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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 17, Quédate
Conmigo
El cumpleaños de Logan había sido un
verdadero éxito. Mi pequeño adolescente no dejaba de recordar momentos vividos
una y otra vez después de que todos los invitados y familiares se hubieran ido.
Melissa y Michael se habían quedado
atrás para ayudar en la limpieza, pero viendo que se hacía tarde y los niños
tenían actividades pendientes al día siguiente terminaron marchándose a media
limpieza.
Paula, como siempre, seguía en casa
ayudándonos, y la verdad le estaba totalmente agradecida con la mujer por ello.
Había estado planeando darle un regalo más a Logan y no quería hacerlo frente a
sus hermanos, así que cuando tuve la oportunidad, tome a Logan y nos
encaminamos a la segunda planta, sabiendo que Paula mantendría a los dos más
pequeños ocupados.
“Te tengo una
sorpresa.” Le
dije algo emocionado, parándome frente a una de las puertas que quedaba al
fondo del pasillo, frente a la habitación que ya había designado como mi
estudio.
“Espero que no sea
tener que arreglar algo.” Me dijo, arrugando su pequeña nariz. “Estoy algotado.” Me dijo seriamente.
“Agotado,” corregí con una sonrisa. Realmente
debía empezar a enmendar la mala pronunciación de mis niños. “Se dice agotado,
campeón, pero no es eso.” Con estas últimas palabras abrí la
puerta de la habitación.
No la había pintado aun, quería que
Logan eligiera el color. Era una habitación un tanto más pequeña que la que
compartían actualmente, con una ventana que daba vista a la parte trasera de la
casa, un pequeño closet del otro lado y baño que parecía ser propio, pero en
realidad era compartido con el que sería mi estudio.
Dado que la habitación había estado
deshabilitada, había cerrado el conducto de aire para ahorrar energía. Después
de todo, no había necesidad de mantener esta parte de la casa caliente. Ya
había pulido los pisos de madera, como lo había hecho en toda la segunda
planta, y había cambiado hace mucho las ventanas.
“Eh, Gabriel…porque
estamos aquí. Hace frio.” Me dijo, arrugando la nariz y viendo
toda la habitación.
“¿Te gusta la habitación?” Le pregunte,
un tanto nervioso y emocionado.
“Eeeh…” Se acercó a la ventana y vio hacia
afuera, casi podía verlo abrirla para sacar la cabeza. “Esta bonita…pero
hace frio.” Me
dijo nuevamente, cruzándose de brazos.
“Pues…de ahora en
adelante esta será tu habitación.” No sé si mi voz sonó más seria de lo
que quise, pero trataba de contener mi emoción.
Logan abrió los ojos en grande, y mi
emoción era tanto que lo confundí con alegría. “Pero…esta vacía…” susurro.
“Si, bueno, no
tienes que dormir aquí desde ya, por supuesto.” Le dije con una sonrisa, “Mañana iremos a
comprar la pintura…elige el color que quieras, y podemos buscar algunos posters
o alguna otra cosilla que te gusté.”
“Pero… ¿y en que
cama voy a dormir?” Me pregunto dudoso, “El piso es de madera…”
“Podemos poner una
alfombra,” Le
dije alegremente, “Todo el segundo piso es de madera, el de la
habitación de ustedes, bueno, ahora la de tus hermanos, también es de madera.
No sabía eso te molestaba.” Dije lo último para mí mismo. “Y por la cama no
te preocupes. Las literas se pueden zafar y hacer dos camas individuales de
ellas, así que traeremos la tuya aquí.”
Logan se dio la vuelta y vio todo el
lugar. Aunque vacío, estaba completamente limpio, incluso el closet que lo
abrió como si no tuviera más que hacer.
“¿Tengo que pasarme
mañana mismo?” Me pregunto en un susurro.
“Pues…eso será
difícil. Creo que para el próximo sábado podríamos mudarte aquí. ¿te parece?”
Logan vio todo con grandes ojos, y
luego solo asintió.
Me sentí satisfecho con esto, así que,
tomándolo en un medio abrazo por los hombros le instruí ir pensando en un color
mientras lo encaminaba a la planta baja.
“Paaapiii…” Vino corriendo Daniel a mí, con un
chocolate en mano, “¿Me lo abres?” Pregunto con emoción.
“No lo creo,
campeón.” Le
dije, tomando al niño en brazos y dándole un beso en el cachete, “Has comido
muchos por hoy. ¿Por qué no lo dejas para mañana?”
Vi el puchero formarse en los labios de
Daniel, pero antes de que pudiera siquiera empezar una de sus rabietas, le puse
en el suelo y con una palmada de advertencia lo dirigí hacia donde escuchaba a
Paula. “Vamos,
dáselo a Paula para que lo guarde.” Le dije.
Daniel me vio con el ceño fruncido,
poniendo su manito atrás para sobarse, pero no dijo más, salió corriendo a la
cocina. “¡Dijo
que no!” Le
escuché decir, y solo pude negar con la cabeza. Si, tenían razón. Amor y rigor.
Esa noche al acostar a los niños me
sentía agotado. Por primera vez Paula se había ido temprano y por alguna razón
me sentía solo. Me hubiera gustado se quedará conmigo, pero al mismo tiempo
disfrutaba el silencio que me invadía.
Saque el papel que Henry me había dado
de mi billetera y lo observe. Eran las cosas que tenía que hacer por mi parte,
mientras que el haría unas llamadas por su parte.
Lo primero era hablar con la escuela y
conseguir algún documento o certificado que dijera que durante los últimos
cuatro meses a quien habían estado contactando por cualquier cosa de los niños
era a mí.
3Sinceramente, no creí que hablar con
el director Sánchez fuera tan difícil, ni creía que me la pondría difícil. Lo
segundo si lo miraba difícil. Henry quería que hablara con los Gullier, que
pidiera la autorización de ambos señores por escrito donde ellos me habían
permitido llevarse a los niños. Incluso, me mandaría un borrador a mi correo
electrónico del permiso que deberían de firmar.
No sabía cómo lo tomarían esos dos
ancianos, después de todo, las veces que había llegado donde él no era
precisamente de forma amistosa, aunque eso me ponía a plantearme.
¿Por qué Diana los había elegido a
ellos? Según Paula, la familia de Max no vivía en el pueblo ya, sus padres
habían vendido su pequeño negocio y se habían mudado Dios sabrá donde, y aunque
era obvio quien era el padre biológico de Lautaro, era más que evidente que el
no quería pruebas contundentes más que los rumores que se daban por el pueblo.
La pregunta era, porque Diana les pedía ese favor a los Gullier, ¿y a base de
qué?
“El viejo Gullier
estuvo con Diana.” Me había dicho Paula en una plática, semanas atrás.
“¡¿Que?!” Pregunte, un tanto asqueado ante la
imagen mental que se me vino.
“Si, fue hace mucho. El hijo de ellos
vivía en el pueblo y ella, pues…creo Diana buscaba nuevos horizontes. Menos mal
no se fue por el más pequeño. ¡Apenas y tenía los catorce años!”
No sabía qué hace tanto había sido
esto, ¿pero sería posible que el viejo fuera el donador de esperma de Daniel?
Esto explicaría porque el hombre se empeñaba en quedarse con los niños. Aunque
no lo creía posible, físicamente no se parecían en nada.
Pensar en esto me daba dolor de cabeza,
en realidad. Pensar en quien podría ser el padre de Daniel me daba mayor dolor
de cabeza. ¡Yo era su padre! Yo me había ganado ese puesto y no lo miraba justo
que Diana pudiera usar algo así en contra mío en una corte. Sin embargo, Henry
había sido empático en eso. Necesitábamos estar seguros que los padres
biológicos no tendrían ningún argumento para quedarse con los niños.
Parte de mi lista también implicaba
que, si bien era cierto tenia estabilidad económica, debería de tener algo más
estable como un trabajo. Henry había sido insistente en este punto. A todos los
jueces de casos de familia insistían en verificar cada detalle, y a ninguno le
gustaría darle la custodia, o peor, la adopción a un hombre joven que se
dedicaba a hacer nada.
Hablaría con Paula al día siguiente,
después de todo, ella era mi contacto con este pueblo. Ya tenía planeado y
trazado un plan de trabajo, y esperaba que el hecho de haber restaurado esta
casa fuera mi mayor carta de presentación para lo que planeaba emprender.
Además de que, si me iba bien, podría ofrecerle a Dante asociarnos.
De repente me sentí agotado, tirado en
mi cama, con la misma ropa con la que había andado todo el día, sentía como mis
fuerzas se iban. Un temor me invadía al mismo tiempo…no podía siquiera imaginar
lo que sería alejaran a esos niños de mi vida, ni siquiera por un par de horas.
Talvez fue debido a mis pensamientos
que tuve las pesadillas que tuve esa noche. A medio acostar, con las ropas del
día, cerré los ojos y dejé que mi cuerpo se relajara, no así mi mente.
Me vi nuevamente en el auto, aquel
pequeño Nissan Sentra que manejé aquel fatídico día. Pero en vez de Mary, quien
iba a mi lado era Paula. Quien quedaba ensangrentada era Paula…y cuando
volteaba ver atrás estaban mis niños, ensangrentados, en ángulos anormales.
Quería despertarme, sabia estaba soñando, aun en sueños cerré los ojos y cuando
los abrí estaba de vuelta en mi cama, pero no solo, estaba Diana, parada junto
a mi cama, riendo a carcajadas, sacándome en cara que se había llevado a los
niños.
Me levante de la cama y corrí a la
recamara de mis niños, pero no había nada. Estaba vacía, sucia, llena de
telarañas y polvo, con la ventana rota, tal y como estaba el día que me mude
allí…pero al ver la esquina estaban sus tres peluches. Estaban sucios, tirados
y cuando me quise acercar a ellos noté la sangre en ellos. “¡NO!” grite, volteando y tratando de correr
hacia la puerta, escuchando el llanto de uno de ellos. Pero por más que corrí
para poder llegar a sus gritos, la puerta se alejaba más y más, hasta que el
suelo a mis pies se partió y solo podía sentir como mi cuerpo caía al vacío.
Desperté de golpe, con una sensación de que acababa de caer en mi cama.
Así como me había sentado y solo me
había tirado en la cama me encontraba todavía, aunque ahora estaba
completamente sudado. Me pasé la mano por los ojos, tratando de recordar que
había pasado cuando recordé el cuarto vacío de los niños. Me levanté de golpe y
corrí a verlos en medio del obscuro pasillo, alumbrado solamente por la luz de
mi habitación.
Al entrar pude sentir como me volvía la
vida al cuerpo al ver a mis niños profundamente dormiditos, con Daniel chupando
su dedito, y Logan abrazado a su osito…casi no podía ver la silueta de Lautaro
pero podía ver su piecito salido de debajo de su cobija.
Solo pude suspirar nuevamente y
apoyarme contra el marco de la puerta. Estaban bien, estaban conmigo…estaban
con su padre. Me quede por un par de minutos observándoles dormir para luego
acercarme a Daniel. Con cuidado le saque su dedito de la boca y le sobe su
cabello. Lo tenía un poco largo ya, tal vez mañana debería de llevarlos a tener
un corte. Le acomode un poco más las cobijas y no pude sino negar cuando vi
cómo, en cuanto me aleje un poco metió su dedito a la boca nuevamente.
Me acerqué donde Lautaro y, viéndole
dormir, con la boca bien abierta, solo pude sonreír. Tenía su peluche un poco
alejado de su cuerpo, pero bien agarrado por su manito, las cobijas hechas un
remolino. De los tres era el más loco para dormir, definitivamente. Le acomode
las sabanas como pude para evitar le entrara el frio y lo acomode para que su
pie estuviera no solo dentro de sus sabanas, pero dentro de su cama también.
Una vez hecho esto, le besé su frente y me erguí para ver a Logan.
A diferencia de sus hermanos, este
parecía no moverse al dormir. Así como lo había acomodado, así estaba todavía.
Con la boca un tanto abierta, se miraba completamente relajado y aún más joven
de lo usual. ¿Dónde estaban los catorce añitos de esta cosita?
Como no tenía nada que acomodar, no me
quedo de otra pero fingir que lo hacía, si tan solo era para tocarlo, y luego
le acomode el pelito de su frente. Después de darle un beso, y de besar la
frente de Daniel, me retire silenciosamente.
Me dirigí directamente a mi ducha, me
sentía pegajoso por el sudor de mi cuerpo y talvez un baño me ayudaría. Al
salir me sorprendí al encontrar a Lautaro acomodado entre mis sabanas. Bien,
aparentemente tendría un polizón esa noche...y a la mañana siguiente me di
cuenta que tener a uno de ellos cerca era el mejor remedio para las pesadillas.
El domingo paso en un abrir y cerrar de
ojos. Compramos la pintura para el cuarto de Logan, un anaranjado que daba
gracias no tener que habitar ese lugar. Pensé en disuadirlo de ese color, pero
al ver sus ojitos de ilusión no me quedo de otra que aceptar. Al menos no era
un color chillante ni tan llamativo…para ser naranja.
Después de la peluquería nos fuimos al
barbero, donde los niños parecieron disgustados al tener que esperar, pero a la
promesa de ir al boliche se pusieron felices. Nunca habían ido.
La pasamos bien en familia, una buena
forma de olvidar lo que se me venía en los siguientes meses. Aun mejor fue el
hecho de que por la tarde llego Paula, y me pude sentir en total paz. De alguna
forma, tener a esas cuatro personas cera mío me hacía sentir que todo estaba
bien en la tierra.
Como planeado, ese lunes me presente en
la escuela. Quería preguntar si podía hacer una cita, pero el Director Sánchez
me paso a su oficina con una gran sonrisa. Al hablar con él y exponerle el
caso, ni siquiera lo dudo.
Rápidamente pidió a su secretaria
redactara una nota y adjuntara fotocopia de los archivos digitales de cuando se
había hecho el cambio y desde cuando me habían añadido al listado de personas
por llamar. Para mi sorpresa, adjunto con esa información había una nota hecha
meses atrás por la escuela que la madre no había contestado ninguna de las
llamadas y no tenían algún otro adulto responsable por los niños.
Daban fe y testificaban de lo bien
cuidado que los niños estaban, de los cambios a mejoría que habían observado y
como los niños no presentaban ese año ninguna dificultad en presentar trabajos
de casa y portaban todos sus materiales, además de que sus ropitas estaban
limpias.
Para el miércoles, Henry me mando el
documento que quería los Gullier firmaran, además de un documento legal donde
estipulaban los requisitos necesarios a tener cuando se pedía la custodia de un
niño. Para mi gratificación, cumplía con casi todos ellos, si no es que todos.
Ese mismo miércoles, Paula llamo. Tres
horas más tarde tenía un contrato…mi primer contrato.
“¡Sabía que lo
lograrías!” Me
dijo Paula, dándome un beso en plena acera y caminando conmigo de la mano
mientras caminábamos hacia mi auto. Me sentía eufórico, me sentía que podía
lograr cualquier cosa que me propusiera.
Fue hasta que estuve dentro del auto
que la duda me invadió. Si bien en estos meses había aprendido a leer planos,
me costaba mucho en algunas cosas aun, y pensé que lo mejor sería buscar
asesoría.
Este proyecto me traería muy buenos
ingresos, pero talvez debería de contratar a un arquitecto o ingeniero que me
ayudara en eso, después de todos, mi experiencia era prácticamente nula, y
aunque había casi terminado la carrera, no implicaba que había cosas que habían
avanzado y mejorado.
A diferencia de otros días, que estaba
listo para esperar a mis niños que venían de la escuela, ese miércoles me
agarraron por sorpresa. Entraron como remolinos, como normalmente lo hacían.
“¡Papi!” Grito Daniel, abrazando mi pierna al
llegar a mi lado.
“Hola, campeón.” Le salde, dándole un medio abrazo, sin
quitar mi vista de los planos.
“¿Qué es esto?” Pregunto Logan, tomando uno de los
planos en sus manos, pero antes de que pudiera tomarlo por completo le
interrumpí.
“Eh, eh, eh, alto
allí, torbellino.” Le amoneste con una sonrisa, “Esto, es mi
trabajo.” Le
dije con orgullo, volteando a ver a los tres niños, aunque Lautaro solo
observaba todo arrugando la nariz, y Daniel, que todavía no alcanzaba a ver
completamente, se paraba en puntillas para ver lo que sus hermanos hacían.
“¿Trabajas haciendo
dibujos feos?” pregunto Lautaro, “Creí que ser
nuestro papá era tu trabajo.” Me dijo, viendo aquello con desdén. No
pude evitar reír a carcajadas.
“Trabajo, a partir
de hoy, haciendo reparaciones para algunos edificios…bueno, las fachadas.” Le dije, “Esa es la idea
general, y si hago bien este proyecto podré aplicar a otros y talvez, algún día
a retos mayores.” Le dije, apartando de deditos curiosos los planos.
No eran los originales, pero copias…aun así, no quería pasar por la pena de ir
a pedir una nueva copia.
“Pero… pero ¿qué va
a pasar con nosotros?” Pregunto Lautaro, viéndome con temor, y
haciendo que sus hermanos giraran sus miradas hacia mí.
“¿Qué puede pasar
con ustedes?” Le
pregunte extrañado, “A ver, hijo, ven aquí.” Le llame, tomando asiento y jalándolo
entre mis piernas y al ver a mis otros dos niños les llame a ellos también, “a ver, vengan
aquí los tres.” Parados frente a mí, podía ver el temor claramente
en sus ojos. La incertidumbre y el temor de que, así como su madre los había
abandonado por un trabajo yo haría lo mismo.
“Saben,” empecé, “todos los adultos tenemos que trabajar. Los niños van a la escuela, y los adultos trabajamos. Ustedes no son un trabajo…son mis hijos,” Les dije, poniendo mi mano en uno de los cachecitos de Daniel y viendo a Lautaro y a Logan, “Los hijos no son trabajo…si dan trabajo-“ dicho pensando en lo mucho que ahora hacia que antes no, “-pero no son un inconveniente, no son algo que uno no quiera. Para mí es un honor tenerlos a mi lado. Ya se los he dicho antes, no puedo siquiera imaginar no tenerlos conmigo.”
Los tres me miraron con desconfianza, y
supe que por muy lindas que fueran mis palabras no me creían. “A ver,” Les dije, sonriendo, “¿Los papás de sus
compañeritos de escuela trabajan?”
“Si.” Me dijeron los dos menores a coro, con
Logan asintiendo solamente.
“¿Y dejan de ser
los papás de sus compañeritos solo por eso?”
“Pero no es lo
mismo.” Me
dijo Lautaro.
“¿Y porque no?”
“Porque ellos han
sido sus papás por eternidaaadeees!” Me explico Daniel, “¿Pero qué pasa
si a ti te gusta más tu trabajo?”
Dios, era increíble la inseguridad de
estas criaturitas. “Eso no va a pasar, amor.” Le explique, acercándole a mí y
sentándole en mi regazo. “Jamás elegiría otra cosa por sobre
ustedes.” Y
esa promesa la cumpliría así muriera en el intento.
“¿Hay algo de
comer?” Pregunto
Logan, aparentemente cansado de la plática, “Tengo hambre.”
Y con eso logro disipar toda tristeza,
cuando los más pequeños empezaron e pedir cosas como pizza, hamburguesas,
helados o pastel para la merienda. “Sí, claro, solo déjame aclarar la
mesa.” Le
dije, con una sonrisa y chinchándoles de las locuras que se les ocurría pedirme
a comer.
Parecía irrisorio o talvez solamente
irónico lo rápido que pasaba el tiempo. Talvez fue por estar tan enfocado en el
trabajo que cuando menos acorde era viernes.
Como todas las tardes, preparé algo
rápido para cuando llegaran los niños y luego me fui hacia el que ahora era mi
estudio. No tenía más que una mesa que hacía de escritorio y un banquillo,
además de un pequeño archivo que había encontrado a un precio casi nulo.
En cuanto Paula llego esa tarde,
aproveche para salir. Daniel y Lautaro habían bajado varios de sus juguetes que
tenían desperdigados por la sala, mientras que Logan se encontraba tirado en el
sofá con su móvil.
De reojo me percaté como los tres me
quedaron viendo, pero no supe más. “¿Te puedo encargar a los niños?” Le pregunte a Paula, observando como
empezaba a partir unos rábanos.
“¿Tienes que
salir?” Me
pregunto extrañada, golpeando mi mano cuando quise robar unos pedazos de
vegetal.
“Si” Mi respuesta fue acompañada por una
gran muestra de cómo me comía lo robado, “Solo será una o dos horas a lo
máximo.”
“¿Puedo ir
contigo?” Me
pregunto Logan, parado a mi lado, con sus hermanos viéndome con ilusión.
Supe que mi respuesta no sería
gratificante para nadie, “En realidad…mejor otro día campeón.”
Le
dije, sobando su cabello, “¿Porque no te quedas con Paula
cocinando? Sé que te gusta hacer eso y ya días no lo haces.”
Logan solo suspiro y rodo los ojos,
viéndose como el típico adolescente. “Ya que más da.”
“¡Oye!” Le reclamo la mujer, aunque la sonrisa
que tenía le quitaba intensidad, “Mira que me ofendes, jovencito.”
Logan solo rio, llevando las papas al
fregadero para lavarlas. Sabiendo que los niños quedaban en buenas manos y que
en realidad Paula podría cuidarlos mejor que yo, me encamine hacia la salida,
haciendo nota mental de todo lo que necesitaba llevar conmigo.
“Papi…” La vocecita de Daniel me saco de mis
pensamientos, haciéndome pausar mientras me ponía mi abrigo.
“¿Qué paso
campeón?” Le
pregunte, arrodillándome ante el al ver la incertidumbre del niño.
“Es que…” Se mordió su labio, viéndome con algo
de duda, “Es
que… ¿puedo ayudarte en algo?”
Su pregunta me dio ternura, así que
solo lo jale hacia mí en un abrazo, besando su cabecita, “Ya me ayudas
mucho, mi niño.” Le dije, separándome un poco de él. “creo que la que necesita
más ayuda es Paula, ¿hmm?”
“Pero…pero tú nunca
sales en las tardes.” Me dijo, confundido.
No pude evitar sonreír, “Eso era antes,
amor, ahora…pues ahora tengo que hacerlo, pero regreso enseguida.” Le dije, acomodándole su cabello.
“¿Y me traes un
dulce?” Pregunto
con algo de ilusión, haciéndome reír nuevamente.
“Te traigo un
dulce.” Prometí,
revolviéndole el cabello, “Ahora, ve con Paula.” Le dije, dándole un empujoncito por la
espalda.
Planeaba estar fuera una hora, dos a lo
máximo, pero no fue hasta casi cuatro horas después que regrese. Sabía lo más
probable ya habían cenado y eso me hizo sentir pésimo. Recordaba las veces que
mamá y yo tuvimos que comer solos ya que mi padre no llegaba por culpa de su
trabajo.
Odiaba esas tardes así. Mamá trataba de
distraerme, pero yo lo que quería era la atención de mi padre. Después de la
muerte de mi madre pase más tiempo en casa de Melissa y Michael que en la
propia, y sé que mi padre se sentía culpable por ello. Talvez se sentía tan
culpable como me sentía yo ahora.
Llegue a casa, esperando encontrar
reclamos y una que otra cara molesta pero no fue así. Al entrar, con un gran
galón de helado para apaciguar los ánimos, me encontré con una Paula un tanto
molesta y dos caritas un tanto culpables.
No sabía que había pasado, pero por un
instante tuve ganas de volver por donde había entrado… ¡después de todo ella
también me había abandonado en circunstancias similares!
Parada a mitad de la sala se encontraba
la mujer con las manos en su cintura, regañando a Daniel y a Lautaro que
estaban parados frente a ella mientras que Logan estaba recostado contra la
entrada a la cocina.
“¡Gabriel!” Paula fue la primera en reaccionar
cuando carraspee, y se miraba culpable. Okay…esto era extremadamente raro.
“Hola,” Les salude, con una sonrisa algo
nerviosa, “Traje
helado.” Les
dije, levantando la bolsa aquella.
“Oh…este…niños…” La respuesta que esperaba no era la que
obtuve. Esperaba gritos de alegría, incluso de Logan, pero Lautaro y Daniel
solo bajaron la vista mientras que Logan sonrió con picardía, como si estaba
viendo un muy buen show.
“¿Paso algo?” Pregunte, ya por último, “Lamento si vine
tan tarde…tuvimos un pequeño problema y resulta que el proyecto va a llevar un
poco más de tiempo…termitas…y bueno...¿qué pasa?”
Al final, Paula suspiro, viendo a los
niños con pesar y después viéndome a mí. “Amor, recuerda que
tus hijos te aman…y que…bueno, amor, ellos son niños todavía…y no sabían que no
tenían que hacerlo.
“Y supongo por eso
les…¿castigaste?” Tantee, pero ella solo frunció el ceño.
“Bueno…no…solo les
regañe, pero…” Viendo a los niños nuevamente, suspiro y se giró a
ellos,
“Vamos, a la cocina mientras hablo con su padre.” Los dos menores agacharon más la
cabecita y salieron disparados, mientras que Logan solo sonrió aún más sin
moverse de su puesto. “Logan, tú también, cariño.”
Ante las palabras de la mujer la
sonrisa del mayor desapareció de golpe, frunciendo. “¡Pero yo no hice
nada!”
“Logan,” Intervine, ya sintiéndome un tanto
molesto ante tanto misterio.
“Bueno, ¡pero para
mí defensa YO no sabía ni hice nada! Yo estuve con Paula todo el tiempo, así
que a mí no me vayan a meter.”
Tanto Paula como yo rodamos los ojos,
pero Logan nos ignoró y simplemente fue tras sus hermanos. “Bien,” le dije a
la mujer una vez solos, “¿Me puedes explicar que paso?”
“Que sepas que si
de mi cuenta fuera con el regaño bastaría…talvez una o dos nalgaditas algo
flojas…pero no más.” Abogo por los niños, haciéndome levantar una
ceja.
“Y supongo que tú
ya te encargaste de todo…”
“No, por supuesto
que no.” Me
dijo, sonriendo nerviosamente, “Yo solo soy una…amiga de la familia.
Tu eres su padre.”
“Paula, cariño,” Viendo que no me servía de nada, decidí
tomar otra técnica, acercándome a la mujer y tomándola por la cintura. Para una
loca otro loco. “¿Que hicieron los niños?” Le pregunte, dándole un beso en el
cuello. Había aprendido ese era uno de sus puntos débiles.
“No te vayas a
enojar mucho.” Me dijo, aunque pude sentir como se estremecía su
cuerpo,
“Creo que lo hicieron porque no estuviste en la cena.” Bien, ese reclamo ya lo
venía ver.
“Por eso traje el
helado,” Le
dije, pero mis armas se tornaron en mi contra, cuando ella supo lo que hacía e
hizo lo mismo conmigo, mordiendo un poco el lóbulo de mi oreja mientras bajaba
sus manos por mi espalda, causando una reacción singular en mi cuerpo a medida
sus besos pasaban por todo mi cuello y quijada. “Pau…Paula…los
niños…”
“Pintaron los
planos para que se vieran bonitos.” Soltó aquella bomba, haciendo que me
olvidara del todo de lo que segundos antes mi cuerpo quería a gritos.
“¡¿QUE QUE?!!” Grite, tomándola por los brazos y
separándola de mí, “¡¿Qué hicieron QUE?!”
“Cálmate, amor, ya
los regañe…solo…querían ayudarte en tu trabajo.”
Dios, esperaba no fueran los
originales. El día anterior me los habían entregado ya que, dado lo antiguos
que eran, algunos detalles no podían verse bien. Solté a Paula y corrí hacia mi
estudio. Alguno de los dos había llevado la silla del escritorio de su cuarto,
y la caja de crayones de Daniel estaba tirada en el suelo, y en la mesa, sobre
una de las copias (¡gracias al cielo!) estaban desperdigadas todas las
crayolas.
Sabia distinguir cuales dibujos había
hecho Lautaro y cuales Daniel. El más pequeño había tratado de dibujar algunas
personas en el edificio, mientras que Lautaro había dibujado carros donde en
letras claras decía ‘PARQUEO’.
Creo que si los hubiera encontrado me
hubiera puesto furioso, pero recordar todo el teatro que hicimos desde que
entre con el tarro de helado. Habían dibujado flores grama, una bola café que
descifre era una ardilla, y unos pájaros…o eso creía que eran.
Me senté en mi banquillo a observar, y
por un momento supliqué a mis adentros que ninguno de los dos se hubiera
arrodillado en él. Era algo alto, incluso para mí y los tres niños tenían la
manía de arrodillarse en las sillas para hacer cosas en la mesa.
No sabía cómo resolver esto, pero
decidí lo mejor sería hablar con ellos. Baje para encontrarme a los dos menores
esperándome en la sala. Paula estaba en la entrada de la cocina, con brazos
cruzados y mordiendo su labio en nervios, aunque lo único que quise por un momento
era ayudarle a morder esos bellos labios.
Aun así, me recordé a mí mismo, a mi
cuerpo, a mis hormonas, y a todo mi ser que no era momento de ser semental,
pero ser padre.
“Bien…” les
dije, sin saber cómo comenzar, pero Daniel estallo en llanto a lo que le siguió
Lautaro.
“¡Solo queríamos
ayudarte para que tuvieras más tiempo!” Me dijo Lautaro, tallándose los ojos
con sus puñitos.
“Mi vida,” era un blando, de eso no había
escapatoria. No dije más, me encamine a ellos y les abrace, dándole un beso a
cada uno. Después de unos minutos, cuando ya se habían calmado, tomé asiento en
el sofá y puse a un niño en cada pierna. “No pueden entrar a
mi despacho a colorear mis papeles.” Les regañe, sorprendiéndome yo mismo
del tono firme que mi voz automáticamente tomo. “Esos papeles son
importantes, no pueden pintarlos ni dibujar en ellos.”
“Pero…estaban
aburridos.” Me
dijo Daniel, poniendo un pucherito, “Así talvez te dejaban terminar tu
trabajo más rápido.”
¿Por qué ser padre
tenía que ser tan complicado? ¿Porque no podía simplemente darles un puñado de
dulces, una cama, ropa limpia y ya?
“Mis papeles tienen
que verse así…aburridos.” Les explique, “De hecho, si ustedes
hubieran pintado cualquier otros me hubieran metido en graves problemas.” Ante mis palabras
ambos abrieron los ojos en grande, viéndose entre sí.
“Yo le dije a
Daniel que no era buena idea.” Acuso Lautaro, haciendo que el más
pequeño pusiera una mueca de indignación.
“Y si sabias que era
una mala idea porque te uniste a la travesura, ¿hmm?” Pregunte, algo molesto, haciendo que
sus bellos ojitos azules se agrandaran. Mi niño no tenía respuesta a mi
pregunta, solo se mordió ambos labios, viéndome con algo de temor. No era miedo
en sí, más bien temor a lo que podía pasar.
“Nueva regla,” Les dije ya por último, viendo que de
seguir así no llegaríamos a ningún lado, “No entran a mi
estudio si no es con mi permiso o el de Paula, ¿estamos?”
“Papi…” empezó Daniel, tímidamente, “¿Qué es un
‘studio’?”
“Estudio,” Le corregí, tratando de no reírme, “Y es donde estaban
mis papeles de trabajo.”
“Aaah…no puedo
entrar allí si tu no estas.” Me dijo Daniel, asintiendo y viéndome
con total seriedad.
“Exacto, campeón.” Le dije, dándole un beso en la frente,
para luego ver a Lautaro.
“Perdón…no lo volvemos a hacer.” Me dijo, algo tristón.
“Perdonado, campeón.” Así como había
hecho con su hermano menor, bese su frente también.
“¿Podemos ir por
‘lado ahora?” Pregunto
Daniel con picardía, viéndome con ilusión, haciéndome cambiar una mirada con Paula,
quien estaba sonriendo desde hace ya un tiempo.
“Solo falta una
cosita.” Les
dije, poniendo primero a Lautaro de pie y dejando mi mano caer dos veces en su
pequeña retaguardia, haciéndolo saltar en sorpresa y verme como si fuera un
traicionero.
Al ver esto, Daniel trato de bajarse de
mis piernas rápidamente, para correr hacia Paula, pero antes de que pudiera le
tome del brazo y lo jale hacia mí.
Plas Plas
“Esas son por
colorear en mis papeles cuando ya les había dicho que no.” Les dije, sabiendo que habían sido muy
leves y, aunque Lautaro tenía sus manitos atrás sobándose, no le tuvieron que
haber dolido para nada.
PLAS
Esa última si fue un poquito más
fuerte, y Daniel brinco, sus ojos aguándose de inmediato, su labio temblando, “Y está por salir
corriendo.” Le
dije, tomándolo en brazos justo al mismo tiempo que empezaba a llorar como si
le hubiera disparado en una pierna, Lautaro pegándose a mi lado para que
también lo abrazara.
“Bueno, ya mi amor,
ya paso.” Le
dije, dándole otro beso, “¿No que íbamos a comer helado?”
Daniel paro de llorar de inmediato,
sentándose mejor en mis brazos y limpiándose sus lagrimitas rápidamente. “¿Puedo comer dos
pociones?”
Paula se tiró una carcajada, tomando al
niño de mis brazos para cargarlo ella misma, mientras yo tomaba a Lautaro, que
casi me escalaba como si yo fuera un árbol. “Puedes comer dos porciones.” Acepto, haciendo énfasis en la palabra
mal pronunciada.
Logan había servido helado para todos,
y no sabía cuándo había comprado sirope de chocolate, pero había grandes
cantidades en los platos de sus hermanos y en el suyo propio.
Paula agarro unas bananas y les añadió
a los helados, haciendo casi una banana Split, solo faltaría la crema chantillí
y la cereza.
Los niños comieron felices y contentos,
llenando sus caritas de helado. Incluso Logan termino embarrándose hasta la
punta de su nariz, haciendo muecas cuando Paula simplemente tomo una servilleta
y le limpio como hacía con sus hermanos menores.
Esta era mi familia. Era perfecta, era
justo lo que había necesitado. Y aunque Mary y mi bebé siempre estarían en mi
corazón, por alguna razón pensar en ellos estando con estos cuatro no me hacía
sentir miserable, solitario ni tampoco como si los traicionaba…me hacía sentir
agradecido por una nueva oportunidad.
“Me tengo que ir
pronto…” me
susurro Paula horas más tarde, cuando los niños estaban idos viendo una
película. Eran casi las nueve de la noche y sabía que Daniel no tardaría en
caer profundamente dormido.
“Quédate…” le susurre, sin pensarlo. “Quédate esta
noche.”
Sus ojos se agrandaron, y por un
momento pensé que me había equivocado en grande, pero para mi sorpresa ella
solo me sonrió, acercándose a mí y dándome un suave beso en mis labios, “Me
encantaría.”
Iba a decirle algo más, pero en eso
Daniel se acercó a nosotros, sentándose entre nosotros dos, apoyando su cabeza
sobre Paula. Sin decir más, ella lo tomo en brazos, “Yo lo llevo a la
cama.” Me
dijo, acomodándolo y caminando hacia su habitación.
Así fuimos acostando a cada uno de los
niños, hasta que solo quedamos ambos. Como dos adolescentes que no sabían que
hacer, nos quedamos en medio pasillo viéndonos.
No pasaron muchos minutos para que
dejáramos que nuestras hormonas dirigieran nuestros deseos. De alguna forma
terminamos en mi habitación, donde ella peleaba con mi camiseta y yo con sus
pantalones.
“Hmmm…Pau…Paula…” Le dije entre besos bastante subidos de
tono.
“¿Que?” me dijo, tirando su cara para atrás,
mientras que yo me escondía un poco en su cuello, besando cada parte de piel,
más cuando su camisa finalmente se abrió y me dejaron ver dos pechos
perfectamente definidos por un brasier, dejándome atacar esa parte de piel.
“Condón…no tengo…no
tengo…condones…” Diablos, esos pechos me estaban volviendo loco, y
como pude le quité el brasier, dejándolos libres ante mi vista.
“Pastillas.” Dijo simplemente, y con eso supe tenia
luz verde.
Su cuerpo era perfecto, su piel
intoxicante…cada sonido de su boca, cada beso que me daba me volvía loco.
Paula era una diosa, era todo lo que
podía pensar, mis labios besando áreas de su cuerpo al que no habían tenido
acceso antes ávidamente, mis manos dejándose llevar por donde ella los dirigía,
aunque sus uñas dejaban pequeños rastros en mi espalda, sus toques hacia que mi
piel se encrespará, excitándome aún más con tan solo un roce.
De alguna forma, en medio de todo el
acto supe que no podía dejarla ir. Supe que la amaba, supe que quería pasar el
resto de mi vida con ella.
Al final terminamos abrazados, con ella
acurrucada a mi lado, su cuerpo desnudo junto al mío, mientras me quedaba
dormido.
“Gracias…” Me susurro, dándome un beso en mi
pecho, donde tenía apoyada su cabeza.
“hmmm… ¿gracias por
qué?” pregunte,
después de todo, estaba agotado.
“Me has hecho
feliz.” Me
dijo, haciéndome sonreír cansadamente y simplemente apretando un poco mi
abrazo.
“Tú también me has
hecho feliz.” Le
dije de vuelta, disfrutando el silencio que quedo en la habitación…la paz que
había en la atmosfera.
“Gabriel…” me dijo, después de unos largos minutos,
mis ojos cerrados, mi cuerpo completamente relajado.
“¿Hmm?”
“Te amo.” Me susurro, quedándose completamente
quieta.
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