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martes, 29 de septiembre de 2020

Capítulo 15, De Castigos y Otras Cosas




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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 15,  De Castigos y Otras Cosas

Lautaro me observaba de una manera que nunca había visto. Era como si me estaba estudiando, como si me estuviera desafiando.

El que tendría que estar nervioso era el, con sus pantaloncitos por sus rodillas y a punto de recibir un castigo, sin embargo, era yo el que estaba a punto de sufrir un ataque de nervios.

Pero como un susurro, entre todas las voces, recordé lo que Paula me había dicho…no quería salir aplazado. No quería fallarles a mis niños, no quería que no supieran en su inconsciente que podían confiar en mi…aun cuando de lo menos placentero se trataba.

Así que, sin esperar más, le tomé por el brazo y le puse sobre mis rodillas. Fue allí empezó a revolverse un poco, “Noo… ¡papi! ¡Noo! ¡Perdón! ¡No lo vuelvo a hacer! ¡De verdad! ¡No lo vuelvo a hacer!” me dijo, pero era demasiado tarde.

No quería hacerle daño, además de que quería recordara este castigo por un tiempo, así que tome el elástico de su calzoncillo y se lo baje. Una vez así, levanté mi mano y cerré los ojos. La verdad, no sabía porque esta vez me era más difícil que otras veces. Conté hasta cinco en mi mente y proseguí, abriendo mis ojos la deje caer.

PLAS

Lautaro dio un brinquito, pero no lloro. Aunque me sentí miserable haciendo esto, seguí haciéndolo, dejando caer mi mano una y otra vez.

A la cuarta o quinta nalgada, Lautaro soltó un pequeño ruidito, algo entre quejido y grito, y después de eso, lloro abiertamente, mientras mi mano caía una y otra vez.

Aunque no llevaba una cuenta precisa, observaba cuidadosamente su piel que poco a poco se teñía de rosado. No me perdonaría si le dejara un cardenal.

“No se le lanzan cosas a la gente.” Le dije, dejando caer mi mano casi sobre sus muslos, “No se le pega a la gente,” Y vaya que, si me sentía un hipócrita diciendo eso mientras yo mismo le pegaba, “Y no me muerdes.”

 PLAS PLAS PLAS

Seguí nalgueando y regañando, viendo como poco a poco dejaba de tratar de salir de mi agarre y simplemente se movió por el dolor causado.

Pare un momento, observando la pequeña retaguardia sobre mis rodillas. Estaban de un rosado claro, aunque algunos lugares empezaban a obscurecerse un poco. El llanto del niño continuaba, pero de alguna forma había cambiado. Al principio era como un llanto de rabieta, ahora, era simplemente un llanto triste.

No sabía si seguir o simplemente parar, cerré el puño y pude sentir un poco el escozor en mi mano, por lo que supe que seguramente le dolería mucho a mi niño también. Con eso, no pude seguir más, escucharlo llorar con tanto sentimiento y con su colita tan roja me hizo incapaz de seguir.

Le tome con cuidado y le pare frente a mí. Tenía toda la carita llena de lágrimas, mocos y saliva. Meses atrás me hubiera dado asco y hubiera buscado algo con que secarlo, en ese momento poco me importo y al verlo tan vulnerable, con sus manitas sobando allí donde le había castigado, simplemente lo abrace fuertemente.

Aunque no dejo de sobarse, el niño se apoyó completamente a mí, llorando aún más fuerte. “Ya, mi vida, ya…” le pedí, apunto de llorar yo mismo.

Dios mío, si esto era parte de la paternidad no deberían de pintarla como algo bello. Era algo devastador, y como si disfrutaran de hacerme sufrir recordé en ese momento que tenía a dos personitas esperando pasar por lo mismo.

Aun así, decidí olvidar a los otros dos por ahora y centrarme en el pequeñín en mis brazos.

Con algo de dificultad le terminé por subir su ropita, y una vez vestido le senté en mis piernas.

Me tomo un poco de tiempo calmarlo, pero cuando lo hizo no se despegó de mí. No lloraba con la misma intensidad de antes, pero si le salían varias lágrimas de sus ojitos todavía.

“¿Ya? ¿Más tranquilo?” Le pregunte, separándole un poco para poder ver su carita. El asintió, pero se recostó contra mí, cerrando sus ojos en cansancio. No sabía si dejarlo dormir o hablar con él, pero al ver que poco a poco perdía la batalla contra el sueño decidí dejarlo estar.

Le quité sus zapatos y luego le acosté en mi cama.

“¿Sabes que te quiero mucho?” Le pregunte, tumbándome a su lado y sobando su espalda.

Con ojos todavía acuosos, pero particularmente pacíficos, me vio y me regalo una pequeña sonrisa, haciendo que se me derritiera el corazón. Le di un beso en su mejilla y le hice más mimos hasta que se quedó profundamente dormido. Aún tenía la cara marcada por las lágrimas, y en ese momento me recordé de comprar toallitas húmedas como me había dicho Dante incontables veces.

Sabía que a lo más seguro Daniel y Logan estaban abajo esperándome con ansias. Después de todo, no es como que les había recibido con el usual beso y abrazo.

Asegurándome que Lautaro estaba profundamente dormido…y robarme unos minutitos para verlo dormir, me levante y fui a buscar a mis otros dos remolinos.
No me sorprendido, en realidad, encontrarlos sentados a los pies de las gradas. Sabía que probablemente habían escuchado todo lo que paso con Lautaro, tal vez no con claridad, pero si el llanto del niño.

Al verme ambos niños se quedaron congelados, pero rápidamente mostraron dos reacciones distintas. Mientras que Logan me vio con fiereza, casi enojo, Daniel se soltó en llanto, pegándose a mis piernas, “¡No quiero que me des en mi colita!”

Suspirando en cansancio, lo tome en brazos y le sobe la espalda. Bueno, era evidente que alguien sabia se había portado mal. Le di un beso en la frente y decidí que era mejor no hacerlo esperar más. “Vamos a ver, campeón,” Le pregunte con calma, “¿porque te tengo que dar en la colita?” Le pregunte, usando sus mismas palabras.

“Es que fue culpa de Fabiola!” Me dijo, o por lo menos eso entendí entre el llanto, “Ella dijo que quería el pelo corto, ¡y David me dijo que le haría un favor!”

“¿Y tú crees que eso estuvo bien?”

“Pero es que ella me cae mal!” Se excusó, “Me quebró mi color ¡y dijo que había sido yo!”

Si las cosas hubieran sido tan fáciles con Lautaro, probablemente el solo se hubiera llevado unas cuantas palmaditas…aunque pensándolo bien, tal vez esa era la raíz del problema. “Eso no implica que tú le puedes cortar el pelo o vengarte.” Le regañe, caminando con el niño hacia su habitación. Después de todo quería algo de privacidad con el niño, además que no quería tener la cara de enojo de Logan en mis narices.

“¡Pero ella es feeeaaa!” Me dijo, tosiendo un poco, “¡Y siempre hace cosas feeas, y dice cosas feeas!”

Bien, tal vez no llegaría tan lejos con el cómo quería. Decidí no decir más y simplemente me senté en su cama y le senté en mi regazo. Acomodándonos a ambos, le sobe su espaldita hasta que lo único que podía escuchar eran pequeños esnifados.

“¿Ya?” le pregunte, separándole de mí y regalándole una sonrisa.

“Si.” Me dijo, poniendo su dedito en la boca. Realmente tenía que buscar la forma que dejara de hacer eso.

“Bien, ¿podemos hablar ahora?” le pregunte, sacando su dedito de su boca.

“¿Me vas a pegar?” Me pregunto nuevamente, su labio temblando, sus ojos nuevamente humedeciéndose.

“A ver, corazón. Esa niña…¿Beatriz?”

“Fabiola.” Me dijo, arrugando su naricita. “Es la más bonita de la clase.” Me confió, invalidando su antiguo argumento de que era fea.

“Ya, ¿y te gusta mucho?”

“Si.” Me dijo, sus ojos brillosos, “Quiero que sea mi novia, pero ella dice que su papi dice que no puede hasta que cumpla treinta, y eso es mucho, entonces la empuje.”

En mis manos tenia a un pequeño Don Juan, esperaba no me diera mayores dolores de cabeza de adolescente. “Daniel Matías, ¿es bueno empujar a otros?”

Nuevamente se mordió el labio, viéndose nervioso. “En un columpió sí.”

 Tuve que morderme el labio para no reírme, “¿Y estaba ella en un columpió?”

“Ño.” Me dijo, poniendo vos melosa. “¡Pero es que me dijo cosas feas, papi!”

“¿Y qué cosas feas?” Pregunte, esperando que no le molestaran debido a su madre o pasado.

“¡Que mi pelo era del color del popo y que tenía cachetes gordos y feos!” Acuso, y nuevamente tuve que recordar que no era tiempo de reírme y que pronto tendría que castigarle.

“Eso no se dice,” accedí, viendo como sus ojitos brillaban con esperanza, seguramente pensando que estaba de acuerdo con él. “Y tuviste que decirle a una maestra, no empujarla. Si te vuelven a decir algo feo, Daniel Matías, vas, buscas un maestro y le dices que paso, no empujas ni pegas ni le cortas el pelo a nadie.”

“¡Pero ella me quebró mi color!”

“Y muy mal hecho, pero no es con Fabiola que estoy hablando, señorito, es contigo, y no es en Fabiola que estoy interesado, es en ti. Que sea la última vez que haces algo así, porque la próxima vez tu castigo será peor, ¿entendido?”

Sus ojitos no solo se llenaron de lágrimas, pero empezaron a caer por su carita, su labio temblando. “¡Noooo….paaapiii!”

“¿Entendido, Daniel?”

Viendo mi insistencia, asintió, aunque podía verlo un poco triste. “Si.” Me dijo sinceramente, viéndome con una carita que me hacía sentir todo un monstruo.

“Si esa niña o cualquier otra persona hacen o dicen algo que no te gusta, ¿qué tienes que hacer?” Le pregunte, queriendo asegurarme nos entendiéramos.

“Le digo a un maestro.” Me dijo con un puchero.

“Muy bien, corazón. ¿Y vamos a empujar, golpear o a cortarle el pelo a otro compañerito?”

“No.” Me dijo, aunque frunció un poco el ceño. “Papi… ¿y si alguien me pega, puedo pegarle yo?”

Vaya…allí sí que no sabía que contestar. Usualmente, mi respuesta seria si, vamos, que yo mismo le había enseñado a Marcos como dar un buen puñetazo por cualquier cosa. “Bueno, hijo,” Dije, tratando de encontrar una respuesta rápida, “No es lo mejor, pero si no hay una maestra cerca, y nadie que te pueda ayudar…pero no creo que eso llegue a pasar.” Eso esperaba, al menos.

Pareció pensarlo un poco, la verdad no le había dicho ni sí ni no, pero simplemente asintió, y me vio con expectativa. Bien, esta era la parte que no quería. “No me gusta hacer esto, Daniel, ni contigo ni con tus hermanos, pero lo que hiciste estuvo muy mal. Mañana le vas a pedir perdón a tu compañerita y a tu maestra, ¿estamos?”

Una vez el niño asintió, le tome y le tumbe sobre mis rodillas. A diferencia de Lautaro, decidí bajarle yo mismo su pantaloncito. Nuevamente, no quería dejar cardenales.

Todavía sentía un leve tintineo en mi mano del castigo de Lautaro, como un recordatorio de lo horroroso que yo era. “Bien,” dije, más para mí que para él, así que baje mi mano sobre aquel dulce traserito.

Como esperaba, al caer la primera nalgada, Daniel soltó un grito tan agudo que por un momento creí que me había sobrepasado, pero cuando levanté para ver, apenas y si se miraba donde había caído. Además de casanova, todo un dramático.

Bien, viendo que tenía que finalizar lo que había comenzado, deje mi mano caer varias veces más. Al igual que con Lautaro, no lleve una cuenta específica, pero si observaba para no pasarme. Cuando estaban todas sus nalguitas un poco rosaditas pare. Sabía que en unos minutos estarían tan blancas como antes, pero esperaba recordara este castigo.

En cuanto termine le subí su ropita de vuelta y le tome en mis brazos, parándome y meciéndole por toda la habitación. Me tomo poco tiempo calmarlo, pero al final, se acurruco contra mi pecho y puso su dedito en su boca.

“No más berrinches tampoco, ¿estamos?” Le dije, recordando la pesadilla que había sido esta semana. El me vio, y luego asintió, moviéndose para acomodarse mejor. “Te quiero mucho, ¿lo sabias?” le pregunte, dándole pequeños besos en su cachecito.

“Yo también.” Me dijo, separándose un poco de mí y limpiando sus mejillas. “¿Papi? ¿Puedo ir a jugar?”

Bien, aparentemente ya estaba tranquilo y quería dejar todo atrás. Mientras el solo pensaba en jugar, yo solo quería terminar este día y olvidar lo vivido.

“Claro, mi amor, pero no hagas tanta bulla, ¿sí? Lautaro está dormido.”

“Okay.” Me dijo, dándome un beso en mi mejilla y moviéndose para forzarme a ponerle en el suelo.

Apenas había puesto sus piecitos en el suelo cuando salió corriendo hacia el baúl que ahora guardaba la mayoría de sus juguetes. Era increíble que el niño actuaba como si nada hubiera pasado siquiera una hora antes.

Bien, ahora solo me quedaba lidiar con Logan. Ilusamente pensé que, por ser el mayor, sería más fácil lidiar con él. Deje a Daniel jugando y pase un momento a ver a Lautaro, pero este seguía profundamente dormido.

Al bajar me encontré que Logan no estaba por ningún lado. Al ver que su abrigo no estaba me moleste sobremanera. De un tirón tomé mi propio abrigo y abrí la puerta, pero antes de siquiera dar la primera zancada fuera de casa le vi sentadito en la primera grada del porche.

Solté un suspiro, sintiéndome mal al pensar lo peor del niño. Cerré la puerta suavemente y caminé hacia él. El niño no se movió, pero supe que sabía me acercaba a él, ya que se encogió un poco en sí mismo.

Me puse mi chaqueta y me senté junto a él, tomando una pose similar, poniendo mis brazos sobre mis piernas y viendo hacia la calle.

“Dicen que probablemente tendremos las últimas nevadas esta semana.” Le dije, “Me gusta el invierno, pero me gusta más la idea de la primavera.”

“Da igual.” Me dijo, encogiéndose de hombros.

“¿Seguro?” le pregunte algo divertido, “No tenemos que usar tanta cosa en primavera, además de que podemos ir en bicicleta. Mary amaba hacer eso.”

“¿Quién es Mary?”

“Era mi esposa.” Le dije, y ante el asombro del niño le sonreí. “Murió en un accidente, por eso vine al pueblo. Amaba a Mary con todo mi corazón, todavía la amo, pero me alegra tenerlos en mi vida y no puedo imaginar no tenerlos en ella.” Le dije sinceramente.

“Podrías imaginarlo sin tener que golpearnos.” Me reclamo. Por alguna razón, veía el reclamo venir. Sabía que tarde o temprano pasaría, y aunque pensé me molestaría, en realidad me dio ternura.

“Tú y yo sabemos que no los golpeo.” Aclare, quien le escuchara les dejaba la espalda y el cuerpo lleno de morados.

“Claro que sí, golpeaste a Daniel y a Lautaro. Ellos no hicieron nada tan malo.” Le observe por unos instantes, notando como se sacaba de la ecuación. Me pregunte por un momento si esta era su forma de quitar mi atención de lo que el mismo había hecho.

“Sé que hay movimientos a nivel mundial que quieren hacer ver el castigo corporal como algo sumamente mal, algo atroz y un tipo de tortura o abuso. Pero, para ventaja o desventaja nuestra, vivimos en un pequeño pueblo rural de Texas donde el estado incluso permite este tipo de castigos en las escuelas.” Le dije, ignorando la forma en la que me miraba, como si le había matado a su mascota.

“Eso no significa que este bien.” Me dijo, molesto.

“Tienes la libertad de pensar así,” Creo no esperaba mis palabras, pues me vio con asombro. Pude ver el destello inteligente y perspicaz en su mirada. Trataba de ocultar su sonrisa, como si hubiera ganado una gran batalla, pero bien dicen que a un viejo zorro no se le escapa nada. “Sin embargo”, continúe, “eres un niño, un niño el cual está sujeto a las reglas de su casa y para mal o para bien, la persona a cargo cree firmemente en este tipo de castigos, por lo que tú también estas sujeto a ello.”

No dijo nada, analizando mis palabras, aunque supe cuando las entendió por la forma en que arrugo su nariz y entrecejo. “No voy a aprender nada si me pegas por pegarle a alguien más.”

Vaya, eso no lo esperaba. Y nuevamente tuve que suprimir una sonrisa. Así que de allí radicaba esta discusión. “Pues, creo que el hecho de que alegues tal cosa anula tu punto. Actuaste de manera incorrecta, lo que conlleva un castigo. Si bien es cierto podría castigarte de otra forma, creo que por ahora esta es la mejor, pero eso no lo voy a discutir contigo. Primero que todo porque eres un niño todavía, y debes aprender que hay adultos que quieren lo mejor para ti y respetar sus decisiones. Segundo que todo, porque debes aprender que toda acción conlleva una consecuencia. De ti depende si esa consecuencia es buena o mala.”

Aunque al principio se miraba calmado, empezó a exaltarse un poco. Pude ver como respiraba con mayor rapidez, su carita ensombreciéndose. “Mamá no cree en estos castigos. Ella piensa que ya estoy grande y puedo manejarme por mi mismo.”

Me molesto que sacara a relucir a Diana. Los niños nunca la mencionaban, parecían no extrañarla. Pero ahora que estaba en problemas Logan no tenía problemas en sacarla a relucir. “Discúlpame si no tomo el ejemplo de Diana como uno a seguir. Si bien no eres un niño pequeño, sigues siendo un menor y por lo tanto necesitas a alguien que te guie. A veces hasta los adultos lo necesitamos.” Le dije, recordando las palabras que Michael me había dado dos semanas atrás.

“No voy a dejar que me pegues.”

“No necesito tu permiso.” Le dije, ya molesto por lo absurdo que estaba siendo todo esto. “Ni tampoco lo estoy pidiendo, Logan. Eres un niño, y para tu mala suerte te toca aguantar lo que yo disponga.”

“¡¿Me vas a obligar a inclinarme o qué?!” Me grito, y por un momento recordé que estábamos frente a la calle.

“No, lo vas a hacer porque yo lo digo, pero no ahora. Quiero que vayas a tu habitación y te quedes allí, cuando estemos listos vamos a hablar.” Le ordene, antes de que perdiera los estribos.

“No, gracias.” Me dijo campante, acomodándose de forma en que apoyaba los codos en la grade de atrás, como si estuviera preparándose para recibir sol. “aquí estoy bien.”

Mi enojo aumento ante esto, no era tanto el hecho de que por lógica el niño no quería que le castigara. Era más bien que me desafiara así por así. Estaba a punto de levantarme y dejarlo allí cuando recordé las palabras de Paula. Bien, quería saber que tanto podía desafiarme, le iba a dejar bien claro que tanto.

“No te estoy preguntando, niño.” Le gruñí, usando un tono de voz que no había usado en mucho tiempo con él, “Obedeces ahora o te voy a cargar yo mismo y no te va a gustar lo que va a pasar.”

Los ojos se le llenaron de lágrimas, y por un segundo pensé me había pasado de rígido, pero para mi sorpresa obedeció rápidamente. No sabía si era por temor, aunque lo dudaba. Podía ver el enojo en su mirada, tal vez después de todo Paula tenía razón…aunque no creía era bueno decirle a esa loca que tenía razón. Uno no le da municiones a alguien listo para disparar.

Me quede sentado en el mismo lugar por varios minutos más, queriendo que el aire frio enfriara mi coraje. No tenía ni cinco minutos cuando Daniel salió corriendo de la casa, un puchero en su boca mientras llevaba su oso abrazado fuertemente.

“Papi, Logan me corrió de mi cuarto.” Me dijo, sentándose en mi regazo con un gran puchero.

No pude hacer más que suspirar, debí haber pensado en eso. “Más tarde hablare con él, amor, por ahora, quédate aquí conmigo, ¿sí?” Le dije, dándole un beso y escondiendo su cuerpito dentro de mi chaqueta, ya que no se había puesto la de él.

“Okay…pero no vayas a ser malo con él. Creo que está muy triste.” Me dijo.

“¿Si? ¿Eso piensas?” Le pregunte, dándole otro beso y poniendo mi mano sobre sus piecitos, notando que no usaba zapatos, solo sus calcetines.

“Si,” Me dijo, acomodándose mejor, sus mejillas colorándose por el frio. “Se peleó con su mejor amigo.” Me dijo, “No sé por qué fue, pero unos niños grandes lo dijeron. Hablaban que por fin Mathew se había desecho del brastando.”

“¿Brastando?” indagué, confuso.
“Así le llaman algunos de los grandes a mi hermanito…a Lautaro y a mí también.” Me informo, a mí no me importa. Suena tonto, pero a Logan sí. Dicen que es porque antes no teníamos papá…pero yo ya tengo uno así que no puedo ser eso.”

Había escuchado que los niños podían ser crueles, pero no sabía que tanto. Bien, ahora sabia con quien había peleado mi pequeño rebelde, pero no la causa general, aunque me molesto sobremanera que les llamaran así.

“¿Sabes porque se peleó Logan con Mathew?” Le pregunte, mientras le hacia uno que otro mimo.

“Ño.” Dijo, ladeando su cabecita y poniendo su dedo nuevamente en su boca.

“No hagas eso, Daniel. No es bueno para tus dientes.”

Me vio extrañado, sacando su dedito de la boca. “Pero mis dientes están bien. Si te muerdo te dolerá.” Me informo.

“No lo dudo, campeón, pero si me muerdes a ti también te dolerá tu colita.” Le informe divertido, y ante esto el engrando sus ojos.

“Nooo….no mas pam pam!” Me dijo, pegándose a mí, “No te he mordido y no he llorado para que no me hagas hacer lo que no quiero.”

“Vaya, vaya, así que por eso has andado todo llorón, ¿hmm?” Le dije, dándole suaves palmaditas en el muslo, aunque no las sentiría. ¿Cómo?, si estaba más que recubierto por mi grueso abrigo más toda su ropa.

Daniel se rio con picardía, viéndome con algo de pena. “Es que Pedro dijo que él hacia eso en su casa y funcionaba y así su mamá y su papá le daban todo lo que quería. Dijo que a veces hasta hace que le quiten a su hermano mayor las cosas para dárselas a él.”

“¿Y te parece que eso es bueno?”

El niño medito en ello, y luego me vio con pena. “No.” Dijo simplemente, “Pero se sentía bien.”

“¿De verdad piensas así?”

“Bueno…un poco. Lo intente en clase, pero la maestra me mando a la esquina de castigos…eso no se sintió bien. Y todos los otros niños me miraron feo.”

No pude evitar darle un fuerte beso en la mejilla, haciendo que el niño soltara una risita. “Eres adorable,” le dije, “Pero si vuelves a intentar hacer eso te vuelvo a dar en la colita.”

Daniel solo soltó una risita picara, dándome un rápido besito en mi mejilla. “Le das un besito a él también?” Me pregunto, subiendo su peluche y poniéndolo casi a milímetros de mi cara.

Como no iba a amar a esta monada. Riendo un poquito, hice lo que jamás me imagine haría. Siendo un hombre adulto, le di un beso a un peluche.  Realmente que los hijos lo cambian a uno, el sentido de la palabra hombría había cambiado en un simple hecho.

“Bueno, vamos para adentro que está muy frio aquí afuera.” Le dije, impulsándonos a ambos con el todavía en brazos a entrar.

Tres horas más tarde, sin siquiera tocar la puerta, entro Paula a la casa. Venia como un huracán, hablando a mil por hora de un problema que había tenido en el trabajo y sosteniendo dos cajas de pizza, aclamando que no tenía cabeza para hacer la cena ese día y comeríamos pura chatarra.

“¿Estas bien?” pregunte, aunque no sabía si decir otra cosa, ambos Lautaro y Daniel se asomaron a ver qué pasaba, pero al ver las dos cajas de pizza decidieron que nuestra platica no era interesante.

“Si.” Me dijo, sacando platos del mueble, “Bueno, no.”

“Entonces…¿no estás bien?” Había olvidado lo complicadas que eran las mujeres.

“¡Ay, no lo sé!” Me dijo, casi quebrando los platos que ella misma había comprado. Por alguna razón, decía que usar platos desechables todo el tiempo no era adecuado. No solo tenía desechables…tenia algunos que no pertenecían a un mismo set, pero ella y Melissa habían acordado esto no era conveniente por algún motivo.

“Bueno,” me atreví a comentar, tomando los platos y dándoselos a Lautaro. “Tal vez si hablas de ello…”

“Es Francis.” Me dijo, y por más que quise fingir que sabía de quien hablaba, no tenía ni la más remota idea de quién diablos era Francis.

“Sí, claro…Francis…¿que paso con ella?”

“Oye, ¡solo porque sea gay no significa que te vas a burlar así de él!” Me espeto, y solo pude levantar mis manos en defensa propia.

“Perdona, Paula, pero…no tengo ni la mínima idea de quien pu-,” había niños presentes, cambio de vocablo, “rayos es Francis.”

“¡Dios mío, Gabriel! ¡Te lo juro que dan ganas de matarte!” Exclamo la mujer, tendiéndole unos vasos a Daniel. “Francis es el otro mesero que me ayuda en el restaurante. Que mesero, me ayuda con las finanzas, me ayuda a revisar y actualizar los menús…es mi ‘hago de todo’ en el restaurante ¡y ahora me sale con que se va!”

“Bueno, tal vez un aumento salarial-“

“No, amor, quiere ‘¡seguir sus sueños!´” Me dijo, haciendo las comillas con sus dedos, “Disque se va a Paris o Nueva York a estudiar moda. Ni que estuviéramos en los 1800s para tener que irse lejos.”

“¡Yo le puedo ayudar, Señorita Honey!” Le dijo Lautaro, acercándose a ella, “¡Soy muy dresto para poner mesas! ¡Mire!” Le dijo, señalando la mesa, mientras que yo le corregía con un suave ‘Diestro, hijo’ que fue ignorado.

“Ay, mi amor!” Le dijo ella, abrazándolo y dándole muchos besos, “Pero si eres muy diestro, ¡es cierto! Y muy inteligente también, pero no puedes dejar la escuela.”

“¡Yo sí!” Le dijo Daniel, acercándose en busca de mimos, “¡Solo pintamos y escrebimos las letras y yo ya se hacer eso! ¡Puedo contar hasta 100 y se me todo el nalfabeto!” Era oficial, ninguno de mis niños sabía hablar bien.

Paula me vio con complicidad, tomando al más pequeño en brazos y dándole un beso, abrazando a Lautaro con su otra mano. “Sería un honor tenerlos en el restaurante,” Me dijo, “Pero dudo mucho que a su papi le guste la idea.”

“Si le das un piquito talvez te diga que sí.” Le dijo Daniel descaradamente, haciéndome levantar una ceja ante esto. Si tendrá morro el enano ese.

“No, aunque me de mil besos, ustedes siguen en la escuela hasta que la terminen.” Les dije, tratando de no reírme.

“Me parece buena idea.” Les dijo Paula sonriendo, aunque note como miraba a su alrededor en busca de algo…y esperaba no estar correcto en lo que buscaba…o, mejor dicho, a quien buscaba. “¿Dónde está Logan?”

Bien, mi intuición no estaba nada mal. “Castigado en el cuarto.” Le dijo Daniel, “Papi lo mando allí.”

“Si, bueno, ya vamos a cenar, así que vamos, a lavarse las manos.” Les dije, mandando a ambos fuera de la cocina.

Paula no dijo nada, solo verifico que la comida siguiera caliente y luego se giró a buscar algo para tomar. “Ya, pregunta.” Le dije, sabiendo que seguramente querría saber que paso.

“¿Qué quieres que pregunte?”

Rodé los ojos un tanto exasperado, “Pues imagino querrás saber que paso con Logan…o que no paso con Logan.”

“Imaginas bien, pero…tampoco quiero invadir tu privacidad con el niño.” Decía la mujer que ya ni tocaba mi puerta para entrar a mi casa y acababa de votar a la basura un bote de mi refrigerador porque aparentemente olía mal. Bueno…yo tampoco sabía que había en el, pero el punto era que ¡era mi bote!

“No pasó nada. Si quieres saber, castigué a Lautaro y Daniel, pero…no pude con Logan.”

Paula solo levanto una ceja, encendiendo el horno. “Están heladas,” Me explico, señalando las pizzas.

Antes de poder contestar, Lautaro y Daniel corrieron a la mesa, pero Paula les indico fueran a la sala a ver televisión unos minutos, mientras calentaba la comida. “Bien,” Dijo, observando como ambos niños corrían a la sala. “Tenemos tiempo.”

Suspiré, contándole todo lo que recordaba de la tarde, y me sentí exhausto, ese día se me hacía eterno. “La verdad…al principio estaba muy enojado para tratar con él, pero ahora…”

“No me digas que piensas el niño tiene la razón?” La pregunta más que sonar exasperada sonaba alarmada.

“No, no, no es eso. Sé que no la tiene, pero…tampoco quiero forzarlo a algo así. No espero que espere este castigo con alegría ni que no se enoje después de recibirlo, pero…tampoco quiero hacer de esto algo violento.”

Paula asintió, aceptando la cerveza de raíz que le ofrecía mientras ambos nos sentábamos a pensar. “Me alegra que veas las cosas así,” Me dijo después de un tiempo corto, “Si fuera violento, Gabriel, pasaría a ser más abuso que otra cosa. Créeme…el esposo de mi tía era un hombre violento. Más de una vez recuerdo como se sacaba el cinturón y empezaba a pegarle a mis primos sin motivo alguno delante de todos. A veces pasado de tragos y otras solo porque miraba mal donde no lo había.”

No esperaba esto de ella, aunque era un nuevo recordatorio que no sabía mucho de su familia ni ella de la mía, a decir verdad. “Lo siento mucho.” Le dije, sin saber que más decir.

Ella solo se encogió de hombros, “Era más el susto que otra cosa. Al final, se terminaron divorciando y ella se llevó a sus hijos lejos. Tengo más de quince años de no verlos, aunque sé que mi madre habla con su hermana de vez en cuando.” Observo la lata un momento más antes de darle un sorbo nuevamente. “Mi punto, Gabriel, es que tú no eres un hombre así. Ve, habla con el niño. Creo que ya paso suficiente tiempo y no creo sea bueno que lo dejes en espera. Yo entretengo a estos dos y veo que la comida se caliente.”

Me quede quieto un momento, pensando en lo que me decía. No sé si ella observo que no accedí a nada, pero tampoco me negué, simplemente se levantó y se fue a la sala, dejándome solo con mis pensamientos.

Tenía razón. No era un hombre violento. Si, solía dar rienda suelta a mis impulsos y a mi boca, pero tampoco era como si fuera a desquitarme con mis niños solo porque sí. De haber sido así la rabieta de Daniel en la tienda habría terminado muy distinta.

Tomando el ultimo sorbo de mi bebida, encesté la lata en el basurero como si fuera una pelota y con esa pequeña victoria subí a la habitación de los niños. Como era mi costumbre, entre sin siquiera tocar la puerta y no me extraño encontrar a Logan tumbado en su cama.

Era dejar de ver aquel niñito que días atrás jugaba a los alienígenas con sus hermanos transformado en todo un adolescente jugando con su celular. No sé bien que jugaba, ni espere a que me prestara atención.

Olvidando cerrar la puerta atrás, entre a la habitación y le quite el teléfono de sus manos.

“OYE!” Exclamo, pero al verme la cara seria pareció pensarlo mejor. “Estaba…lo estaba usando.” Me dijo, en un tono más tranquilo.

“Lo puedes usar después, tenemos que hablar.” Le dije, poniendo el aparato en el alfeizar de la ventana. Vamos, siéntate un poco,” Le ordene, aunque sentado en su cama me hacía tener que verlo hacia arriba.

“No necesitamos hablar de nada.” Murmuro, pero obedeció, así que decidí ir directo al grano.

“¿Porque te peleaste en la escuela hoy?”

“Yo solo me defendí.”

“Bien, ¿pues de que te defendiste?”

“¡No me puedes pegar por defenderme! ¡Es un derecho humano!”

“Alto ahí, Logan. No voy a seguir discutiendo que hago o no con ustedes.” Le dije, viendo el punto de Paula por primera vez con mayor claridad. Tenía razón, en algún punto empecé a dejar que los niños hicieran conmigo lo que quisieran. “Y si te castigo o no, no es en realidad tu decisión.”

La carita de traición que me puso el niño me recordó porque había dejado que los niños hicieran y deshicieran conmigo. ¡Con esas caritas como me podía enojar con ellos! Porque les amas y es lo correcto. Me dijo una voz dentro mío, y no sabía si adquiría el tono de Melissa, Michael o Paula.

“Son unos tontos. Me estaban molestando.” Bien, íbamos mejor. Me acerque a su cama y, ya que él estaba más alto que yo, no me costó mucho hacerle que me viera a los ojos.

“Porque te estaban molestando, ¿amor?” Le pregunte más tranquilo, recordando las palabras de Daniel y rogando que no le molestaran por su parentesco.

“Porque…es que…” Se mordió el labio y me vio con nerviosismo, haciéndome pensar lo peor, “Promete que no te vas a enojar.”

Bueno, esto era un mal augurio. “No puedo prometer nada, Logan.”

“Pero…¡me vas a pegar!” Volvió a decir.

“Pues, si mereces un castigo, te lo voy a dar. Y sabes que de todas maneras ya tienes uno en camino, así que mejor confiesa todo de una vez.” Razone con él, a lo que rodo los ojos.

“Bien!” Me dijo de malos modos, “La maestra de mates es muy aburrida, y tiene la nariz muy respingada…pero…todos los niños pensamos que sus…bueno…tiene buenos…es que…no es tan vieja…y…” Se puso rojo como un tomate, y luego movió sus manos y no pude evitar, pero morder mi labio para no reírme a carcajadas. Aparentemente, su maestra tenia buenos pechos.

“Ya veo.” Le dije, tragándome la risa. “¿Y esto que tiene que ver con tu pelea?”

“Es que…Mathew le tomo una foto con mi móvil…cuando se agacho a ayudarle…” Me dijo, observando dicho aparato.

Levante mis cejas y tome el aparato aquel, haciendo que se quedara totalmente quieto. Entre a su galería y vi que ya tenía varias fotografías. Me enternecía ver varias de sus hermanos y hasta mías, pero la última era la que buscaba.

En efecto, era la foto de lo que debían ser unos pechos, aunque se miraba más la tela blanca de la camisa. Tomada de un mal ángulo, se veía que la habían tomado en un impulso. En realidad, si no me hubiera dicho que eran creería que había sido una foto sacada por error. “Esto lo vamos a borrar.” Le dije, procediendo a hacer eso. 

“NO!” Me dijo el con urgencia, “Es que…Mathew quería la foto.”

“Muy tarde, Logan. Esto no es correcto.” Le dije, bloqueando la pantalla y poniendo el móvil de vuelta en el alfeizar. “No puedes tomarle foto a una chica, no importa su edad, sin su autorización. Y no es para nada correcto que lo hagan a una maestra.”

“No fui yo.” Me dijo, cruzándose de brazos.

“¿Que paso luego?” Pregunte, ya que hasta ahora no entendía el porqué de la pelea. “¿Te molestaste que lo hiciera con tu móvil?”

“No…la foto era buena y no tengo imágenes de los pechos de una chica.” Me confió, sonrojándose. Por parte me alegre de que todavía no descubriera el porno. Podía quedarse así unos diez años más por mi parte, vamos, que ni siquiera podía pronunciar correctamente algunas palabras.

“Okay.” Le dije solamente, asintiendo y cruzándome de brazos. Dios…¿que había pasado con Daniel y Logan? ¡Pero si apenas eran dos chiquitos!

Es que…Mathew está castigado sin su móvil y quería que le prestara el mío para poder pasar esa foto a su ordenador.”

“Pues…solo para que sepas, puedes prestarle el móvil a alguien que necesite una llamada urgente, pero no puedes prestárselo a alguien para que se lo lleve a otro sitio.”

El asintió, “No quise prestárselo, y me empujo…dijo que…que como ya no era un sin padre ahora era un creído…” Me confeso bajito, “Y pues…me moleste y le empuje de vuelta, me volvió a empujar y esto me enfado mucho y le di un puñetazo en la nariz…y el maestro nos vio y nos separó. A él lo mando a la enfermería y a mi dónde el Director Sánchez.”

Vaya…y todo esto por la foto mal tomada de un pedazo de tela que de pechos ni la forma se notaba.

“No puedes andar dando puñetazos a la gente. Entiendo que no quisieras decir porque fue tu enojo,” Obvio el niño no iba a ir a poner la queja por algo de esa índole. Vamos, solo un verdadero descerebrado lo hiciera.

“¿Siempre me vas a castigar?” Pregunto, mordiéndose el labio más tranquilo.

Lo pensé un momento, y decidí tomar una carta que Michael había tomado conmigo hace mucho tiempo. “Vamos a ver,” Empecé, rogando porque me saliera bien…aunque esa vez yo había estado del otro lado de la moneda, “Primero, dejaste semejante fotografía en tu móvil. No tienes culpa de que alguien la tomara por ti, tu respondes por tus actos no por lo de los demás. Pero, además de que es prohibido tener el móvil fuera en horas de clase, se lo disté a otro compañero sabiendo que estaba mal.” le dije, tratando de sonar intrigado, y llevando la cuenta con mis dedos. “Luego, te peleaste con este compañero y, cuando te mandaron donde el director por esto, le faltaste el respeto a él también.”

“¡No es cierto!” Me dijo, algo nervioso.

“¿Acaso no le diste a insinuar que era tonto?”

Se ruborizo un poco más, bajando la vista hacia sus piernas. “Bueno…talvez sí.”

“Bien, llevamos el uso del móvil en clase,” Un dedo, “Pelearse con dicho compañerito,” Dos dedos, “Faltaste el respeto a tu maestro,” tres dedos, “Y como si esto no fuera suficiente, luego me retaste, faltándome al respeto.” Cuatro dedos. “Y ahora quieres venir a mentirme.” Cinco dedos, “Mereces o no mereces un castigo?”

El niño mordió su labio, viéndose vulnerable y un poco atemorizado. “Perdón.” Me susurro, limpiándose una simple lagrima que corría por su mejilla.

“¿Mereces o no mereces un castigo, Logan?”

“Pero ya dije perdón.”

“Y muy bueno que te disculpes, pero no responde mi pregunta.” Le dije lo más serio que pude, “¿Mereces o no un castigo?”

Se mordió el labio, y luego asintió, “Bueno…si…”

“Vamos.” Le ordene, parándome cerca de las escaleras del camarote para que se acercara a estas.

“No quiero.” Se lamentó, con un lindo puchero en su carita.

“Pues a la próxima a portarse bien.” Le dije algo seco, queriendo terminar con este día y simplemente acurrucarme a ver una película con mis tres chiquitos.

“Gabriel…por favor… ¡no lo vuelvo a hacer!” Me dijo nuevamente.

Suspire, poniendo mis manos en las caderas. “Logan, llevas toda la semana con la misma actitud de hoy. Toda la semana te lo he dejado pasar y no más. Ahora, vamos, ven aquí.”

Con algo de nervios, se acercó a la orilla de su cama y, una vez allí, le tome por las axilas hasta que lo deje frente a mí. No tenía mucho lugar para sentarnos allí, pero estaba el banquito del pequeño escritorio de los niños.

No era muy grande, pero sería lo mejor. Tomándole de la mano, caminé hacia él y, acomodándole me senté en él y le puse sobre mis rodillas.
“¡No! ¡Gabrieeel! ¡Nooooo!!”

Durante todo el tiempo, Logan había permanecido tranquilo, pero al verse en esa posición, pareció cambiar de parecer. ¿Y quién lo culparía de ello? Pero no me detuve, ni le escuché. Levante mi mano, por lo que parecía la millonésima vez ese día, y la deje caer.

PLAS

“¡AAAAAAYYY!” Grito, como si le hubiera arrancado un pedazo de piel. “¡NOOOO!”

Bien, esto sería difícil para todos. Menos mal que Lautaro y Daniel estaban con Paula, porque estos gritos los escucharían hasta Argentina, sino es que hasta Chile.

Deje que mi mano hiciera su trabajo, dejándola caer una y otra vez. En algún punto pare, los jeans eran gruesos y, a decir verdad, mi mano ya dolía y más que llorar por dolor, parecía que Logan lloraba por rabieta.

Le pare y, cuando vi que trato de escabullirse, le tome de un brazo mientras que con la otra mano le desabotone el pantalón y de un tirón se lo baje junto con su ropa interior, para rápidamente ponerlo sobre mis rodillas nuevamente.

Sus pompitas estaban rosaditas, y, a decir verdad, si hubiera sido Daniel habría parado después de unos cuantos azotes más. Entendí cuando Michael decía que entre más grandes más cabezotas y más duro el castigo.

Aunque ya me picaba un poco la mano, me rehusaba a usar un objeto con el…aunque tal vez sería buena idea hacerme de alguna cuchara de madera, o de algún cepillo como el que Melissa guardaba en su gavetero.

Hasta ese punto Logan no había dejado de gritar, se notaba por el tono de su voz que estaba enojado, además de que le dolía. Al bajar sus pantalones dejo de quejarse, dejo de gritar y simplemente trato de ponerse estoico, me preocupé un momento, pero después de varias nalgadas más pude escuchar que soltaba uno que otro llanto.

Después de algunos minutos volví a parar, el llanto de Logan había cambiado del todo. Era suficiente, el castigo, gracias al cielo, había acabado y ahora lo único que quería era tener a mi niño en brazos y dejar caer cuanto beso pudiera.

Le subí su ropita interior con cuidado, haciendo una mueca cuando oí como se quejaba por esto. Le deje un momento, sobando su espaldita y esperando se calmará un poco. Una vez calmado, le erguí para sentarlo sobre mis piernas.

Él se dejó hacer, poniendo sus manitas atrás y sobando sus nalguitas lo mejor que pudo mientras yo le besaba su carita y le sobaba su espaldita. “Ya, mi amor, shhh, ya paso…” Le dije una y otra vez, meciéndolo un poco.

Pasaron unos cinco minutos tal vez hasta que se calmó, sentado aun en mis piernas. Creí que ya podría tener paz y tranquilidad y volver a tener a mis dulces chiquitines de vuelta…pero estaba totalmente equivocado.

Tenía mis brazos alrededor de Logan, meciéndole como hacía con Daniel cuando sentí como me empujaba para apartarse. Deje caer mis brazos y deje que se sentara, le sonreí, pero me vio con un puchero y evidente enojo.

“Ey,” Nuevamente, le sonreí suavemente, limpiándole sus cachecitos con mis pulgares, “No más enojo, ¿sí?”

“No me dolió.” Me dijo solamente.

Quise reír por la evidente mentira. Si todavía tenía los pantalones por los tobillos. “¿Si? Bueno, talvez debamos enmendar esto.” Le chinche.

“¡No! ¡Dijiste que no me castigarías dos veces por lo mismo!” Se separó de mí, y viendo sus pantalones, se los subió rápidamente haciendo una mueca cuando la tela toco allí.

“Pero dices que no te dolió.” Le respondí, rogando porque no se notará mi sonrisa, era realmente difícil fingir seriedad cuando se miraba tan adorable y lo único que quería era comérmelo a besos.

“No me dolió.” Me volvió a decir, aunque podía ver que trataba de convencerse a sí mismo.

“Bueno, pero solo tengo una pregunta. ¿Volverás a hacer lo que hiciste?”

Agrando sus ojitos asustado, negando rápidamente con su cabecita. “¡No!”

“Bien, pues…aunque no te haya dolido, aprendiste tu lección, así que tomare esta victoria.” Le dije, levantándome del banquillo aquel ¡que ya me dolía a mí! “Ahora vamos a comer que hay pizza.” Le dije, dándole un beso en la frente, aunque notaba que no quería.

Se dio la vuelta para salir de la habitación, y, tal vez para poner su punto en claro, me soltó aquello nuevamente. “Aun así…no me dolió.”

Le jale hacia mí, dándole otro abrazo, y un nuevo beso sobre su pelito. “Sabes que te quiero, pequeño mentirosillo.” Le dije divertido, dejándole ir.

El no dijo nada, se acomodó el cuello de la camisa y me vio con un puchero, para luego darse la vuelta para salir de la habitación.

Y, tal vez por pura maldad, o para poner mi punto en claro, decidí no contestar con palabras, pase junto a su lado, pero deje que mi mano hiciera lo suyo, soltándole una muy dura palmada.

PLAS

“¡AAAAYYY!” Grito, saltando y tapándose su colita.

“Creí que no te dolía.” Le dije pícaramente, no pudiendo evitar mi sonrisa y salí corriendo de aquella habitación, con Logan persiguiéndome a toda prisa, prometiendo hacerme pagar aquella traición. Esperaba que la pizza todavía estuviera caliente. 





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