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Segundas 0'portunidades
Autora: Gabi
Capítulo 23, Papá de verdad.
“Un poco mas a la derecha, mejor.”
Con un gruñido por el peso, Dante y yo obedecimos las ordenes de
Meghan, quien cargaba a su bebe en brazos, quien ya podía sentarse con un poco
de ayuda y nos miraba atentamente.
Pusimos aquel mueble de madera donde ella deseaba, intercambiando
miradas con Dante y esperando que estuviera satisfecha.
“Gaabrieeel!” El tono quejumbroso de Logan tomo toda nuestra atención, venía con
su ceño fruncido y un leve puchero que, a mis ojos, lo hacía ver adorable. “Lautaro insiste en cargar unas
cajas que dicen frágil.” Acuso, cruzándose de brazos.
Dante fue el primero en salir corriendo por la puerta, mientras
que yo solo suspiré y asentí, antes de ir tras mi amigo a ver en que lio se
metía mi hijo.
Hijo. Esta última palabra esa palabra tenía una nueva connotación.
Había decidido, sin embargo, no decirle nada a los niños todavía. Los únicos
que sabíamos eran, en realidad, Henry, Anna, Paula y yo.
Pensaba hablar con Melissa y Michael este fin de semana.
No quería decir nada hasta completar los papeles de Daniel y
Logan. Por una parte, Paula había empezado a buscar al padre de Logan. No había
mantenido contacto por obvias razones, pero tenían amigos y conocidos mutuos.
Después de todo, habían crecido juntos.
Por otra parte, el encuentro entre Daniel y Theodore me había dado
muchos días de tensión.
Después de aquella ocupada mañana, tanto Henry como Weston me
habían dicho que lo mejor era contactar con los padres biológicos y ver que
renunciaran a sus derechos como padres legales, aunque no estuvieran en ningún
papel. Lo mejor era no tener ningún cabo suelto.
No le dijimos a Weston los orígenes de Daniel, pero sabía bien
dónde encontrarlo y quien era, por lo que, siguiendo los consejos de Henry,
acordamos con Theodore que podría conocer al niño el sábado por la tarde.
Paula iría con nosotros, llevándose a Lautaro y a Logan en puntos
clave para que Daniel pudiera hablar con Theodore bajo mi atenta supervisión.
Lo que había olvidado por completo era que Dante y Meghan se mudarían ese mismo
sábado y habían pedido mi ayuda.
Ahora nos encontrábamos bajando cajas y muebles del camión para
luego ir al parque y encontrarnos con Theodore.
Llegamos donde estaban los niños. Habian ciertas cajas, que tenían
juguetes y otras cosas no pesadas que les habíamos dicho podían mover, aunque
Logan había insistido que él podría con otras cajas más pesadas.
Me percate que poco faltaba para que ambos hermanos mayores se
liaran a golpes, así que me apresure para intervenir antes de tener que empezar
a repartir castigos.
“¿Que sucede?” Pregunte, quitándole a Lautaro la caja que Logan había estado
tratando de arrebatar. Esperaba que nada estuviera quebrado.
“Yo también quiero ayudar!” Me dijo el niño con un gran
puchero.
Dante bufo divertido, palmeando mi espalda. “Me alegra que Susan todavía no
sepa hablar.” Con esas palabras, simplemente tomo la caja y camino para adentro,
dejándome a mí con dos niños dispuestos a pelear, ya que ambos niños habían
empezado a gritar.
“No puedes, ¡tonto!” Le reclamo Logan.
“Tú eres el tonto!” Le grito Lautaro, “¡Yo puedo hacerlo!”
Suspire, sabiendo que Logan tenía la razón. “Lautaro, hijo,” Hable, tratando de calmarle,
poniendo mis manos sobre sus hombros, “Claro que puedes ayudar,” La cara de Lautaro se ilumino,
viendo a Logan con desdén, “Pero con las cajas más pequeñas que te había dicho antes,” y esta vez fue Logan que lo
vio con desdén.
“¡Pero no es justooo!” Lloriqueo, viendo las cajas. Esperaba tener el
mismo pleito dentro de un par de años, cuando se sabía que los adolescentes
rehusaban ayudar. “¡Yo también soy fuerte!”
“¡No lo eres!”
“¡LOGAN!” Aunque traté que mi tono no fuera tan fuerte, sé que sonó más como
un grito molesto, y fue suficiente para que ambos dejaran su peleíta, y para
que me impacientara aún más. Lo achacaría al estrés de llevar a Daniel con su
donador de esperma esa tarde horas más despues. “Basta ya, los dos.” Regañe, frunciendo el ceño, “Lautaro, eres fuerte pero
todavía eres un niño. Sea como sea, tu hermano ya es más grande y un
adolescente,” Aunque de adolescente no parece mucho, pensé, “Tu puedes ayudarnos con las
cajas más pequeñas que no digan Frágil, como te había dicho antes.”
Lautaro no dijo nada, aunque su puchero me lo dijo todo. “y tú, Logan, no debes
hablarle así a tu hermano.” Mi tono fue aún más suave que lo que había sido con Lautaro, pero
fue peor recibido.
Logan me fulmino con la mirada, su tamaño podría ser de niño
pequeño, pero su mirada ya gritaba ´hormonas´ por doquier. “Claro,” me dijo con desdén, “Siempre te pones de acuerdo
con ellos, ¿no?”
Antes de poder replicar, tomo una caja algo pequeña y se fue
adentro, dando zancadas a cada paso.
Bien, talvez era un desastre como padre, pero tampoco me iba a
retractar en mi decisión.
Aunque la mañana fue muy movida, pude observar como Logan evitaba
con todo hablar con los demás. Dante pudo sacarle una que otra sonrisa, pero
los demás fuimos ignorados casi en su totalidad, incluso la pequeña Susan fue
ignorada.
“¿Seguro no quieren almorzar con nosotros?” Pregunto Meghan, esperando que
Dante terminara de armar la sillita alta de la bebé para sentarla allí.
“¡Vamos a comer pizza!” Gritó Maggie emocionada, haciendo que los ojos
de Lautaro se agrandaran.
“¡Paaaapaaaá!” Chillo, “¡Yo quiero pizza!”
“Otro día, campeón, por hoy tenemos algo más que hacer.” Dante me vio extrañado, pero
supo no preguntar ni indagar, a lo que le estuve altamente agradecido.
Sin más, encaminé a mis tres pequeños a nuestro auto, tratando de
no inmutarme cuando vi que Logan le daba un leve empujón a Daniel, quien lo vio
feo y solo le saco la lengua.
No fue un empujón fuerte, ni tampoco le haría daño, y tampoco
quería estar todo el tiempo encima de mis hijos con un regaño, pero en cuanto
voltio a verme supo que lo había visto.
“Perdón.” Murmuro, aunque de mala manera.
“No te preocupes.” Le dijo Daniel, tratando de escalar para
subirse al auto a lo que movi a ayudarle, “Mi amigo Pablo me dijo que su
hermano le dijo que cada vez que lo empujaba era porque lo quería. Así deben
tratarse los hermanos.”
“Pues vaya forma.” Le dije sin poder evitarlo, “No es algo que me parezca que
deban hacer.”
Aparentemente dije un chiste, porque Lautaro y Logan solo sonrieron
mientras se ponían su cinturón de seguridad y yo ayudaba a Daniel a colocar el
suyo.
“¿Estas bien, chaparro?” Pregunto Logan, viendo a su hermanito,
haciéndome sonreír. Por más que mi niño se mostrara molesto, se preocupaba por
sus hermanos.
“¡Sip!” Dijo el niño feliz, tomando uno de sus juguetes que tenía en mi
auto.
A partir de allí Logan pareció calmarse, haciéndome a mi sentirme
más tranquilo.
No tardamos tanto en llegar a nuestro destino, y a pesar de que no
había nada de nieve todavía hacia bastante frio. Después de tanto hablar y
buscar, Paula y yo habíamos acordado este era el mejor lugar.
Era lo bastante público para seguridad nuestra, pero al mismo
tiempo era lo suficiente privado para poder tener una conversación privada con
Daniel.
Habían pasado algunas semanas ya desde la última nevada, y con la
rapidez que marzo se acercaba también lo hacia la primavera, aun así estábamos
como a diez grados centígrados. Los niños iban bien abrigados, y aun así podía
ver algo de humo salir de sus boquitas, aunque con la rapidez que competían por
llegar primero a las mesas nadie diría que esto les afectaba.
Tanto era la prisa que Daniel, todavía con la torpeza de los niños
de su edad, tropezó y cayó, pero antes de poder llegar a su lado se levantó y
siguió su carrera tras sus hermanos, inmutándose y mostrándome que no había
golpe alguno.
Deslumbre a Theodore sentado en las mesas. El muchacho se miraba
nervioso, moviendo una de sus piernas arriba y abajo y viendo con ojos grandes
a mis hijos que corrían en su dirección.
Naturalmente, el primero en arribar fue Logan, quien se dirigió a
una de las mesas vacías, viendo a Theodore por un momento antes de dirigir su
atención a Lautaro, quien llegaba de segundo.
Daniel fue el último en llegar, pero a este no pareció importarle,
tomando asiento junto a Lautaro. No preste atención lo que se decían entre
hermanos, seguramente molestándose y mofándose de su rapidez.
“Buen día.” Salude a Theodore, que todavía observaba a mis hijos con total
admiración y algo de temor. Bueno, miraba a uno en específico, al menor de
ellos que estaba arrodillado en la banca sacándole la lengua a Lautaro mientras
Logan reía y Lautaro le devolvía el gesto.
“Señor Bellucini.” Saludo el menor, poniéndose de pie
rápidamente, su respiración un tanto agitada, como si él hubiera sido participe
de la corta carrera de mis niños.
“Paula no tardará en llegar con la comida.” Le dije, sabiendo que en pocos
minutos la mujer estaría con nosotros.
“¿Paula?” Pregunto, los nervios traicionando su voz, que como si fuera un
puberto nuevamente se le quebró, haciéndolo sonar menor de lo que en realidad
era.
“Mi novia.” Le explique, sintiéndome orgulloso de decir aquellas palabras. “Lo mejor es que hablemos a
solas con Daniel, por lo que ella me ayudara a entretener a Logan y Lautaro.” Explique, señalando a los dos
mayores.
“Ya veo. La verdad pensé que-“
“PAAAPPIIII!” El grito de Daniel interrumpió sus palabras, haciéndolo brincar y
agrandar sus ojos con pavor, aunque estos inmediatamente se calmaron cuando mi
pequeño corrió a abrazar mi pierna, un puchero en sus labios. “¡Paapiii! Lautaro no me deja
sentar en la esquina!”
“Daniel, hijo, hay cuatro esquinas. ¿Porque no te sientas en la
que está junto a Logan?” Resolvi, sobándole su cabello. No era la primera vez que tenía que
parar una de esas peleítas sin sentido.
Meses atrás me exasperaba, terminaba perdiendo la paciencia
rápidamente y más de una vez había terminado gritándoles o soltándoles alguna
nalgada. Todavía me pasaba, pero estaba aprendiendo que los niños, en especial
Daniel y Lautaro, peleaban por las cosas más ridículas y sin sentido alguna,
con la particularidad de que tenían rápida y fácil solución.
Ante mis palabras, Daniel ladeo la cabeza, poniendo su dedito
pulgar en la boca y luego de meditarlo asintió, regalándome una pequeña sonrisa
y corriendo junto al mayor de sus hermanos, mientras que Lautaro trataba de
usar sus piernas para evitar que se sentara junto a él.
“Veo que lo mantienen ocupado.” Me dijo Theodore, haciéndome
sonreír.
“No tiene ni idea.” Le dije, señalando con mi mano hacia la mesa.
Con un rápido asentir, el militar aquel me siguió a la mesa, donde una clara
discusión amigable perduraba, pero al verme llegar con un extraño los tres se
callaron.
“Niños,” les dije, dándole una palmadita en la pierna a Lautaro para que le
permitirá sentarse. “Él es un…” Bien, no había pensado como presentarlo, talvez debí haber pensado
más en todos los pequeños detalles.
“Soy un conocido de su padre.” Dijo Theodore, y por alguna
razón, el hecho de que me llamo su padre me lleno de aún más paz. Supe en ese
momento que hacia lo correcto.
Asentí ante sus palabras, al mismo tiempo que me percaté que Paula
venía a lo lejos. Sus ojos me preguntaban si todo estaba bien a lo que le
sonreí, con ella devolviendo mi sonrisa, mientras que los tres pequeños se
levantaban para ayudarle con la canasta y saludarle.
Durante los siguientes minutos nos dedicamos a poner la comida en
la mesa, Paula insistiendo que debíamos comer antes de que se echara a perder
por el frio, saludando rápidamente a Theodore. Sabía que ella a duras penas lo
recordaba. Después de todo, era un pueblo pequeño.
Los niños, a pesar de tener un extraño con nosotros, no parecieron
inmutarse e inmediatamente degustaron los manjares que Paula había preparado
ansiosamente.
En algún punto salió a relucir el hecho de que Theodore era
militar, a lo que los niños le hicieron mil y un preguntas, en especial Logan
que le interesaban, aparentemente, las armas. Sus preguntas eran todas las de
un crio curioso por lo que no puse mucho reparo en ellas, y Theodore parecía no
molestarse por ellas tampoco.
Cuando finalizamos la comida, Paula se las ingenio para alejar a
Lautaro y a Logan, insistiendo que su ayuda era primordial para ella, e
ingeniándoselas para que Daniel no se sintiera de menos.
Supe lo que hacía, aunque mi estómago sentía una revolución venir
y los nervios me traicionaban. En los últimos veinte minutos mis pequeños
habían mostrado un interés total por este extraño y ahora debía decirle a mi
chiquito que ese hombre era en realidad su padre…un papel que solo yo quería
ocupar.
Mientras los demás se iban Daniel estaba muy ocupado contándole a
Theodore acerca de cómo el parque era más bonito en verano, de cómo había patos
y muchas, muchas ardillas y mariposas y otros animales.
“Si,” Le dijo Theodore, “Este era mi lugar favorito de niño también.” Le sonrió, haciendo que el
menor ladeara su cabeza, además de que intuí no tendría otro mejor momento.
“¿Ya habías venido aquí?” Pregunto el niño, a lo que
Theodore, mordiendo su labio, asintió.
Suspirando, y sabiendo era mi entrada, tomé a Daniel por debajo de
sus brazos y en un rápido movimiento lo atraje a mí, sentándole en mi regazo. “Theodore nació y creció aquí,
campeón.” Le explique, “El…su mamá y su papá lo mandaron a estudiar lejos y por eso no lo
conocías de antes.”
Daniel frunció el ceño, torciendo su cabeza hacia atrás para poder
verme y luego viéndole a él. “Yo no me quiero ir de aquí.” Me dijo con la mayor seriedad
que su cuerpito tenia.
“Y no lo harás, campeón.” Le dije, abrazándole hacia mí
con posesión. “No lo harás hasta que seas mayor y estés listo para tomar esa
decisión.” Después de todo, esperaba que fueran a la universidad o quisieran
tomar alguna carrera que de una forma u otra los llevaría a una de las ciudades
vecinas.
Tuvimos unos segundos de silencio, hasta que le puse fin a mis
miedos. Como si estuviera parado en un precipicio, tome impulso y me tire en
este. “Daniel,
hijo,”
Le acomode mejor para que pudiéramos vernos a los ojos. Podía ver a Paula con
los dos mayores a lo lejos, podía ver a una pareja caminando a su perro, y
luego a un par de ardillas que revoloteaban por unas ramas de un árbol sin
hojas.
“Quería que conocieras a Theodore porque…pues…” debí haber indagado con un
psicólogo. ¿Qué impacto tendría esta noticia en mi niño?
Suspire, olvidándome de las ardillas, el perro, la pareja y hasta
del agua fría de la laguna. “Sabes que para que haya un bebé debe haber una mamá y un papá?”
Hable,
haciendo que Theodore se ruborizara por algún motivo y se removiera en su
asiento.
“¡Si!” Me dijo Daniel con una sonrisa, “¡¿Le vas a pedir a Paula que
nos traiga un bebé?!”
No pude evitar mi sonrisa, dándole un beso en su frente, “No, campeón. No creo que sea
el momento para eso.” Le explique, haciendo que sus ojos perdieran un poco de ilusión y
su boquita formara un tierno pucherito.
“Yo quiero un bebe como el que tiene Meghan.” Me dijo, algo tristón. “Yo no quiero ser él bebe de la
casa.”
Nuevamente volví a sonreír, sobando su cabecita. “Pues, veras, tu una vez
fuiste bebe.” Nuevamente intente desviar la conversación y dirigirla al punto
que debía llegar. “Hace unos años atrás, tu mami conoció a tu papi, y luego tu
apareciste en la pancita de mamá.” Expliqué lo más sencillo que pude.
Daniel frunció su ceño, viéndome como si yo estaba loco. “¿Tu ya conocías a mamá,
entonces?” pregunto, confundido.
Mi corazón se partió en mil pedazos. En un par de meses este niño
me miraba totalmente como si yo fuera su padre en todo sentido…y lo era en los
más importantes, me dije para mí mismo. No obstante, el hecho constaba que
biológicamente no lo era.
“No, amor.” Nuevamente, me arme de valor, tragando grueso. “Daniel, yo soy tu papá porque
así lo elegimos tu y yo, pero no porque tengas mi sangre…soy tu papá, y siempre
lo seré…pero…veras, tu papá de sangre…Theodore es tu papá también.” Bien, lo había dicho. Lo dije,
lo dije y no se había acabado el mundo, aunque Daniel frunció aún más su seño y
volvió a ver a Theodore, que agrandaba los ojos de tal manera que pude ver por
primera vez rasgos de Daniel en él.
Daniel no dijo nada, lo observo un momento, y luego me volvió a
ver a mí, luego lo volvió a ver a él, y luego a mí. Ninguno de nosotros hablamos,
esperando la reacción del niño, que no tardo en venir. “Pero yo ya tengo un papá…no
necesito dos.” Dijo tranquilamente. “Talvez pueda encontrar un hijo en otro lado,
Sr. Theodore. Pero yo ya estoy tomado.” Le dijo con finalidad, haciendo
que mi corazón se derritiera de amor.
Theodore le sonrió, aunque pude ver que las palabras, sea como
sea, le dolieron un poco. “Eres feliz teniendo ese papá?” Le pregunto con ternura, antes
de que yo pudiera interceder.
“¡SI!” Le dijo el niño con emoción, “¡Es el mejor papi del mundo!”
Theodore nuevamente le sonrió, aunque pude ver la tristeza en sus
ojos. “¿Me dejas contarte un secreto?” Le pregunto, por primera vez viéndose
relajado en todo el tiempo que llevábamos allí.
Daniel, como cualquier niño de su edad, asintió con interés,
inclinándose hacia la mesa para escuchar mejor. “La verdad…no estoy listo para
ser papá.” Le dijo Theodore, “Y…pues…tu llevas mi sangre, y eso no es malo…pero tampoco quiero
quitarte a tu papá…pero si me gustaría ser tu amigo especial.”
Daniel pareció pensarlo un poco, nuevamente frunciendo su ceño.
“Mi maestra dice que, si un extraño nos quiere dar dulces, o nos quiere mostrar
un perrito, no debemos ir con él. ¿Tú tienes dulces o un perrito?”
No pude evitar soltar una carcajada, Theodore se miraba
sorprendido con que mi hijo, inconscientemente, lo comparara con un delincuente
‘roba niños’ como les llamaban.
“Eh…no.” Le dijo Theodore, a lo que Daniel asintió.
“Papi, él quiere ser mi amigo.” Me informo Daniel, como si yo
no hubiera estado presente todo el tiempo.
“¿Y qué tal tú?” pregunte, tratando de contener mi risa, “¿Tú quieres ser su amigo?”
Nuevamente, el niño ladeo la cabeza, haciendo un sonidito
particular con su garganta como cuando alguien piensa seriamente algo. “¿También vas a ser amigo de
mis helmanos?”
“Hermanos.” Corregí automáticamente, para ser ignorado por ambos.
“Si ellos me dejan.” Acepto Theodore.
“Pero si tienes la sangre de ellos tienes que devolvérsela. Yo no
la necesito, así que te la puedes quedar.” Vaya, a este punto no creo que
Daniel realmente haya entendido a que nos referíamos.
“Daniel, campeón, Theodore no tiene la sangre de nadie…pero dentro
de ti, tú tienes su sangre.” Le explique nuevamente, a lo que el niño puso cara de asco, “No te preocupes, no es nada
malo.” Le dije, “Solo que veras, Logan y Lautaro…bueno, ellos también tienen otro
papá y ellos llevan su sangre.”
“¡Qué asco!” Dijo quien evidentemente no sería mi doctorcito algún día, “La sangre no debería de
compartirse, la verdad.” Y con esto, brinco de mis piernas y salió corriendo a donde
estaban sus hermanos y Paula.
No nos quedamos mucho tiempo más en aquel parque, después de todo,
hacia frio, y habíamos cumplido el propósito por el cual habíamos ido a aquel
lugar.
Para mi sorpresa, Daniel invito a Theodore a ver una película en
casa, diciéndole a sus hermanos que aquel hombre, “¡me dio de su sangre, y ahora
estoy mesclado!”
Lautaro y Logan no entendieron mucho, pero por lo visto Paula
había hablado con ellos, ya que Logan rápidamente paso su brazo por sobre los
hombros de su hermanito y fulmino a Theodore con la mirada.
“Daniel no necesita un papá.” Le gruño, viéndole con algo de
furia.
“Tranquilo, campeón,” Le calme, viendo como Theodore levantaba una
ceja, y Paula trataba de evitar sonreír. “Tu hermano ya tiene un padre,
y ese soy yo.” Le dije, guiñándole un ojo a Paula, quien me dedico una sonrisa.
Logan no dijo nada, pero si acerco aún más a su hermano, como si
tuviera que protegerlo y lo alejo de quien miraba como un enemigo.
No dije nada, simplemente pasé mi propio brazo por sobre los
hombros de Logan y lo atraje a mi dándole un beso sobre su cabello.
Horas más tarde, Theodore ya se había ido, y quedábamos solo mis
niños, Paula y yo. Al llegar a casa habíamos jugado diversos juegos de mesa,
entre ellos No te Enojes y Uno, que ahora estaban desperdigados por la sala.
Habíamos tenido un buen tiempo jugando, con Daniel haciendo turnos
para jugar conmigo, con Paula o incluso con Theodore. En algún punto habíamos logrado
que Logan se relajara y simplemente disfrutara del momento.
Todavía quedaba un tema por tratar con todos ellos, y creí que no
tendría mejor oportunidad ya que estaban cansados, pero tampoco somnolientos.
Voltee a ver a Paula, y de alguna forma pudo entender mi
inquietud, ya que asintió con una sonrisa, apagando la televisión y tomando la
atención de mis chicos completamente.
“¡Señorita Honey!” Se quejó Lautaro, viéndola con un puchero, “¡Llegaba a mi parte
favorita!” Reclamo.
“Tengo algo importante que hablar con ustedes.” Les dije, sentándome un poco
más derecho, haciendo que Logan me viera alarmado.
“¿Paso algo malo?” Pregunto Logan, su ceño fruncido.
“No, nada de eso.” Le asegure, apretando su hombro. “De hecho, creo que es algo
bueno.”
Los tres me miraron expectantes, y aunque podía ver la
tranquilidad en Daniel, mientras chupaba su dedito, la confianza en Lautaro de
que fuera lo que fuera, podía confiar en mí, y luego estaba Logan, quien se
miraba un tanto alarmado y preocupado.
Esperaba algún día podría llegar a ganarme su confianza, así como
esperaba y tenía casi la certeza de haberme ganado su amor y cariño.
“Ayer fui con el abuelo Henry ante un juez,” les dije, sonriéndoles con
tranquilidad. “Quiero que sepan que los amo, que haría cualquier cosa por
ustedes, y que mi mayor miedo todo este tiempo es que un día los alejen de mi
vida para siempre.” Había pensado y repasado en mi mente mil y un veces que decirles,
pero a la hora de la hora, hable del corazón.
“Ayer fui donde el juez, y me dio los papeles para tener su
custodia temporal. ¿Saben que significa esto?” Daniel y Lautaro negaron con la
cabeza, aunque Logan solo me vio con aprensión, aparentemente entendiendo
perfectamente. “Eso significa que venga quien venga, o pase lo que pase,
legalmente ustedes van a estar conmigo y nadie los va a poder alejar.”
Ante mis palabras, Daniel soltó un grito de felicidad, brincando
en las piernas de Paula, Lautaro se tiro a mis brazos, dando brinquitos de
felicidad al igual que su hermano menor. Fue Logan quien me preocupo. No dijo
nada, no se alegró, no se molestó, no reacciono.
Me vio por un momento y luego salió corriendo hacia lo que creí
era su habitación. La felicidad de Daniel y Lautaro pauso, la sonrisa de Paula
disminuyo, los tres viéndome con preocupación.
“Enseguida vuelvo.” Les dije, dándole un beso en la frente a
Lautaro antes de levantarme e ir por Logan.
Tener un adolescente en casa era peor que tener a un pequeño, me
daba cuenta. Al entrar en su habitación no me sorprendió encontrarlo acostado
boca abajo en ella, su carita enterrada en su almohada.
Sin decir nada, simplemente me tumbe a su lado, dejando que la
mitad de mi cuerpo cayera sobre el de él, aplastándole un poco adrede. “Gaaaabriiieeeel!” Se quejó, moviéndose y dándome
campo.
“Pudiste
haberme dado campo en cuanto entre.” Le dije descaradamente, robando la almohada en
la que tenía su rostro y poniéndola bajo mi propia cabeza, acomodándome más a
gusto.
“Esa es mía.” Me dijo con un puchero, sonrojándose un poco cuando se descubrió
que bajo su almohada estaba su oso de peluche. Sin decir más, tome su osito en
mis manos y le observe.
“Tiene nombre?” Pregunte, ignorando la mirada fulminante del muchacho.
“No.”
“Hmm…lastima. Yo tenía un tigre de peluche, o todavía lo tengo.
Estoy seguro está en una de mis viejas cajas. Talvez deba buscarlo. Se llamaba
Titi…bueno, así le llamaba de niño. Me lo regalo mi padre en mi primer
cumpleaños.” Le dije, “La última vez que lo vi le faltaban todos sus bigotes,
un ojo, y creo que Mary le reparo la cola que se empezaba a despegar de su
cuerpo.”
“Y todavía lo tienes?”
Sonreí, su voz, aunque tímida, denotaba mucha curiosidad y si algo
había aprendido de Logan era que para llegar al punto real del problema debía
irme por las tangentes.
“Claro que sí, puede que sea un objeto, pero por un tiempo fue mi
mejor amigo.” Aprovechando que se acomodaba para verme, pase mi brazo por debajo
de él y le jale a mí, dejando que se acurrucara a mi lado. Cada día me daba más
y más cuenta de lo mucho que amaba a estos niños.
“Los amigos van y vienen.” Me dijo simplemente.
“Cierto, pero este era especial…al igual que ustedes.” Le dije, apretándole un poco
contra mí y dándole un beso en la frente. “Tienes que entender algo,
cariño, ustedes son una parte vital para mi vida, los tres, y no hay nada que
no haría por ustedes.”
“Paula había tratado…no recuerdo mucho, pero había metido mi ropa
en mi mochila. Nunca me pude ir…fue la única vez que mamá me pego. Me dijo que
nunca tratara de irme porque la próxima sería peor.” La frialdad con la que hablaba
hacia que mi sangre hirviera. Nunca había deseado con tanta desesperación haber
encontrado a los niños antes…o en este caso que ellos me encontraran a mi
antes.
Abrace a Logan a mí, procesando la información en mi mente, “Aunque Diana regrese, cariño,
no podrá llevarte ni a ti ni a tus hermanos, y si se atreviera a hacerles daño
sería capaz de matarla con mis propias manos.” Más que palabras para el niño,
eran palabras para mí.
“Lo prometes?” Su voz era suave, con temor en cada letra.
“Lo prometo.” Le dije, besando su cabeza, “Hare lo que sea para que nunca
los aparten de mi lado, aunque tenga que secuestrarlos y huir con ustedes por
el resto de mi vida.” Aunque mi tono era bromista y divertido, mis palabras eran una
promesa.
“Sería una aventura divertida.” Me dijo, abrazándome con una
gran sonrisa, “Y no tendría que volver a la escuela nunca más.”
No pude evitar tirar una carcajada ante esto, “No lo creo, cariño, de una
forma u otra tu y tus hermanos estudiarían, eso lo prometo.”
Hizo un puchero, pero podía ver la tranquilidad de él y la sonrisa
que se escondía tras su mueca.
“No quiero volver a ver a Diana en mi vida.” Me dijo, lleno de odio e ira. “Espero que nunca vuelva…que se
la coma un cocodrilo o la aplaste un elefante.”
“Es tu madre, cariño. No la mejor-“la peor, de hecho, ”pero es tu
madre, y debes perdonarla.”
“Nunca.” Me dijo, “La odio.”
Talvez lo mejor sería que estudiara psicología o algo…o talvez mis
hijos deberían de ir a un psicólogo. No lo había pensado, pero definitivamente
lo hablaría con Paula en cuanto pudiera.
Por ahora, sin embargo, disfrute de estar con mi muchacho en brazos, el silencio antes incomodo se volvió reconfortante y él se acomodó aún más en mis brazos, acostándose un poco sobre mi pecho. Rodee ambos brazos alrededor de él, con uno dándole una suave palmadita en su trasero y la otra sobando su espalda. Sabia, por los ruiditos que empezaba a hacer, pronto se quedaría dormido.
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