sus hijos aquella sensación hacia él.
Esperó a que Giovanni comenzará a avanzar y cuando está a su alcance le toma el hombro afectivamente, sin embargo, esté se encoje en su lugar y todo el temor que tenia se confirma.
-Hey- le habló a Giovanni –¿Qué ocurre hijo?
Giovanni lo mira un poco dudoso de cómo responder la pregunta, no es que le tenga miedo a su padre, él sabe lo severo que es, pero debido a los acontecimientos del día ha estado reaccionando casi involuntariamente por toda la ansiedad que tiene acumulada y aquel sentimiento de culpa, más que nada siente que no es merecedor de aquel afecto.
-Nada, es solo...- y se queda mudo sin poder terminar la frase, de pronto siente que su papá lo comienza a acercar hacia él en un abrazo y este se deja relajar y siente como se conforta en los brazos de papá.
- ¿Solo qué? - lo anima a continuar la frase
-Sé que siguen enfadados- confiesa -No siento que debas abrazarme papá
Lorenzo sintió un golpe en su pecho e inmediatamente tuvo la necesidad de consolar a su hijo.
-Siempre van a merecer abrazos hijo, hagan lo que hagan- le dice suavemente -Con tu mamá estamos muy felices y tranquilos de que estén bien y en casa- y lo aprisiona aún más en un abrazo fuerte y cariñoso, hasta que le besa la frente y le sonríe cálidamente.
-Bajemos, antes de que se enfríe la comida- dijo Lorenzo, animándolo a bajar las escaleras para ir a cenar.
La cena fue bastante silenciosa, los padres agradecieron mentalmente que su pequeña animara el ambiente sin tener idea de lo que estaba pasando, ya que cuando se dirigía a uno de sus hermanos, estos le respondían amablemente con una pequeña sonrisa. Clarice se percató de los ánimos de sus hijos, y ella misma no aguantaba más la espera por aquella conversación pendiente, así que cuando acabaron todos sus platos, se propuso a recoger rápidamente la mesa.
- ¿Magdalena, te gustaría comer el postre mientras ves una película? - Le consultó Clarice a su hija, y a la pequeña le brillaron los ojitos ante la sugerencia.
-Claro Mami-
-Bien, ve a escoger la película, yo te acompaño al rato- le ánimo, pero su hija se quedó en el umbral de la puerta, como si estuviera recordando algo importante, para luego voltearse a mirar a su s hermanos
-¿Quieren ver la película conmigo? - Preguntó ilusionada.
-No mi cielo, con tus hermanos tenemos que ver unos asuntos, pero mamá ira contigo en un rato- Le respondió su padre casualmente, y sus hijos desearon que su pequeña hermana no se percatará a que se referían esas palabras.
Clarice se acercó a su pequeña con un pocillo con postre y la animo a que fuera a la sala de estar, prometiendo alcanzarla tan pronto terminara de alistar las cosas.
-Ustedes vayan al estudio- Ordenó Lorenzo
A sus hijos no les falto otra invitación y se apresuraron a cumplir con lo que se les pidió.
Clarice mira a su esposo y le toma de la mano para dirigirse hasta el estudio una vez que ambos terminaron de ordenar la cocina, allí se encuentran con sus hijos sentados en el sofá, y sin saber el porqué, pero en ese momento ambos padres los ven como si fueran mucho más pequeños de lo que son.
Espero que pronto se de cuenta de los miedos de Piero,esto podía distanciar a su hijo de el
ResponderEliminarTerry