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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 9, Una
Nueva Etapa
Los
días siguientes fueron un subibaja de vivencias con infusiones de emociones. En
realidad, el mismo día había visto una faceta de Logan que no me lo esperaba.
La
tarde la pasamos entre juegos y risas, aunque notaba que Logan y Daniel
peleaban por sentarse cerca mío o incluso que les prestara más atención,
mientras que Lautaro parecía feliz con el hecho de tener botanas.
Me
extrañaba su forma de actuar...es decir, con Daniel ya lo había visto y lo
atribuía a su edad, pero no me lo esperaba de Logan, quien ya estaba algo
mayorcito.
Aun
así, simplemente no dije nada y le abrazaba constantemente, depositando uno que
otro beso cuando podía y animándole verbalmente...aunque eso también lo hacia
con sus otros hermanos.
Al
llegar la noche, después de ayudar a Daniel en su baño y dejarlo en cama
escuche a Lautaro y Logan hablando, con el menor preguntándole a su hermano si
estaba bien.
"Si...no fue tan malo." Le dijo tranquilamente, revolviendo las
cartas que tenía en su mano una y otra vez. Talvez no debería haber hecho eso,
pero tenía curiosidad de saber que hablaban cuando creían nadie les escuchaba.
"¿Dolió mucho?"
"¿Tu qué crees, tonto?" Le respondió Logan algo molesto,
tirándole una de las tarjetas. "Tu lloraste
como un bebe cuando solo te dio una...a mí me dio varias."
Lautaro
se sonrojo ante esto, haciendo un puchero y murmurando que le había pegado muy
duro, aunque solo fue una. Se quedaron en silencio por un momento, pero antes
de que mandara a Lautaro a la cama el niño hablo nuevamente. "¿Y te bajo el pantalón?"
"¡NO!" Grito Logan, mintiendo entre molesto y apenado.
Viendo
una pelea venir, decidí intervenir antes de que tuviera que terminar la noche
con regaños. Una vez los niños estaban en cama volví a sacar una lista de en
qué podría trabajar. Fue más fácil decirlo que hacerlo, así que me dispuse
comprar un periódico al día siguiente y hacerlo a la vieja escuela.
Mientras
pensaba en esto y en todas las cosas que tendría que hacer al día siguiente
mientras los niños estaban en la escuela, vi a Logan parado en la entrada de mi
habitación. Se miraba nervioso, jugando nuevamente con el borde de su pijama
mientras se mordía el labio inferior.
"¿Pasa algo?" Indague, incorporándome un poco más para
verle mejor. Pero el niño simplemente negó.
"Mañana tenemos escuela." Me dijo simplemente, haciendo que
levantara una ceja algo divertido.
"Si, lo sé, por lo general eso sucede los lunes."
"Si...Daniel no quiere ir."
No
pude sino levantar ambas cejas ante su mentira. Daniel y yo habíamos hablado de
lo que haría al día siguiente en clases mientras le ponía a dormir. "Ya veo." No supe que más decir, si
dejar su mentira en evidencia o seguirle la corriente. Decidí seguir mi
instinto, y simplemente dejar que hablara. "Y
sabes por qué?"
Él
se encogió de hombros, sin moverse de su lugar. "Ven
aquí." Le invite, palmeando mi cama mientras me movía para hacerle
campo.
Me
vio un momento y con pasos lentos camino hasta mi cama, viéndola como si de un
enemigo se tratara. "No estás en problemas,
campeón. Lo prometo."
Aun
con mis palabras Logan me vio con un poco de desconfianza, pero se acercó a mí,
sentándose al borde de mi cama. Con un suspiro, decidí ayudarle, así que le
tome por la cintura y le jale hasta que quedara sentado a mi lado, pasando mi
brazo por sobre sus hombros hasta descansar mi mano sobre su pecho. "Muy bien, ¿ahora si me puedes decir que
pasa?"
Logan
no dijo nada, simplemente se encogió de hombros. "No
puedo dormir." Me susurro, jugando con los dedos de mi mano. Sin
poderlo evitar, sonreí y le abracé un poco más, descansando mi barbilla sobre
su cabeza.
"Yo tampoco." Le dije en tono de confidencia, "Pero mañana nos toca un día pesado."
"¿Podemos quedarnos en casa?"
"¿Saltarse las clases?" Le dije algo divertido,
"No lo creo, campeón." Aunque hubiera querido, sería algo imposible ya que había
concretado una cita con su director al día siguiente.
"Pero Daniel no quiere ir." Se quejó con un puchero y viéndome con
suplica.
"Bueno, pues Daniel va a tener que ir." Sentencie, dándole unas
suaves palmaditas en su pecho en forma de juego, "Además,
¿porque no querría ir el chaparro?" Logan simplemente se encogió de
hombros para luego girarse y abrazarme, escondiendo su rostro en mi estómago. "Se me hace que el que no quiere ir es otro,
eh."
Ante
mis palabras, Logan volvió a encogerse de hombros, soltando un pequeño y casi
inaudible quejido. "Pero no es necesario
ir."
"A ver, Logan. ¿Qué pasa?"
El
niño no dijo nada, hasta que finalmente levanto su mirada antes escondida y,
apoyando su barbilla en mi estómago me dijo, "¿Y
si Diana viene a buscarnos y no estás? ¿O el Señor Gullier? Soy un fracaso
cuidando de nosotros."
Por
un momento no supe que responder. No podía prometer que Diana no iría por
ellos, pero tampoco podía dejarle sus dudas. "Logan, campeón, aun eres muy
joven para cuidar de tus hermanos."
"Tengo 13... ¡casi 14!" Me dijo en tono molesto, separándose de
mí y sentándose a mi lado, "Ya soy grande y
debería de saber hacer las cosas yo solo."
Nuevamente
no supe que decir, entendiendo que sería muy difícil hacerle entender a esa
edad que, a pesar de ser todo un adolescente, todavía era un niño. "Estaba pensando en dejar que Daniel condujera
mañana."
La
cara con la que Logan me vio fue cómica, con su boca y ojos abiertas a mas no
poder. "¿Que?"
"Si, mi auto, que nos lleve a todos a la escuela."
"¿Estás loco?" Me pregunto, con una mirada que hacía
que quisiera estallar en carca jadas, pero sabía que si lo hacía no entendería
mi objetivo por enseñar.
"¿Loco?" Mi tono detonaba toda la sorpresa del mundo, incluso me
erguí un poco para verlo mejor. "¿Crees que es
una mala idea?"
"¡SI!" Casi grito, viéndome como si fuera poco inteligente, "¡Es tonto!"
"¿Pero por qué?" Insistí, "¿No fuiste tú que le
dijiste a Daniel en la cena que era ya grande?"
"¡Para cortar su propia carne, no para manejar un
auto!"
"Aahh...¿entonces hay una edad para todo?"
"¡Pues claro!" Me dijo con obviedad. "¡No puedes manejar hasta los 16!"
"Pues, según la ley, no puedes ni debes cuidar de menores
de edad en su totalidad hasta después de los 21."
Mis
palabras parecieron caer como balde de agua helada, se desplomo a mi lado, con
ojos calculadores y pensantes. Casi podía ver las ecuaciones a su alrededor como el meme de la mujer calculadora.
"Pero..." Me dijo, parpadeando y tratando de entender todo, "Soy el mayor."
A
pesar de tener una hermana mayor, había sido prácticamente hijo único. Para
cuando iba a la escuela, Melissa ya estaba en la universidad y se había convertido
en mi segunda madre.
"Si, bueno... ¿sabes que me ha dicho tu Tío Dante?" Me fui con mi única
referencia, recordando las veces que mi amigo se quejó del porque no quería más
que un hijo. "Que no era justo que por ser el
mayor él se llevara los castigos de sus hermanos...o que muchas veces quería
salir a algún lugar y no podía, porque tenía que cuidar de sus hermanos."
"Si," Me
dijo, jugando con el borde de mi camiseta, "Eso
es feo. Mis amigos de la escuela a veces van al parque y yo no puedo. Una vez
intente ir con Daniel y Lautaro pero a ellos no les gusto."
"¿A tus hermanos?"
"No, a mis amigos." Me aclaro, frotándose su ojito con el
puño en obvio cansancio. "La mayoría tiene hermanos menores y no les gusta
tener que estar con ellos cuando jugamos...aunque tratan de ser amables."
"¿Te gustaría ir con ellos de vez en cuando?" Le pregunte, sobando su brazo
para tratar de impulsarlo a dormir.
"Si, pero no puedo."
"¿Y porque no?"
"Pues...¿y qué hago con mis hermanos?"
"Pues, dejarlos conmigo, campeón. Para eso estoy yo ahora,
para cuidar de ustedes." Le
dije, "No debes tener miedo ya, aquí estoy
yo."
"¿Y si te vas?" Me pregunto, tratando de abrir sus
ojitos mientras se acurrucaba más y más a mí.
"No me iré, amor." Le dije, posando un beso en su frente. "Ya no me iré y si tengo que pelear para quedarme
con ustedes así lo hare." Le prometí, viendo como peleaba su
batalla y se quedaba dormido, "Talvez no haya
sangre de por medio, pero son mis hijos." Le susurre, velando su sueño.
La
mañana siguiente fue toda una batalla. Creí que Logan había hecho las paces con
ir a la escuela, pero lo único que logre fue que se durmiera. Cuando le
desperté pareció desorientado y luego apenado de encontrarse en mi cama.
No
dije nada, le dejé que se alistara mientras le explicaba a Lautaro que no podía
usar sus shorts favoritos en invierno. No importaba que adentro estuviera
calentito, debía usar ropa adecuada.
No
sabía cómo hacían para llegar a clases a tiempo usando el bus escolar, porque
llegamos justo cuando tocaban el timbre y ni siquiera había estacionado mi
auto.
Se
extrañaron cuando les dije tenía una cita con su director, pero parecieron
pensar que era normal. La cita fue simple, sencilla y al punto. Simplemente
quería informar a la escuela que, aunque no tuviera ningún documento legal, los
niños permanecían en mi casa y cualquier cosa por favor me llamaran a los
teléfonos que estaba proveyendo.
"La verdad, Señor Bellucini," Me dijo el joven director, viéndome con
una sonrisa, "Me alegra que alguien este velando por estos niños. Varios
de los maestros han notado un cambio en este año escolar en su comportamiento y
un incremento en su desempeño," Me dijo con
alegría, "Y la señorita Paula Andoni nos dijo podíamos confiar en
usted."
Sus
palabras, además de darme aliento, me confundieron. "Disculpe...
¿Paula Andoni?" ¿Mi mesera?
"Si...sé que viene de una gran ciudad, Señor Bellucini,
pero...el dicho, pueblo chico infierno grande no surgió de la nada. Puede
parecer un pueblo grande de dos mil habitantes, pero créame, aquí todos conocen
a todos y la familia Andoni es honorable y respetable...y Paula y yo fuimos a
la escuela juntos. Nunca creí lo que decían de ella."
No
dije nada más, pero la verdad, ya iban dos personas que mencionaban que tal vez
ella tenía razón después de todo. No sabía a qué se referían, pero la
curiosidad entro en mí.
No
dijimos nada más, simplemente me dio el calendario escolar recordándome que en
dos semanas los niños saldrían de clases por las festividades navideñas.
Eso
fue lo más relevante de mi día. Regrese a casa a limpiar, lavar ropa, ordenar
ciertas cosas y a buscar trabajo en el periódico que había comprado.
Aun
mientras circulaba ciertos prospectos, no podía sacar las palabras del director
de mi mente, ni la pelea que Paula y yo habíamos tenido. Me irritaba pensar en
ello, y me irritaba aún más el pensamiento que había algo de la mujer que yo no
sabía. Tanto los Gullier como el director acordaban que ella, después de todo,
tenía razón.
Tratando
de pensar menos en eso, intente hacer una lasaña que hace casi incendie la
casa. Justo cuando abría las puertas y ventanas para sacar el humo de la casa
oí la puerta abrirse y dar paso a las risas y bulla de mis niños.
"¡PAAAPIII!" Grito Daniel, abrazando mis piernas fuertemente mientras
miraba a su alrededor. "¿Comemos asado?"
No
pude evitar reír ante su inocencia para tomarlo en brazos. "No es bueno asar dentro de casa." Me
dijo Lautaro seriamente, viendo el horno.
"Puedes quemar la casa, eso nos dijo la maestra."
"Y tiene toda la razón." Asentí, viéndoles divertido.
"Creo que si Gabriel sigue cocinando cualquier cosa puede
quemar la casa."
Dijo Logan, inspeccionando desde lejos la estufa. "Venden
cenas congeladas que solo debes meter al microondas y ya está."
"Lo sé, las he comido y no creo sea lo mejor para
ustedes." Le
dije, poniendo a Daniel en el suelo mientras me acercaba para ver que tanto
daño había hecho.
"Pues creo que pasta al carbón nos hará más daño." Me dijo el mayor.
"A mí me gusta la pasta." Opino Daniel, sentándose a la mesa.
"Si, tonto, pero no cuando esta quemada." Le dijo Lautaro,
haciendo que el menor le sacara la lengua en respuesta.
"Bueno, bueno, bueno," Intervine,
"Pero no es para ponerse a discutir...por hoy creo que deberán conformarse
con una pizza."
Mis
palabras fueron recibidas con una celebración, con los tres dando sus opiniones
de que ingredientes debería de tener.
Una
vez logre se sentarán a hacer sus tareas, con los dos mayores quejándose que la
tarea de Daniel no contaba ya que solo debía colorear un dibujo, me dedique a
tratar de salvar mi estufa. Después de todo, hasta encontrar un trabajo no
quería tener que invertir en una estufa...nuevamente.
Concentrado
estaba cuando sentí una manito jalar mi camisa, a lo que me giré para ver a Lautaro
con un puchero. "¿Eh, que pasa, hijo?"
Pregunte, dejando el trapo sucio sobre el contador.
"No le entiendo." Me dijo, señalando a la mesa donde había
varias hojas de trabajo.
Después
de lavarme las manos, me acerque para ver cuál era el problema...o problemas en
este caso. Me encontré con diversas hojas de multiplicaciones y
fracciones...con una explicación muy distinta a como me lo habían enseñado a
mí.
Después
de leer detenidamente y descifrar las ecuaciones, pase la siguiente media hora
haciendo la tarea con Lautaro y después corrigiendo el ensayo de historia de
Logan.
Recién
habíamos acabado cuando tocaron a la puerta con nuestra cena y pudimos
relajarnos en familia...un concepto que hasta hace un año había sido totalmente
lejano a mí.
Llevaba
ya un año viviendo en el pueblo y no creí que tanto había pasado, especialmente
en los últimos siete meses, desde que los niños habían empezado a trabajar para
mí.
Esa
noche, aunque un tanto exhausto, me fui a la cama con una gran sonrisa, más aún
cuando sentí a un pequeñín unirse a mi cama. A la mañana siguiente tenía la
compañía de tres renacuajos. En algún punto de la noche los tres se habían
mudado a mi cama, pero no dije nada. Trate de levantarme sin despertarlos para
hacer el desayuno.
A
diferencia del día anterior, los niños tomaron el bus escolar ese día. Mi día
siguió igual y parecido al anterior. Esa tarde volví a ayudar a Lautaro en su
tarea de matemática. El niño parecía estar en lágrimas de frustración ya que le
costaba entender la materia y termine usando dulces y otros objetos para poder
explicarle.
El
miércoles fue casi una copia del martes. Amanecí con los tres niños acurrucados
a mi lado, me levante, prepare el desayuno, les envié a la escuela, investigue
acerca de los anuncios laborales y me debatía si tratar de hacer una cena
nuevamente.
Una
hora antes de que los niños llegaran a casa mi día dio un giro. Me dolía un
poco la pierna por el frio, por lo que intentaba no moverme mucho de donde
estaba cuando tocaron mi puerta.
Por
un momento el temor inundo mi cuerpo, pensando que talvez era Diana que venía
por mis niños...o el señor Gullier con la policía acusándome de rapto. Sabía
que era estúpido de mi pensar eso, pero no podía evitarlo.
Los
golpeteos en mi puerta se volvieron un poco más insistentes y finalmente decidí
que no podía esconderme para siempre...tal vez solo era el idiota de Dante o la
impertinente de Melissa.
Para
mi sorpresa, todos los anteriores no se encontraban allí. Parada en mi entrada,
luciendo hermosa, estaba Paula. A pesar de venir bien abrigada, tenía la nariz
y las mejillas rojas por el frio. Su castaña cabellera estaba escondida bajo un
gorro de lana verdoso, mientras que sus ojos castaños me miraban apenados.
"Hola." Me dijo simplemente.
No
supe que decir, parado frente a ella y observándola. "Hola." Repetí
como un loro.
"Disculpa por tocar así, pero...hace mucho frio." Me dijo simplemente,
a lo que salí de mi asombro.
"Si, tranquila...pasa, por favor."
Dándome
una sonrisa agradecida entro a mi casa y observo el lugar. No pude evitar
preguntarme qué pasaba por su mente, ya que parecía contener una sonrisa. "¿Y? ¿Apruebas el lugar?" Pregunte en
broma.
"Supongo que las cortinas no fueron idea tuya." Me dijo, señalando la tela
floreada y colorida de entre mis muebles sombríos y de colores neutros.
No
pude evitar reír, mientras ella se quitaba el gorro y dejaba su cabello caer. "No, esa fue Melissa. Supongo la
recuerdas...gordita, bajita...metiche como ninguna otra."
Ante
mis palabras, Paula se sonrojo, mordiendo su labio inferior levemente. Aunque
creo que no era su intención, no pude sino sentirme atraído ante esto,
queriendo pasar mi dedo por su labio...o poner mis labios sobre los suyos...e
inmediatamente me odie. Ese abril Mary cumpliría 2 años de haber muerto y no
tenía derecho de pensar en otra mujer de esa forma.
"Venía a disculparme contigo." Me dijo, sacándome de mis
pensamientos en sorpresa.
"¿Cómo dices?"
"Perdón...por lo que te dije." Se disculpó, y pude ver la
sinceridad en sus ojos. "Sé que no era mi
lugar decir lo que dije."
No
podía creerlo. Esta mujer estaba llena de sorpresas. "No
te preocupes...discúlpame tu a mí." Le dije, encogiéndome de
hombros y notando por primera vez las bolsas que cargaba. "Eh...puedes poner tus bolsas allí." Le
dije, notando lo pesadas que se miraban.
"En realidad...pase comprando algunas cosas para hacer la
cena para ustedes." Me
dijo, sonrojándose aún más. "No lo pienses
mal...no sé nada de ti, y se lo que muchos dicen y piensan de mí en el pueblo.
Es por los niños."
No
pude evitar sonreír, mientras tomaba las bolsas en mis manos. "Creo que los niños te lo
agradecerán...especialmente después de que queme el horno...así que espero no
traigas nada para hornear."
Ante
mis palabras ella simplemente rio, quitándose su abrigo y bufanda. "No creo que sea tan malo." Me dijo,
siguiéndome a la cocina, aunque una vez vio el daño hecho su sonrisa se
transformó en horror. "No puedo creer que SEAS
tan malo! ¡¿Pero cómo hiciste esto?!"
"No lo sé." Le dije, encogiéndome de hombros y ofreciéndole un vaso con
agua. "Trate de hacer una lasaña, pero...ahora
debo comprar una estufa nueva."
Paula
negó, mientras sacaba varias cosas de sus bolsas. No pude notar que incluso
traía manzanas, uvas y peras, las favoritas de los niños. "Sé dónde venden algunas de buena calidad a bajo
costo." Me dijo, encogiéndose de hombros.
"Gracias, aunque deberá esperar a que consiga empleo."
Esto
pareció llamar su atención, ya que dejo de sacar las cosas para verme. "Creí trabajabas en construcción o algo así."
"¿Que?"
"Si...mira esta casa. Nadie daba un cinco por ella y
ahora...es de las más bellas del pueblo. Le falta pintura, y espero pienses
plantar algunas flores cuando venga la primavera, pero todo el mundo habla de
ello."
"Solía ser bombero," Le dije, encogiéndome de hombros, "Lo que se de construcción lo aprendí de mi padre
y su socio."
"Pues...deberías de pensarlo. Algunos me han preguntado si
haces otro tipo de restauraciones. Si quieres te contacto con Matías, nuestro
alcalde, tiene varias ideas para restaurar algunos puntos viejos del pueblo,
pero nadie quiere tomar el reto."
Sus
palabras retumbaron en mi mente. Había estudiado arquitectura, aunque no me
había graduado, ya que preferí ser bombero, pero sabía tenía la capacidad para
hacer alguno que otro proyecto si realmente me lo proponía...o podía terminar
también mi carrera. "Lo pensare." Le dije simplemente.
"Bien, como quieras."
Seguimos
en silencio por un momento, mientras le ayudaba a encontrar algunas cosas y me
sorprendía en saber que tenía algunas otras en mi cocina, seguramente un regalo
de Melissa.
Finalmente,
Paula termino por correrme cuando al pedirme lavara el pollo procedí a ponerle
jabón...aparentemente eso no se hace así.
Seguimos
en silencio, con ella cortando chile, tomate y cebolla cuando no pude más con
mi curiosidad. "¿Que paso entre tú y
Diana?" Dejo de picar y me vio por un momento, y luego bajo su
mirada. "No sé qué dicen de ti, pero sí sé que
hablaste con el director de la escuela de los niños a mi favor. El piensa que
tú tienes la razón, y los Gullier piensan lo mismo."
Mis
últimas palabras parecieron sorprenderla, ya que levanto ambas cejas. "Vaya...y yo que pensaba que esos viejos ya no
servían para nada."
"Ey...no digas eso enfrente de los chicos."
"Claro que no. Eso lo puedo decir frente a ti."
"¿Y bien?" Indague, curioso.
"Hagamos una tregua." Me dijo finalmente, dejando la cebolla a
un lado para tomar unos ajos. "Yo contesto tu
pregunta y tu contestas las mías."
Me
parecía justo, además de que la curiosidad me atosigaba.
"Bien. Trato hecho, ahora dime la historia entre tú y Diana. Allí hay gato
encerrado."
"Pues...ningún gato, pero si hay historia." Me dijo, encogiéndose de
hombros, "Diana y yo fuimos juntas a la
escuela. En realidad, fuimos amigas por muchos años. Y cuando digo amigas, es
que nos decíamos todo, nos peinábamos, intercambiábamos ropa, ella dormía en mi
casa, yo en la suya...ya sabes, lo típico y normal." Me dijo,
tomando una olla y poniendo todos los condimentos encima del
pollo...interesante. Creí que los condimentos se ponían cuando el pollo ya
estaba cocinado.
"Y que paso?"
"Se acostó con mi novio." Me dijo sencillamente, "Estábamos por graduarnos e ir a la universidad.
No tenía mucho tiempo libre, mi mamá quería jubilarse pronto y me enseñaba lo
que debía hacer en el restaurante. Un día quería distraerme, relajarme y
olvidarme de exámenes, restaurantes, y graduaciones. Me alisté, me puse bonita
y me fui a casa de Max. Sabía que sus padres no estaban, nunca estaban, así que
pensé la pasaríamos bien. Entre y lo encontré teniendo sexo con Diana...mi
mejor amiga y mi novio. Típico, ¿no?" Se rio, aunque pude ver que
aun le dolía. "Le tiré el anillo de compromiso
en la cara y salí corriendo del lugar. Hice un escándalo, y todo el mundo vio
mi punto de vista, hasta que Diana lloro frente al restaurante diciendo que
ellos eran felices y tendrían un hijo después de graduarse."
"Logan." Deduje, asintiendo.
"Logan." Afirmo ella, "No quise
verla por varios meses. Nos graduamos, con Diana MUY embarazada. Max se fue a
la universidad para nunca volver y la dejo. Ella me culpo a mí, y como siempre,
el mundo entero le creyó. Me acuso de haberlos separado en la secundaria y de
no sé qué más. Cuando regrese a casa para navidad, aun mi madre creía que yo me
había metido en su relación."
"¿Segura no leíste esto en alguna novela o algo?" Le dije en una patética
broma, a lo que ella simplemente rio.
"Ya quisieras. Lo más triste del caso es que Logan es el
que más sufrió. Desde que estaba embarazada, Diana le culpaba de arruinarle la
vida. Siempre fue la consentida, su carita de ángel le sacaba de todos los
problemas. Cuando rompimos una ventana en el sexto grado, ella se llevó una
caricia en el pelo diciéndole que tuviera más cuidado y yo me lleve senda zurra
por jugar donde no debía...siempre era igual."
"Pero...¿porque nadie lo noto?"
Paula
simplemente se encogió de hombros nuevamente, levantándose y poniendo el pollo
a cocinar. Se lavó las manos en silencio y luego continuo, mientras miraba por
mi ventana a la casa de ella. "No lo sé.
Cuando me di cuenta que llevaba a Logan a la guardería estatal me apunté como
voluntaria. Apenas tenía un mes de nacido, y Diana ya le dejaba solo."
No
dije nada, simplemente observé mientras ella se movía por mi cocina
seleccionando un tazón para hacer lo que yo creía sería una ensalada. "Desde que le vi por primera vez lo amé, era
hermoso." Me dijo con una sonrisa, "tengo
varias fotos con él, algún día puedo enseñártelas."
"Me gustaría." Le dije, con una sonrisa a lo que ella
asintió con una sonrisa propia.
"En fin...al pasar los años comprobé una y otra vez el mal
trato que le daba a Logan. No había moretes ni golpes, pero más de una vez el
niño llego llorando por el hambre. Estaba bajo de peso y llegaba sucio a la
guardería, como si no le hubieran bañado en días. Me harté y pedí su
custodia."
"¿Que?"
"¿Que?" Me devolvió la pregunta, encogiéndose de hombros,
"Fuimos a juicio y perdí. Al principio pensé que era por mi edad. Era una
mujer de apenas veintiún años manejando un restaurante, apenas una adulta
pidiendo la custodia de un niño de cuatro. Escuche los rumores de que se acostó
con el juez...y tal vez sea cierto porque meses después Lautaro le hizo
compañía a Logan. Para entonces me prohibieron trabajar con el niño
directamente...pero...pueblo pequeño, te deben favores."
No
sabía que pensar de todo esto, jugaba una y otra vez con un pedazo de lechuga
cercana mientras absorbía toda la información. "Oye...¿no
te parece raro que con el record de esa mujer solo sean tres?"
Paula
dejo de picar nuevamente y me vio, y luego se encogió de hombros, "Tal vez
por fin aprendió para que sirve un condón." Me
dijo divertida.
No
pude evitar reír, tirando dentro del tazón aquel pedazo de legumbre solo para
que ella me mirara seriamente y lo sacara de allí.
"Bien. Mi turno. ¿Porque un bombero de la gran ciudad se vendría
aquí?"
Aunque
no había hablado de ello, decidí darle la versión corta.
Aunque
me salte muchos detalles, por primera vez me encontré hablando de Mary con
alguien...y fue como si abrieran las compuertas de una represa. Hable de lo
maravillosa que era ella, de como siempre sabía qué hacer, de como siempre
mantenía la paz y la tranquilidad. De lo perfecta e increíble que era ella. No
sé cuánto tiempo hablé, pero pude simplemente hablar, sin que me vieran con
lastima o con tristeza.
Hubo
silencio cuando termine de hablar, y Paula solo me observaba, "Es una lástima no haberla conocido." Me
dijo sinceramente, "Creo hubiera sido una buena madre para los
niños."
"La mejor." Le dije sin dudar, aunque tuve un atisbo del dolor que mis
palabras causaron en ella. Antes de poder disculparme, escuche la puerta
abrirse y como todos los días los niños corrieron a la cocina entre risas y
gritos.
"¡SEÑO'ITA HONEY!" Grito Daniel, abrazándola fuertemente y
mostrándole el nuevo dibujo que tenía, donde estaban sus hermanos y yo con un
gran 'Papi' escrito sobre mi cabeza.
Ante
esto ella simplemente me vio con algo de asombro, pero pude ver la alegría que
le causaba. "¡Huele rico!" Dijo
Lautaro después de los respectivos saludos, acercándose a la estufa, aunque
logre jalarlo.
"Si...Paula me ayudo a hacer la cena." Ante la mirada
incrédula de todos solo reí, "Bueno, bueno...ella hizo la cena y yo la vi
sentado desde mi puesto."
"Menos mal." Dijo Logan, viendo a Paula, "¡El
otro día casi nos mata a todos!"
"HEY!" Me queje, aunque Paula reía ante esto con un simple, "No lo dudo."
Encontré
que esa tarde fue más tranquila que lo habitual. No debía preocuparme de la
cena ni de mantener a Daniel ocupado y distraído mientras me enfocaba en ayudar
a Lautaro que seguía con sus problemas matemáticos. Paula incluso se sentó a
ayudar a Logan en sus deberes, mientras yo trataba de tranquilizar a Lautaro y
convencerlo de que las matemáticas no eran sus enemigas.
La
cena fue amena y, aunque los niños no querían dejarla ir, Paula se marchó
después de ella. Nevaría pronto según los pronósticos, y lo último que quería
era quedar atrapada en la carretera o manejar con nieve.
Al
día siguiente me encontraba buscando cursos en línea para terminar mi carrera de
arquitecto, o por lo menos saber que necesitaba hacer para trabajar en el área
de construcción...o restaurador. La idea que Paula me había dado retumbaba en
mi cabeza y no podía dejar de pensar que era la mejor.
Absorto
en esto, casi no escuche el sonido del teléfono. Conteste sin siquiera ver la
pantalla, pero deje todo pensamiento del lado cuando la persona del otro lado
se identificó.
"Disculpe la molestia, Señor Bellucini, pero tenemos un
problema con uno de sus pupilos." Me dijo la mujer, "El Director Sánchez quiere saber si se puede hacer
presente."
"¿Están bien? ¿Paso algo?" Pregunte angustiado, tomando mi abrigo y
las llaves de mi auto.
"No se preocupe, el niño está bien...solo tuvo un problema
con una de sus maestras y necesitamos que un tutor o padre se haga
presente."
"Bien, estaré allí en veinte." Le dije, colgando y saliendo
disparado a la escuela. Por algún motivo creí francamente que me encontraría a
un Logan peleado o disgustado. Talvez a un lloroso Daniel en plena rabieta.
Jamás me imagine que entraría a la oficina aquella para encontrarme con un
asustado Lautaro.
Casi
corrí a él, buscando señales de sangre e imaginándome lo peor. Al verme,
Lautaro se soltó a llorar, escondiendo su carita en sus manos. "Lautaro, hijo, ¿estás bien? ¿Paso algo?"
Le pare y empecé a verle por todos lados, viendo que estaba intacto.
"¿Señor Bellucini?" Llamo la secretaria, la misma mujer que
me había llamado por teléfono. "El niño está
bien...creo que es más los nervios por estar en problemas."
"¿Pero qué paso?" Pregunte algo molesto.
"Es mejor que hable con el Director Sánchez y la maestra
Davidson. Le esperan en la oficina."
Asentí
y toqué la puerta indicada, sintiéndome de repente nervioso como si yo fuera el
estudiante en problemas. Una vez dentro me encontré con el director y la
maestra de Lautaro, una mujer de aspecto estricto en sus cuarenta, sino que
cincuentas.
"Gracias por venir, Señor Bellucini," Me saludo el director
extendiendo su mano. "Ella es la maestra de Lautaro, la maestra
Davidson."
"Mucho gusto," Salude cortésmente, aunque me exasperaba
ya que solo quería saber que había pasado.
"Le llamamos el día de hoy por un pequeño problema con su
pupilo." Me
dijo el director tranquilamente, señalándome al asiento libre frente a su
escritorio.
"El niño no ha presentado tareas en toda la semana y ha
hecho trampas." Me
dijo la maestra en tono molesto, "Le escribí
una nota para llevar a casa hoy, ¡y me grito! Dijo que no era justo porque si
las había hecho. ¡Es más, boto la nota en el basurero!" Me dijo,
señalando la nota arrugada sobre el escritorio.
Sus
palabras más que sorprenderme me molestaron, ya que yo sabía el niño había
trabajado duro. "Disculpé, maestra," Le
interrumpí, "¿Pero qué tareas exactamente? ¿De qué materia?"
"Matemática y gramática." Me dijo, "es
más, hoy hicimos una pequeña prueba y estoy segura que el hizo trampa. Lautaro
nunca ha demostrado destreza en esa clase y saco un 8 de 10, lo cual es
imposible."
Mi
enojo aumento, entendiendo el estado de Lautaro. "Me
va a disculpar," le dije, tratando de no gritarle yo mismo, "Pero todas las tardes Lautaro ha hecho sus tareas
conmigo. Me he sentado a la mesa con él y pasamos más de una hora tratando de
entender la materia." Le espete, "Si
usted hiciera bien su trabajo y le enseñara algo, se diera cuenta que el niño
si está entendiendo."
La
mujer abrió sus ojos ofendida, "¡Bueno...con
razón es un niño tan descortés y maleducado!"
"Maestra Davidson!" Interrumpió el director, "Señor Bellucini, entiendo su molestia, pero todos
los maestros de nuestra institución se esmeran por darle una educación de
calidad a nuestro alumnado." Me dijo el hombre aquel, apaciguando
la situación.
"Puedo asegurarle que el niño ha hecho el trabajo
requerido," Le
dije molesto, "y si pudo pasar esa prueba es
porque ahora entiende el contenido. ¿Acaso usted le vio copiando de algún
compañero?" Le pregunte a la mujer, que simplemente me vio ofendida.
"Pues...no," me respondió sinceramente, "Pero
es que el niño nunca logra terminar el trabajo en clase y pues...no ha presentado
sus tareas. Casi nunca las presenta."
"Bien, creo que es hora de volver a hablar con el
niño." Dijo
el director, "habíamos intentado antes de que
usted viniera, pero fue imposible."
"Imposible no... ¡el niño nos faltó el respeto!" Dijo la mujer, "Por lo menos a mí me grito y me tiro su
lapicera."
Cerré
los ojos, y suspiré. Si, Lautaro hacia ese tipo de rabietas y no lo podía
negar. "En esto otro tomare cartas en el
asunto," Les asegure.
"Entiendo que el niño se sintiera frustrado, y por eso lo
dejaremos pasar con una simple advertencia como institución," Me dijo el director, "Pero si llegara a suceder nuevamente, tendremos que
tomar medidas más serias." Con esas últimas palabras, dejamos al
niño entrar.
Al
principio se quedó parado sin saber qué hacer, viendo a su maestra con temor y
al director con desconfianza, pero luego camino donde yo estaba y se apoyó en
la silla, como buscando algo de refugio.
Pase
mi brazo alrededor de su cintura y le dedique una sonrisa, ignorando la mirada
seria que su maestra nos daba.
"Lautaro, hijo," Empecé yo, antes de que cualquiera de
las otras dos personas pudiese hacerlo, "¿porque
no has entregado tus tareas?" El niño bajo la mirada, mordiendo su
labio inferior, observando sus viejas zapatillas.
"Lautaro..."
Con
algo de incertidumbre, me vio a los ojos. Pude ver que intentaba no llorar,
aunque también miraba la frustración en ellos. Como toda respuesta se encogió
de hombros, "Perdón..." Me dijo
simplemente, haciendo que tanto el director como yo suspiráramos en frustración
y la maestra rodara sus ojos.
"¿Tienes la tarea a mano?" Pregunto el director, "¿La tienes aquí o en casa?"
Lautaro
simplemente negó ante esto, pegándose más a mí, "Ya
no la tengo." Dijo simplemente.
"Bien," Interrumpió el director, antes de que tanto la maestra o yo
pudiéramos atosigar al niño con preguntas. "Esto
es lo que haremos. Maestra Davidson, ¿tiene copias de las tareas que el niño no
ha entregado?" La mujer asintió, cruzada de brazos y viendo al
director con ojos calculadores, "Perfecto.
Vamos a entregarle al Señor Bellucini la copia de todas ellas, solo las de esta
semana." Aclaro, viéndome luego a mí, "Viendo
que hoy es jueves, le daremos al niño hasta el lunes para entregarlas. El lunes
volverá a presentar la prueba de hoy y así aclararemos el asunto."
Los
ojos de Lautaro parecían a punto de desorbitar,
"¡Pero no es justo!" Chillo, viendo al director con enojo, "¡Yo las hice!"
"Basta, Lautaro." Le calle, apretando un poco su hombro. "Me parece bien," Accedí, sabiendo que sería una
batalla, pero que el chico lo podía hacer.
"Bueno," Accedió la mujer, saliendo del lugar para traer lo pedido.
Después
de esto, viendo que solo quedaban menos de una hora de clase dejaron que me
llevara no solo a Lautaro, pero también a sus hermanos que estaban felices de
saltarse la ultima hora de clase, en especial Logan.
Camino
a casa no dijimos nada del asunto, Lautaro guardo absoluto silencio todo el
camino, mientras que sus hermanos hacían platica. Logan pareció percatarse de
que algo sucedía, pero no indago más y Daniel estaba simplemente feliz de poder
ir a casa y jugar más tiempo.
Al
llegar, Lautaro fue el primero en salir del auto y correr a la casa, aunque
tuvo que esperar a que abriera esta. Era evidente que estaba molesto, así que
preferí no decir nada y preparar una pequeña merienda para ellos.
Los
niños comieron como todos los días, aunque note que Lautaro evitaba verme o
hablar conmigo. No dije nada e ignoré el comportamiento por los momentos, pero
todo se vino un poco a pique cuando les dije que debían hacer sus tareas.
Lautaro
simplemente se levantó y subió a su cuarto corriendo. Suspire y me fui tras él,
dándole la orden a Logan que empezara con lo suyo.
"¿Lautaro?" Llame, recordándome una y otra vez mantener la calma,
después de todo, ya había metido la pata una vez con Logan y no quería hacerlo
con su hermano.
Estaba
sentado en el suelo, de brazos cruzados y un gran puchero en sus labios. "¡No la voy a hacer!" Me grito, molesto.
Por
un momento me pico la mano por darle su buen par de nalgadas por malcriado,
pero luego razone en que tenía algo de razón. Así que, siguiendo su ejemplo, me
senté a lo indio frente a él y le observé.
Incomodo,
Lautaro simplemente se movió en su lugar, alejándose un poco de mí y viéndome
con cautela, como si fuera un animalito enjaulado.
"¡No es juuuustooo!" Gimoteo, dejando caer un par de lágrimas.
"¡Ya las había hecho!"
"Pues sí, amor, pero parte de la tarea es entregarla a la
maestra." Le
dije tratando de mantener la calma.
"¡Pero no es justoo!" Volvió a clamar, limpiándose con el
dorso de la mano sus mejillas.
"Ya lo dijiste, Lautaro, pero o entregas las hechas o
tenemos que hacer estas nuevamente y entregarlas el lunes." Aunque trate de sonar
tranquilo, podía sentir el enojo crecer en mí.
El
niño me vio con enojo también, cruzándose de brazos.
"¡No las tengo!"
"¿Y dónde están?" Y ese era el problema, en realidad.
"No lo sé."
"Bien, pues tendremos que hacerlas todas nuevamente." Zanje un tanto estricto. "Ahora vamos, en cuanto comencemos mejor."
"¡Pero no quieeeroooo!" Lloro, "¡Yo
las hice y no es justo!"
Cansado,
apreté el puente de mi nariz con mis dedos, resoplando para tratar de mantener
la calma. "Basta ya, Lautaro. Estas a punto de
ganarte unas buenas nalgadas."
Mis
palabras parecieron bastar para que el niño parara con su pataleta, pero
inmediatamente me arrepentí al ver la tristeza en su rostro, y más aún como me
miraba como si le había apuñalado a traición.
Suspire
y le jale en un fuerte abrazo, al que él se aferró a mí con fuerza. "Ya sé que no es justo." Le dije,
sobando su espalda y depositando un beso en su frente, separándole de mi para
verle a los ojos, sosteniendo sus mejillas en mis manos, "Tienes razón, campeón. No es justo tener que
hacerlos nuevamente. Los hiciste una vez y no es justo hacerlos dos
veces."
Sus
ojos se agrandaron mientras que una sonrisa se dibujó en sus labios. "¿Entonces no los tengo que hacer?" Pregunto
con ilusión.
"Lo siento, hijo, pero si los tienes que hacer." La tristeza volvió a sus
ojos, pero esta vez pude ver un atisbo de entendimiento en ellos. "¿Pero sabes una cosa?" Pregunte como
si de un misterio se tratara, haciendo que el niño me prestara aún más
atención. "Voy a estar allí contigo. Igual que
la primera vez, lo haremos juntos. Y como ya sabes hacerlos, te va a costar
mucho menos."
Como
toda respuesta Lautaro me abrazo efusivamente, enterrando su carita en mi
hombro. "Gracias." Me dijo
suavemente.
"No hay porque, campeón." Le dije, soltando otro beso sobre su
frente. Nos quedamos un momento abrazados, hasta que recordé el otro temita por
discutir. "Así que te gusta el béisbol,
¿ah?" Le pregunte en tono tranquilo.
"¿Ah?" El me miro un poco confundido, arrugando su nariz, "No lo sé...nunca lo he jugado mucho."
"Pues, algún deporte de esos te debe gustar, ya que tiendes
a tirar las cosas al enojarte." Ante mis palabras el niño se encogió en sí mismo, viéndome
apenado.
"Perdón..." me dijo, sonrojado, "no lo
vuelvo hacer."
"¿Recuerdas el día que le tiraste algo a Logan en la
tienda?" Lautaro
asintió, escondiendo su rostro del mío. "Eh,
eh, eh, a ver, tus ojos con los míos, campeón." Regañe suavemente,
haciendo que levantara su mentón.
"Pero no lo vuelvo a hacer..." me dijo, algo lloroso.
"Te creo," Le dije, sobando su cabellera, "Pero
eso no significa que este mal. Le tiraste algo a tu maestra, hijo. ¡TU
MAESTRA!" Aspire aire, viendo que empezaba a perder la compostura
un poco. "Mañana te vas a disculpar con ella
como se debe. Y si vuelvo a saber que le tiras algún objeto a alguien fuera de
un juego, usted y yo vamos a tener serios, pero serios problemas. ¿Entendido,
jovencito?"
Lautaro
se mordió su labio inferior, viéndome con ojos grandes y asintiendo. "Muy bien, ahora vamos, que esa tarea no se va a
hacer sola." Le dije, poniéndome de pie y suprimiendo un quejido
ante el dolor que esto le imponía a mi pierna.
Una
vez de pie, espere a que Lautaro pasara a mi lado y, aunque fue a traición, le
solté una nalgada algo fuerte, haciendo que el niño me volteara a ver con ojos
grandes de sorpresa. "No más tirar cosas a los
demás." Le dije con voz estricta, haciendo que asintiera mientras
se sobaba su nalguita, aunque tuve que contenerme por no sonreír. Poco a poco
amaba más a esos niños.
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