"Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo"
Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 15, De Castigos y Otras Cosas
Lautaro me observaba de una manera que
nunca había visto. Era como si me estaba estudiando, como si me estuviera
desafiando.
El que tendría que estar nervioso era
el, con sus pantaloncitos por sus rodillas y a punto de recibir un castigo, sin
embargo, era yo el que estaba a punto de sufrir un ataque de nervios.
Pero como un susurro, entre todas las
voces, recordé lo que Paula me había dicho…no quería salir aplazado. No quería
fallarles a mis niños, no quería que no supieran en su inconsciente que podían
confiar en mi…aun cuando de lo menos placentero se trataba.
Así que, sin esperar más, le tomé por
el brazo y le puse sobre mis rodillas. Fue allí empezó a revolverse un poco, “Noo… ¡papi!
¡Noo! ¡Perdón! ¡No lo vuelvo a hacer! ¡De verdad! ¡No lo vuelvo a hacer!” me dijo, pero era demasiado tarde.
No quería hacerle daño, además de que
quería recordara este castigo por un tiempo, así que tome el elástico de su
calzoncillo y se lo baje. Una vez así, levanté mi mano y cerré los ojos. La
verdad, no sabía porque esta vez me era más difícil que otras veces. Conté
hasta cinco en mi mente y proseguí, abriendo mis ojos la deje caer.
PLAS
Lautaro dio un brinquito, pero no
lloro. Aunque me sentí miserable haciendo esto, seguí haciéndolo, dejando caer mi mano una y otra vez.
A la cuarta o quinta nalgada, Lautaro
soltó un pequeño ruidito, algo entre quejido y grito, y después de eso, lloro
abiertamente, mientras mi mano caía una y otra vez.
Aunque no llevaba una cuenta precisa,
observaba cuidadosamente su piel que poco a poco se teñía de rosado. No me
perdonaría si le dejara un cardenal.
“No se le lanzan
cosas a la gente.” Le dije, dejando caer mi mano casi sobre sus
muslos, “No
se le pega a la gente,” Y vaya que, si me sentía un hipócrita
diciendo eso mientras yo mismo le pegaba, “Y no me
muerdes.”
PLAS PLAS PLAS
Seguí nalgueando y regañando, viendo
como poco a poco dejaba de tratar de salir de mi agarre y simplemente se movió
por el dolor causado.
Pare un momento, observando la pequeña
retaguardia sobre mis rodillas. Estaban de un rosado claro, aunque algunos
lugares empezaban a obscurecerse un poco. El llanto del niño continuaba, pero
de alguna forma había cambiado. Al principio era como un llanto de rabieta,
ahora, era simplemente un llanto triste.
No sabía si seguir o simplemente parar,
cerré el puño y pude sentir un poco el escozor en mi mano, por lo que supe que
seguramente le dolería mucho a mi niño también. Con eso, no pude seguir más,
escucharlo llorar con tanto sentimiento y con su colita tan roja me hizo
incapaz de seguir.
Le tome con cuidado y le pare frente a
mí. Tenía toda la carita llena de lágrimas, mocos y saliva. Meses atrás me
hubiera dado asco y hubiera buscado algo con que secarlo, en ese momento poco
me importo y al verlo tan vulnerable, con sus manitas sobando allí donde le
había castigado, simplemente lo abrace fuertemente.
Aunque no dejo de sobarse, el niño se
apoyó completamente a mí, llorando aún más fuerte. “Ya, mi vida, ya…” le pedí, apunto de llorar yo mismo.
Dios mío, si esto era parte de la
paternidad no deberían de pintarla como algo bello. Era algo devastador, y como
si disfrutaran de hacerme sufrir recordé en ese momento que tenía a dos
personitas esperando pasar por lo mismo.
Aun así, decidí olvidar a los otros dos
por ahora y centrarme en el pequeñín en mis brazos.
Con algo de dificultad le terminé por
subir su ropita, y una vez vestido le senté en mis piernas.
Me tomo un poco de tiempo calmarlo,
pero cuando lo hizo no se despegó de mí. No lloraba con la misma intensidad de
antes, pero si le salían varias lágrimas de sus ojitos todavía.
“¿Ya? ¿Más tranquilo?”
Le
pregunte, separándole un poco para poder ver su carita. El asintió, pero se
recostó contra mí, cerrando sus ojos en cansancio. No sabía si dejarlo dormir o
hablar con él, pero al ver que poco a poco perdía la batalla contra el sueño
decidí dejarlo estar.
Le quité sus zapatos y luego le acosté
en mi cama.
“¿Sabes que te
quiero mucho?” Le pregunte, tumbándome a su lado y sobando su
espalda.
Con ojos todavía acuosos, pero
particularmente pacíficos, me vio y me regalo una pequeña sonrisa, haciendo que
se me derritiera el corazón. Le di un beso en su mejilla y le hice más mimos
hasta que se quedó profundamente dormido. Aún tenía la cara marcada por las
lágrimas, y en ese momento me recordé de comprar toallitas húmedas como me
había dicho Dante incontables veces.
Sabía que a lo más seguro Daniel y
Logan estaban abajo esperándome con ansias. Después de todo, no es como que les
había recibido con el usual beso y abrazo.
Asegurándome que Lautaro estaba
profundamente dormido…y robarme unos minutitos para verlo dormir, me levante y
fui a buscar a mis otros dos remolinos.
No me sorprendido, en realidad,
encontrarlos sentados a los pies de las gradas. Sabía que probablemente habían
escuchado todo lo que paso con Lautaro, tal vez no con claridad, pero si el
llanto del niño.
Al verme ambos niños se quedaron
congelados, pero rápidamente mostraron dos reacciones distintas. Mientras que
Logan me vio con fiereza, casi enojo, Daniel se soltó en llanto, pegándose a
mis piernas, “¡No quiero que me des en mi colita!”
Suspirando en cansancio, lo tome en
brazos y le sobe la espalda. Bueno, era evidente que alguien sabia se había
portado mal. Le di un beso en la frente y decidí que era mejor no hacerlo
esperar más. “Vamos a ver, campeón,” Le pregunte con calma, “¿porque te tengo
que dar en la colita?” Le pregunte, usando sus mismas palabras.
“Es que fue culpa
de Fabiola!” Me
dijo, o por lo menos eso entendí entre el llanto, “Ella dijo que
quería el pelo corto, ¡y David me dijo que le haría un favor!”
“¿Y tú crees que eso
estuvo bien?”
“Pero es que ella
me cae mal!” Se
excusó,
“Me quebró mi color ¡y dijo que había sido yo!”
Si las cosas hubieran sido tan fáciles
con Lautaro, probablemente el solo se hubiera llevado unas cuantas
palmaditas…aunque pensándolo bien, tal vez esa era la raíz del problema. “Eso
no implica que tú le puedes cortar el pelo o vengarte.” Le regañe, caminando
con el niño hacia su habitación. Después de todo quería algo de privacidad con
el niño, además que no quería tener la cara de enojo de Logan en mis narices.
“¡Pero ella es
feeeaaa!” Me
dijo, tosiendo un poco, “¡Y siempre hace cosas feeas, y dice
cosas feeas!”
Bien, tal vez no llegaría tan lejos con
el cómo quería. Decidí no decir más y simplemente me senté en su cama y le
senté en mi regazo. Acomodándonos a ambos, le sobe su espaldita hasta que lo
único que podía escuchar eran pequeños esnifados.
“¿Ya?” le pregunte, separándole de mí y
regalándole una sonrisa.
“Si.” Me dijo, poniendo su dedito en la boca.
Realmente tenía que buscar la forma que dejara de hacer eso.
“Bien, ¿podemos
hablar ahora?” le pregunte, sacando su dedito de su boca.
“¿Me vas a pegar?” Me pregunto nuevamente, su labio
temblando, sus ojos nuevamente humedeciéndose.
“A ver, corazón.
Esa niña…¿Beatriz?”
“Fabiola.” Me dijo, arrugando su naricita. “Es la más bonita
de la clase.” Me
confió, invalidando su antiguo argumento de que era fea.
“Ya, ¿y te gusta
mucho?”
“Si.” Me dijo, sus ojos brillosos, “Quiero que sea
mi novia, pero ella dice que su papi dice que no puede hasta que cumpla
treinta, y eso es mucho, entonces la empuje.”
En mis manos tenia a un pequeño Don
Juan, esperaba no me diera mayores dolores de cabeza de adolescente. “Daniel Matías, ¿es
bueno empujar a otros?”
Nuevamente se mordió el labio, viéndose
nervioso. “En
un columpió sí.”
Tuve que morderme el labio para
no reírme, “¿Y
estaba ella en un columpió?”
“Ño.” Me dijo, poniendo vos melosa. “¡Pero es que me
dijo cosas feas, papi!”
“¿Y qué cosas
feas?” Pregunte,
esperando que no le molestaran debido a su madre o pasado.
“¡Que mi pelo era
del color del popo y que tenía cachetes gordos y feos!” Acuso, y nuevamente tuve que recordar
que no era tiempo de reírme y que pronto tendría que castigarle.
“Eso no se dice,” accedí, viendo como sus ojitos
brillaban con esperanza, seguramente pensando que estaba de acuerdo con él. “Y tuviste que
decirle a una maestra, no empujarla. Si te vuelven a decir algo feo, Daniel
Matías, vas, buscas un maestro y le dices que paso, no empujas ni pegas ni le
cortas el pelo a nadie.”
“¡Pero ella me
quebró mi color!”
“Y muy mal hecho,
pero no es con Fabiola que estoy hablando, señorito, es contigo, y no es en
Fabiola que estoy interesado, es en ti. Que sea la última vez que haces algo
así, porque la próxima vez tu castigo será peor, ¿entendido?”
Sus ojitos no solo se llenaron de
lágrimas, pero empezaron a caer por su carita, su labio temblando.
“¡Noooo….paaapiii!”
“¿Entendido,
Daniel?”
Viendo mi insistencia, asintió, aunque
podía verlo un poco triste. “Si.” Me dijo sinceramente, viéndome con una
carita que me hacía sentir todo un monstruo.
“Si esa niña o
cualquier otra persona hacen o dicen algo que no te gusta, ¿qué tienes que
hacer?” Le
pregunte, queriendo asegurarme nos entendiéramos.
“Le digo a un
maestro.” Me
dijo con un puchero.
“Muy bien, corazón.
¿Y vamos a empujar, golpear o a cortarle el pelo a otro compañerito?”
“No.” Me dijo,
aunque frunció un poco el ceño. “Papi… ¿y si alguien me pega, puedo pegarle
yo?”
Vaya…allí sí que no sabía que
contestar. Usualmente, mi respuesta seria si, vamos, que yo mismo le había
enseñado a Marcos como dar un buen puñetazo por cualquier cosa. “Bueno, hijo,” Dije, tratando de encontrar una
respuesta rápida, “No es lo mejor, pero si no hay una maestra cerca,
y nadie que te pueda ayudar…pero no creo que eso llegue a pasar.” Eso esperaba, al menos.
Pareció pensarlo un poco, la verdad no
le había dicho ni sí ni no, pero simplemente asintió, y me vio con expectativa.
Bien, esta era la parte que no quería. “No me gusta hacer
esto, Daniel, ni contigo ni con tus hermanos, pero lo que hiciste estuvo muy
mal. Mañana le vas a pedir perdón a tu compañerita y a tu maestra, ¿estamos?”
Una vez el niño asintió, le tome y le
tumbe sobre mis rodillas. A diferencia de Lautaro, decidí bajarle yo mismo su
pantaloncito. Nuevamente, no quería dejar cardenales.
Todavía sentía un leve tintineo en mi
mano del castigo de Lautaro, como un recordatorio de lo horroroso que yo era. “Bien,” dije, más para mí que para él, así que
baje mi mano sobre aquel dulce traserito.
Como esperaba, al caer la primera
nalgada, Daniel soltó un grito tan agudo que por un momento creí que me había
sobrepasado, pero cuando levanté para ver, apenas y si se miraba donde había
caído. Además de casanova, todo un dramático.
Bien, viendo que tenía que finalizar lo
que había comenzado, deje mi mano caer varias veces más. Al igual que con
Lautaro, no lleve una cuenta específica, pero si observaba para no pasarme.
Cuando estaban todas sus nalguitas un poco rosaditas pare. Sabía que en unos
minutos estarían tan blancas como antes, pero esperaba recordara este castigo.
En cuanto termine le subí su ropita de
vuelta y le tome en mis brazos, parándome y meciéndole por toda la habitación.
Me tomo poco tiempo calmarlo, pero al final, se acurruco contra mi pecho y puso
su dedito en su boca.
“No más berrinches
tampoco, ¿estamos?” Le dije, recordando la pesadilla que había sido
esta semana. El me vio, y luego asintió, moviéndose para acomodarse mejor. “Te quiero mucho,
¿lo sabias?” le pregunte, dándole pequeños besos en su cachecito.
“Yo también.” Me dijo, separándose un poco de mí y
limpiando sus mejillas. “¿Papi? ¿Puedo ir a jugar?”
Bien, aparentemente ya estaba tranquilo
y quería dejar todo atrás. Mientras el solo pensaba en jugar, yo solo quería
terminar este día y olvidar lo vivido.
“Claro, mi amor,
pero no hagas tanta bulla, ¿sí? Lautaro está dormido.”
“Okay.” Me dijo, dándome un beso en mi mejilla
y moviéndose para forzarme a ponerle en el suelo.
Apenas había puesto sus piecitos en el
suelo cuando salió corriendo hacia el baúl que ahora guardaba la mayoría de sus
juguetes. Era increíble que el niño actuaba como si nada hubiera pasado
siquiera una hora antes.
Bien, ahora solo me quedaba lidiar con
Logan. Ilusamente pensé que, por ser el mayor, sería más fácil lidiar con él.
Deje a Daniel jugando y pase un momento a ver a Lautaro, pero este seguía
profundamente dormido.
Al bajar me encontré que Logan no
estaba por ningún lado. Al ver que su abrigo no estaba me moleste sobremanera.
De un tirón tomé mi propio abrigo y abrí la puerta, pero antes de siquiera dar
la primera zancada fuera de casa le vi sentadito en la primera grada del
porche.
Solté un suspiro, sintiéndome mal al
pensar lo peor del niño. Cerré la puerta suavemente y caminé hacia él. El niño
no se movió, pero supe que sabía me acercaba a él, ya que se encogió un poco en
sí mismo.
Me puse mi chaqueta y me senté junto a
él, tomando una pose similar, poniendo mis brazos sobre mis piernas y viendo
hacia la calle.
“Dicen que
probablemente tendremos las últimas nevadas esta semana.” Le dije, “Me gusta el
invierno, pero me gusta más la idea de la primavera.”
“Da igual.” Me dijo, encogiéndose de hombros.
“¿Seguro?” le pregunte algo divertido, “No tenemos que
usar tanta cosa en primavera, además de que podemos ir en bicicleta. Mary amaba
hacer eso.”
“¿Quién es Mary?”
“Era mi esposa.” Le dije, y ante el asombro del niño le
sonreí. “Murió
en un accidente, por eso vine al pueblo. Amaba a Mary con todo mi corazón,
todavía la amo, pero me alegra tenerlos en mi vida y no puedo imaginar no
tenerlos en ella.” Le dije sinceramente.
“Podrías imaginarlo
sin tener que golpearnos.” Me reclamo. Por alguna razón, veía el
reclamo venir. Sabía que tarde o temprano pasaría, y aunque pensé me
molestaría, en realidad me dio ternura.
“Tú y yo sabemos
que no los golpeo.” Aclare, quien le escuchara les dejaba la espalda y
el cuerpo lleno de morados.
“Claro que sí,
golpeaste a Daniel y a Lautaro. Ellos no hicieron nada tan malo.” Le observe por unos instantes,
notando como se sacaba de la ecuación. Me pregunte por un momento si esta era
su forma de quitar mi atención de lo que el mismo había hecho.
“Sé que hay
movimientos a nivel mundial que quieren hacer ver el castigo corporal como algo
sumamente mal, algo atroz y un tipo de tortura o abuso. Pero, para ventaja o
desventaja nuestra, vivimos en un pequeño pueblo rural de Texas donde el estado
incluso permite este tipo de castigos en las escuelas.” Le dije, ignorando la forma en la que
me miraba, como si le había matado a su mascota.
“Eso no significa
que este bien.” Me dijo, molesto.
“Tienes la libertad
de pensar así,” Creo no esperaba mis palabras, pues me vio con
asombro. Pude ver el destello inteligente y perspicaz en su mirada. Trataba de
ocultar su sonrisa, como si hubiera ganado una gran batalla, pero bien dicen
que a un viejo zorro no se le escapa nada. “Sin embargo”, continúe, “eres un niño, un
niño el cual está sujeto a las reglas de su casa y para mal o para bien, la
persona a cargo cree firmemente en este tipo de castigos, por lo que tú también
estas sujeto a ello.”
No dijo nada, analizando mis palabras,
aunque supe cuando las entendió por la forma en que arrugo su nariz y
entrecejo. “No
voy a aprender nada si me pegas por pegarle a alguien más.”
Vaya, eso no lo esperaba. Y nuevamente
tuve que suprimir una sonrisa. Así que de allí radicaba esta discusión. “Pues, creo que el
hecho de que alegues tal cosa anula tu punto. Actuaste de manera incorrecta, lo
que conlleva un castigo. Si bien es cierto podría castigarte de otra forma,
creo que por ahora esta es la mejor, pero eso no lo voy a discutir contigo.
Primero que todo porque eres un niño todavía, y debes aprender que hay adultos
que quieren lo mejor para ti y respetar sus decisiones. Segundo que todo,
porque debes aprender que toda acción conlleva una consecuencia. De ti depende
si esa consecuencia es buena o mala.”
Aunque al principio se miraba calmado,
empezó a exaltarse un poco. Pude ver como respiraba con mayor rapidez, su
carita ensombreciéndose. “Mamá no cree en estos castigos. Ella
piensa que ya estoy grande y puedo manejarme por mi mismo.”
Me molesto que sacara a relucir a
Diana. Los niños nunca la mencionaban, parecían no extrañarla. Pero ahora que
estaba en problemas Logan no tenía problemas en sacarla a relucir. “Discúlpame si no
tomo el ejemplo de Diana como uno a seguir. Si bien no eres un niño pequeño,
sigues siendo un menor y por lo tanto necesitas a alguien que te guie. A veces
hasta los adultos lo necesitamos.” Le dije, recordando las palabras que
Michael me había dado dos semanas atrás.
“No voy a dejar que
me pegues.”
“No necesito tu
permiso.” Le
dije, ya molesto por lo absurdo que estaba siendo todo esto. “Ni tampoco lo
estoy pidiendo, Logan. Eres un niño, y para tu mala suerte te toca aguantar lo
que yo disponga.”
“¡¿Me vas a obligar
a inclinarme o qué?!” Me grito, y por un momento recordé que
estábamos frente a la calle.
“No, lo vas a hacer
porque yo lo digo, pero no ahora. Quiero que vayas a tu habitación y te quedes
allí, cuando estemos listos vamos a hablar.” Le ordene, antes de que perdiera los
estribos.
“No, gracias.” Me dijo campante, acomodándose de forma
en que apoyaba los codos en la grade de atrás, como si estuviera preparándose
para recibir sol. “aquí estoy bien.”
Mi enojo aumento ante esto, no era
tanto el hecho de que por lógica el niño no quería que le castigara. Era más
bien que me desafiara así por así. Estaba a punto de levantarme y dejarlo allí
cuando recordé las palabras de Paula. Bien, quería saber que tanto podía
desafiarme, le iba a dejar bien claro que tanto.
“No te estoy
preguntando, niño.” Le gruñí, usando un tono de voz que no había usado
en mucho tiempo con él, “Obedeces ahora o te voy a cargar yo
mismo y no te va a gustar lo que va a pasar.”
Los ojos se le llenaron de lágrimas, y
por un segundo pensé me había pasado de rígido, pero para mi sorpresa obedeció
rápidamente. No sabía si era por temor, aunque lo dudaba. Podía ver el enojo en
su mirada, tal vez después de todo Paula tenía razón…aunque no creía era bueno
decirle a esa loca que tenía razón. Uno no le da municiones a alguien listo
para disparar.
Me quede sentado en el mismo lugar por
varios minutos más, queriendo que el aire frio enfriara mi coraje. No tenía ni
cinco minutos cuando Daniel salió corriendo de la casa, un puchero en su boca
mientras llevaba su oso abrazado fuertemente.
“Papi, Logan me
corrió de mi cuarto.” Me dijo, sentándose en mi regazo con un
gran puchero.
No pude hacer más que suspirar, debí
haber pensado en eso. “Más tarde hablare con él, amor, por ahora,
quédate aquí conmigo, ¿sí?” Le dije, dándole un beso y escondiendo
su cuerpito dentro de mi chaqueta, ya que no se había puesto la de él.
“Okay…pero no vayas
a ser malo con él. Creo que está muy triste.” Me dijo.
“¿Si? ¿Eso piensas?” Le pregunte,
dándole otro beso y poniendo mi mano sobre sus piecitos, notando que no usaba
zapatos, solo sus calcetines.
“Si,” Me dijo, acomodándose mejor, sus
mejillas colorándose por el frio. “Se peleó con su mejor amigo.” Me dijo, “No sé
por qué fue, pero unos niños grandes lo dijeron. Hablaban que por fin Mathew se
había desecho del brastando.”
“¿Brastando?” indagué, confuso.
“Así le llaman
algunos de los grandes a mi hermanito…a Lautaro y a mí también.” Me informo, a
mí no me importa. Suena tonto, pero a Logan sí. Dicen que es porque antes no
teníamos papá…pero yo ya tengo uno así que no puedo ser eso.”
Había escuchado que los niños podían
ser crueles, pero no sabía que tanto. Bien, ahora sabia con quien había peleado
mi pequeño rebelde, pero no la causa general, aunque me molesto sobremanera que
les llamaran así.
“¿Sabes porque se
peleó Logan con Mathew?” Le pregunte, mientras le hacia uno que
otro mimo.
“Ño.” Dijo, ladeando su cabecita y poniendo
su dedo nuevamente en su boca.
“No hagas eso,
Daniel. No es bueno para tus dientes.”
Me vio extrañado, sacando su dedito de
la boca.
“Pero mis dientes están bien. Si te muerdo te dolerá.” Me informo.
“No lo dudo,
campeón, pero si me muerdes a ti también te dolerá tu colita.” Le informe divertido, y ante esto el
engrando sus ojos.
“Nooo….no mas pam
pam!” Me
dijo, pegándose a mí, “No te he mordido y no he llorado para
que no me hagas hacer lo que no quiero.”
“Vaya, vaya, así
que por eso has andado todo llorón, ¿hmm?” Le dije, dándole suaves palmaditas en el
muslo, aunque no las sentiría. ¿Cómo?, si estaba más que recubierto por mi
grueso abrigo más toda su ropa.
Daniel se rio con
picardía, viéndome con algo de pena. “Es que Pedro dijo que él hacia eso en su casa
y funcionaba y así su mamá y su papá le daban todo lo que quería. Dijo que a
veces hasta hace que le quiten a su hermano mayor las cosas para dárselas a
él.”
“¿Y te parece que
eso es bueno?”
El niño medito en ello, y luego me vio
con pena. “No.” Dijo simplemente, “Pero se sentía
bien.”
“¿De verdad piensas
así?”
“Bueno…un poco. Lo
intente en clase, pero la maestra me mando a la esquina de castigos…eso no se
sintió bien. Y todos los otros niños me miraron feo.”
No pude evitar darle un fuerte beso en
la mejilla, haciendo que el niño soltara una risita. “Eres adorable,” le dije, “Pero si vuelves a
intentar hacer eso te vuelvo a dar en la colita.”
Daniel solo soltó una risita picara,
dándome un rápido besito en mi mejilla. “Le das un besito a
él también?” Me
pregunto, subiendo su peluche y poniéndolo casi a milímetros de mi cara.
Como no iba a amar a esta monada.
Riendo un poquito, hice lo que jamás me imagine haría. Siendo un hombre adulto,
le di un beso a un peluche. Realmente
que los hijos lo cambian a uno, el sentido de la palabra hombría había cambiado
en un simple hecho.
“Bueno, vamos para
adentro que está muy frio aquí afuera.” Le dije, impulsándonos a ambos con el
todavía en brazos a entrar.
Tres horas más tarde, sin siquiera
tocar la puerta, entro Paula a la casa. Venia como un huracán, hablando a mil
por hora de un problema que había tenido en el trabajo y sosteniendo dos cajas
de pizza, aclamando que no tenía cabeza para hacer la cena ese día y comeríamos
pura chatarra.
“¿Estas bien?” pregunte, aunque no sabía si decir otra
cosa, ambos Lautaro y Daniel se asomaron a ver qué pasaba, pero al ver las dos
cajas de pizza decidieron que nuestra platica no era interesante.
“Si.” Me dijo, sacando platos del mueble, “Bueno, no.”
“Entonces…¿no estás
bien?” Había
olvidado lo complicadas que eran las mujeres.
“¡Ay, no lo sé!” Me dijo, casi quebrando los platos que
ella misma había comprado. Por alguna razón, decía que usar platos desechables
todo el tiempo no era adecuado. No solo tenía desechables…tenia algunos que no
pertenecían a un mismo set, pero ella y Melissa habían acordado esto no era
conveniente por algún motivo.
“Bueno,” me atreví a comentar, tomando los
platos y dándoselos a Lautaro. “Tal vez si hablas de ello…”
“Es Francis.” Me dijo, y por más que quise fingir
que sabía de quien hablaba, no tenía ni la más remota idea de quién diablos era
Francis.
“Sí,
claro…Francis…¿que paso con ella?”
“Oye, ¡solo porque
sea gay no significa que te vas a burlar así de él!” Me espeto, y solo pude levantar mis
manos en defensa propia.
“Perdona, Paula,
pero…no tengo ni la mínima idea de quien pu-,” había niños presentes, cambio de
vocablo,
“rayos es Francis.”
“¡Dios mío,
Gabriel! ¡Te lo juro que dan ganas de matarte!” Exclamo la mujer, tendiéndole unos
vasos a Daniel. “Francis es el otro mesero que me ayuda en el
restaurante. Que mesero, me ayuda con las finanzas, me ayuda a revisar y
actualizar los menús…es mi ‘hago de todo’ en el restaurante ¡y ahora me sale
con que se va!”
“Bueno, tal vez un
aumento salarial-“
“No, amor, quiere ‘¡seguir sus
sueños!´” Me dijo, haciendo las comillas con sus dedos, “Disque se va a
Paris o Nueva York a estudiar moda. Ni que estuviéramos en los 1800s para tener
que irse lejos.”
“¡Yo le puedo
ayudar, Señorita Honey!” Le dijo Lautaro, acercándose a ella, “¡Soy muy dresto
para poner mesas! ¡Mire!” Le dijo, señalando la mesa, mientras
que yo le corregía con un suave ‘Diestro, hijo’ que fue ignorado.
“Ay, mi amor!” Le dijo ella, abrazándolo y dándole
muchos besos, “Pero
si eres muy diestro, ¡es cierto! Y muy inteligente también, pero no puedes
dejar la escuela.”
“¡Yo sí!” Le dijo Daniel, acercándose en busca de
mimos,
“¡Solo pintamos y escrebimos las letras y yo ya se hacer eso! ¡Puedo contar
hasta 100 y se me todo el nalfabeto!” Era oficial, ninguno de mis niños sabía
hablar bien.
Paula me vio con complicidad, tomando
al más pequeño en brazos y dándole un beso, abrazando a Lautaro con su otra
mano.
“Sería un honor tenerlos en el restaurante,” Me dijo, “Pero dudo mucho
que a su papi le guste la idea.”
“Si le das un
piquito talvez te diga que sí.” Le dijo Daniel descaradamente,
haciéndome levantar una ceja ante esto. Si tendrá morro el enano ese.
“No, aunque me de
mil besos, ustedes siguen en la escuela hasta que la terminen.” Les dije, tratando de no reírme.
“Me parece buena
idea.” Les
dijo Paula sonriendo, aunque note como miraba a su alrededor en busca de algo…y
esperaba no estar correcto en lo que buscaba…o, mejor dicho, a quien buscaba. “¿Dónde está
Logan?”
Bien, mi intuición no estaba nada mal. “Castigado en el
cuarto.” Le
dijo Daniel,
“Papi lo mando allí.”
“Si, bueno, ya
vamos a cenar, así que vamos, a lavarse las manos.” Les dije, mandando a ambos fuera de la
cocina.
Paula no dijo nada, solo verifico que
la comida siguiera caliente y luego se giró a buscar algo para tomar. “Ya, pregunta.” Le
dije, sabiendo que seguramente querría saber que paso.
“¿Qué quieres que
pregunte?”
Rodé los ojos un tanto exasperado, “Pues imagino
querrás saber que paso con Logan…o que no paso con Logan.”
“Imaginas bien,
pero…tampoco quiero invadir tu privacidad con el niño.” Decía la mujer que ya ni tocaba mi
puerta para entrar a mi casa y acababa de votar a la basura un bote de mi
refrigerador porque aparentemente olía mal. Bueno…yo tampoco sabía que había en
el, pero el punto era que ¡era mi bote!
“No pasó nada. Si
quieres saber, castigué a Lautaro y Daniel, pero…no pude con Logan.”
Paula solo levanto una ceja,
encendiendo el horno. “Están heladas,” Me explico, señalando las pizzas.
Antes de poder contestar, Lautaro y
Daniel corrieron a la mesa, pero Paula les indico fueran a la sala a ver
televisión unos minutos, mientras calentaba la comida. “Bien,” Dijo, observando
como ambos niños corrían a la sala. “Tenemos tiempo.”
Suspiré, contándole todo lo que
recordaba de la tarde, y me sentí exhausto, ese día se me hacía eterno. “La verdad…al
principio estaba muy enojado para tratar con él, pero ahora…”
“No me digas que
piensas el niño tiene la razón?” La pregunta más que sonar exasperada
sonaba alarmada.
“No, no, no es eso.
Sé que no la tiene, pero…tampoco quiero forzarlo a algo así. No espero que
espere este castigo con alegría ni que no se enoje después de recibirlo,
pero…tampoco quiero hacer de esto algo violento.”
Paula asintió, aceptando la cerveza de
raíz que le ofrecía mientras ambos nos sentábamos a pensar. “Me alegra que veas
las cosas así,” Me dijo después de un tiempo corto, “Si fuera violento,
Gabriel, pasaría a ser más abuso que otra cosa. Créeme…el esposo de mi tía era
un hombre violento. Más de una vez recuerdo como se sacaba el cinturón y
empezaba a pegarle a mis primos sin motivo alguno delante de todos. A veces
pasado de tragos y otras solo porque miraba mal donde no lo había.”
No esperaba esto de ella, aunque era un
nuevo recordatorio que no sabía mucho de su familia ni ella de la mía, a decir
verdad.
“Lo siento mucho.” Le dije, sin saber que más decir.
Ella solo se encogió de hombros, “Era más el susto
que otra cosa. Al final, se terminaron divorciando y ella se llevó a sus hijos
lejos. Tengo más de quince años de no verlos, aunque sé que mi madre habla con
su hermana de vez en cuando.” Observo la lata un momento más antes de
darle un sorbo nuevamente. “Mi punto, Gabriel, es que tú no eres
un hombre así. Ve, habla con el niño. Creo que ya paso suficiente tiempo y no
creo sea bueno que lo dejes en espera. Yo entretengo a estos dos y veo que la
comida se caliente.”
Me quede quieto un momento, pensando en
lo que me decía. No sé si ella observo que no accedí a nada, pero tampoco me
negué, simplemente se levantó y se fue a la sala, dejándome solo con mis
pensamientos.
Tenía razón. No era un hombre violento.
Si, solía dar rienda suelta a mis impulsos y a mi boca, pero tampoco era como
si fuera a desquitarme con mis niños solo porque sí. De haber sido así la
rabieta de Daniel en la tienda habría terminado muy distinta.
Tomando el ultimo sorbo de mi bebida,
encesté la lata en el basurero como si fuera una pelota y con esa pequeña
victoria subí a la habitación de los niños. Como era mi costumbre, entre sin
siquiera tocar la puerta y no me extraño encontrar a Logan tumbado en su cama.
Era dejar de ver aquel niñito que días
atrás jugaba a los alienígenas con sus hermanos transformado en todo un
adolescente jugando con su celular. No sé bien que jugaba, ni espere a que me
prestara atención.
Olvidando cerrar la puerta atrás, entre
a la habitación y le quite el teléfono de sus manos.
“OYE!” Exclamo, pero al verme la cara seria
pareció pensarlo mejor. “Estaba…lo estaba usando.” Me dijo, en un tono más tranquilo.
“Lo puedes usar
después, tenemos que hablar.” Le dije, poniendo el aparato en el
alfeizar de la ventana. Vamos, siéntate un poco,” Le ordene, aunque sentado en su cama
me hacía tener que verlo hacia arriba.
“No necesitamos
hablar de nada.” Murmuro, pero obedeció, así que decidí ir directo
al grano.
“¿Porque te
peleaste en la escuela hoy?”
“Yo solo me
defendí.”
“Bien, ¿pues de que
te defendiste?”
“¡No me puedes
pegar por defenderme! ¡Es un derecho humano!”
“Alto ahí, Logan.
No voy a seguir discutiendo que hago o no con ustedes.” Le dije, viendo el punto de Paula por
primera vez con mayor claridad. Tenía razón, en algún punto empecé a dejar que
los niños hicieran conmigo lo que quisieran. “Y si te castigo o
no, no es en realidad tu decisión.”
La carita de traición que me puso el
niño me recordó porque había dejado que los niños hicieran y deshicieran
conmigo. ¡Con esas caritas como me podía enojar con ellos! Porque les amas y es lo correcto. Me dijo una voz dentro mío, y no
sabía si adquiría el tono de Melissa, Michael o Paula.
“Son unos tontos.
Me estaban molestando.” Bien, íbamos mejor. Me acerque a su
cama y, ya que él estaba más alto que yo, no me costó mucho hacerle que me
viera a los ojos.
“Porque te estaban
molestando, ¿amor?” Le pregunte más tranquilo, recordando las palabras
de Daniel y rogando que no le molestaran por su parentesco.
“Porque…es que…” Se mordió el labio y me vio con
nerviosismo, haciéndome pensar lo peor, “Promete que no te vas a enojar.”
Bueno, esto era un mal augurio. “No puedo prometer
nada, Logan.”
“Pero…¡me vas a
pegar!” Volvió
a decir.
“Pues, si mereces
un castigo, te lo voy a dar. Y sabes que de todas maneras ya tienes uno en
camino, así que mejor confiesa todo de una vez.” Razone con él, a lo que rodo los ojos.
“Bien!” Me dijo de malos modos, “La maestra de
mates es muy aburrida, y tiene la nariz muy respingada…pero…todos los niños
pensamos que sus…bueno…tiene buenos…es que…no es tan vieja…y…” Se puso rojo como un tomate, y luego
movió sus manos y no pude evitar, pero morder mi labio para no reírme a
carcajadas. Aparentemente, su maestra tenia buenos pechos.
“Ya veo.” Le dije, tragándome la risa. “¿Y esto que tiene
que ver con tu pelea?”
“Es que…Mathew le
tomo una foto con mi móvil…cuando se agacho a ayudarle…” Me dijo, observando dicho aparato.
Levante mis cejas y tome el aparato
aquel, haciendo que se quedara totalmente quieto. Entre a su galería y vi que
ya tenía varias fotografías. Me enternecía ver varias de sus hermanos y hasta
mías, pero la última era la que buscaba.
En efecto, era la foto de lo que debían
ser unos pechos, aunque se miraba más la tela blanca de la camisa. Tomada de un
mal ángulo, se veía que la habían tomado en un impulso. En realidad, si no me
hubiera dicho que eran creería que había sido una foto sacada por error. “Esto
lo vamos a borrar.” Le dije, procediendo a hacer eso.
“NO!” Me dijo el con urgencia, “Es que…Mathew
quería la foto.”
“Muy tarde, Logan.
Esto no es correcto.” Le dije, bloqueando la pantalla y
poniendo el móvil de vuelta en el alfeizar. “No puedes tomarle
foto a una chica, no importa su edad, sin su autorización. Y no es para nada
correcto que lo hagan a una maestra.”
“No fui yo.” Me dijo, cruzándose de brazos.
“¿Que paso luego?” Pregunte, ya que hasta ahora no
entendía el porqué de la pelea. “¿Te molestaste que lo hiciera con tu
móvil?”
“No…la foto era
buena y no tengo imágenes de los pechos de una chica.” Me confió, sonrojándose. Por parte me
alegre de que todavía no descubriera el porno. Podía quedarse así unos diez
años más por mi parte, vamos, que ni siquiera podía pronunciar correctamente
algunas palabras.
“Okay.” Le dije solamente, asintiendo y
cruzándome de brazos. Dios…¿que había pasado con Daniel y Logan? ¡Pero si
apenas eran dos chiquitos!
“Es que…Mathew está
castigado sin su móvil y quería que le prestara el mío para poder pasar esa
foto a su ordenador.”
“Pues…solo para que
sepas, puedes prestarle el móvil a alguien que necesite una llamada urgente,
pero no puedes prestárselo a alguien para que se lo lleve a otro sitio.”
El asintió, “No quise
prestárselo, y me empujo…dijo que…que como ya no era un sin padre ahora era un
creído…” Me
confeso bajito, “Y pues…me moleste y le empuje de vuelta, me volvió
a empujar y esto me enfado mucho y le di un puñetazo en la nariz…y el maestro
nos vio y nos separó. A él lo mando a la enfermería y a mi dónde el Director
Sánchez.”
Vaya…y todo esto por la foto mal tomada
de un pedazo de tela que de pechos ni la forma se notaba.
“No puedes andar
dando puñetazos a la gente. Entiendo que no quisieras decir porque fue tu
enojo,” Obvio
el niño no iba a ir a poner la queja por algo de esa índole. Vamos, solo un
verdadero descerebrado lo hiciera.
“¿Siempre me vas a
castigar?” Pregunto,
mordiéndose el labio más tranquilo.
Lo pensé un momento, y decidí tomar una
carta que Michael había tomado conmigo hace mucho tiempo. “Vamos a ver,” Empecé, rogando porque me saliera
bien…aunque esa vez yo había estado del otro lado de la moneda, “Primero, dejaste
semejante fotografía en tu móvil. No tienes culpa de que alguien la tomara por
ti, tu respondes por tus actos no por lo de los demás. Pero, además de que es
prohibido tener el móvil fuera en horas de clase, se lo disté a otro compañero
sabiendo que estaba mal.” le dije, tratando de sonar intrigado, y llevando la
cuenta con mis dedos. “Luego, te peleaste con este compañero y, cuando te
mandaron donde el director por esto, le faltaste el respeto a él también.”
“¡No es cierto!” Me dijo, algo nervioso.
“¿Acaso no le diste
a insinuar que era tonto?”
Se ruborizo un poco más, bajando la
vista hacia sus piernas. “Bueno…talvez sí.”
“Bien, llevamos el
uso del móvil en clase,” Un dedo, “Pelearse con dicho
compañerito,” Dos
dedos, “Faltaste
el respeto a tu maestro,” tres dedos, “Y como si esto
no fuera suficiente, luego me retaste, faltándome al respeto.” Cuatro dedos. “Y ahora quieres
venir a mentirme.” Cinco dedos, “Mereces o no
mereces un castigo?”
El niño mordió su labio, viéndose
vulnerable y un poco atemorizado. “Perdón.” Me susurro, limpiándose una simple
lagrima que corría por su mejilla.
“¿Mereces o no
mereces un castigo, Logan?”
“Pero ya dije
perdón.”
“Y muy bueno que te
disculpes, pero no responde mi pregunta.” Le dije lo más serio que pude, “¿Mereces o no un
castigo?”
Se mordió el labio, y luego asintió, “Bueno…si…”
“Vamos.” Le ordene, parándome cerca de las
escaleras del camarote para que se acercara a estas.
“No quiero.” Se lamentó, con un lindo puchero en su
carita.
“Pues a la próxima
a portarse bien.” Le dije algo seco, queriendo terminar con este día
y simplemente acurrucarme a ver una película con mis tres chiquitos.
“Gabriel…por favor…
¡no lo vuelvo a hacer!” Me dijo nuevamente.
Suspire, poniendo mis manos en las
caderas.
“Logan, llevas toda la semana con la misma actitud de hoy. Toda la semana te lo
he dejado pasar y no más. Ahora, vamos, ven aquí.”
Con algo de nervios, se acercó a la
orilla de su cama y, una vez allí, le tome por las axilas hasta que lo deje
frente a mí. No tenía mucho lugar para sentarnos allí, pero estaba el banquito
del pequeño escritorio de los niños.
No era muy grande, pero sería lo mejor.
Tomándole de la mano, caminé hacia él y, acomodándole me senté en él y le puse
sobre mis rodillas.
“¡No! ¡Gabrieeel!
¡Nooooo!!”
Durante todo el tiempo, Logan había
permanecido tranquilo, pero al verse en esa posición, pareció cambiar de
parecer. ¿Y quién lo culparía de ello? Pero no me detuve, ni le escuché. Levante
mi mano, por lo que parecía la millonésima vez ese día, y la deje caer.
PLAS
“¡AAAAAAYYY!” Grito, como si le hubiera arrancado un
pedazo de piel. “¡NOOOO!”
Bien, esto sería difícil para todos.
Menos mal que Lautaro y Daniel estaban con Paula, porque estos gritos los
escucharían hasta Argentina, sino es que hasta Chile.
Deje que mi mano hiciera su trabajo,
dejándola caer una y otra vez. En algún punto pare, los jeans eran gruesos y, a
decir verdad, mi mano ya dolía y más que llorar por dolor, parecía que Logan
lloraba por rabieta.
Le pare y, cuando vi que trato de
escabullirse, le tome de un brazo mientras que con la otra mano le desabotone
el pantalón y de un tirón se lo baje junto con su ropa interior, para
rápidamente ponerlo sobre mis rodillas nuevamente.
Sus pompitas estaban rosaditas, y, a
decir verdad, si hubiera sido Daniel habría parado después de unos cuantos
azotes más. Entendí cuando Michael decía que entre más grandes más cabezotas y
más duro el castigo.
Aunque ya me picaba un poco la mano, me
rehusaba a usar un objeto con el…aunque tal vez sería buena idea hacerme de
alguna cuchara de madera, o de algún cepillo como el que Melissa guardaba en su
gavetero.
Hasta ese punto Logan no había dejado
de gritar, se notaba por el tono de su voz que estaba enojado, además de que le
dolía. Al bajar sus pantalones dejo de quejarse, dejo de gritar y simplemente
trato de ponerse estoico, me preocupé un momento, pero después de varias
nalgadas más pude escuchar que soltaba uno que otro llanto.
Después de algunos minutos volví a
parar, el llanto de Logan había cambiado del todo. Era suficiente, el castigo,
gracias al cielo, había acabado y ahora lo único que quería era tener a mi niño
en brazos y dejar caer cuanto beso pudiera.
Le subí su ropita interior con cuidado,
haciendo una mueca cuando oí como se quejaba por esto. Le deje un momento,
sobando su espaldita y esperando se calmará un poco. Una vez calmado, le erguí
para sentarlo sobre mis piernas.
Él se dejó hacer, poniendo sus manitas atrás
y sobando sus nalguitas lo mejor que pudo mientras yo le besaba su carita y le
sobaba su espaldita. “Ya, mi amor, shhh, ya paso…” Le dije una y otra vez,
meciéndolo un poco.
Pasaron unos cinco minutos tal vez
hasta que se calmó, sentado aun en mis piernas. Creí que ya podría tener paz y
tranquilidad y volver a tener a mis dulces chiquitines de vuelta…pero estaba
totalmente equivocado.
Tenía mis brazos alrededor de Logan,
meciéndole como hacía con Daniel cuando sentí como me empujaba para apartarse.
Deje caer mis brazos y deje que se sentara, le sonreí, pero me vio con un
puchero y evidente enojo.
“Ey,” Nuevamente, le sonreí suavemente,
limpiándole sus cachecitos con mis pulgares, “No más enojo,
¿sí?”
“No me dolió.” Me dijo solamente.
Quise reír por la evidente mentira. Si
todavía tenía los pantalones por los tobillos. “¿Si? Bueno, talvez
debamos enmendar esto.” Le chinche.
“¡No! ¡Dijiste que
no me castigarías dos veces por lo mismo!” Se separó de mí, y viendo sus
pantalones, se los subió rápidamente haciendo una mueca cuando la tela toco
allí.
“Pero dices que no
te dolió.” Le
respondí, rogando porque no se notará mi sonrisa, era realmente difícil fingir
seriedad cuando se miraba tan adorable y lo único que quería era comérmelo a
besos.
“No me dolió.” Me volvió a decir, aunque podía ver que
trataba de convencerse a sí mismo.
“Bueno, pero solo
tengo una pregunta. ¿Volverás a hacer lo que hiciste?”
Agrando sus ojitos asustado, negando
rápidamente con su cabecita. “¡No!”
“Bien, pues…aunque
no te haya dolido, aprendiste tu lección, así que tomare esta victoria.” Le
dije, levantándome del banquillo aquel ¡que ya me dolía a mí! “Ahora vamos a
comer que hay pizza.” Le dije, dándole un beso en la frente,
aunque notaba que no quería.
Se dio la vuelta para salir de la
habitación, y, tal vez para poner su punto en claro, me soltó aquello
nuevamente.
“Aun así…no me dolió.”
Le jale hacia mí, dándole otro abrazo,
y un nuevo beso sobre su pelito. “Sabes que te quiero, pequeño
mentirosillo.” Le
dije divertido, dejándole ir.
El no dijo nada, se acomodó el cuello
de la camisa y me vio con un puchero, para luego darse la vuelta para salir de
la habitación.
Y, tal vez por pura maldad, o para
poner mi punto en claro, decidí no contestar con palabras, pase junto a su
lado, pero deje que mi mano hiciera lo suyo, soltándole una muy dura palmada.
PLAS
“¡AAAAYYY!” Grito, saltando y tapándose su colita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario