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Sorpresas de la vida
Autora: Terry -Kateri
Capítulo :5 sorpresas de la vida
No les hagas caso. Lo único que tienen es envidia – Le dijo, dándole una sonrisa. Y fue suficiente para que Leo volviera su atención al espectáculo de los delfines, pero cuando los entrenadores de los mismos pidieron voluntarios, Leonardo se levantó como un resorte para acudir, ya que estaban en la primera fila. Javier también bajó, pero no porque le hiciera ilusión participar, sino por molestar a Leonardo.
¿¡Papi te dio permiso?! – Quiso tocarle la cara pero Leo le apartó la mano con un manotazo. Facundo se tensó en la grada, ya que no podía escuchar lo que hablaban, pero estaba viendo los gestos de los dos niños y a leguas se veía que ese tal Javi lo estaba molestando – Uyyy, ¡que genio! Pero ten cuidado y no te pongas a llorar por las salpicaduras del agua, que luego papá te limpia, bebé – A Leonardo le subió la rabia por todo su cuerpo y, sin pensárselo ni una vez, le dio un empujón a Javi con tan mala suerte, que el muchacho perdió el equilibrio y cayó al estanque de agua donde estaba los delfines.
Estos empezaron a hacer ese ruidito tan peculiar, como si se estuvieran riendo de la situación al ver caer al niño al agua que contagiaron a algunos de los presentes con sus sonrisas. Los entrenadores de los delfines saltaron rápidamente al estanque para sacar a Javier. Facundo también bajó rápido y se puso al lado de Leonardo, cogiéndolo del brazo.
¿Qué hacés?... ¿Acaso te volviste loco? – Le reclamó, zamarreando un poco, sin hacer daño. Pero a Leo no le gustó que Facundo lo regañara, sabiendo que esos chicos estuvieron todo el rato molestando y se zarpó del agarre de Facundo.
Déjame. Mejor ve y te lo coges a él – Exclamó entre enfadado y triste. Facundo abrió la boca y la volvió a cerrar. Agarró de nuevo por el brazo a Leonardo y lo acercó hasta él.
Cuidá tu boca, ¡¿eh?! A mí no me hablás así – Le regañó, sorprendido por la actitud retadora de la criatura. Sin embargo, se obligó a serenarse con un suspiro que llenó de aire sus pulmones pero apenas notó el semblante asustado del niño – ¿Qué pasa, ¿Leo?, ¿por qué lo hiciste?! Vas a disculparte con el muchacho ahora mismo, estamos? – Le dijo, provocando que el chico se enfurruña e incluso pusiera un puchero.
Eso no lo voy a hacer. Él empezó – Se defendió, haciendo que el color en el rostro del adulto se tornara rojizo.
Lo vas a hacer y punto, jovencito – Ordenó Facundo
Y lo llevó a la fuerza hacia el lugar donde estaban los entrenadores con Javier ya fuera del agua, pero tiritando de frío y asustado.
¿Se encuentra bien el muchacho? – Preguntó a una mujer con el típico traje de buzo.
Al parecer, sí, pero se asustó cuando los delfines se le acercaron – Explicó – ¿ Es su hijo? – Consultó al ver cómo ese hombre sujetaba el bracito de Leonardo. Facundo no supo cómo responder al principio, hasta que su cabeza se movió en gesto afirmativo. Pero como Leo estaba enojado, los interrumpió.
NO SOY SU HIJO. YO NO TENGO A NADIE – Dijo entre gritos, soltando un par de lágrimas que pronto se convirtieron en pequeños ríos. Zafándose del agarre del mayor, salió corriendo, dejando a Facundo sorprendido. Y éste, al notar las miradas de los entrenadores fijas en él, se sonrojó.
Disculpen por todo lo que ha provocado mi hijo, de verdad lo siento – Dijo y salió del lugar sin esperar respuesta para buscar a Leo.
Afortunadamente, el niño no pudo llegar muy lejos porque sus lágrimas no lo dejaban ver y Facu lo encontró sentado en un banco, con los codos sobre sus rodillas, tapándose la cara con sus manos. El hombre se acercó y se sentó a su lado suavemente. No quería alertarlo de su presencia. Con cariño, le acarició la nuca pero Leo no tuvo una buena reacción y se levantó lleno de rabia.
Déjame imbécil. Ve con él, es a él a quien defiendes, ¿no? – Ante esas palabras, Facundo abrió los ojos, sonriendo. Lo que su niño tenía eran celos.
Vení aquí – Facu lo cogió en un abrazo, pero Leo empezó a revolverse para salir del agarre – Quieto, potrillo, si no querés que te dé aquí mismo unos azotes – Le dijo porque el chico quería salir corriendo, pero, al parecer la amenaza lo aplacó un poco y Facundo empezó a explicarle la situación – Sabés que no lo defiendo, Leo. Lo que pasa es que vos no actuaste bien. O te parece bien lo que hiciste, eh? – Le hablaba calmadamente, tratando de apartarle el cabello de la frente.
¡Vete a la mierda! – Elevo la voz queriendo pararse – ¿Él sí hizo bien? Estuvieron burlándose de mí todo el día y tú encima los defiendes y le das la razón – Exclamó furioso, apartando los brazos del mayor con brusquedad.
Ya basta, Leo. No podés hablarme así – Lo retó
Así ¿cómo? ¿Tú sí puedes defenderlos a ellos? Pues quédate con ellos que no te necesito, cabrón de mierda – Leo le dio un pisotón y salió de nuevo corriendo.
Facundo tardó unos segundos en ir tras él porque el pisotón le había dolido bastante y, cuando pudo alcanzarlo, lo cogió por el brazo ya molestó con la actitud rebelde de Leonardo.
Ya basta de esta pataleta, señorito. Ahora sí nos vamos al hotel y allí hablaremos vos y yo.
Déjame, no eres nadie en mi vida – Exclamó con rabia.
Pues lo siento, pero no te voy a dejar. Y estás equivocado porque sí soy alguien en tu vida, porque vas a ser mi hijo y yo no quiero que mi hijo se comporte de esta manera. Ahora nos vamos que tenemos que aclarar muchas cosas, jovencito – Leonardo ya no dijo nada, sólo forcejeaba para soltarse del agarre de Facundo.
Cuando salieron, Facundo llamó a un taxi para que los llevara al hotel. Leonardo no dejaba de luchar para liberarse y, cuando entraron en la habitación, todo fue de mal en peor. Leonardo empezó a lanzar patadas a Facundo pero ninguna de ellas le llegó a dar porque el hombre lo retiraba y las piernas no lo alcanzaban. Pero ya harto de ese comportamiento por parte de Leo, cuando fue a darle una patada, lo cogió por la cintura, poniéndolo debajo de su brazo para así tener acceso a su trasero.
Suficiente plas plas plas – Dijo, empezando a azotar el centro de la cola cubierta por el pantalón.
¡Ayyyy! Yaa!! – Pero Facundo no se detuvo y, por el contrario, dejó caer con algo más de fuerza su mano contra el trasero expuesto ante sus ojos.
Plas plas plas plas plas plas plas ¿Ya te vas a comportar o tengo que bajarte el pantalón y darte la versión completa? – Leo negó con la cabeza – Eso pensé yo también – Murmuró, llevándolo hasta la cama para tomar asiento y sentar al niño en sus piernas, abrazándolo a su pecho. Ahora sí estaba Leonardo más calmado para hablar – ¿Qué fue todo eso, Leo?, ¿por qué te portaste así?, ¡eh! – Le preguntó, besándole la cabeza, apartando de su frente los mechones de cabello que le cubrían los ojitos.
Leo se quedó callado, apoyando su mejilla en el pecho del hombre. No sabía por qué lo había hecho.... O bueno, sí lo sabía, pero era vergonzoso admitirlo delante de Facundo.
Cuando el pintor lo defendió en el museo y luego en el orfanato, él se había hecho la ilusión de que siempre lo protegería pasara lo que pasara e hiciera lo que hiciera. Pero cuando Facu lo regañó, su corazón se quebró al darse cuenta que había sido demasiado tonto al confiarse tanto. Esperaba demasiado de Facundo.
Ellos me... ellos me molestaron primero… primero sniff, sniff – Soltó, dejando escapar los primeros sollozos, Facundo lo acurrucó aún más entre sus brazos y le dio un beso tibio en la frente.
Ésa no es excusa, campeón, y vos lo sabés, ¿verdad? – Le dijo, a modo de regaño cariñoso. Leo parecía un gatito asustado.
Sniff, perdooooón! – Musitó, llorando más fuerte. Ahora que sus celos no lo cegaban se daba cuenta de su error y, nuevamente, el fantasma del abandono lo empezaba a acosar.
Su comportamiento había sido deplorable y había avergonzado a Facundo, pero lo que desconsolada aún más a su corazoncito era que Facundo lo había llamado hijo delante de esa señora y él lo negó. Había sido un maleducado. Seguramente, Facu ahora mismo estaría pensando en devolverlo al hogar y él no quería eso. Odiaba estar ahí, se sentía muy solo.
Agobiado por sus malas decisiones y temeroso de un castigo que pudiera darle Etel de volver al orfanato, el niño no supo más que abrazarse con todas sus fuerzas al pecho del hombre, llorando un mar de lágrimas tibias que parecían quemar la piel de Facundo.
Shhh, mi niño, ya está. Ssshhh!!! Yaaa, peque, todo pasó. Ssshhhh
Es que estás enfadado Sniiiff y, y, y me vas a llevar a la casa hogarrrrrr porque fui un tonto, ¡buaaa! – Facundo lo abrazó bien fuerte.
Leo, cariño, escuchame una cosa, si yo he dado este paso de traerte conmigo, no es para devolverte cuando te equivoques, me faltés el respeto y hagas travesuras. Lo que pasará es que tu trasero pagará las consecuencias, pero nunca voy a dejarte – Le dijo, dándole un beso en la frente – y ahora al baño, que ya te hace falta
Y así lo encaminó al baño mientras él buscaba un pijama entre las cosas que habían comprado más temprano en el centro comercial.
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