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sábado, 2 de enero de 2021

Un corto navideño.


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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.

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 Un corto navideño 

 Autora: Katy 

 

Este pequeño corto navideño está dedicado a Terry, primero que todo le quería felicitar por  animarse a crear este blog que de a poquito va llenándose de visitas y nos permite plasmar en el nuestras ideas, por otra parte desearte mucha alegría en las fiestas y un 2021 lleno de buenos momentos y porque no de muchas historias por publicar... felicidadessss

 


Otro 24 de diciembre donde prácticamente todo se paraliza y se convierte en alegría y celebración, donde se olvidan los problemas y todos se desviven por comprar regalos hasta dejar la tarjeta en rojo, donde se da y se recibe, pero sobre todo se compra y se gasta para convertir una noche en un motivo de gran festejo, donde las grandes familias se reúnen y fingen unidad mientras a diario no hacen más que pelear, donde  la hipocresía y las apariencias son los invitados especiales y a media noche todos brindan saboreando por un momento la falsa felicidad, ilusos como si con eso sus estúpidas vidas se volviesen significantes -pensaba Ernesto mientras preparaba el almuerzo.

 

Ernesto ese año lo había perdido todo, porque para él su esposa lo era todo, era su amiga, su amor, su vida, y el maldito cáncer en un pestañear de ojos se la había arrebatado, Mery era la única persona que había logrado atravesar sus escudos y romper las corazas que rodeaban su corazón, y con su muerte él había quedado totalmente abatido y solo, solo en esa tierra extranjera que había convertido en su hogar gracias a su esposa, no contaba con mas familia que ella y después de 19 años de despertar al lado de su amor despertar solo dolía demasiado.

 

Aunque en realidad no estaba solo y eso para él era peor, después de 9 años de espera el sistema lo había considerado apto para ser padre adoptivo, que ironías de la vida, el vio morir a su esposa sin poderle cumplir aquel sueño que ella tanto anhelaba, ser madre, si alguien merecía serlo era ella pero genéticamente se le fue negado ese derecho, cada tratamiento que realizaron fallo y cuando se cansaron de intentarlo y ella se sintió lista para ser madre de una forma distinta, su deseo fue a hacer cola a una larga fila de espera, fueron tantas veces las que fueron al juzgado y tantas veces las que regresaron con las manos vacías, cambiaron una y otra vez su disponibilidad adoptiva, primero seleccionaron bebes hasta 2 años, luego hasta 5, después hasta 8 y la última vez que lo hicieron fue tres meses antes de ser Mery diagnosticada de cáncer esta vez con un rango de edad de 6 a 14 años, la mujer había convencido a Ernesto de que ya les había pasado el tiempo para cambiar pañales argumentando que a sus 43 y 45 no podrían seguirle el ritmo a un bebe pero en verdad ambos sabían que se estaban jugando su última ficha.

 

Ernesto por su parte no añoraba tanto como Mary ser padre, siempre la apoyo y acompaño, pero lo hacía porque sabía lo mucho que para ella significaba ser madre y por ese amor loco que sentía por su esposa, él pensaba que cuando tuviese a su bebé en brazos sentiría ese amor de padre del que todos hablaban y cuando Mery le contó de la adopción se auto convenció de lo mismo y de la suerte que tenia de no soportar a su esposa durante el embarazo, sin vómitos, sin antojos, sin mal humor y sobre todo sin verla sufrir y luego fue sumándole ventajas sin llantos a media noche, sin tener que darle el biberón, sin cambiar pañales, sin... sin tantas cosas típicas de niño, esas que el tanto detestaba, el no comprendía a su esposa, para el con tenerla a su lado le bastaba para ser feliz para que sumarle a la ecuación un niño insufrible, pero siempre se calló para si sus pensamientos y en broma de esas que tanta verdad esconden siempre decía que donde manda capitán no manda marinero.

 

Después de 5 meses de la muerte de su esposa un día a las 9 de la mañana recibió una llamada del juzgado, había contestado tantas de esas que respondió lo mismo -sí, mañana puntualmente asistiremos -y luego cayó en cuenta que ya no existían un ellos, que estaba solo y su amor se había ido sin poder ser madre, la impotencia y el dolor se apoderaron de él y termino con la pantalla de su celular rota, tuvo tantas ganas de llamar y cancelar la reunión, ganas no le faltaron para cantarles sus cuatro verdades y luego mandarlos a todos a la mierda, porque para Ernesto el sistema había destruido los sueños de su esposa, la habían privado de la oportunidad de llenar de amor a un niño como ella tanto anhelaba hacerlo.

 

Pese a todo lo que el hombre sentía, se presentó al juzgado, comunico de su nueva situación, le leyeron el expediente del niño y narraron por encima las situaciones que este había tenido que soportar y luego accedió al encuentro con Ignacio de 12 años, pensando que sería una visita mas, después de unos días le informarían que el niño fue asignado a otra familia y el seguiría con su vida como tantas veces su esposa había tenido que hacer pero al contrario de ella el no sufriría.

 

Cuando vio al niño por primera vez algo en sus ojos le llamaron la atención quizás el dolor mezclado con la indiferencia que estos reflejaban pero simplemente lo dejo pasar y cuando la asistente social lo dejo a solas con el joven el simplemente se ignoraron mutuamente, esa vez fue tan distinta a las otras visitas donde el junto a su esposa se esforzaban por agradar a los distintos niños y viceversa, esta vez él se ahorraría el esfuerzo, solo lo vería ese día para que gastar saliva se decía así mismo.

 

La sorpresa se la llevo el hombre el día siguiente cuando lo llamaron para coordinar un segundo encuentro y luego un tercero, un cuarto, un quinto y hasta un sexto, Ernesto no cabía del asombro mientras maldecía que Mery no estuviese a su lado, ella fuese sido tan feliz, pensaba una y otra vez mientras le recriminaba a la vida lo injusta que era, ella merecía ser madre el en cambio no, en cada encuentro ambos se habían mantenido distantes, caminaban en silencio por el lugar que el hombre elegía para la visita y después de unas horas dejaba al niño en la casa hogar, no sabía porque lo seguían llamando ni porque él nunca se negaba, pero si se había dado cuenta que cuando llegaban al hogar el rostro del joven cambiaba fingiendo felicidad y siempre que una de las trabajadoras le preguntaba a Ignacio como la había pasado este decía que había sido genial, increíble, divertido u otra palabra alejada de la realidad.

 

En el sexto encuentro Ignacio decidió romper el silencio, entre idas y venidas el llevaba 6 años en el sistema de acogida y había descubierto cómo funcionaban las cosas y sentía que era hora de dar el siguiente paso, de arrojarse al vació, solo le rogaba a la vida no estar equivocándose nuevamente.

 

-Quieres que yo sea tu hijo? -pregunto el joven intentando sonar lo mas indiferente posible mientras sentía que su corazón latía a mil por hora.

 

-ehhh... No... -respondió Ernesto confundido ante tal pregunta pero decidiendo que lo mejor era ser sincero con el niño para no crear falsas expectativas en este.

 

-Bien, yo tampoco quiero que seas mi padre -respondió con frialdad Ignacio.

 

Ernesto se sintió aliviado, estaba seguro que ese sería el último encuentro con el joven y se sintió tranquilo al saber que ninguno de los dos se había involucrado, lo que no vio fue que a Ignacio se le había escapado una lágrima silenciosa.

 

Nuevamente el destino sorprendió a Ernesto cuando al día siguiente recibió una llamada de la asistente social.

 

-Joder, otra visita a que juega este niño, si está claro que ninguno de los dos quiere esto -pensó el hombre.

 

Pero su sorpresa fue mayor cuando esta le notifico que Ignacio había manifestado que se quería ir a vivir con él, que el proceso estaba bien encaminado y si él estaba de acuerdo el juez estaba a dispuesto a darle la adopción del menor, sin entender la razones por las que actuaba se dirigió al juzgado y firmo la adopción de Ignacio y tres horas después, estaba nuevamente en la puerta de la casa hogar.

 

Cuando se encontró con el niño, este por primera vez sonrió sinceramente, Ignacio tenia tanto miedo que el hombre se negara a adoptarlo que realmente sintió alegría al verlo, pero Ernesto creyó que nuevamente el niño estaba fingiendo ya que se encontraban junto a la trabajadora social, ya en el auto regreso la actitud indiferente de Ignacio y en casa Ernesto se encargó de dejarle las reglas bien claras las cuales se resumían en obedecerle y mantenerse lo más alejado de él.

 

Desde la adopción del menor ya habían pasado dos meses en los cuales tanto Ignacio como Ernesto habían esforzado en evitarse, solo compartían en la mesa a la hora de las comidas y ese era todo su trato, habían tenido uno que otro desacuerdo donde Ignacio había estado a punto de cruzar la línea de la insolencia con sus respuestas cortantes, sin embargo el hombre se había llenado de paciencia y se lo había dejado pasar, pues Ernesto era consciente de los cambios que el joven estaba teniendo que afrontar y en el fondo siempre había pensado que el comportamiento del niño sería peor.

 

En pleno 24 de diciembre su pacto de silencio seguía vigente y mientras Ernesto cocinaba repudiando con todas sus fuerzas la navidad e irónicamente añorando poder compartir con su difunta esposa ese día, Ignacio se encontraba a unos metros de distancia del hombre armándose de valor para hablarle.

 

-Vas a hacer algo por navidad? -pregunto el niño con timidez

 

-No, no hay nada que celebrar -respondió Ernesto con más dureza de la que fuese deseado producto de su enojo no con el niño sino con la vida.

 

-Puedo ir al concierto que dan por navidad, la entrada es gratuita y no tienes que acompañarme, iré solo -dijo rápidamente Ignacio, soltando de golpe todas las palabras por miedo a no animarse a decir ninguna.

 

-No -contesto simplemente Ernesto.

 

-Pero porque no, si no vas hacer nada, además no tendrás que soportarme...

 

-Porque lo he dicho yo, no vas a ir es peligroso -dijo Ernesto mientras cortaba la cebolla sin darle mayor importancia a la petición del joven.

 

-Que tú seas un viejo amargado no significa que yo también deba serlo -grito con altanería el niño.

 

-Primero que todo me respetas y segundo le vas bajando al tonito.

 

-Y si no que, que seas un idiota resentido por la muerte de la puta de su esposa no es mi... -Ignacio no alcanzo a terminar la frase cuando vio que el hombre se acercó hasta el furioso y lo jalo del brazo, el niño entro en pánico empezando a temer lo peor arrepintiéndose de sus palabras pero sobre todo de haber estropeado nuevamente las cosas, el pasado se apodero de su mente y revivió viejas heridas...

 

-Tienes la culpa de todo lo que te pasa -acuso duramente su conciencia.

 

Lo siguiente paso muy rápido, cuando menos se dio cuenta el joven se encontró boca abajo en las rodillas de Ernesto.

 

PLAS, PLAS, PLAS

 

Cayeron las primeras tres nalgadas con demasiada fuerza.

 

-Auuu, pareee -suplico el niño.

 

Y eso basto para que Ernesto se diese cuenta de lo que estaba haciendo, estaba furioso por las palabras del joven, pero algo en su interior lo hizo recapacitar y darse cuenta que era tan solo un niño el que tenía a su cargo y necesitaba su guía.

 

Plas, plas, plas

 

Las siguientes tres cayeron con menos fuerza pero no por eso dejaron de doler.

 

Plas, plas, plas

 

-Auuu, dueleeeee

 

Ernesto ya no estaba enojado, en cambio sentía algo extraño, algo similar al dolor de ver sufrir a alguien que aprecias...

 

Plas, plas, plas

 

-Auuuu, no más por favor snif.

 

Plas, plas, plas

 

-Por más que estemos enojados, no debemos faltar al respeto.

 

Plas, plas, plas

 

-Auuu, lo siento... yo... yo solo quería snif una navidad feliz snif

 

-Idiota, como se te ocurre tratar así al niño, no recuerdas su expediente... -le recrimino la conciencia a Ernesto y por primera vez el hombre cayo en cuenta de la vulnerabilidad y necesidad de afecto de esa personita que había albergado en su casa, la cual solía mostrarse como un niño fuerte e indiferente.

 

Odiándose así mismo le dio las ultimas tres palmadas.

 

Plas, plas, plas.

 

Cuando el hombre termino de castigar a niño, se quedó por un momento acariciándole la espalda mientras se sentía miserable, no solo por haberlo hecho llorar sino por haber sido siempre tan distante con Ignacio.

 

-Has terminado de pegarme? -pregunto el niño con esa vocecita indiferente que el tanto conocía, esa que se esforzaba por esconder lo roto que  estaba y el temor que ahora albergaba.

 

-Si... -el hombre quería decirle tantas cosas pero las palabras simplemente no salieron.

 

-Me voy a la habitación -dijo el Ignacio parándose bruscamente del regazo del hombre para luego salir corriendo, en ese momento Ernesto cayo en cuenta que el niño nunca decía "mi habitación" "mi casa" "mis cosas", en cambio utilizaba los pronombres el, la, los, las, dándose cuenta que el joven no se sentía en casa, no tenía sentido de pertenencia y de una u otra forma le dolió.

 

-Que carajos has hecho todo este tiempo -le susurro su conciencia.

 

Sintiéndose culpable Ernesto paso unos instantes recriminándose, la vida le había dado a él la oportunidad que su esposa tanto anhelaba y  que a ella se le fue negada y él estaba ahí no solo desaprovechándola sino haciéndole daño con su indiferencia a un pequeño inocente.

 

Subió las escaleras indeciso, se dirigió al cuarto del menor y se apoyó en la puerta para reunir el valor que necesitaba para hablar con el joven y en cierto modo disculparse, pero nada lo preparo para escucharlo llorar con tanto dolor, así que sin sentirse listo abrió la puerta y se apresuró a sentarse al lado del niño.

 

No era la primera vez que Ernesto escuchaba llorar al joven sin embargo era la primera vez que él era causante de ese llanto, varias noches se había despertado por los gritos y lloros producto de las pesadillas que atormentaban a Ignacio y por inercia se dirigía al cuarto del niño, se sentaba a su lado y le acariciaba el pelo en silencio, no entendía porque se levantaba a consolarlo, pero algo lo motivaba a hacerlo y no dejarlo llorar en soledad, quizás porque él conocía el dolor de llorar sin que nadie este a tu lado.

 

Esta vez también se sentó a su lado y empezó a acariciarle el pelo, el niño al principio intento alejarse, pero luego  dejo de hacerlo, ya no tenia fuerzas para nada, estaba cansado de soportar, se sentía tan débil, tan roto, tan solo, que decidió rendirse esta vez no lucharía, simplemente aceptaría su destino, si tenía que volver a pasar nuevamente por lo mismo, estaba decidido a hacerlo con la mayor dignidad posible, estaba tan seguro que el hombre había entrado a la habitación dispuesto a continuar golpeándolo, que cuando sintió que Ernesto le acariciaba con suavidad, su llanto aumento aún más, le dolían más la caricias que los golpes porque esas le recordaban que a nadie lo querría, él no lo merecía o eso era lo que pensaba el niño.

 

Ernesto al darse cuenta que el llanto del menor iba en aumento empezó a alarmarse.

 

-le habré hecho daño? -se preguntaba una y otra vez.

 

-No, solo fueron un par de nalgadas, seguro le duele y mucho pero no lo he lastimado, no lo pude haber hecho -se respondía así mismo, intentando auto convencerse que el niño estaba bien pero una parte del sabía que ese llanto no era normal.

 

-Shuuuu, ya hijo, no llores mas, te hará mal -dijo el hombre mientras acariciaba la espalda del joven, estaba tan preocupado por el llanto que no fue consciente de sus palabras.

 

Pero lejos de lograr que el niño se calmara obtuvo el efecto contrario provocando que el Ignacio se atorara con su propio llanto y empezara a toser de forma desesperada, rápidamente Ernesto lo ayudo a sentarse y cuando su mirada se encontró con la del chico tuvo claro lo que debía hacer, eran los mismos ojos de aquella noche, tan rojos por el llanto los cuales transmitían tanto dolor y miedo.

 

Noches atrás Ernesto se despertó por el llanto del niño y camino entre dormido a su habitación, entro, se sentó a su lado, y empezó acariciar con suavidad esa pequeña cabecita, esperando que en algún momento en esa habitación volviese a reinar el silencio, sin embargo la intensidad del llanto le advirtió que esa noche seria larga, en un momento el niño se giró y se quedó viéndolo fijamente y el hombre sintió una sensación extraña similar al dolor.

 

-Snif snif te puedo pedir snif un favor, snif solo sera por esta vez snif -dijo Ignacio en medio del llanto, se sentía tan solo que al menos por esa noche necesitaba sentir el calor humano.

 

-Sí, dime -se apresuró a contestar Ernesto

 

-Snif me puedes snif dar un abrazo, por favor buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

 

El hombre sin dudarlo lo levanto de la cama y lo acerco a su pecho, abrazándolo con fuerza sin omitir palabra y dejo que el niño llora por un buen rato hasta que se quedara dormido, sintiéndose extraño se quedó esa noche vigilando sus sueños para luego terminar durmiéndose a su lado, a la mañana siguiente intento hablar con el niño para averiguar qué era eso que tanto lo atormentaba pero no obtuvo respuestas y desde aquel episodio el Ignacio se había comportado aún más distante.

 

Lo que no sabía Ernesto es que el niño lo evitaba para impedir encariñarse más con él, aquella noche se había sentido tan seguro en esos brazos, que él solo recordarlo dolía, Ignacio estaba intentando protegerse para no volver a abrir su corazón y estaba asustado, demasiado asustado porque sentía que de a poco se iba acostumbrando a ese hombre y a su indiferencia, por dentro sentía una necesidad enorme de acercarse a él y temía tanto que si lo hacía Ernesto lo rechazaría y hasta abandonaría que se esforzaba a diario por ser igual o más distante que el hombre, pero por dentro se estaba resquebrajando y cada vez se sentía más vació.

 

El hombre recordó esos ojos y supo que lo que el niño necesitaba en ese momento era un abrazo, lo alzo y lo sentó sobre su regazo para luego abrazarlo con fuerza, Ignacio se sentía perdido sin embargo se aferró a eso brazos y esa sensación de sentirse protegido lo ayudo a volver a respirar.

 

-Eso es hijo respira, hazlo con papá, inhala, exhala -dijo Ernesto con suavidad, pero el peso de sus palabras cayeron sobre  sus hombros, dándose cuenta que había hablado de mas pero sintió que ya no había marcha atrás, comprendiendo que el niño y él se necesitaban mutuamente.

 

-No soy tu hijo snif -se animó a decir Ignacio después de haber llorado por unos minutos en los brazos del hombre, en su voz no había enojo ni reproche sino una enorme tristeza.

 

-Para mí lo eres, hijo -dijo el Ernesto con ternura mientras le acariciaba la espalda.

 

-De verdad lo sientes  snif -pregunto el niño separándose un poquito del hombre y viéndolo fijamente intentando comprobar que este fuese sincero.

 

-De verdad Nacho, de verdad hijo, yo... - Ernesto iba a continuar hablando cuando sintió que el niño se aferraba con fuerza a sus brazos y nuevamente empezaba a llorar, el hombre no entendía nada pero supo que debía sostenerlo con fuerza y guardar silencio.

 

-Me pegaste -le recrimino después de un rato el niño.

 

-No, Nacho te castigue porque me faltaste al respeto, y lo haré siempre que te portes mal pero jamas te haré daño, óyeme bien jamás te lastimare hijo.

 

-Lo prometes -le pregunto Ignacio con ojos suplicantes.

 

-Te lo prometo, jamás te lastimare, jamás.

 

Ignacio se sintió seguro y decidió darle un voto de confianza al hombre, sin embargo la culpa empezó a atormentarlo.

 

-Yo lo siento snif, no debí decirte eso y menos hablar mal de tu esposa, me perdonas.

 

-Ya lo he hecho pequeño, después de un castigo todo esta perdonado y olvidado -dijo Ernesto para luego besar por primera vez la frente del niño, recién había descubierto lo mucho que Ignacio necesitaba muestras de afecto y el estaba dispuesto a llenarlo de cariño.

 

-Yo también te debo una disculpa Nacho -y el niño lo vio sorprendido, los adultos no solían disculparse con el -te debí haber explicado porque no te daba permiso, sabes no es seguro que un chico valla solo a un lugar donde va a ver tanta gente y menos si ese evento va hacer en plena noche, es peligroso que estés solo en la calle hasta la madrugada.

 

-Lo siento... yo solo quería...

 

-Se lo que querías Nacho, si me fueses dicho que te acompañara tal vez lo fuera pensado.

 

-Pero... -el niño quería decirle tantas cosas pero aún no se animaba, le quería confesar que ese era su plan inicial pero no quería que el hombre se sintiera obligado a acompañarlo, no quería ser una carga, temía tanto que se negara a compartir esa noche con el que simplemente lo había descartado -pero tu dijiste que no había nada que celebrar, yo... yo no quería molestarte -fue lo único que se animó a decir y con eso basto para que Ernesto se sintiera culpable.

 

-Me equivoque hijo, es nuestra primera navidad juntos hay mucho que celebrar, quieres que vayamos juntos al concierto.

 

-No -dijo el niño de inmediato, por culpa de esa idea había insultado a Ernesto y por el mismo motivo este le había pegado, definitivamente no quería ir a ese concierto.

 

-Pero... pero podemos hacer algo juntos -dijo con timidez Ignacio.

 

-Claro que sí, que te gustaría hacer hijo.

 

-No sé -dijo el niño para luego aferrarse a los brazos del hombre ese era el lugar donde quería pasar navidad, junto a su padre




1 comentario:

  1. Ooooh menos mal que al final los dos se dieran cuenta que se necesitaban uno al otro, gracias por este regalito

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