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miércoles, 3 de marzo de 2021

Sorpresas de la vida, capítulo 6


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 Sorpresas de la vida

 Autora: Terry y catering 

 Capítulo :6 sorpresas de la vida

 

 



 
Cuando Leonardo salió del baño, Facundo se dio cuenta que no había otra cama en su habitación; había un sofá, sí, pero era un poco chico y sus pies saldrían y estaría incómodo. Miró al niño y vio que la cama era grande y cabían los dos, así que hizo que se acostarás para ver un poco de tele y él fue a darse una ducha. Cuando salió, Leonardo se había dormido ya, así que, muy sigilosamente, se acostó a su lado, apagó la televisión y se durmió enseguida.

Al día siguiente, su alarma sonó muy temprano, pues tenía una convención programada para dentro de unas horas, pero al mirar hacia la cama, se dio cuenta que no podía dejar al niño solo en el hotel, por lo que hizo que se levantara y bajaran a desayunar. Por fortuna, despertarse temprano era un hábito adquirido a la fuerza en Leo, ya que en el orfanato servían la leche a las 7:00.

Al llegar al restaurante, Facundo eligió una mesa cerca de la puerta y, fiel a su estilo, pidió un café con leche y sándwiches tostados, mientras que el niño se sirvió leche y croissant con jamón y queso. Las cosas iban bien entre ellos, estaban disfrutando de sus desayunos y una charla amena, hasta que la camarera se acercó a darle el cambio a Facundo.


  • Gracias por su visita – Le dijo la muchacha sonriéndole con amabilidad, tras recibir la propina que Facundo le extendió.

  • ¿Le cogiste? – Preguntó Leo, una vez que la mujer se retiró lo suficiente, causando que las mejillas de Facundo se tiñeran de un rojo intenso.

  • ¡Leonardo! – Amonestó el artista, algo avergonzado, mirando hacia todos lados para ver si alguien más había escuchado.

  • ¡¿Quéeeeee?! – Exclamó molesto. Él sólo le preguntó si cogió la moneda que le dio de cambio cuando la camarera se retiró. Facundo, sin poderse contener, le dio un tirón de orejas Auuuuu – Se quejó el menor – ¿Pero  qué dijeee? – Gimoteó, sobándose la orejita agredida, haciendo un tierno puchero que hizo sentir culpable al hombre. Facundo suspiró. Él podía ser rebelde y de mente abierta, pero que los niños usaran lenguaje soez no lo consentía.

  • Esa palabra,Leo – Explicó brevemente, dejando confundido y enojado al pequeño que estaba a su lado.


Leo abrió la boca y la volvió a cerrar un par de veces, sin saber qué decir. Facundo lo había retado por nada. Encima le había agarrado fuerte de su orejita. Quería gritarle y exigirle una explicación, pero se quedó callado, dejando que sus lágrimas empezaran a caer por sus mejillas.


  • Leo… hijo – Murmuró Facundo, conmovido al ver el llanto silencioso de la criatura. Con serenidad, se acercó hasta él para abrazarlo – No podés hablar así, tenés que ser más respetuoso y todavía más cuando hay una mujer de por medio – Le dijo suavemente, pero Leo se separó del abrazo y se limpió las lágrimas con la manga con algo de agresividad.

  • No dije nada malo – Casi gritó. Facundo se frotó la cara con sus manos no llevaba ni un día y ya tenían éstas peleas. A él no le gustaba retarlo pero tampoco podía dejar que fuera diciendo esas cosas por ahí como si nada.

  • Ah, no?! y entonces lo que dijiste hace un ratito qué fue, eh?! – Leo, otra vez, puso un puchero.

  • Sólo pregunté si le cogisteis el c…  – Empezó el chico, pero no pudo terminar porque Facundo lo mandó a callar con un molesto:

  • Shhhhh Leonardo, ¡basta ya! – Le dijo, tratando de calmarse con un suspiro profundo. No quería seguir renegando con Leo – Que no se vuelva a repetir. Ahora, vamos que se hace tarde – Y a modo de querer dar por zanjado el asunto, lo rodeó con un brazo por los hombros, pero Leonardo se soltó bruscamente.

  • No voy a ir a ningún lado contigo – Exclamó enojado, apretándose fuertemente en la silla como un niño empacado. Facundo, que ya tenía la hora encima, le tomó de la mano e intentó ponerlo de pie, jalándolo.

  • Ya basta, de malcriadez . Te estoy diciendo que tenemos que irnos y vos te ponés a hacer un berrinche.

  • No es berrincheee, es que yo no hice ¡nadaaa!! – Repitió, ésta vez elevando la voz, causando que el resto de las personas dejaran sus desayunos y dirigieran su atención al hombre que lidiaba con la "malcriadez" de su hijo.

  • Bajá la voz, Leonardo. O volvemos a la habitación – Dijo  Facundo, arrugando el entrecejo.

  • Vete tú, yo me voy para la calle – Respondió, todo hecho un gallito, poniéndose de pie para tomar de la mesa dos croissants con jamón y queso que se metió en el bolsillo. El artista no supo si reír o rabiar en ése momento, pues la situación le había resultado tierna, pero ver el enojo en la carita de Leo lo volvió a la realidad.

  • Vos venís conmigo, Leonardo. ¿Ya terminaste tu desayuno?! – le dijo, suavizando su voz.

  • ¡¿A ti qué te importa?! – grito


Y Facundo ahora sí se puso molesto, el crío no dejaba de gritar y hacer berrinche, por lo que, antes siquiera de salir a la calle y tener un espectáculo, decidió subir con Leo, lo cogió por debajo de la axila y lo llevó medio arrastrando, ya que el chico hacía peso muerto. En cuanto salieron de la cafetería del hotel, se lo echó al hombro como costal de papas. Leonardo empezó a darle con los puños cerrados en la espalda del mayor.


  • Déjame, bájame. Eres tonto, ¡que me bajes! – Facundo no dijo nada pero al entrar en el ascensor y ver que no había nadie, con la mano que tenía libre, le propinó tres nalgadas en el trasero del niño.

  • Plas plas plas Ya basta, Leonardo, ¡basta! de tanto berrinche – Le dijo bajándolo al suelo para que lo mirara – ¿Creés que ése es el comportamiento de un niño de tu edad?! – Facundo se quedó callado ya que se abrieron las puertas del ascensor,  salió y llevó a Leo sostenido del brazo adentro de la habitación – ¡Decime si esa es una palabra que se puede decir delante de todos! No sabés el bochorno que sentí cuando lo dijiste delante de esa muchacha y luego no estás satisfecho que montás todo un espectáculo.

  • Pero yo ¡no hice nada! ¿Qué dije? – Le gritó Leo a Facundo ya también enojado.


El mayor caminó hasta la cama, se sentó y puso a Leonardo boca abajo en sus piernas a pesar de la resistencia que él ofrecía. Sin ningún reparo de vergüenza, le dio un tirón al pantalón, ya que era de elástico, dejándole con sus bóxer de la patrulla canina al descubierto. Facundo suspiró y dio la primera palmada.


PLAS

  • Ayyyy! – Se quejó Leo, pero Facu no hizo caso y siguió estrellando toda la palma de su mano contra la inocente colita.

  • Plas plas plas Vas a comportarte plas plas plas y cuidar ésa boquita plas plas de no decir MALAS palabras plas plas ni plas más plas groserías .

  • ¡¡¡Buaaaaa!!! yo no dije nada groseeeroo – Insistió entre sollozos, Facundo, al oírle llorar así, le dio la vuelta, dejándolo sentado en su regazo

  • Sí dijiste, mi Leoncito – Le habló con calma, tratando de acurrucarlo entre sus brazos, pero Leonardo estaba tan enfadado que se zafó como pudo y se echó a llorar boca abajo en la cama.


Al final, Facundo era más estricto que Etel. Y hacía lo mismo que ella, pegarle sin razón pensó resentido y traicionado

El llanto de Leonardo comenzó a ser más estremecedor y Facundo sólo atinó a poner su mano sobre su espalda. Se sentía la peor persona del mundo por causar ése dolor en el niño, pero tampoco podía dejarlo hablar tan vulgarmente. Era muy  chico todavía.


  • Shshshhh shhhhh, yaa, mi niño. No llorés, shhhhh!! –  Intentaba consolarlo, pero lo cierto es que sus caricias y palabras suaves parecían aumentar el dolor en el corazoncito del adolescente.


¿Por qué lo había defendido y sacado del hogar sólo para tratarlo peor?! Él no había hecho nada malo y Facundo lo regañó, le jaló la orejita que aún sentía caliente y encima le había dado azotes en el trasero. ¡Era peor que Etel!.


  • Tesoro, ya no llorés. Para otra vez, ya no te comportás así de grosero y ya – dijo calmadamente queriendo limpiarle la cara, que para eso Leo se había sentado procurando alejarse de Facundo a quien miro con miedo, quizás era mejor estar en el orfanato, por lo menos ahí tenia a Cinthia – Vamos, cariño, si no fui tan duro – Quiso abrazarlo pero Leo se volvió a separar. Facundo ya no sabía que más hacer, pero una pregunta lo sacó de sus pensamientos.

  • ¿Por qué me sacaste de la casa hogar? – Facundo se quedó sin saber qué decir. Por qué le hacía esa pregunta.

  • Pues, para cuidarte… para ser tu papá  y que Etel no vuelva a castigarte sin motivos y sin escucharte – Esas últimas palabras parecieron amargar aún más a Leo, que se limpió los mocos en su manga y miró a Facundo herido y traicionado, fijamnete para soltarle la bomba.

  • Pues tú has hecho lo mismo, shijjss – Y se puso a llorar muy amargado

  • No, no, no, no! Alto ahí, jovencito – Facundo se sintió ofendido al ser comparado con esa horrible mujer – Vos has cometido un montón de errores, desde decirme que si la había “cogido” – Intentó defenderse el adulto, pero Leo lo cortó.

  • Pero yo no te falté el respeto por preguntar si habías cogido la vuelta del dinero  shijjss!... Me regañaste y me tiraste de la oreja shijjss y me pegaste  sin yo hacer nada – Terminó diciendo, con la carita arrugada del llanto.


Facundo se quedó en silencio avergonzado al darse cuenta no solo de su error sino de lo mal pensado que fue, debió darse cuenta, las palabras no siempre tiene el mismo significado de un país a otro y peor para un niño de la edad de Leo que seguro ignoraba un montón de cosas.


  • Entonces vos no lo dijiste en ese sentido – murmuro Facundo más para sí mismo que para Leo, quien arrugó el entrecejo, sin entender a qué se refería el mayor. ¿Qué otra intención podía tener “coger”?!

  • ¿Sentido? – Preguntó el niño, mirándolo desconcertado y si a Facundo le quedaba alguna duda sobre la inocencia de su pequeño se esfumo y se preguntó ¿cómo pudo cometer semejante estupidez?

  • Cariño, lo siento – Le dijo, envolviéndolo en un abrazo que esta vez no fue rechazado – En Argentina “coger” eso significa otra cosa – Se justificó – Cuánto lo siento, tesoro – Se disculpó, desparramando caricias en la espaldita de su hijo.

  • ¿Qué significa?! – Quiso saber, apenas el mayor aflojó sus brazos, mirando interesado a Facundo como si la pena se fuera esfumado por arte de magia. Siempre había sido un niño muy curioso y ahora mismo el gusanillo de la curiosidad acababa de morderle el coco.

  • Mmmm… Nada, es una grosería muy gorda – le sonrió acomodándole el pelo

  • ¿Coger es una grosería en tu país?! – Facundo cerró los ojos al escuchar a Leo  después los volvió abrir.

  • Sí, cariño, y mejor que cuando lleguemos a mi país no la pronuncies – sin darse cuenta, Facundo ya estaba plantando llevar al niño a su país – Ahora vamos que no voy a llegar si no nos apuramos. Andá al baño y te lavas la cara, nos tenemos que ir rápido – Leo lo miró triste.

  • Mira, espachurraste mis croissants – Murmuró, sacándolos del bolsillo. Facundo ésta vez no pudo evitar reír, acordándose cómo Leo había cogido los croissants y los había metido en el bolsillo.

  • ¿Y por qué los guardaste? ¿Tenías más hambre? – Preguntó esta vez preocupado por si el niño no había terminado de desayunar.

  • No, ya había terminado – Respondió, a lo que Facundo alzó una ceja.

  • ¿Entonces?

  • Es que en la casa hogar desayunábamos y ya cerraban la cocina hasta la comida y a mí a veces me daba hambre, entonces me llevaba lo que me sobraba del desayuno – Contó la criatura, viéndose envuelto rápidamente entre los brazos de Facundo, quién lo apretó más junto a él.

  • Pues eso no va a pasar más – Le afirmó, tratando de contener sus lágrimas – Vamos, cambiate de camisa, que si te da hambre yo te compro algo por el camino.


Leo asintió y fue sonriente a buscar una remera de entre la ropa que habían comprado el día anterior, se vistió y sacó los croissants de su bolsillo para ponerlos en una bolsa plástica y volverlos a guardar en el mismo sitio, pensando en que tal vez en el camino podría alimentar a algún perrito.



  • Vamos ,pibe  – Apuró Facu, tomando sus cosas para salir lo antes posible.

  • ¿Es lejos? – Preguntó Leo mientras bajaban por el ascensor.

  • No lo sé. – Contestó Facu, revolviéndole los cabellitos.

  • ¿Vamos a ir caminando? – Continuó Leo, tratando de distraer su mente del lugar donde estaban, ya que los encierros le traían malos recuerdos.

  • Claro que no, nene. Vamos a tomar un taxi – Explicó el mayor, dándole un golpecito flojo en la cabeza, finalizando la conversación, ya que habían llegado a la planta baja.


Saliendo del ascensor, Facundo se giró para dejar la llave en el mostrador y, pronto, ambos estuvieron frente al hotel, parando un taxi para llegar al lugar donde darían la conferencia.


  • Espera – Le dijo Leo a Facundo, antes de subir al taxi, día de antes vio un perrito abandonado, vagando por esa calle. Así que abrió la bolsa y la dejó en el suelo para que el perrito pudiera comérselo cuando regresara. A Facundo le pareció un gesto muy noble por parte de su pequeño travieso, pero ya debían apresurarse.

  • Vamos, Leo, cariño que llego tarde – Lo apuró, haciendo que el niño diera un saltito y corriera a meterse al vehículo.


Una vez que estuvieron los dos sentados, salieron con destino a la convención.
















 


 

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