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Un corto navideño
Autora: Katy
Este pequeño corto navideño está dedicado a Terry, primero que todo le quería felicitar por animarse a crear este blog que de a poquito va llenándose de visitas y nos permite plasmar en el nuestras ideas, por otra parte desearte mucha alegría en las fiestas y un 2021 lleno de buenos momentos y porque no de muchas historias por publicar... felicidadessss
Otro
24 de diciembre donde prácticamente todo se paraliza y se convierte en alegría
y celebración, donde se olvidan los problemas y todos se desviven por comprar
regalos hasta dejar la tarjeta en rojo, donde se da y se recibe, pero sobre
todo se compra y se gasta para convertir una noche en un motivo de gran
festejo, donde las grandes familias se reúnen y fingen unidad mientras a diario
no hacen más que pelear, donde la
hipocresía y las apariencias son los invitados especiales y a media noche todos
brindan saboreando por un momento la falsa felicidad, ilusos como si con eso
sus estúpidas vidas se volviesen significantes -pensaba Ernesto mientras
preparaba el almuerzo.
Ernesto
ese año lo había perdido todo, porque para él su esposa lo era todo, era su
amiga, su amor, su vida, y el maldito cáncer en un pestañear de ojos se la
había arrebatado, Mery era la única persona que había logrado atravesar sus
escudos y romper las corazas que rodeaban su corazón, y con su muerte él había
quedado totalmente abatido y solo, solo en esa tierra extranjera que había
convertido en su hogar gracias a su esposa, no contaba con mas familia que ella
y después de 19 años de despertar al lado de su amor despertar solo dolía
demasiado.
Aunque
en realidad no estaba solo y eso para él era peor, después de 9 años de espera
el sistema lo había considerado apto para ser padre adoptivo, que ironías de la
vida, el vio morir a su esposa sin poderle cumplir aquel sueño que ella tanto
anhelaba, ser madre, si alguien merecía serlo era ella pero genéticamente se le
fue negado ese derecho, cada tratamiento que realizaron fallo y cuando se
cansaron de intentarlo y ella se sintió lista para ser madre de una forma
distinta, su deseo fue a hacer cola a una larga fila de espera, fueron tantas
veces las que fueron al juzgado y tantas veces las que regresaron con las manos
vacías, cambiaron una y otra vez su disponibilidad adoptiva, primero seleccionaron
bebes hasta 2 años, luego hasta 5, después hasta 8 y la última vez que lo
hicieron fue tres meses antes de ser Mery diagnosticada de cáncer esta vez con
un rango de edad de 6 a 14 años, la mujer había convencido a Ernesto de que ya
les había pasado el tiempo para cambiar pañales argumentando que a sus 43 y 45
no podrían seguirle el ritmo a un bebe pero en verdad ambos sabían que se
estaban jugando su última ficha.
Ernesto
por su parte no añoraba tanto como Mary ser padre, siempre la apoyo y acompaño,
pero lo hacía porque sabía lo mucho que para ella significaba ser madre y por
ese amor loco que sentía por su esposa, él pensaba que cuando tuviese a su bebé
en brazos sentiría ese amor de padre del que todos hablaban y cuando Mery le
contó de la adopción se auto convenció de lo mismo y de la suerte que tenia de
no soportar a su esposa durante el embarazo, sin vómitos, sin antojos, sin mal
humor y sobre todo sin verla sufrir y luego fue sumándole ventajas sin llantos
a media noche, sin tener que darle el biberón, sin cambiar pañales, sin... sin
tantas cosas típicas de niño, esas que el tanto detestaba, el no comprendía a
su esposa, para el con tenerla a su lado le bastaba para ser feliz para que
sumarle a la ecuación un niño insufrible, pero siempre se calló para si sus
pensamientos y en broma de esas que tanta verdad esconden siempre decía que
donde manda capitán no manda marinero.
Después
de 5 meses de la muerte de su esposa un día a las 9 de la mañana recibió una
llamada del juzgado, había contestado tantas de esas que respondió lo mismo -sí,
mañana puntualmente asistiremos -y luego cayó en cuenta que ya no existían un
ellos, que estaba solo y su amor se había ido sin poder ser madre, la
impotencia y el dolor se apoderaron de él y termino con la pantalla de su
celular rota, tuvo tantas ganas de llamar y cancelar la reunión, ganas no le
faltaron para cantarles sus cuatro verdades y luego mandarlos a todos a la
mierda, porque para Ernesto el sistema había destruido los sueños de su esposa,
la habían privado de la oportunidad de llenar de amor a un niño como ella tanto
anhelaba hacerlo.
Pese
a todo lo que el hombre sentía, se presentó al juzgado, comunico de su nueva
situación, le leyeron el expediente del niño y narraron por encima las
situaciones que este había tenido que soportar y luego accedió al encuentro con
Ignacio de 12 años, pensando que sería una visita mas, después de unos días le
informarían que el niño fue asignado a otra familia y el seguiría con su vida
como tantas veces su esposa había tenido que hacer pero al contrario de ella el
no sufriría.
Cuando
vio al niño por primera vez algo en sus ojos le llamaron la atención quizás el
dolor mezclado con la indiferencia que estos reflejaban pero simplemente lo
dejo pasar y cuando la asistente social lo dejo a solas con el joven el
simplemente se ignoraron mutuamente, esa vez fue tan distinta a las otras
visitas donde el junto a su esposa se esforzaban por agradar a los distintos
niños y viceversa, esta vez él se ahorraría el esfuerzo, solo lo vería ese día
para que gastar saliva se decía así mismo.
La
sorpresa se la llevo el hombre el día siguiente cuando lo llamaron para
coordinar un segundo encuentro y luego un tercero, un cuarto, un quinto y hasta
un sexto, Ernesto no cabía del asombro mientras maldecía que Mery no estuviese
a su lado, ella fuese sido tan feliz, pensaba una y otra vez mientras le
recriminaba a la vida lo injusta que era, ella merecía ser madre el en cambio
no, en cada encuentro ambos se habían mantenido distantes, caminaban en silencio
por el lugar que el hombre elegía para la visita y después de unas horas dejaba
al niño en la casa hogar, no sabía porque lo seguían llamando ni porque él
nunca se negaba, pero si se había dado cuenta que cuando llegaban al hogar el
rostro del joven cambiaba fingiendo felicidad y siempre que una de las
trabajadoras le preguntaba a Ignacio como la había pasado este decía que había
sido genial, increíble, divertido u otra palabra alejada de la realidad.
En
el sexto encuentro Ignacio decidió romper el silencio, entre idas y venidas el
llevaba 6 años en el sistema de acogida y había descubierto cómo funcionaban
las cosas y sentía que era hora de dar el siguiente paso, de arrojarse al
vació, solo le rogaba a la vida no estar equivocándose nuevamente.
-Quieres que yo sea tu
hijo?
-pregunto el joven intentando sonar lo mas indiferente posible mientras sentía
que su corazón latía a mil por hora.
-ehhh... No... -respondió Ernesto
confundido ante tal pregunta pero decidiendo que lo mejor era ser sincero con
el niño para no crear falsas expectativas en este.
-Bien, yo tampoco quiero
que seas mi padre -respondió con frialdad Ignacio.
Ernesto
se sintió aliviado, estaba seguro que ese sería el último encuentro con el
joven y se sintió tranquilo al saber que ninguno de los dos se había
involucrado, lo que no vio fue que a Ignacio se le había escapado una lágrima
silenciosa.
Nuevamente
el destino sorprendió a Ernesto cuando al día siguiente recibió una llamada de
la asistente social.
-Joder, otra visita a que
juega este niño, si está claro que ninguno de los dos quiere esto -pensó el hombre.
Pero
su sorpresa fue mayor cuando esta le notifico que Ignacio había manifestado que
se quería ir a vivir con él, que el proceso estaba bien encaminado y si él
estaba de acuerdo el juez estaba a dispuesto a darle la adopción del menor, sin
entender la razones por las que actuaba se dirigió al juzgado y firmo la
adopción de Ignacio y tres horas después, estaba nuevamente en la puerta de la
casa hogar.
Cuando
se encontró con el niño, este por primera vez sonrió sinceramente, Ignacio
tenia tanto miedo que el hombre se negara a adoptarlo que realmente sintió
alegría al verlo, pero Ernesto creyó que nuevamente el niño estaba fingiendo ya
que se encontraban junto a la trabajadora social, ya en el auto regreso la
actitud indiferente de Ignacio y en casa Ernesto se encargó de dejarle las
reglas bien claras las cuales se resumían en obedecerle y mantenerse lo más
alejado de él.
Desde
la adopción del menor ya habían pasado dos meses en los cuales tanto Ignacio
como Ernesto habían esforzado en evitarse, solo compartían en la mesa a la hora
de las comidas y ese era todo su trato, habían tenido uno que otro desacuerdo
donde Ignacio había estado a punto de cruzar la línea de la insolencia con sus
respuestas cortantes, sin embargo el hombre se había llenado de paciencia y se
lo había dejado pasar, pues Ernesto era consciente de los cambios que el joven
estaba teniendo que afrontar y en el fondo siempre había pensado que el
comportamiento del niño sería peor.
En
pleno 24 de diciembre su pacto de silencio seguía vigente y mientras Ernesto
cocinaba repudiando con todas sus fuerzas la navidad e irónicamente añorando
poder compartir con su difunta esposa ese día, Ignacio se encontraba a unos
metros de distancia del hombre armándose de valor para hablarle.
-Vas a hacer algo por
navidad?
-pregunto el niño con timidez
-No, no hay nada que
celebrar
-respondió Ernesto con más dureza de la que fuese deseado producto de su enojo
no con el niño sino con la vida.
-Puedo ir al concierto que
dan por navidad, la entrada es gratuita y no tienes que acompañarme, iré solo -dijo rápidamente Ignacio,
soltando de golpe todas las palabras por miedo a no animarse a decir ninguna.
-No -contesto simplemente
Ernesto.
-Pero porque no, si no vas
hacer nada, además no tendrás que soportarme...
-Porque
lo he dicho yo, no vas a ir es peligroso -dijo Ernesto mientras cortaba la
cebolla sin darle mayor importancia a la petición del joven.
-Que tú seas un viejo
amargado no significa que yo también deba serlo -grito con altanería el niño.
-Primero que todo me
respetas y segundo le vas bajando al tonito.
-Y si no que, que seas un
idiota resentido por la muerte de la puta de su esposa no es mi... -Ignacio no alcanzo a
terminar la frase cuando vio que el hombre se acercó hasta el furioso y lo jalo
del brazo, el niño entro en pánico empezando a temer lo peor arrepintiéndose de
sus palabras pero sobre todo de haber estropeado nuevamente las cosas, el
pasado se apodero de su mente y revivió viejas heridas...
-Tienes la culpa de todo
lo que te pasa -acuso duramente su conciencia.
Lo
siguiente paso muy rápido, cuando menos se dio cuenta el joven se encontró boca
abajo en las rodillas de Ernesto.
PLAS, PLAS, PLAS
Cayeron
las primeras tres nalgadas con demasiada fuerza.
-Auuu, pareee -suplico el niño.
Y
eso basto para que Ernesto se diese cuenta de lo que estaba haciendo, estaba
furioso por las palabras del joven, pero algo en su interior lo hizo
recapacitar y darse cuenta que era tan solo un niño el que tenía a su cargo y
necesitaba su guía.
Plas, plas, plas
Las
siguientes tres cayeron con menos fuerza pero no por eso dejaron de doler.
Plas, plas, plas
-Auuu, dueleeeee
Ernesto
ya no estaba enojado, en cambio sentía algo extraño, algo similar al dolor de
ver sufrir a alguien que aprecias...
Plas, plas, plas
-Auuuu, no más por favor
snif.
Plas, plas, plas
-Por más que estemos
enojados, no debemos faltar al respeto.
Plas, plas, plas
-Auuu, lo siento... yo...
yo solo quería snif una navidad feliz snif
-Idiota,
como se te ocurre tratar así al niño, no recuerdas su expediente... -le
recrimino la conciencia a Ernesto y por primera vez el hombre cayo en cuenta de
la vulnerabilidad y necesidad de afecto de esa personita que había albergado en
su casa, la cual solía mostrarse como un niño fuerte e indiferente.
Odiándose
así mismo le dio las ultimas tres palmadas.
Plas, plas, plas.
Cuando
el hombre termino de castigar a niño, se quedó por un momento acariciándole la
espalda mientras se sentía miserable, no solo por haberlo hecho llorar sino por
haber sido siempre tan distante con Ignacio.
-Has terminado de pegarme? -pregunto el niño con esa
vocecita indiferente que el tanto conocía, esa que se esforzaba por esconder lo
roto que estaba y el temor que ahora
albergaba.
-Si... -el hombre quería decirle
tantas cosas pero las palabras simplemente no salieron.
-Me voy a la habitación -dijo el Ignacio parándose
bruscamente del regazo del hombre para luego salir corriendo, en ese momento
Ernesto cayo en cuenta que el niño nunca decía "mi habitación"
"mi casa" "mis cosas", en cambio utilizaba los pronombres
el, la, los, las, dándose cuenta que el joven no se sentía en casa, no tenía
sentido de pertenencia y de una u otra forma le dolió.
-Que carajos has hecho
todo este tiempo -le susurro su conciencia.
Sintiéndose
culpable Ernesto paso unos instantes recriminándose, la vida le había dado a él
la oportunidad que su esposa tanto anhelaba y
que a ella se le fue negada y él estaba ahí no solo desaprovechándola
sino haciéndole daño con su indiferencia a un pequeño inocente.
Subió
las escaleras indeciso, se dirigió al cuarto del menor y se apoyó en la puerta
para reunir el valor que necesitaba para hablar con el joven y en cierto modo
disculparse, pero nada lo preparo para escucharlo llorar con tanto dolor, así
que sin sentirse listo abrió la puerta y se apresuró a sentarse al lado del
niño.
No
era la primera vez que Ernesto escuchaba llorar al joven sin embargo era la
primera vez que él era causante de ese llanto, varias noches se había
despertado por los gritos y lloros producto de las pesadillas que atormentaban
a Ignacio y por inercia se dirigía al cuarto del niño, se sentaba a su lado y
le acariciaba el pelo en silencio, no entendía porque se levantaba a
consolarlo, pero algo lo motivaba a hacerlo y no dejarlo llorar en soledad,
quizás porque él conocía el dolor de llorar sin que nadie este a tu lado.
Esta
vez también se sentó a su lado y empezó a acariciarle el pelo, el niño al
principio intento alejarse, pero luego
dejo de hacerlo, ya no tenia fuerzas para nada, estaba cansado de
soportar, se sentía tan débil, tan roto, tan solo, que decidió rendirse esta
vez no lucharía, simplemente aceptaría su destino, si tenía que volver a pasar
nuevamente por lo mismo, estaba decidido a hacerlo con la mayor dignidad
posible, estaba tan seguro que el hombre había entrado a la habitación
dispuesto a continuar golpeándolo, que cuando sintió que Ernesto le acariciaba
con suavidad, su llanto aumento aún más, le dolían más la caricias que los
golpes porque esas le recordaban que a nadie lo querría, él no lo merecía o eso
era lo que pensaba el niño.
Ernesto
al darse cuenta que el llanto del menor iba en aumento empezó a alarmarse.
-le
habré hecho daño? -se preguntaba una y otra vez.
-No,
solo fueron un par de nalgadas, seguro le duele y mucho pero no lo he
lastimado, no lo pude haber hecho -se respondía así mismo, intentando auto
convencerse que el niño estaba bien pero una parte del sabía que ese llanto no
era normal.
-Shuuuu, ya hijo, no
llores mas, te hará mal -dijo el hombre mientras acariciaba la espalda del joven,
estaba tan preocupado por el llanto que no fue consciente de sus palabras.
Pero
lejos de lograr que el niño se calmara obtuvo el efecto contrario provocando
que el Ignacio se atorara con su propio llanto y empezara a toser de forma
desesperada, rápidamente Ernesto lo ayudo a sentarse y cuando su mirada se
encontró con la del chico tuvo claro lo que debía hacer, eran los mismos ojos
de aquella noche, tan rojos por el llanto los cuales transmitían tanto dolor y
miedo.
Noches
atrás Ernesto se despertó por el llanto del niño y camino entre dormido a su
habitación, entro, se sentó a su lado, y empezó acariciar con suavidad esa
pequeña cabecita, esperando que en algún momento en esa habitación volviese a
reinar el silencio, sin embargo la intensidad del llanto le advirtió que esa
noche seria larga, en un momento el niño se giró y se quedó viéndolo fijamente
y el hombre sintió una sensación extraña similar al dolor.
-Snif snif te puedo pedir
snif un favor, snif solo sera por esta vez snif -dijo Ignacio en medio del llanto,
se sentía tan solo que al menos por esa noche necesitaba sentir el calor
humano.
-Sí, dime -se apresuró a contestar
Ernesto
-Snif me puedes snif dar
un abrazo, por favor buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
El
hombre sin dudarlo lo levanto de la cama y lo acerco a su pecho, abrazándolo
con fuerza sin omitir palabra y dejo que el niño llora por un buen rato hasta
que se quedara dormido, sintiéndose extraño se quedó esa noche vigilando sus
sueños para luego terminar durmiéndose a su lado, a la mañana siguiente intento
hablar con el niño para averiguar qué era eso que tanto lo atormentaba pero no
obtuvo respuestas y desde aquel episodio el Ignacio se había comportado aún más
distante.
Lo
que no sabía Ernesto es que el niño lo evitaba para impedir encariñarse más con
él, aquella noche se había sentido tan seguro en esos brazos, que él solo
recordarlo dolía, Ignacio estaba intentando protegerse para no volver a abrir
su corazón y estaba asustado, demasiado asustado porque sentía que de a poco se
iba acostumbrando a ese hombre y a su indiferencia, por dentro sentía una
necesidad enorme de acercarse a él y temía tanto que si lo hacía Ernesto lo
rechazaría y hasta abandonaría que se esforzaba a diario por ser igual o más
distante que el hombre, pero por dentro se estaba resquebrajando y cada vez se
sentía más vació.
El
hombre recordó esos ojos y supo que lo que el niño necesitaba en ese momento
era un abrazo, lo alzo y lo sentó sobre su regazo para luego abrazarlo con
fuerza, Ignacio se sentía perdido sin embargo se aferró a eso brazos y esa
sensación de sentirse protegido lo ayudo a volver a respirar.
-Eso es hijo respira,
hazlo con papá, inhala, exhala -dijo Ernesto con suavidad, pero el peso de sus palabras
cayeron sobre sus hombros, dándose
cuenta que había hablado de mas pero sintió que ya no había marcha atrás,
comprendiendo que el niño y él se necesitaban mutuamente.
-No soy tu hijo snif -se animó a decir Ignacio
después de haber llorado por unos minutos en los brazos del hombre, en su voz
no había enojo ni reproche sino una enorme tristeza.
-Para mí lo eres, hijo -dijo el Ernesto con ternura
mientras le acariciaba la espalda.
-De verdad lo sientes snif -pregunto el niño separándose un
poquito del hombre y viéndolo fijamente intentando comprobar que este fuese
sincero.
-De verdad Nacho, de
verdad hijo, yo... - Ernesto iba a continuar hablando cuando sintió que el niño se aferraba
con fuerza a sus brazos y nuevamente empezaba a llorar, el hombre no entendía
nada pero supo que debía sostenerlo con fuerza y guardar silencio.
-Me pegaste -le recrimino después de un
rato el niño.
-No, Nacho te castigue
porque me faltaste al respeto, y lo haré siempre que te portes mal pero jamas
te haré daño, óyeme bien jamás te lastimare hijo.
-Lo prometes -le pregunto Ignacio con
ojos suplicantes.
-Te lo prometo, jamás te
lastimare, jamás.
Ignacio
se sintió seguro y decidió darle un voto de confianza al hombre, sin embargo la
culpa empezó a atormentarlo.
-Yo lo siento snif, no
debí decirte eso y menos hablar mal de tu esposa, me perdonas.
-Ya lo he hecho pequeño,
después de un castigo todo esta perdonado y olvidado -dijo Ernesto para luego besar por
primera vez la frente del niño, recién había descubierto lo mucho que Ignacio
necesitaba muestras de afecto y el estaba dispuesto a llenarlo de cariño.
-Yo también te debo una
disculpa Nacho -y el niño lo vio sorprendido, los adultos no solían disculparse con el -te debí haber
explicado porque no te daba permiso, sabes no es seguro que un chico valla solo
a un lugar donde va a ver tanta gente y menos si ese evento va hacer en plena
noche, es peligroso que estés solo en la calle hasta la madrugada.
-Lo siento... yo solo
quería...
-Se lo que querías Nacho,
si me fueses dicho que te acompañara tal vez lo fuera pensado.
-Pero... -el niño quería decirle
tantas cosas pero aún no se animaba, le quería confesar que ese era su plan
inicial pero no quería que el hombre se sintiera obligado a acompañarlo, no
quería ser una carga, temía tanto que se negara a compartir esa noche con el
que simplemente lo había descartado -pero tu dijiste que no había nada que celebrar, yo... yo no
quería molestarte -fue lo único que se animó a decir y con eso basto
para que Ernesto se sintiera culpable.
-Me equivoque hijo, es
nuestra primera navidad juntos hay mucho que celebrar, quieres que vayamos
juntos al concierto.
-No -dijo el niño de inmediato,
por culpa de esa idea había insultado a Ernesto y por el mismo motivo este le
había pegado, definitivamente no quería ir a ese concierto.
-Pero... pero podemos
hacer algo juntos -dijo con timidez Ignacio.
-Claro que sí, que te
gustaría hacer hijo.
-No sé -dijo el niño para
luego aferrarse a los brazos del hombre ese era el lugar donde quería pasar
navidad, junto a su padre
Ooooh menos mal que al final los dos se dieran cuenta que se necesitaban uno al otro, gracias por este regalito
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