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Segundas Oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo 22, Legalmente.
“Paapiii!!” El grito de Daniel llego segundos antes de que mi pierna fuera
atrapada en un efusivo abrazo. “Paaapiiii, dónde estabas?!” Grito el menor, viéndome con
algunas lágrimas en sus ojos.
Lautaro no dijo nada, solo se pegó a mi costado, abrazándome
también.
“Tanta falta les hice?” Le pregunte enternecido, tomando al menor en
brazos, mientras le daba a Lautaro un beso en la cabeza y otro al más pequeño.
“No estabas aquí.” Me dijo con un puchero.
“Pero amor, les dije que papá tenía que salir.” Le dije nuevamente, viendo como
Anna nos miraba con cariño.
“Gabriel tiene una vida también.” Dijo Logan, que se había
mantenido a distancia. “Así que no deberían de molestar tanto.”
No pude evitar levantar una ceja ante esto. “Mi vida son ustedes,” zanjé, viéndole con algo de
seriedad, notando que evitaba acercarse a mí. “Además, les tengo una
sorpresa.”
“¡¿Me compraste un pastel?!” Pregunto Daniel con emoción,
siempre pensando en lo dulce y haciéndonos reír a mí y a Ana.
Antes de poder contestar Logan rodo los ojos y subió a su
habitación, no queriendo escuchar mis noticias. “No, campeón, pero se lo
podrías pedir a Paula…” Le dije puyándole los costados, haciendo que se retorciera y
pidiera que lo pusiera en el suelo.
“Va a venir la Srita. Honey?!” Pregunto Lautaro, brincando de
felicidad.
“Así es, amor.” Respondí con felicidad, “Hoy por la noche.”
Ambos niños gritaron y saltaron emocionados. Me alegre de ver su
emoción, aunque me preocupe por un momento la actitud de Logan. Por lo general
él no era así, era más dulce y cariñoso.
Dejé a los dos menores con Anna y subí a buscar a Logan. No me fue
muy difícil saber dónde estaba ya que por lógica fui a su habitación. Lo
encontré acostado sobre su cama viendo uno de sus libros, pero al verme entrar
rodo los ojos. “¿Cuando me das mi móvil?” Demando, cerrando el libro y
tirándolo a sus pies sobre la cama.
Levante una ceja y le observe por un momento. Aunque quería
intimidarme, podía ver como trataba de resguardarse, especialmente su pequeño
trasero. Suspire y me senté a su lado. “¿Cómo estuvo tu día?” Pregunte, tomándole por
sorpresa.
Por un par de segundos no me dijo nada, solo se movió un tanto y
luego se encogió de hombros. “Bien, creo yo.”
“Tuviste problemas con tu tarea de historia de anoche?”
“No, Henry me ayudo.” Sonrió, relajándose por completo. “Me dio algunos tips para
aprenderme las fechas.”
“Wow, eso me alegra,” le dije con sinceridad, pasando un brazo a su
alrededor en medio abrazo, “Me compartes los tips?”
“No, es un secreto.” Sonrió, acomodándose junto a mí, “Es un secreto entre el abuelo
Henry y yo.”
Escucharlo hablar así hizo que mi corazón se contrajera. Me alegraba
en sobre masía escucharlo hablar así. “Disculpa por haberme ido anoche.” Mis palabras parecieron
relajarlo aún más, aunque solo se encogió.
“Supongo que te aburre estar con nosotros todas las noches y
querías divertirte un poco.”
“Nada de eso,” le regañe en tono suave, “jamás me aburro de estar con ustedes.”
Le corregí, “Pero, ¿te puedo confesar algo?”
Me vio con ojos grandes, asintiendo como si de Daniel se tratase. “Metí las patas con Paula, hice
algo malo y ella estaba muy enojada conmigo.”
“Por eso dejo de venir.” Asintió, como si entendiera a la perfección lo
que pasaba.
“Por eso dejo de venir.” Acerté, apretando mi abrazo. “Anoche prepare una cena para
disculparme con ella. Teníamos muchas cosas de las que hablar.”
“Tuvieron sexo.” Las palabras me atragantaron. Creo que nunca me había sentido tan
apenado, aterrorizado ni divertido en toda mi vida.
“Ehh…Logan…campeón…Paula y yo…ehhh…” No encontraba las palabras, ni
que decir, ni como pronunciarlas, a lo que Logan nuevamente se encogió de
hombros.
“Es lo que los adultos hacen. En las películas, en las series y en
la vida.” No pues, pasa en la vida, pasa en TNT. “Por lo menos eso hacia mi
mamá…aunque ella por lo general tenia sexo y después se peleaba con ellos.”
Entendí que, aunque Logan era un niño en muchos aspectos, en
muchos otros le había tocado crecer de golpe, ver cosas que no debería, y ahora
era mi trabajo guiarlo por una forma adecuada y correcta de vida.
“Si, Paula y yo pasamos la noche juntos,” Le dije, perdiendo todo pudor, “y lo hicimos porque nos
amamos.”
“Mamá decía que necesitaba sentirse amada, que por eso lo hacía.
Por lo general lo decía cuando estaba borracha.” Me dijo, pensándolo un poco, “Aunque yo creo que lo hacía
porque se sentía mal.”
“No…sabes, Logan, va a llegar el día en que tú vas a tener que
decidir muchas cosas por ti mismo. Aun eres muy joven, apenas un niño todavía,
pero…soy del pensar que si vas a intimar con alguien debe de ser con alguien a
quien realmente ames. Alguien a quien quieras hacer sentir especial.”
“Solo si me caso con ella?” Me pregunto, un tanto
intrigado.
“Bueno, no.” Admití, con una sonrisa. “No necesariamente te vas a
casar con la persona, al menos que tu así lo decidas…pero…bueno, primero que
todo debes respetarla. Saber que, si ella dice no en algún punto, es no. Saber
que tú también tienes el derecho a decir no, y que tus sentimientos y tus
decisiones son tan importantes como los de tu pareja.”
Logan pareció pensarlo por un tiempo, y yo me
pregunte en que momento la plática había tomado este giro. “El hermano de un amigo dice
que ha tenido a muchas chicas, y tiene fotos de todas ellas en su celular.”
“¿Has visto esas fotos?” Pregunte, un tanto temeroso de
la respuesta.
“No.” Me dijo simplemente, haciendo
respirar aliviado, “No me cae bien. No me gusta como habla de las niñas, la verdad.
Habla de ellas como si fueran tontas o como si fueran un juguete. Y a nosotros
nos habla igual de feo. El otro día metió a su hermano en problemas con sus
papás por algo que era mentira.”
“Suena como alguien a quien no quieres cerca.”
Le
dije simplemente, “Debemos aprender a elegir a nuestras amistades.”
Mi consejo no fue bien recibido,
inmediatamente Logan tomo una postura defensiva, y su tono también. “Carlos no es como su hermano.
Él es bueno.”
“No hablaba por Carlos, pero por su hermano.” Le tranquilice, “No te voy a decir de quien
tienes que ser amigo o de quien no, pero si te voy a aconsejar. Aun yo necesito
consejos, es bueno escucharlos.”
Pareció pensarlo por un momento y asintió,
volviendo a acomodarse a mi lado. “Te vas a casar con Paula?”
Antes de decir no, o decir si, medite en sus
palabras. No era tan impulsivo como lo había sido con Mary. Nos habíamos casado
sin siquiera pensar en lo que eso implicaba. No significaba que no la amara,
simplemente…fue todo distinto. Ahora no estaba solo yo, tenía tres chiquillos
que eran mis hijos en todo menos en sangre…y en lo legal por los momentos.
Debía pensar en ellos antes de tomar cualquier decisión, pero sabía también que
Paula tenía el mismo pensar.
“No lo sé.” Concluí en la verdad, “Amo a Paula, y me gustaría
pasar el resto de mi vida con ella, pero antes están ustedes.”
“Puede que mamá vuelva en cualquier momento y
ya no tengas que hacerte cargo de nosotros.” Me dijo simplemente, haciéndome
entender que me había tardado mucho en hablar con los tres muchachos. No quería
ilusionarlos, pero tampoco podía dejarlos vivir en incertidumbre de su futuro,
en especial a Logan.
Dándole un beso en la cien, me levante de su
lado. “Hare
hasta lo imposible porque estén siempre a mi lado.” Le prometí, “Pero por ahora, baja a comer
una merienda para que luego hagas tus tareas.”
Logan no dijo nada, solo hizo una mueca de
desquicio que me causo gracia.
No termine de salir de la habitación del niño cuando vi a Henry
caminar a mí con cara de urgencia. La verdad no le había visto cuando llego de
traer a los niños, pero por lo visto tendría buenas noticias para mí.
“Mañana a las 9 tenemos cita con el juez.” Me dijo con alegría. “Hable con un viejo amigo y
contacto. Me dijo que uno de los jueces que ve casos de menores del condado es
amigo suyo y por lo visto tienen buenos nexos. Así que, si todo va bien, mañana
para el medio día tendrías un poder legal sobre los niños.” Me dijo con una sonrisa
triunfante.
Con cada palabra mis ojos se agrandaban, pasando mis dedos por
sobre mi cabello una y otra vez. La felicidad no cabía en mí, a decir verdad. “Pero…espera…” Mi cabeza daba vueltas, “¿No tendría que haber como…una
cosa así, con juez, y juzgado y testigos y en un tribunal con el martillito y
todo?”
Henry se tiro una carcajada y me vio como si había dicho algo
totalmente adorable. “Eso es en las películas, en la vida real los trámites legales son
un tanto más…aburridos, y más rápidos también. Aunque no lo creas, y puede que
no sea lo más…correcto, muchas veces depende de los contactos que uno tenga.” Me dijo, guiñándome el ojo.
Un par de horas más tarde llego Paula, una brillante y gran
sonrisa en su rostro. Los niños se emocionaron al verla, aunque Logan no hizo
más que sonreírle pícaramente e intercambiar sonrisas con Viviana, quien venía
acompañándola.
Viendo a mi familia sentada alrededor de la mesa no pude evitar
desear que siempre fuera así, y aunque sabía que apenas había comenzado lo
nuestro con Paula, pues…quería solidificarlo y aun mas, debía primero
asegurarme que nadie ni nada podría quitarme a mis hijos.
El tiempo, como siempre, se fue volando dejando al menos varios
lindos recuerdos de una divertida y tranquila noche. Fue la mañana que trajo un
nuevo reto. Llevé a los niños a la escuela y luego me encontré con Henry. Los
juzgados de familia del condado estaban en el centro del pueblo, por lo que no
nos tomó mucho llegar a ellos.
Una vez allí, me puse nervioso nuevamente. No sabía qué pensaría
el juez, el destino de mi familia estaba en las manos de un total desconocido
quien podía decidir que un menor no debía ser separado de su madre biológica o
debían encontrar el resto de su familia biológica. Henry hablaba dándome
indicaciones de que hacer y qué no hacer, pero, aunque asentía en los momentos
claves, en realidad no preste atención a nada.
El edificio en si se sentía imponente, aunque no era más que un
edificio antiguo construido en los 1800s con acomodaciones modernas. Minutos
más tarde nos encontrábamos fuera de una oficina con una placa en ella y casi
me da un infarto.
Abogado James Weston
Juez de Menores
¿Cuánta posibilidad había que hubiera dos jueces con el mismo
nombre en un pueblo de no más de dos mil personas?
Antes de que pudiera parar a Henry, abrió la puerta para
encontrarnos con una salita de espera y un escritorio con lo que parecía ser
una secretaria. A ese punto decidí que lo mejor sería simplemente dejarlo así y
que pasara lo que tendría que pasar.
Claro, que jamás imagine que al entrar al despacho del hombre este
se parara y saludara a Henry con un buen apretón de manos y un medio abrazo,
como si más que colegas fueran amigos.
“Tanto tiempo sin verlo, señor,” le dijo el hombre aquel, “me sorprendió cuando me
dijeron que quería verme.”
“Si, pero no es tanto para una visita social, sé que eres juez de
menores y quisiera tu ayuda.” Le dijo con una sonrisa, para voltearse a mí.
Al verme, el juez no mostro sorpresa a mi presencia, fue como si
esperara verme allí parado, el único sorprendido fui yo.
El juez Weston suspiro, y luego nos indicó que tomáramos asiento,
no frente a su escritorio, sino en unos sofás, como si tuviera una pequeña
salita en su propia oficina.
“Conozco bien el caso de estos niños…” Empezó el hombre una vez nos
sentamos, “En realidad…” Y a esto suspiro, “Puedo darle la patria potestad de uno de los menores hoy
mismo…aquí tengo los papeles para ello.”
No entendía mucho la confusión en el rostro de Henry…esto debía
ser bueno, ¿no?
“Disculpa, James, ¿pero…como puede ser esto posible? El paradero
de la madre de los menores es desconocido, y no sabemos a ciencia cierta la
procedencia de sus padres.”
Weston nuevamente suspiro, pero antes de poder hablar su
secretaria entro con una bandeja y tres cafés. Me sentí como en una típica
película, pero la tensión era palpable. No quería café, quería respuestas.
La muchacha salió y Weston parecía tomar fuerza de su café,
tomando un gran sorbo antes de hablar. “Yo tengo la patria potestad de Lautaro.” Dijo simplemente,
sorprendiéndome.
“Disculpa?” Hablo Henry, a quien le había contado ya lo poco que sabía, creo
no había atado cabos ya que nunca le dije su nombre.
“Soy su padre biológico. No voy a contar como paso ni porque, solo
diré que tanto mi esposa como Diana salieron embarazadas con pocos meses de
diferencia. Marta y yo arreglamos las cosas, pero parte del acuerdo fue que no
me preocuparía más que en la parte monetaria de Lautaro. Sabía que Diana no era
buena madre, por lo que un par de años más tarde obtuve la custodia legal del
niño…sé que sueno como un cobarde, pero…tengo a mi familia, y debo pensar en
ellos primero.”
No dije nada, no sabía que decir, y por la mirada de Henry tampoco
estaba muy contento de lo que se enteraba. “Lautaro ahora es mi nieto en
todo menos en sangre.” Le dijo, tono molesto, “Haría cualquier cosa por ese niño.
Podríamos perfectamente poner una denuncia por negligencia en tu contra
también, y lo sabes.” Hablo, “Pero veo que estás dispuesto a ceder tus derechos…permanentemente.”
Como toda respuesta, Weston se puso de pie y camino a su
escritorio, tomando un folder de cuero negro y pasándolo a Henry quien
rápidamente lo abrió.
No dijo nada, simplemente ojeo los papeles con ojo crítico, u ojo
de abogado experimentado, para luego pasármelos a mí. Frente a todos los
papeles, había uno que me sorprendió sobre todos.
“Certificado de Adopción” Decía el título, haciendo que mi corazón
parara de golpe. No leí nada de lo que decía, más que observar el nombre que resaltaba
sobre ellos, “Lautaro Martin Almira”, su fecha de nacimiento y otros más y
luego, más abajo, mi nombre completo, “Gabriel Alejandro Bellucini”.
Oficialmente, al firmar estos papeles, Lautaro pasaría a ser mi
hijo. Esperanzado de encontrar este papel triplicado, levante para cerciorarme
que los otros dijeran lo mismo, pero no era así.
Creo que la decepción fue obvia en mi rostro, porque después de
aclarar su garganta, Weston hablo. “Nunca he hecho mucho por el niño…más que
asegurarme de pasarle una buena mensualidad a su madre. Pude ver que usted ama
al niño. Adjunto encontrara los papeles que le dan la custodia temporal de los
otros dos menores, pero hasta encontrar a la madre no podremos hacer nada. Ella
necesita renunciar a sus derechos con ellos de la misma forma en que lo hizo
con Lautaro.”
Teniendo legalmente los documentos que avalaban la custodia de los
niños, Diana podía aparecer nuevamente. Ahora no era mi palabra contra la suya,
eran pruebas contundentes y formales contra su palabra.
La guerra podía comenzar.
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