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jueves, 1 de octubre de 2020

Capítulo 17, Quédate Conmigo




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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 17, Quédate Conmigo



El cumpleaños de Logan había sido un verdadero éxito. Mi pequeño adolescente no dejaba de recordar momentos vividos una y otra vez después de que todos los invitados y familiares se hubieran ido.

Melissa y Michael se habían quedado atrás para ayudar en la limpieza, pero viendo que se hacía tarde y los niños tenían actividades pendientes al día siguiente terminaron marchándose a media limpieza.

Paula, como siempre, seguía en casa ayudándonos, y la verdad le estaba totalmente agradecida con la mujer por ello. Había estado planeando darle un regalo más a Logan y no quería hacerlo frente a sus hermanos, así que cuando tuve la oportunidad, tome a Logan y nos encaminamos a la segunda planta, sabiendo que Paula mantendría a los dos más pequeños ocupados.

“Te tengo una sorpresa.” Le dije algo emocionado, parándome frente a una de las puertas que quedaba al fondo del pasillo, frente a la habitación que ya había designado como mi estudio.

“Espero que no sea tener que arreglar algo.” Me dijo, arrugando su pequeña nariz. “Estoy algotado.” Me dijo seriamente.

“Agotado,” corregí con una sonrisa. Realmente debía empezar a enmendar la mala pronunciación de mis niños. “Se dice agotado, campeón, pero no es eso.” Con estas últimas palabras abrí la puerta de la habitación.

No la había pintado aun, quería que Logan eligiera el color. Era una habitación un tanto más pequeña que la que compartían actualmente, con una ventana que daba vista a la parte trasera de la casa, un pequeño closet del otro lado y baño que parecía ser propio, pero en realidad era compartido con el que sería mi estudio.

Dado que la habitación había estado deshabilitada, había cerrado el conducto de aire para ahorrar energía. Después de todo, no había necesidad de mantener esta parte de la casa caliente. Ya había pulido los pisos de madera, como lo había hecho en toda la segunda planta, y había cambiado hace mucho las ventanas.

“Eh, Gabriel…porque estamos aquí. Hace frio.” Me dijo, arrugando la nariz y viendo toda la habitación.

“¿Te gusta la habitación?” Le pregunte, un tanto nervioso y emocionado.

“Eeeh…” Se acercó a la ventana y vio hacia afuera, casi podía verlo abrirla para sacar la cabeza. “Esta bonita…pero hace frio.” Me dijo nuevamente, cruzándose de brazos.

“Pues…de ahora en adelante esta será tu habitación.” No sé si mi voz sonó más seria de lo que quise, pero trataba de contener mi emoción.

Logan abrió los ojos en grande, y mi emoción era tanto que lo confundí con alegría. “Pero…esta vacía…” susurro.

“Si, bueno, no tienes que dormir aquí desde ya, por supuesto.” Le dije con una sonrisa, “Mañana iremos a comprar la pintura…elige el color que quieras, y podemos buscar algunos posters o alguna otra cosilla que te gusté.”

“Pero… ¿y en que cama voy a dormir?” Me pregunto dudoso, “El piso es de madera…”

“Podemos poner una alfombra,” Le dije alegremente, “Todo el segundo piso es de madera, el de la habitación de ustedes, bueno, ahora la de tus hermanos, también es de madera. No sabía eso te molestaba.” Dije lo último para mí mismo. “Y por la cama no te preocupes. Las literas se pueden zafar y hacer dos camas individuales de ellas, así que traeremos la tuya aquí.”

Logan se dio la vuelta y vio todo el lugar. Aunque vacío, estaba completamente limpio, incluso el closet que lo abrió como si no tuviera más que hacer.

“¿Tengo que pasarme mañana mismo?” Me pregunto en un susurro.

“Pues…eso será difícil. Creo que para el próximo sábado podríamos mudarte aquí. ¿te parece?”

Logan vio todo con grandes ojos, y luego solo asintió.

Me sentí satisfecho con esto, así que, tomándolo en un medio abrazo por los hombros le instruí ir pensando en un color mientras lo encaminaba a la planta baja.

“Paaapiii…” Vino corriendo Daniel a mí, con un chocolate en mano, “¿Me lo abres?” Pregunto con emoción.

“No lo creo, campeón.” Le dije, tomando al niño en brazos y dándole un beso en el cachete, “Has comido muchos por hoy. ¿Por qué no lo dejas para mañana?”

Vi el puchero formarse en los labios de Daniel, pero antes de que pudiera siquiera empezar una de sus rabietas, le puse en el suelo y con una palmada de advertencia lo dirigí hacia donde escuchaba a Paula. “Vamos, dáselo a Paula para que lo guarde.” Le dije.

Daniel me vio con el ceño fruncido, poniendo su manito atrás para sobarse, pero no dijo más, salió corriendo a la cocina. “¡Dijo que no!” Le escuché decir, y solo pude negar con la cabeza. Si, tenían razón. Amor y rigor.

Esa noche al acostar a los niños me sentía agotado. Por primera vez Paula se había ido temprano y por alguna razón me sentía solo. Me hubiera gustado se quedará conmigo, pero al mismo tiempo disfrutaba el silencio que me invadía.

Saque el papel que Henry me había dado de mi billetera y lo observe. Eran las cosas que tenía que hacer por mi parte, mientras que el haría unas llamadas por su parte.

Lo primero era hablar con la escuela y conseguir algún documento o certificado que dijera que durante los últimos cuatro meses a quien habían estado contactando por cualquier cosa de los niños era a mí.

3Sinceramente, no creí que hablar con el director Sánchez fuera tan difícil, ni creía que me la pondría difícil. Lo segundo si lo miraba difícil. Henry quería que hablara con los Gullier, que pidiera la autorización de ambos señores por escrito donde ellos me habían permitido llevarse a los niños. Incluso, me mandaría un borrador a mi correo electrónico del permiso que deberían de firmar.

No sabía cómo lo tomarían esos dos ancianos, después de todo, las veces que había llegado donde él no era precisamente de forma amistosa, aunque eso me ponía a plantearme.

¿Por qué Diana los había elegido a ellos? Según Paula, la familia de Max no vivía en el pueblo ya, sus padres habían vendido su pequeño negocio y se habían mudado Dios sabrá donde, y aunque era obvio quien era el padre biológico de Lautaro, era más que evidente que el no quería pruebas contundentes más que los rumores que se daban por el pueblo. La pregunta era, porque Diana les pedía ese favor a los Gullier, ¿y a base de qué?

“El viejo Gullier estuvo con Diana.” Me había dicho Paula en una plática, semanas atrás.

“¡¿Que?!” Pregunte, un tanto asqueado ante la imagen mental que se me vino.
“Si, fue hace mucho. El hijo de ellos vivía en el pueblo y ella, pues…creo Diana buscaba nuevos horizontes. Menos mal no se fue por el más pequeño. ¡Apenas y tenía los catorce años!”

No sabía qué hace tanto había sido esto, ¿pero sería posible que el viejo fuera el donador de esperma de Daniel? Esto explicaría porque el hombre se empeñaba en quedarse con los niños. Aunque no lo creía posible, físicamente no se parecían en nada.

Pensar en esto me daba dolor de cabeza, en realidad. Pensar en quien podría ser el padre de Daniel me daba mayor dolor de cabeza. ¡Yo era su padre! Yo me había ganado ese puesto y no lo miraba justo que Diana pudiera usar algo así en contra mío en una corte. Sin embargo, Henry había sido empático en eso. Necesitábamos estar seguros que los padres biológicos no tendrían ningún argumento para quedarse con los niños.

Parte de mi lista también implicaba que, si bien era cierto tenia estabilidad económica, debería de tener algo más estable como un trabajo. Henry había sido insistente en este punto. A todos los jueces de casos de familia insistían en verificar cada detalle, y a ninguno le gustaría darle la custodia, o peor, la adopción a un hombre joven que se dedicaba a hacer nada.

Hablaría con Paula al día siguiente, después de todo, ella era mi contacto con este pueblo. Ya tenía planeado y trazado un plan de trabajo, y esperaba que el hecho de haber restaurado esta casa fuera mi mayor carta de presentación para lo que planeaba emprender. Además de que, si me iba bien, podría ofrecerle a Dante asociarnos.

De repente me sentí agotado, tirado en mi cama, con la misma ropa con la que había andado todo el día, sentía como mis fuerzas se iban. Un temor me invadía al mismo tiempo…no podía siquiera imaginar lo que sería alejaran a esos niños de mi vida, ni siquiera por un par de horas.

Talvez fue debido a mis pensamientos que tuve las pesadillas que tuve esa noche. A medio acostar, con las ropas del día, cerré los ojos y dejé que mi cuerpo se relajara, no así mi mente.

Me vi nuevamente en el auto, aquel pequeño Nissan Sentra que manejé aquel fatídico día. Pero en vez de Mary, quien iba a mi lado era Paula. Quien quedaba ensangrentada era Paula…y cuando volteaba ver atrás estaban mis niños, ensangrentados, en ángulos anormales. Quería despertarme, sabia estaba soñando, aun en sueños cerré los ojos y cuando los abrí estaba de vuelta en mi cama, pero no solo, estaba Diana, parada junto a mi cama, riendo a carcajadas, sacándome en cara que se había llevado a los niños.

Me levante de la cama y corrí a la recamara de mis niños, pero no había nada. Estaba vacía, sucia, llena de telarañas y polvo, con la ventana rota, tal y como estaba el día que me mude allí…pero al ver la esquina estaban sus tres peluches. Estaban sucios, tirados y cuando me quise acercar a ellos noté la sangre en ellos. “¡NO!” grite, volteando y tratando de correr hacia la puerta, escuchando el llanto de uno de ellos. Pero por más que corrí para poder llegar a sus gritos, la puerta se alejaba más y más, hasta que el suelo a mis pies se partió y solo podía sentir como mi cuerpo caía al vacío. Desperté de golpe, con una sensación de que acababa de caer en mi cama.

Así como me había sentado y solo me había tirado en la cama me encontraba todavía, aunque ahora estaba completamente sudado. Me pasé la mano por los ojos, tratando de recordar que había pasado cuando recordé el cuarto vacío de los niños. Me levanté de golpe y corrí a verlos en medio del obscuro pasillo, alumbrado solamente por la luz de mi habitación.

Al entrar pude sentir como me volvía la vida al cuerpo al ver a mis niños profundamente dormiditos, con Daniel chupando su dedito, y Logan abrazado a su osito…casi no podía ver la silueta de Lautaro pero podía ver su piecito salido de debajo de su cobija.

Solo pude suspirar nuevamente y apoyarme contra el marco de la puerta. Estaban bien, estaban conmigo…estaban con su padre. Me quede por un par de minutos observándoles dormir para luego acercarme a Daniel. Con cuidado le saque su dedito de la boca y le sobe su cabello. Lo tenía un poco largo ya, tal vez mañana debería de llevarlos a tener un corte. Le acomode un poco más las cobijas y no pude sino negar cuando vi cómo, en cuanto me aleje un poco metió su dedito a la boca nuevamente.

Me acerqué donde Lautaro y, viéndole dormir, con la boca bien abierta, solo pude sonreír. Tenía su peluche un poco alejado de su cuerpo, pero bien agarrado por su manito, las cobijas hechas un remolino. De los tres era el más loco para dormir, definitivamente. Le acomode las sabanas como pude para evitar le entrara el frio y lo acomode para que su pie estuviera no solo dentro de sus sabanas, pero dentro de su cama también. Una vez hecho esto, le besé su frente y me erguí para ver a Logan.

A diferencia de sus hermanos, este parecía no moverse al dormir. Así como lo había acomodado, así estaba todavía. Con la boca un tanto abierta, se miraba completamente relajado y aún más joven de lo usual. ¿Dónde estaban los catorce añitos de esta cosita?

Como no tenía nada que acomodar, no me quedo de otra pero fingir que lo hacía, si tan solo era para tocarlo, y luego le acomode el pelito de su frente. Después de darle un beso, y de besar la frente de Daniel, me retire silenciosamente.

Me dirigí directamente a mi ducha, me sentía pegajoso por el sudor de mi cuerpo y talvez un baño me ayudaría. Al salir me sorprendí al encontrar a Lautaro acomodado entre mis sabanas. Bien, aparentemente tendría un polizón esa noche...y a la mañana siguiente me di cuenta que tener a uno de ellos cerca era el mejor remedio para las pesadillas.

El domingo paso en un abrir y cerrar de ojos. Compramos la pintura para el cuarto de Logan, un anaranjado que daba gracias no tener que habitar ese lugar. Pensé en disuadirlo de ese color, pero al ver sus ojitos de ilusión no me quedo de otra que aceptar. Al menos no era un color chillante ni tan llamativo…para ser naranja.

Después de la peluquería nos fuimos al barbero, donde los niños parecieron disgustados al tener que esperar, pero a la promesa de ir al boliche se pusieron felices. Nunca habían ido.

La pasamos bien en familia, una buena forma de olvidar lo que se me venía en los siguientes meses. Aun mejor fue el hecho de que por la tarde llego Paula, y me pude sentir en total paz. De alguna forma, tener a esas cuatro personas cera mío me hacía sentir que todo estaba bien en la tierra.

Como planeado, ese lunes me presente en la escuela. Quería preguntar si podía hacer una cita, pero el Director Sánchez me paso a su oficina con una gran sonrisa. Al hablar con él y exponerle el caso, ni siquiera lo dudo.

Rápidamente pidió a su secretaria redactara una nota y adjuntara fotocopia de los archivos digitales de cuando se había hecho el cambio y desde cuando me habían añadido al listado de personas por llamar. Para mi sorpresa, adjunto con esa información había una nota hecha meses atrás por la escuela que la madre no había contestado ninguna de las llamadas y no tenían algún otro adulto responsable por los niños.

Daban fe y testificaban de lo bien cuidado que los niños estaban, de los cambios a mejoría que habían observado y como los niños no presentaban ese año ninguna dificultad en presentar trabajos de casa y portaban todos sus materiales, además de que sus ropitas estaban limpias.

Para el miércoles, Henry me mando el documento que quería los Gullier firmaran, además de un documento legal donde estipulaban los requisitos necesarios a tener cuando se pedía la custodia de un niño. Para mi gratificación, cumplía con casi todos ellos, si no es que todos.

Ese mismo miércoles, Paula llamo. Tres horas más tarde tenía un contrato…mi primer contrato.

“¡Sabía que lo lograrías!” Me dijo Paula, dándome un beso en plena acera y caminando conmigo de la mano mientras caminábamos hacia mi auto. Me sentía eufórico, me sentía que podía lograr cualquier cosa que me propusiera.

Fue hasta que estuve dentro del auto que la duda me invadió. Si bien en estos meses había aprendido a leer planos, me costaba mucho en algunas cosas aun, y pensé que lo mejor sería buscar asesoría.

Este proyecto me traería muy buenos ingresos, pero talvez debería de contratar a un arquitecto o ingeniero que me ayudara en eso, después de todos, mi experiencia era prácticamente nula, y aunque había casi terminado la carrera, no implicaba que había cosas que habían avanzado y mejorado.

A diferencia de otros días, que estaba listo para esperar a mis niños que venían de la escuela, ese miércoles me agarraron por sorpresa. Entraron como remolinos, como normalmente lo hacían.

“¡Papi!” Grito Daniel, abrazando mi pierna al llegar a mi lado.

“Hola, campeón.” Le salde, dándole un medio abrazo, sin quitar mi vista de los planos.

“¿Qué es esto?” Pregunto Logan, tomando uno de los planos en sus manos, pero antes de que pudiera tomarlo por completo le interrumpí.

“Eh, eh, eh, alto allí, torbellino.” Le amoneste con una sonrisa, “Esto, es mi trabajo.” Le dije con orgullo, volteando a ver a los tres niños, aunque Lautaro solo observaba todo arrugando la nariz, y Daniel, que todavía no alcanzaba a ver completamente, se paraba en puntillas para ver lo que sus hermanos hacían.

“¿Trabajas haciendo dibujos feos?” pregunto Lautaro, “Creí que ser nuestro papá era tu trabajo.” Me dijo, viendo aquello con desdén. No pude evitar reír a carcajadas.

“Trabajo, a partir de hoy, haciendo reparaciones para algunos edificios…bueno, las fachadas.” Le dije, “Esa es la idea general, y si hago bien este proyecto podré aplicar a otros y talvez, algún día a retos mayores.” Le dije, apartando de deditos curiosos los planos. No eran los originales, pero copias…aun así, no quería pasar por la pena de ir a pedir una nueva copia.

“Pero… pero ¿qué va a pasar con nosotros?” Pregunto Lautaro, viéndome con temor, y haciendo que sus hermanos giraran sus miradas hacia mí.

“¿Qué puede pasar con ustedes?” Le pregunte extrañado, “A ver, hijo, ven aquí.” Le llame, tomando asiento y jalándolo entre mis piernas y al ver a mis otros dos niños les llame a ellos también, “a ver, vengan aquí los tres.” Parados frente a mí, podía ver el temor claramente en sus ojos. La incertidumbre y el temor de que, así como su madre los había abandonado por un trabajo yo haría lo mismo.

“Saben,” empecé, “todos los adultos tenemos que trabajar. Los niños van a la escuela, y los adultos trabajamos. Ustedes no son un trabajo…son mis hijos,” Les dije, poniendo mi mano en uno de los cachecitos de Daniel y viendo a Lautaro y a Logan, “Los hijos no son trabajo…si dan trabajo-“ dicho pensando en lo mucho que ahora hacia que antes no, “-pero no son un inconveniente, no son algo que uno no quiera. Para mí es un honor tenerlos a mi lado. Ya se los he dicho antes, no puedo siquiera imaginar no tenerlos conmigo.”

Los tres me miraron con desconfianza, y supe que por muy lindas que fueran mis palabras no me creían. “A ver,” Les dije, sonriendo, “¿Los papás de sus compañeritos de escuela trabajan?”

“Si.” Me dijeron los dos menores a coro, con Logan asintiendo solamente.

“¿Y dejan de ser los papás de sus compañeritos solo por eso?”

“Pero no es lo mismo.” Me dijo Lautaro.

“¿Y porque no?”

“Porque ellos han sido sus papás por eternidaaadeees!” Me explico Daniel, “¿Pero qué pasa si a ti te gusta más tu trabajo?”

Dios, era increíble la inseguridad de estas criaturitas. “Eso no va a pasar, amor.” Le explique, acercándole a mí y sentándole en mi regazo. “Jamás elegiría otra cosa por sobre ustedes.” Y esa promesa la cumpliría así muriera en el intento.

“¿Hay algo de comer?” Pregunto Logan, aparentemente cansado de la plática, “Tengo hambre.”

Y con eso logro disipar toda tristeza, cuando los más pequeños empezaron e pedir cosas como pizza, hamburguesas, helados o pastel para la merienda. “Sí, claro, solo déjame aclarar la mesa.” Le dije, con una sonrisa y chinchándoles de las locuras que se les ocurría pedirme a comer.

Parecía irrisorio o talvez solamente irónico lo rápido que pasaba el tiempo. Talvez fue por estar tan enfocado en el trabajo que cuando menos acorde era viernes.

Como todas las tardes, preparé algo rápido para cuando llegaran los niños y luego me fui hacia el que ahora era mi estudio. No tenía más que una mesa que hacía de escritorio y un banquillo, además de un pequeño archivo que había encontrado a un precio casi nulo.

En cuanto Paula llego esa tarde, aproveche para salir. Daniel y Lautaro habían bajado varios de sus juguetes que tenían desperdigados por la sala, mientras que Logan se encontraba tirado en el sofá con su móvil.

De reojo me percaté como los tres me quedaron viendo, pero no supe más. “¿Te puedo encargar a los niños?” Le pregunte a Paula, observando como empezaba a partir unos rábanos.

“¿Tienes que salir?” Me pregunto extrañada, golpeando mi mano cuando quise robar unos pedazos de vegetal.

“Si” Mi respuesta fue acompañada por una gran muestra de cómo me comía lo robado, “Solo será una o dos horas a lo máximo.”

“¿Puedo ir contigo?” Me pregunto Logan, parado a mi lado, con sus hermanos viéndome con ilusión.

Supe que mi respuesta no sería gratificante para nadie, “En realidad…mejor otro día campeón.” Le dije, sobando su cabello, “¿Porque no te quedas con Paula cocinando? Sé que te gusta hacer eso y ya días no lo haces.”

Logan solo suspiro y rodo los ojos, viéndose como el típico adolescente. “Ya que más da.”

“¡Oye!” Le reclamo la mujer, aunque la sonrisa que tenía le quitaba intensidad, “Mira que me ofendes, jovencito.”

Logan solo rio, llevando las papas al fregadero para lavarlas. Sabiendo que los niños quedaban en buenas manos y que en realidad Paula podría cuidarlos mejor que yo, me encamine hacia la salida, haciendo nota mental de todo lo que necesitaba llevar conmigo.

“Papi…” La vocecita de Daniel me saco de mis pensamientos, haciéndome pausar mientras me ponía mi abrigo.

“¿Qué paso campeón?” Le pregunte, arrodillándome ante el al ver la incertidumbre del niño.

“Es que…” Se mordió su labio, viéndome con algo de duda, “Es que… ¿puedo ayudarte en algo?”

Su pregunta me dio ternura, así que solo lo jale hacia mí en un abrazo, besando su cabecita, “Ya me ayudas mucho, mi niño.” Le dije, separándome un poco de él. “creo que la que necesita más ayuda es Paula, ¿hmm?”

“Pero…pero tú nunca sales en las tardes.” Me dijo, confundido.

No pude evitar sonreír, “Eso era antes, amor, ahora…pues ahora tengo que hacerlo, pero regreso enseguida.” Le dije, acomodándole su cabello.

“¿Y me traes un dulce?” Pregunto con algo de ilusión, haciéndome reír nuevamente.

“Te traigo un dulce.” Prometí, revolviéndole el cabello, “Ahora, ve con Paula.” Le dije, dándole un empujoncito por la espalda.

Planeaba estar fuera una hora, dos a lo máximo, pero no fue hasta casi cuatro horas después que regrese. Sabía lo más probable ya habían cenado y eso me hizo sentir pésimo. Recordaba las veces que mamá y yo tuvimos que comer solos ya que mi padre no llegaba por culpa de su trabajo.

Odiaba esas tardes así. Mamá trataba de distraerme, pero yo lo que quería era la atención de mi padre. Después de la muerte de mi madre pase más tiempo en casa de Melissa y Michael que en la propia, y sé que mi padre se sentía culpable por ello. Talvez se sentía tan culpable como me sentía yo ahora.

Llegue a casa, esperando encontrar reclamos y una que otra cara molesta pero no fue así. Al entrar, con un gran galón de helado para apaciguar los ánimos, me encontré con una Paula un tanto molesta y dos caritas un tanto culpables.

No sabía que había pasado, pero por un instante tuve ganas de volver por donde había entrado… ¡después de todo ella también me había abandonado en circunstancias similares!

Parada a mitad de la sala se encontraba la mujer con las manos en su cintura, regañando a Daniel y a Lautaro que estaban parados frente a ella mientras que Logan estaba recostado contra la entrada a la cocina.

“¡Gabriel!” Paula fue la primera en reaccionar cuando carraspee, y se miraba culpable. Okay…esto era extremadamente raro.

“Hola,” Les salude, con una sonrisa algo nerviosa, “Traje helado.” Les dije, levantando la bolsa aquella.

“Oh…este…niños…” La respuesta que esperaba no era la que obtuve. Esperaba gritos de alegría, incluso de Logan, pero Lautaro y Daniel solo bajaron la vista mientras que Logan sonrió con picardía, como si estaba viendo un muy buen show.

“¿Paso algo?” Pregunte, ya por último, “Lamento si vine tan tarde…tuvimos un pequeño problema y resulta que el proyecto va a llevar un poco más de tiempo…termitas…y bueno...¿qué pasa?”

Al final, Paula suspiro, viendo a los niños con pesar y después viéndome a mí. “Amor, recuerda que tus hijos te aman…y que…bueno, amor, ellos son niños todavía…y no sabían que no tenían que hacerlo.

“Y supongo por eso les…¿castigaste?” Tantee, pero ella solo frunció el ceño.

“Bueno…no…solo les regañe, pero…” Viendo a los niños nuevamente, suspiro y se giró a ellos, “Vamos, a la cocina mientras hablo con su padre.” Los dos menores agacharon más la cabecita y salieron disparados, mientras que Logan solo sonrió aún más sin moverse de su puesto. “Logan, tú también, cariño.”

Ante las palabras de la mujer la sonrisa del mayor desapareció de golpe, frunciendo. “¡Pero yo no hice nada!”

“Logan,” Intervine, ya sintiéndome un tanto molesto ante tanto misterio.

“Bueno, ¡pero para mí defensa YO no sabía ni hice nada! Yo estuve con Paula todo el tiempo, así que a mí no me vayan a meter.”

Tanto Paula como yo rodamos los ojos, pero Logan nos ignoró y simplemente fue tras sus hermanos. “Bien,” le dije a la mujer una vez solos, “¿Me puedes explicar que paso?”

“Que sepas que si de mi cuenta fuera con el regaño bastaría…talvez una o dos nalgaditas algo flojas…pero no más.” Abogo por los niños, haciéndome levantar una ceja.

“Y supongo que tú ya te encargaste de todo…”

“No, por supuesto que no.” Me dijo, sonriendo nerviosamente, “Yo solo soy una…amiga de la familia. Tu eres su padre.”

“Paula, cariño,” Viendo que no me servía de nada, decidí tomar otra técnica, acercándome a la mujer y tomándola por la cintura. Para una loca otro loco. “¿Que hicieron los niños?” Le pregunte, dándole un beso en el cuello. Había aprendido ese era uno de sus puntos débiles.

“No te vayas a enojar mucho.” Me dijo, aunque pude sentir como se estremecía su cuerpo, “Creo que lo hicieron porque no estuviste en la cena.” Bien, ese reclamo ya lo venía ver.

“Por eso traje el helado,” Le dije, pero mis armas se tornaron en mi contra, cuando ella supo lo que hacía e hizo lo mismo conmigo, mordiendo un poco el lóbulo de mi oreja mientras bajaba sus manos por mi espalda, causando una reacción singular en mi cuerpo a medida sus besos pasaban por todo mi cuello y quijada. “Pau…Paula…los niños…”

“Pintaron los planos para que se vieran bonitos.” Soltó aquella bomba, haciendo que me olvidara del todo de lo que segundos antes mi cuerpo quería a gritos.

“¡¿QUE QUE?!!” Grite, tomándola por los brazos y separándola de mí, “¡¿Qué hicieron QUE?!”

“Cálmate, amor, ya los regañe…solo…querían ayudarte en tu trabajo.”

Dios, esperaba no fueran los originales. El día anterior me los habían entregado ya que, dado lo antiguos que eran, algunos detalles no podían verse bien. Solté a Paula y corrí hacia mi estudio. Alguno de los dos había llevado la silla del escritorio de su cuarto, y la caja de crayones de Daniel estaba tirada en el suelo, y en la mesa, sobre una de las copias (¡gracias al cielo!) estaban desperdigadas todas las crayolas.

Sabia distinguir cuales dibujos había hecho Lautaro y cuales Daniel. El más pequeño había tratado de dibujar algunas personas en el edificio, mientras que Lautaro había dibujado carros donde en letras claras decía ‘PARQUEO’.

Creo que si los hubiera encontrado me hubiera puesto furioso, pero recordar todo el teatro que hicimos desde que entre con el tarro de helado. Habían dibujado flores grama, una bola café que descifre era una ardilla, y unos pájaros…o eso creía que eran.

Me senté en mi banquillo a observar, y por un momento supliqué a mis adentros que ninguno de los dos se hubiera arrodillado en él. Era algo alto, incluso para mí y los tres niños tenían la manía de arrodillarse en las sillas para hacer cosas en la mesa.

No sabía cómo resolver esto, pero decidí lo mejor sería hablar con ellos. Baje para encontrarme a los dos menores esperándome en la sala. Paula estaba en la entrada de la cocina, con brazos cruzados y mordiendo su labio en nervios, aunque lo único que quise por un momento era ayudarle a morder esos bellos labios.

Aun así, me recordé a mí mismo, a mi cuerpo, a mis hormonas, y a todo mi ser que no era momento de ser semental, pero ser padre. “Bien…” les dije, sin saber cómo comenzar, pero Daniel estallo en llanto a lo que le siguió Lautaro.

“¡Solo queríamos ayudarte para que tuvieras más tiempo!” Me dijo Lautaro, tallándose los ojos con sus puñitos.

“Mi vida,” era un blando, de eso no había escapatoria. No dije más, me encamine a ellos y les abrace, dándole un beso a cada uno. Después de unos minutos, cuando ya se habían calmado, tomé asiento en el sofá y puse a un niño en cada pierna. “No pueden entrar a mi despacho a colorear mis papeles.” Les regañe, sorprendiéndome yo mismo del tono firme que mi voz automáticamente tomo. “Esos papeles son importantes, no pueden pintarlos ni dibujar en ellos.”

“Pero…estaban aburridos.” Me dijo Daniel, poniendo un pucherito, “Así talvez te dejaban terminar tu trabajo más rápido.”

¿Por qué ser padre tenía que ser tan complicado? ¿Porque no podía simplemente darles un puñado de dulces, una cama, ropa limpia y ya?

“Mis papeles tienen que verse así…aburridos.” Les explique, “De hecho, si ustedes hubieran pintado cualquier otros me hubieran metido en graves problemas.” Ante mis palabras ambos abrieron los ojos en grande, viéndose entre sí.

“Yo le dije a Daniel que no era buena idea.” Acuso Lautaro, haciendo que el más pequeño pusiera una mueca de indignación.

Y si sabias que era una mala idea porque te uniste a la travesura, ¿hmm?” Pregunte, algo molesto, haciendo que sus bellos ojitos azules se agrandaran. Mi niño no tenía respuesta a mi pregunta, solo se mordió ambos labios, viéndome con algo de temor. No era miedo en sí, más bien temor a lo que podía pasar.

“Nueva regla,” Les dije ya por último, viendo que de seguir así no llegaríamos a ningún lado, “No entran a mi estudio si no es con mi permiso o el de Paula, ¿estamos?”

“Papi…” empezó Daniel, tímidamente, “¿Qué es un ‘studio’?”

“Estudio,” Le corregí, tratando de no reírme, “Y es donde estaban mis papeles de trabajo.”

“Aaah…no puedo entrar allí si tu no estas.” Me dijo Daniel, asintiendo y viéndome con total seriedad.

“Exacto, campeón.” Le dije, dándole un beso en la frente, para luego ver a Lautaro.

“Perdón…no lo volvemos a hacer.” Me dijo, algo tristón.

“Perdonado, campeón.” Así como había hecho con su hermano menor, bese su frente también.

“¿Podemos ir por ‘lado ahora?” Pregunto Daniel con picardía, viéndome con ilusión, haciéndome cambiar una mirada con Paula, quien estaba sonriendo desde hace ya un tiempo.

“Solo falta una cosita.” Les dije, poniendo primero a Lautaro de pie y dejando mi mano caer dos veces en su pequeña retaguardia, haciéndolo saltar en sorpresa y verme como si fuera un traicionero.

Al ver esto, Daniel trato de bajarse de mis piernas rápidamente, para correr hacia Paula, pero antes de que pudiera le tome del brazo y lo jale hacia mí.

Plas Plas

“Esas son por colorear en mis papeles cuando ya les había dicho que no.” Les dije, sabiendo que habían sido muy leves y, aunque Lautaro tenía sus manitos atrás sobándose, no le tuvieron que haber dolido para nada.

PLAS

Esa última si fue un poquito más fuerte, y Daniel brinco, sus ojos aguándose de inmediato, su labio temblando, “Y está por salir corriendo.” Le dije, tomándolo en brazos justo al mismo tiempo que empezaba a llorar como si le hubiera disparado en una pierna, Lautaro pegándose a mi lado para que también lo abrazara.

“Bueno, ya mi amor, ya paso.” Le dije, dándole otro beso, “¿No que íbamos a comer helado?”

Daniel paro de llorar de inmediato, sentándose mejor en mis brazos y limpiándose sus lagrimitas rápidamente. “¿Puedo comer dos pociones?”

Paula se tiró una carcajada, tomando al niño de mis brazos para cargarlo ella misma, mientras yo tomaba a Lautaro, que casi me escalaba como si yo fuera un árbol. “Puedes comer dos porciones.” Acepto, haciendo énfasis en la palabra mal pronunciada.

Logan había servido helado para todos, y no sabía cuándo había comprado sirope de chocolate, pero había grandes cantidades en los platos de sus hermanos y en el suyo propio.

Paula agarro unas bananas y les añadió a los helados, haciendo casi una banana Split, solo faltaría la crema chantillí y la cereza.

Los niños comieron felices y contentos, llenando sus caritas de helado. Incluso Logan termino embarrándose hasta la punta de su nariz, haciendo muecas cuando Paula simplemente tomo una servilleta y le limpio como hacía con sus hermanos menores.

Esta era mi familia. Era perfecta, era justo lo que había necesitado. Y aunque Mary y mi bebé siempre estarían en mi corazón, por alguna razón pensar en ellos estando con estos cuatro no me hacía sentir miserable, solitario ni tampoco como si los traicionaba…me hacía sentir agradecido por una nueva oportunidad.

“Me tengo que ir pronto…” me susurro Paula horas más tarde, cuando los niños estaban idos viendo una película. Eran casi las nueve de la noche y sabía que Daniel no tardaría en caer profundamente dormido.

“Quédate…” le susurre, sin pensarlo. “Quédate esta noche.”

Sus ojos se agrandaron, y por un momento pensé que me había equivocado en grande, pero para mi sorpresa ella solo me sonrió, acercándose a mí y dándome un suave beso en mis labios, “Me encantaría.” 

Iba a decirle algo más, pero en eso Daniel se acercó a nosotros, sentándose entre nosotros dos, apoyando su cabeza sobre Paula. Sin decir más, ella lo tomo en brazos, “Yo lo llevo a la cama.” Me dijo, acomodándolo y caminando hacia su habitación.

Así fuimos acostando a cada uno de los niños, hasta que solo quedamos ambos. Como dos adolescentes que no sabían que hacer, nos quedamos en medio pasillo viéndonos.

No pasaron muchos minutos para que dejáramos que nuestras hormonas dirigieran nuestros deseos. De alguna forma terminamos en mi habitación, donde ella peleaba con mi camiseta y yo con sus pantalones.

“Hmmm…Pau…Paula…” Le dije entre besos bastante subidos de tono.

“¿Que?” me dijo, tirando su cara para atrás, mientras que yo me escondía un poco en su cuello, besando cada parte de piel, más cuando su camisa finalmente se abrió y me dejaron ver dos pechos perfectamente definidos por un brasier, dejándome atacar esa parte de piel.

“Condón…no tengo…no tengo…condones…” Diablos, esos pechos me estaban volviendo loco, y como pude le quité el brasier, dejándolos libres ante mi vista.

“Pastillas.” Dijo simplemente, y con eso supe tenia luz verde.

Su cuerpo era perfecto, su piel intoxicante…cada sonido de su boca, cada beso que me daba me volvía loco.

Paula era una diosa, era todo lo que podía pensar, mis labios besando áreas de su cuerpo al que no habían tenido acceso antes ávidamente, mis manos dejándose llevar por donde ella los dirigía, aunque sus uñas dejaban pequeños rastros en mi espalda, sus toques hacia que mi piel se encrespará, excitándome aún más con tan solo un roce.

De alguna forma, en medio de todo el acto supe que no podía dejarla ir. Supe que la amaba, supe que quería pasar el resto de mi vida con ella.

Al final terminamos abrazados, con ella acurrucada a mi lado, su cuerpo desnudo junto al mío, mientras me quedaba dormido.

“Gracias…” Me susurro, dándome un beso en mi pecho, donde tenía apoyada su cabeza.

“hmmm… ¿gracias por qué?” pregunte, después de todo, estaba agotado.

“Me has hecho feliz.” Me dijo, haciéndome sonreír cansadamente y simplemente apretando un poco mi abrazo.

“Tú también me has hecho feliz.” Le dije de vuelta, disfrutando el silencio que quedo en la habitación…la paz que había en la atmosfera.

“Gabriel…” me dijo, después de unos largos minutos, mis ojos cerrados, mi cuerpo completamente relajado.

“¿Hmm?”

“Te amo.” Me susurro, quedándose completamente quieta.

Sonreí, yo también la amaba. Y rindiéndome en los brazos de Morfeo, se lo hice saber, aunque talvez lo mejor hubiera sido hacerlo despierto. “También te amo, Mary.” 


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