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sábado, 2 de enero de 2021

Un familia por navidad


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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.

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 Una familia por navidad 

 Autora: Valentina

 Capítulo : único,una familia por navidad

 

 



 
Feliz navidad!!! Felices fiestas y que tengas un año nuevo colmado de felicidad y bendicione

Tahi





Javier no pudo evitar apoyar sus manos contra la vidriera de aquel negocio, fascinado por la decoración navideña que acababan de inaugurar. 

Cuántos años habían pasado desde la última navidad en la que sonrió con verdadera alegría?! Ya había perdido la cuenta. Ni siquiera sabía su edad! Había intentado alienarse del mundo real, aquel que era tan cruel con él.... Sin embargo, la navidad era algo que no se podía ocultar. 

-Cuidado, niño. - Dijo una mujer algo mayor, mientras lo empujaba sin reparos para apartarlo de su camino. Javi suspiró, acostumbrado ya a esos maltratos tan injustos. 

Los ojitos cafés del muchacho, que a la vista de la sociedad no era más que un mocoso sucio y peligroso, se habían detenido justo delante de aquel bellísimo pino decorado con tanto esmero para las próximas fiestas. Desde niño, le había encantado mirarlos, ver cada detalle, cada adornito, cada rincón colmado de color. Le resultaba mágico y no había habido ninguna ocasión en la que olvidara pedir un deseo.

Había dicho la misma petición desde que tenía 7 años, ahora - casi 11 años después- no tenía la misma ilusión. No quería desanimarse aún más. Su corazón no resistiría un golpe más. Sin embargo, sus labios parecieron actuar sin pedir permiso a su cabecita. 

-Por favor, Niñito Jesús, permite que... que encuentre... u-una familia. - Murmuró temblorosamente, mirando con desesperación al bebito de porcelana que representaba al Salvador. Las lágrimas querían hacer lo propio y escapar de sus preciosos ojos, pero las pudo contener con gran esfuerzo.

Otro año más, anhelando el mismo deseo desde que sus padres murieron. Una pequeña gotita salada brotó de su ojito. Traidora! Pensó para sí, mientras la limpiaba con la mayor discreción posible.

Cuando quiso retomar su camino, fue impactado por un hombre corpulento y bien trajeado, que prácticamente lo tumbó al suelo.

-Aaauuuu!!! - Gritó, quejándose por el dolor que sintió al estrellarse contra el piso. Su trasero llevándose la peor parte.

-Maldición, tiraste mi café. Por qué no te fijas por dónde andas, mocoso sucio!! - Bramó el mayor, levantando la mano para soltarle una cachetada al escuálido jovencito, que apenas había podido ponerse de pie. Más, su intención quedó flotando en el aire cuando otro hombre, igual de imponente, vestido con su impecable uniforme de policía, lo sostuvo por su antebrazo, deteniendo el que seguramente iba a ser un golpe muy dañino. 

-Yo que usted me fijaría por dónde camino, no vaya a ser que la próxima vez termine en el suelo. Y que sea la última vez que intenta agredir a un niño. - Advirtió con un tono de voz lleno de autoridad. 

El hombre de traje se soltó bruscamente del agarre del oficial de policía, sus ojos brillaban con furia, sin embargo, solamente se atrevió a asentir antes de retirarse a toda prisa, escoltado por la mirada inquisidora del oficial. 

Cuando el trajeado dobló en la esquina, su vista entonces se dirigió hacia el chico que apenas podía disimular las lágrimas que se habían arrinconado en las esquinas de sus ojos. Se veía tan vulnerable, tan solito y pequeño, pensó el policía. 

-Te encuentras bien, niño? Te hiciste daño al caer? - Preguntó. Su voz esta vez había sonado amable y paternal, un tono con el que el niño hacía tanto tiempo que no se encontraba. 

Javier no supo explicar qué lo motivó a comportarse como un crío llorón y simplemente se dejó llevar por un impulso que lo hizo terminar entre los brazos de su salvador. 

Bautista, que así se llamaba el oficial, no pudo evitar la sorpresa que lo invadió al ser apresado por esos bracitos tan delgados y desabrigados. Vamos, que era diciembre y el niño apenas vestía una vieja chaqueta y unos jeans gastados. 

-Shhhh, calma, calma... Shhhh.... Te hiciste daño, pequeño? - Interrogó preocupado por el llanto que ahora mismo mojaba su gabán. 

Javi restregó su carita llorosa contra el pecho del hombre, tratando de controlar sus sollozos. No estaba seguro de soltarlo, no quería hacerlo en realidad. Estar así, apretadito entre los brazos del mayor lo hacían sentir vivo otra vez, amado, como cuando su padre vivía. 

Pero sabía que aquello no era más que una ilusión, así que, a pesar de lo que podía alegar su corazón, decidió hacerle caso a la razón y comenzó a aflojar tímidamente sus propios brazos. 

Bautista siguió sus movimientos, distendiendo su agarre, sin embargo, no lo dejó alejarse y con una mano le sostuvo del brazo, mientras que la otra se ocupaba de levantarle la cara, poniendo dos dedos debajo de su barbilla. 

-Estás bien? - Volvió a preguntar, esta vez sus ojos celestes estaban fijos en los llorosos del niño. 

-Estoy bien. - Respondió Javier, con voz segura, aunque sus ojitos parecían no saber mentir. 

-Seguro? - A Bautista no le había agradado que el mocoso le mintiera en la cara. 

Supo que se venía una pequeña rebelión por parte del niño cuando vio cómo arrugaba la naricita en disgusto. 

-Le dije que sí, señor. Es acaso sordo o es que no entiende?

No es que Javier fuera un majadero, para nada, pero no quería arriesgarse a que el policía indagara en su vida. Qué tal si lo querían volver al orfanato? Con lo que le había costado escapar de esa "prisión". 

Y así como Javier no había podido resistir el impulso de abrazarse al policía, éste no pudo contener el impulso de girar al niño por el bracito que sostenía y aplicar una palmada sonora al pequeño trasero. 

-Aaauuuuuuuu.... - Aulló de dolor por segunda vez el jovencito, soltando las lágrimas en el proceso. Bautista le había dado justo donde se golpeó cuando cayó al suelo. 

Tanto el golpe como el aullido llamaron la atención de la gente que pasaba por la vereda, quienes se detuvieron a cuchichear. 

El policía bufó disgustado. Apostaba su sueldo entero a que ninguno de esos entrometidos hubieran intervenido cuando el trajeado estuvo a punto de golpear al chiquillo. - Circulen, que aquí no hay nada que mirar. - Instruyó Bautista, arrugando el entrecejo, causando algo de resquemor entre los transeúntes, quienes se limitaron a cumplir las órdenes. 

Cuando la multitud se hubo disipado, Bautista regresó su atención al muchacho que sollozaba bajito. Su corazón se enterneció conmovido por cómo Javier intentaba controlar su llanto. 

-Bueno, niño. Shhhh, ya pasó, eh?? Que no te sí tan fuerte. - Dijo, tratando de calmar el llanto y ocultar una sonrisa ante el pucherito que se le escapó a Javier. 

Los niños no le gustaban, ni lo adolescentes. No sabía ni cómo hablar con ellos, pero este muchacho le resultaba especial. 

-Sí fue fuerte! - Se quejó Javier, mirando acusadoramente al policía. 

Bautista suspiró. No había pretendido hacerlo llorar de esa manera y, presa de otro impulso, el hombre lo encerró nuevamente entre sus brazos, permitiendo que Javier soltara todo el llanto que tenía acumulado en su pobre corazoncito. 

En algún momento de aquella escena, se acercaron otros dos policías de menor rango para hablar con el oficial, quien apenas soltó al jovencito. 

-Disculpe por interrumpirlo, jefe, pero el comisario nos pidió que regresáramos a base. 

Bautista suspiró ruidosamente. Justo ahora tenía que irse?! Qué haría con el muchacho? Ni siquiera le había preguntado su nombre ni dónde vivía. Se habría fugado de su casa? Por qué estaba tan descuidado y sin abrigo con el clima que hacía? 

Otra vez, su vista azulada se fijó en la penita que llevaban ese par de ojitos marrones. Estuvo a punto de decirle algo cuando el otro policía habló. 

-Él también va, señor. 

-Cómo? - Preguntó Bautista, poniendo un brazo alrededor de los hombros del niño para atraerlo protectoramente hacia su pecho. 

-Hay una denuncia en su contra, jefe. - Explicó el primer policía. Un hombre joven y de estatura baja para la profesión. 

-Una denuncia? De qué? - Bautista no podía creerlo. Realmente, ese niño era un delincuente?! 

-Por robo. - Le respondieron al mismo tiempo los subordinados. 

-Eso no es cierto!! Yo no robé nada!! Yo no robo... - Gritó Javier, entre asustado e indignado. Ni siquiera cuando estuvo a punto de desfallecer por el hambre había robado. 

-Shhh, tranquilo. Quién lo acusa? - 

-La hija del dueño del restaurante que está cruzando la calle, señor. La joven señaló específicamente al muchacho. Dijo que le robó una cadenilla con un crucifijo de oro esta mañana cuando se detuvo a darle una caridad. 

Javier sentía su corazón latir fuertemente. Conocía muy bien a esa chica y sabía que era capaz de todo, pero jamás imaginó que mentiría así. 

Por algunos meses había intentado entender cuál era el motivo del odio que sentía hacia él, pero por más que lo pensaba, no encontraba una razón, hasta que la muchacha esa misma mañana se le acercó para saludarla. Nunca advirtió las segundas intenciones de la joven. 

Y ahora estaba en aprietos por su culpa. 

Javier comenzó a respirar desesperado. Necesitaba que aquel policía le creyera. Algo en su pecho le pedía que hiciera algo para no perder la confianza de Bautista. 

Con todo el temor del mundo y sin saber qué esperar, el chico se abrazó nuevamente al mayor, llorando. 

-No le creeeaaa, no le creeeaaa.... Buaaaa!!! Es mentira. Yo jamás robé nada... Mis papás me dijeron desde pequeño que eso estaba mal. - Explicó, siendo su voz distorsionada por los sollozos. 

-Shhhh, está bien, niño. Te creo, pero necesitamos ir a la comisaría. Allí podrás explicar qué sucedió, sí, campeón? - Habló gentil el hombre, sintiéndose movido por lo mucho que el niño temblaba del miedo. 

En eso que aflojaron lentamente el abrazo, una cadenita de oro brilló en el cuello desabrigado de Javier. La medalla no había pasado desapercibida por los agentes. 

-Y cómo piensas explicar esto, mentiroso?! - Casi gritó uno de ellos, tomando en su mano la cadena, queriendo arrancársela del cuello al chico. 

-Nooo, es mía. Es mía!! - Gritó despavorido Javier. Era el último recuerdo de su familia. Jamás se la había quitado desde que su mamá llegó con ella de la iglesia. Había sido el último regalo que sus padres le dieron antes de fallecer en un accidente de tránsito. - Esta cadena es mía, señor. Se lo juro. - Continuó, volviendo a mirar con súplica a Bautista. 

Más, los policías más jóvenes no creían sus palabras y lo trataron como a un delincuente más. 

-Uh, sí, claro. Ahora resulta que la muchacha es una mentirosa, verdad?! 

-No te dimos tiempo de venderla, por eso aún la conservas. Para qué ibas a usar el dinero, eh? Para drogas? 

El ceño del oficial Bautista se hizo estruendoso. Qué les pasaba a esos dos?! 

-Bueno, es suficiente. El chico irá a la comisaría y allí se hará el interrogatorio. No aquí en la calle, a expensas de todo el mundo. - Les dijo a los de menor rango. - En cuanto a ti, jovencito, tienes familia? Qué edad tienes? - Él le calculaba unos 16, 17 cuanto mucho, pero el niño respondió. 

-Die.. diecinueve. - Su voz aniñada no ayudó mucho para darle credibilidad a sus palabras, sin embargo, Bautista solamente se limitó a suspirar ruidosamente. 

Era la segunda mentira que le decía en pocos minutos. 

-Está bien, vamos ya. - Indicó, poniendo un brazo alrededor de los hombros de Javier. 

Una vez en la comisaría, lo mantuvieron en una habitación pequeña, pero iluminada donde sería el interrogatorio. Bautista le había llevado una taza de leche y galletas de chocolate de las que el niño dio buena cuenta. Se notaba que tenía un hambre acumulado y el hombre realmente deseó con todo su ser hacer algo para protegerlo. 

Para mala suerte del muchacho, ése día no habían podido enviar a nadie desde Fiscalía y la orden había sido la de alojarlo en una de las celdas. Javier estuvo a punto de confesar su verdadera edad, pero a la vez pensó que al menos esa noche no dormiría en la intemperie. 

Pasaron un par de días y aún nadie se presentaba desde Fiscalía. Bautista tenía la sospecha de que el retraso era intencional, pero ¿cómo demostrarlo? 

Bautista trataba, sin embargo, de verle el lado positivo a todo ese fiasco. Al menos así podía proteger a ese chico. Y todos los días aprovechaba su jerarquía para sacar a Javi de la celda para llevarlo a su oficina y darle un buen desayuno y ropa limpia. 

Allí conoció que el niño estaba solo en la vida, sin padres ni abuelos, sin tíos, ni hermanos ni primos. Un muchacho solitario, que apenas había logrado alcanzar el nivel primario de la educación, pero que era muy inteligente y aprendía rápido. Bautista sabía que estaba haciendo mal, se estaba involucrando en la vida de un delincuente más.... Aunque él podía apostar su cabeza a que el pequeño era inocente. 

-Si no mandan a alguien o no lo reciben en su oficina, voy a dejar libre a ése muchacho. No puede ser que hayan tardado tanto para cumplir sus obligaciones. - Bautista estaba fúrico y no dudó en mostrar su descontento a la persona detrás de la línea. 

Se había cumplido una semana desde que habían arrestado a Javier y desde la Fiscalía no habían enviado a alguien que tomara su declaración. Lo más extraño para el hombre fue cuando él mismo decidió llevarlo a dicha oficina y no lo dejaron entrar. Nada le quitaba de la cabeza que había algo más detrás de todo ese asunto, así que decidió averiguar por su cuenta. Faltaban dos días para navidad y él no permitiría que su niño pasara esa fecha en una celda. 

Decidió regresar al lugar del hecho. 

Una vez en la misma vereda donde encontró a Javier, Bautista no pudo más que detenerse a contemplar el hermoso escenario montado por la juguetería. Un pino decorado con tantos colores y detalles, un Papá Noel muy divertido pero sobre todas las cosas, el pesebre era lo que más llamaba la atención. En especial, el pequeño bebé que ocupaba el centro. 

Su voz apenas audible susurró una súplica hacia el adorable salvador. - Niñito Jesús, dime por favor qué debo hacer? Javier... él se ha convertido en esencial para mi vida y.... Y yo... le estoy fallando.... -Murmuró, buscando retener las lágrimas. En eso, elevó la miraba para encontrar una cámara que más que a la vereda donde estaba parado, parecía enfocar hacia la vereda de en frente. Justo donde supuestamente Javier le había robado a la chica. 

Entró al negocio dispuesto a pedir la filmación de hacía casi 10 días y no se sorprendió cuando le dijeron que la cámara solamente guardaba las grabaciones por un lapso de 7 días. 

-Pero podemos revisar si eso le parece... - Ofreció el joven empleado. Sabía que era imposible encontrar la grabación de esa fecha, sin embargo quedó admirado cuando, al abrir el listado de grabaciones, no solamente se hallaba el día en cuestión, sino que al reproducir la cinta, lo primero que se vio fue a Javier con una chica. 

Lo primero que el hombre había hecho cuando pudo hablar a solas con Javier había sido preguntar qué había sucedido. El chico le contó que había estado conversando con Tamara - la denunciante - y que ella había visto la cadena en su cuello. Le había dicho también que ella tenía una y se la enseñó. Eran muy parecidas, ambas de oro y con un crucifijo. Era lo mismo que Bautista estaba viendo en el monitor y así pudo confirmar la versión de su niño. 

-Ella es la sobrina del Fiscal Villagrán. - Comentó el empleado y a Bautista pareció caerle un balde con agua helada. Claro!! Pensó. Ahora entendía todo. El por qué de las dilaciones de la Fiscalía, las negativas a tomarle su testimonio cuando él mismo lo llevó y, especialmente, ahora podía creer ese tímido comentario que el jovencito le había hecho una vez sobre el acoso de Tamara Villagrán. Todo había sido a propósito. 

Le había costado mucho juntar las piezas de ese rompecabezas, pero al fin podría hacer justicia para su niño. Su  angelito realmente era inocente. 

Estaba dispuesto a mover cielo y tierra para sacarlo cuanto antes de la cárcel, él no se merecía eso. Y sobre todo, lucharía por limpiar su nombre y darle un hogar..... Si es que Javier lo aceptaba como padre. 

Lamentablemente, mientras Bautista se hallaba obteniendo una copia de la cámara de seguridad, en la comisaría donde prestaba sus servicios había llegado una orden de la justicia, informando el traslado de Javier a una penitenciaría. Nadie entendía por qué, pero cuando estuvieron a punto de hacer cumplir el mandato, Javier entró en pánico. 

-Noooo, no por favor, no hagan eso. Soy menor, soy menoooor, se los juro! - Lloraba, abrazándose a los barrotes para que no lo llevaran. - Tengo 17. Por favor, no me lleven ahiii... Oficiaaaal... Oficial Bautistaaaa... Papaaaaá. - Gritó, sorprendiéndose él y sorprendiendo a los presentes. 

-Vamos, muchacho. Sé un hombre y afronta las consecuencias. Todos nuestros actos las tienen, es por eso que debemos hacer las cosas bien. - Le dijo un policía mayor. Había intentado ser amable con Javier, pero el chico no podía olvidar todo lo injusto que era eso. Él no había robado. 

-Pero yo no hice nada, señor, se lo juro. - Sollozó. 

-Ya habrá tiempo de averiguarlo, mientras tanto, tienes que ir con los agentes. - Concluyó el mayor. 

En algún momento, Javier logró sacarle el arma de su estuche al policía. Si no le creían, si lo iban a tratar como a un delincuente y encima de todo lo iban a llevar a la cárcel, ¿qué caso tenía seguir viviendo? 

Ni siquiera el oficial Bautista estaba ahí para él. Estaba solo. Como lo estuvo desde el día en que sus papitos le fueron arrebatados en un accidente. 

Con todo el dolor del mundo, el niño apoyó el arma a un costado de su cabeza, dispuesto a terminar con todo su sufrimiento. 

-JAVIER!!! - Su nombre resonó por todo el pasillo. Era Bautista, quien había llegado tan pronto como pudo al saber de lo que ocurría con su protegido. Uno de los policías le había mandado un mensaje apenas llegó la orden de traslado. 

Los ojos de Javi se nublaron de tantas lágrimas contenidas. Otra vez ése impulso "maldito" de querer arrojarse a los brazos de Bautista. Pero no podía hacerlo. Bautista no era nadie en su vida y estaba seguro que él no significaba nada en la vida del hombre. 

-O.. Ofi... Sniff sniff.. Oficial B a-autista, sniff, gracias.. Por todo. - Murmuró entre sollozos que apretaban su pecho. 

-Vamos, niño. Deja eso, sí? Hazme caso, por favor... Mira, Javi. Aquí, en este pendrive tengo las pruebas para obtener tu libertad. Estarás libre, niño. Estarás libre muy pronto. No hagas locuras, por favor. Dame esa arma. - Le habló tan suave, tan gentil... Tan paternal que Javier no podía más que anhelar un abrazo. 

Pero.... 

-Soy inocente, oficial, pero nadie va a creerme a mí.. Sniiff... No tengo familia y a nadie le importo. Si salgo de aquí, no quiero volver al orfanato nunca más. - Lloró. 

-No lo harás, mi niño, porque te vas a ir conmigo. Yo te adoptaré y seré tu papá... Si es que tú quieres. Pero ahora dame esa arma, hijo. Te puedes hacer daño. - Advirtió. La mayoría de los policías no hacía caso a la orden de mantener con el seguro a sus armas y Javier estaba tan nervioso y temblando que podía pasarle algo si su dedito resbalaba y activaba el gatillo. 

-De.... De verdad.. va a... adoptarme? - Fue lo único que pudo susurrar el muchachito, bajando el bracito que sostenía el revólver apuntando a su cabeza. 

Bautista le quitó el arma y lo envolvió entre sus brazos. 

-Dios mío, Dios!! No vuelvas a hacer eso nunca más, Javier Gonzalez. - Dijo Bautista, dejando caer pesadamente su mano contra una nalguita desprevenida. 

-Aaauuuu... Por qué Gonzalez? - Preguntó confundido después de recuperarse del chirlo. 

-Es mi apellido, cariño. Y ahora será tuyo también. - Respondió, dándole un sonoro beso en la sien. 

Después de una amenaza a las autoridades de la Fiscalía y en especial al fiscal Villagrán, Bautista tomó a su pequeño en brazos y se lo llevó hasta su auto. Javi se había dormido en algún momento y llegó así hasta la casa de Bautista. 

En la noche, el padre primerizo decidió que era tiempo de cenar y después pasar a una parte de la paternidad que pensó jamás experimentar. Pero Javier debía aprender esta lección. Su vida era muy valiosa. Y, aunque la mayoría del tiempo su hijo era un angelito, ahora mismo no podía olvidar lo que había hecho y lo cerca que estuvo de perderlo. 

Después de una cena tranquila, en la que hablaron muy poco pero que ambos disfrutaron, Bautista llevó al niño a su habitación y lo dejó sentado en la cama. 

-Javi, lo que hiciste hoy fue muy peligroso. Pusiste tu vida en peligro y eso es algo que no puedo dejar pasar. Tú eres importante para mí, desde que te vi hace días en frente a ése escaparate yo sentí una conexión contigo. Mi vida había estado vacía y ahora entiendo qué es lo que me estaba faltando. Tú, mi niño. 

Mientras el oficial abría su corazón, Javier solamente podía llorar, emocionado, haciendo aún más difícil la tarea que pronto llevaría a cabo su padre. 

-No quiero perderte por nada en el mundo, mi pequeño. Mucho menos por algo que tú puedas hacerte, por eso mismo es que voy a castigarte. - Concluyó, haciendo que el llanto de Javier cesara de golpe. 

-Cómo que va a castigarme? - Preguntó asustado. 

El mayor suspiró. - Alguna vez tu mamá o tu papá te castigaron por alguna travesura? - Bautista esperó pacientemente ante la respuesta - que sabía sería afirmativa - y luego prosiguió. - Cómo te castigaban? Quieres contarme? 

Esta vez fue el turno de Javier de suspirar profundamente. - p sin postre o me ponía mirando un rincón. Papá.... él me daba palmadas. - Susurró, sonrojado. 

-Bien, creo que dejaremos los castigos de tu madre para pequeñas rabietas y ocuparemos las palmadas de tu padre para la travesura de hoy. 

-Qué?? Yo no hago rabietas, ya soy un hombre. - Rezongó, cruzándose de brazos, causando una sonrisita en su padre. 

 Casi habían pasado 15 años desde que ingresó a la policía y jamás había conocido un niño como Bautista. Claramente, los jóvenes en conflicto con la ley no faltaban y cada año incrementaban en número. Sin embargo, todos los que habían crecido en la calle tenían en común el haber madurado más rápido, pero Javier parecía ser un caso contrario, pues no podía negar que su hijo era un muchacho tierno e infantil. 

-Ya veremos eso, mientras tanto, pasemos al otro asunto... Al que resolveremos al modo de tu papá. Ven, hijo. Terminemos de una vez. - Le dijo, tomándolo suavemente del bracito para que se pusiera de pie y poder bajarle el pantalón que llevaba puesto. 

Javier vio como en cámara los movimientos de su padre y ni siquiera atinó a objetar, simplemente observó cómo éste le desprendía el botón de sus jeans y tiraba de la ropa para bajárselas hasta casi sus rodillas, cuando quiso hacer lo mismo con su calzoncillo, Javier pareció reaccionar y su manito atajó la mano del mayor. 

-Papá no me bajaba el calzoncillo. - Afirmó, mirando hacia su padre con un puchero. 

Bautista no pudo resistirse a las ganas de besar la frente de su niño, movido por la inocencia que lo envolvía. 

-Esto será nuevo para los dos, bebé. Es la primera vez que voy a castigar a alguien con nalgadas y no quiero lastimarte, por eso debo ver lo que estoy haciendo. 


Con esas palabras, el hombre se aseguró completa obediencia de su bebé. 


Apenas lo pudo poner boca abajo sobre sus rodillas, Bautista ya estaba arrepentido de su decisión, sin embargo, no quería que la causa por la que su hijo iba a ser castigado volviera a repetirse jamás, así que, prácticamente se obligó a levantar la mano para dejarla caer pesadamente contra la pobre colita. 

-Ayyyy, papá tampoco me pegaba tan fuerte. - Informó entre sorbos el mocoso. 

Y si bien Bautista sonrió ante ese dato, supo que era necesario hablar antes con su niño. Con cuidado, lo ayudó a sentarse sobre sus rodillas y tras acomodar la cabecita de Javi contra su hombro, el padre habló. 

-Vamos a hablar un poquito, sí, cariño? - Javi asintió. - Te acuerdas por qué fue la última vez que tu papi te dio palmadas en la colita? - Preguntó el hombre. 

Javi asintió aún más ruborizado- Porque no quise comer los espárragos que cocinó mamá y los aventé al suelo. 

-Tus papis solamente querían lo mejor para ti, verdad? Pues yo también, mi cielo. Sabes la cantidad de accidentes que ocurren a diario por la manipulación de armas? Mueren niños y adultos por creer que pueden jugar con ellas. Tú te pusiste en peligro hoy, amor, y no quiero que eso vuelva a suceder. Te amo demasiado  y no podría vivir sin ti. - Culminó, apretándolo contra su pecho. 

Javi sollozaba bajito mientras su nuevo padre le hablaba con el corazón abierto. El también lo amaba y jamás quería lastimarlo o hacer algo que lo entristeciera. 

-Yo... yo también te amo, papá. Lo siento, no lo volveré a hacer. - Puchereó. 

Bautista sonrió. Acaso ésa única palmada había sido suficiente para que su hijito aprendiera la lección? 

-Eso espero, mi vida. Ahora vamos a terminar con esto de una vez. 

Para sorpresa del adulto, Javi asintió y se dejó poner nuevamente boca abajo. 

El hombre se tomó unos segundos para darse valor para azotar el traserito expuesto. Se iba a odiar por esto, pero lo consideraba necesario. Así que, tras soltar otro largo suspiro, una nueva palmada cayó. 

-Aiii... Buaaa... - Javi lloró desde la primera hasta la última nalgada. Sentía sus pobrecitas nalgas arder con cada azote. No se comparaba en nada a las "palizas" que su padre le daba, pero a pesar del dolor, él no se levantó. 

-Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas Plas 

Javier había perdido la cuenta de cuántos chirlos había recibido, pero podía jurar que habían superado los doscientos. 

-Auauauuuuu, aiiii, ayayayayayyy... Ayyy, papiiii... Papito, ya nooo... Lo siento, perdón, perdoooooón!! - Balbuceaba entre lágrimas. 

Apenas podía entenderlo Bautista, pero ese llanto y la desesperación en los movimientos de su bebé, le hicieron saber que debía dar por terminado el castigo. 

Añadió cinco palmadas en la zona baja de los glúteos, allí justo donde se unen las nalgas con los muslos y Javier prácticamente berreó hasta quedar agotado. 

Bautista comenzó a mimarlo, haciéndole suaves caricias en la espalda hasta que el llanto aminoró. Nada le costó darlo vuelta sobre sus piernas para dejarlo sentado sobre sus muslos y apachurrarlo entre sus brazos. Al fin tenía a su hijo. Al fin su bebé estaba con él.... 

Lo cuidaría con su vida, prometió mirando al Niñito Dios que estaba en el pequeño pesebre sobre una mesita de luz. 

Con un gran beso a la frentecita húmeda, Bautista levantó a su niño en brazos para llevarlo a su habitación. Esa noche dormirían juntos. 

En algún momento de la noche, Bautista vio maravillado cómo su hijo sonreía y balbuceaba algunas palabras. 

-Gracias, Niñito Jesús. Ya tengo a papá.. Tengo una familia.. 







 

1 comentario:

  1. Awwwww muchas gracias Valentina, por este lindo regalo, me asuste cuando tomo el arma y se apuntó pero en situaciones desesperada no se razona, fue una linda y tierna historia, el final estuvo mejor!! El niñito Jesús cumplió su deseo y al fin Javier no está solito, ya tiene un papá ��

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