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martes, 29 de septiembre de 2020

Capítulo 13, Nuevo Presente




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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 13,  Nuevo Presente

Después de la plática en la cocina, o más bien de mi casi rabieta en la cocina, había evitado estar cerca de Melissa y Michael. Incluso fingiendo leer mensajes cuando uno de ellos entraba a la habitación.

Sabía que Michael estaba algo molesto conmigo, lo podía intuir. Melissa me miraba una y otra vez, pero decidió enfocarse más en los niños y aún más en estar pendientes de lo que Marcos y su novia hacían.

Podía ver porque la desconfianza de Melissa, la muchacha no solo había pintado su cabello de rosado fucsia, tenía varios piercings y creía que un tatuaje por lo que pude observar. Aun así, al hablar con ella me percate que era una muchacha dulce, que realmente solo quería ser aceptada y amada.

En realidad, Melissa solo estaba siendo sobreprotectora.

Al principio, Logan no estaba muy contento con ver la atención de su primo direccionada hacia otra persona, pero después de que la joven empezó a hablar con él, mi niño se relajó…y me relajo a mí también.

Por ahora, los tres estaban en la salita jugando videojuegos…o más bien, Logan jugaba mientras que Marcos y su novia se sentaban en el sofá dándose uno que otro beso fugaz cuando creían nadie los miraba.

Daniel, Maia, y Lautaro, nuevamente, se habían perdido en sus juegos. Era increíble como Daniel y Lautaro dirigían su atención lejos de mi cuando tenían a una compañera de juegos. En realidad, los tres habían hecho su propio mundo y nos ignoraban completamente a todos los demás.

“Gabriel, te estoy hablando.” Las palabras estrictas de Michael llamaron mi atención, haciendo que levantara mi vista hacia él.

“Disculpa…estaba…pensando…”

“Claro…pensando cómo seguir ignorándonos.” Me reclamo, cruzándose de brazos y nuevamente haciéndome sentir como un mocoso.

Suspire, sabiendo que no había mucho que podía hacer. “Perdón…no fue mi intención.”

Mis palabras parecieron cambiar el temple del hombre, quien suspiro y me sonrió. “Vamos,” Me ordeno, tendiéndome mi abrigo.

“¿A dónde?” pregunte, tomando mi abrigo, pero sin levantarme.

“Gabriel…sabes que te quiero, más que mi cuñado eres como un hermano…hasta como un hijo, así que no me hagas perder mi paciencia contigo que se me va a olvidar eres ya un hombre y te voy a tratar como si fueras Marcos o Maia.”

Más que una advertencia, era una promesa, lo que me hizo ponerme de pie rápidamente. Michael por lo general era un hombre de mucha paciencia, pero sabía que tenía un límite y lo había probado especialmente durante mi adolescencia.

Salimos de la casa, aunque a decir verdad me sentía como todo un adolescente. Atrás había quedado mi estatus de hombre adulto.

Creí que iríamos caminando, pero me apunto al auto así que sin más obedecí y me monté en el lado del copiloto.

Fuimos en silencio durante todo el camino. Al principio estaba confundido de a donde iríamos, pero pronto empecé a reconocer el camino. No quise decir nada, sabiendo que Michael todavía estaba algo molesto conmigo, pero mi propio enojo se volvía en intriga.

Al aparcar, ninguno de los dos dijo nada, pero observábamos lo que ahora era un viejo parque. Recordaba vívidamente ese lugar, después de todo, había huido a ese lugar después de la muerte de mi madre, cuando tenía apenas dieciséis años.

“¿Porque me trajiste aquí?” Le pregunte a Michael, habíamos guardado silencio por veinte minutos y ahora, después de tantos recuerdos, estaba incómodo.

“Te hice una promesa en este lugar.”

No pude evitar rodar los ojos, “si tú y Melissa siguen trayendo el pasado al presente me voy a sentir que estoy en una novela barata o algo así. Déjenme en paz, por favor.”

“Lo haríamos,” Me dijo Michael, volteando para verme mejor, “Pero nos preocupamos por ti, niño.”

Nuevamente suspire, pero esta vez no fue hastiado, pero comprendiendo lo que pasaba. “Lo sé.” Le dije, “y se los agradezco, pero la verdad, en estos momentos no necesito su ayuda.”

Michael me observo por unos momentos, analizándome. “¿Crees que sería infiel si me volviera a casar?”

“¿Disculpa?”

“Si Melissa, Dios no lo quiera, partiera. ¿Sera que le seria infiel si después de un tiempo me enamoro de otra mujer?”

“Sé lo que estás haciendo. Lo hago con los niños…diablos, Michael, lo he hecho incluso con Marcos.”

Michael sonrió, negando con su rostro. “Vaya…aprendiste bien, jovencito…pero eso no implica que puedas esquivar mi pregunta.”

“Te odio.”

“Tú y yo sabemos que eso no es cierto.”

“Ya…entiendo lo que me quieres decir, Michael. Soy libre, pero eso lo se aquí,” Dije apuntando en mi cabeza.

“Pero no aquí.” Me dijo el, señalando a mi corazón. “Eso lo sé, campeón, pero no crees que tienes que aprender a dejar de huir de tus problemas y saber que puedes ser feliz y tenerlo…talvez no todo, ¿pero al menos la mayoría?”

Me deje caer en el asiento, posando mi codo sobre la ventana y mi barbilla sobre mi mano. “Talvez.”

“Bien…entonces me doy por satisfecho…por ahora…aunque espero hagas las paces con Melissa antes de irte a casa mañana.”

“Te lo tomas muy en serio, ¿no?” Pregunte divertido, sintiéndome un tanto más relajado cuando encendió el auto y empezamos a dirigirnos a casa.

“La promesa que le hice a tus padres no me cuesta cumplirla,” me dijo con una sonrisa, “Después de todo, al casarme con tu hermana te aceptaba como un hijo también.”

El resto del día paso en un siéntanme. Dormir a los niños esa noche fue una pesadilla y una verdadera tortura. Lautaro y Maia suplicaban por posponer nuestro viaje, mientras que Logan parecía molesto de tener que regresar a casa y aun así se secreteaban con Marcos.

Aunque no habíamos hablado, Melissa y yo habíamos hecho las paces. Simplemente, me senté a su lado y, como cuando era menor, me acurruqué a su lado.

No me dijo nada, solo paso su brazo por sobre mis hombros y me dio un beso. Después de un tiempo en silencio, me dio una palmadita en mi hombro y me dijo, “Sabes…nunca creí que tener un hermano se sentiría como si me sacaría canas verdes.”  

No pude evitar reír con fuerza, contagiándola también a mi risa. “Yo también te quiero, hermanita.”

Al día siguiente al despertar descubrí que Marcos y Logan habían pasado gran parte de la noche jugando video juegos, a escondidas de todos nosotros. Michael y yo decidimos hacernos los ignorantes, y aunque esto molestaba a Melissa, decidió también dejarlo pasar, aunque cuando pasaron a su lado le dio una nalgada a cada niño.

Marcos se sonrojo, ya que había sido frente a toda la familia, pero los ojos de Logan casi se desbordan del asombro.

“Ya saben porque es,” les dijo ella, “Así que ni me repliquen.”

Ante las palabras de mi hermana, Marcos solo asintió y corrió a tomar asiento, mientras que Logan, todavía un tanto desubicado, camino rápidamente a mi lado como buscando protección.

No pude evitar sonreír y tomarlo en brazos, y, aunque sabía no le gustaba mucho que hiciera eso, le senté en mis piernas y no en la silla vacía a mi lado.

“Me pego.” Me susurro, viendo a Melissa con ojos grandes.

“Entonces no te portes mal.” Le dije divertido, dándole un beso en la coronilla de la cabeza y pasándole un vaso de leche.

“Ella no puede hacer eso… ¿o sí?” Me pregunto, viendo a sus hermanos que ni se habían inmutado y luego a Marcos que comía como si la comida se acabaría por los próximos veinte años…como un adolescente en pleno crecimiento.

“Pues…lo ha hecho conmigo…así que no creo pueda detenerla.” Le dije divertido.

Aun sentado en mi regazo, volteo a verme con ojos grandes. “¡¿Te pegaron?!”

Toda nuestra platica había sido en susurros, y por el bullicio de la comida, nadie la había escuchado, pero ante el alarme en su voz nos volvieron a ver, pausando lo que hacían.

“¿Tuviste alguna pelea, Gabriel?” Pregunto Michael, viéndose un tanto alarmado y molesto.

“Eh…no, ¡no!” Le dije rápidamente, sabiendo lo mucho que detestaba ese comportamiento y, principalmente, que sería capaz de ir a buscar al bufón imaginario y darle una paliza al mismo por meterse conmigo.

“¡Ella le pego!” Acuso Logan, viéndose indignado y señalando a Melissa.

Maia, Daniel y Lautaro agrandaron sus ojos, mientras que Marcos se puso tan colorado como un tomate. Melissa agrando sus ojos y pareciera la hubieran acusado de matar a un bebe koala después de haberlo torturado. Mientras tanto, Michael nos miró a todos y estallo en grandes carcajadas.

“No es divertido.” Le espete, sintiendo la vergüenza en mi rostro.

“Si, bueno…si no te portabas bien, ¿que querías que hiciéramos?” Dijo Michael, “Creo que eso paso hace mucho tiempo, pequeño. Por ahora y mientras siga comportándose como un adulto responsable, tu padre está a salvo.”

No pude hacer más que achinar mis ojos ante la clara advertencia de Michael, pero los niños parecieron pensar que todo había sido algo del pasado y que jamás pasaría…y eso era, simplemente eso no podría pasar nunca más.  

“Bueno…creo que aquí todos podemos decir que de niños no éramos perfectos.” Trate de desviar el tema, “además, ¿qué paso con los panqueques?”

Ante mi pregunta, el tema de conversación fue dirigido nuevamente a la comida, haciendo que me sintiera más tranquilo, aunque no pude suprimir mi sonrisa al ver a Logan, que se encontraba cómodo. Le ábrase, dándole un pequeño beso en su mejilla, “Pequeño tramposillo…mira en la que me pusiste.” Le dije divertido.

“Entonces pórtate bien…porque si no te acuso con la tía y el tío.” Me dijo, zafándose de mi agarre y sentándose en su puesto.

El viaje de vuelta fue diferente al de ida. Los niños estaban muy despiertos, además de que llevaban varios juguetes atrás, incluyendo un Nintendo DS que le habían regalado a Logan. Este último iba sentado a mi lado, jugando interminablemente, mientras que Daniel se entretenía con uno de los peluches que le había regalado Maia.

Lautaro, mientras tanto, iba tratando de convencer a Logan que le dejara jugar, aunque se distraía constantemente con Daniel.

Llegamos casi al anochecer, habíamos cenado en el camino y no pude, pero sentirme agradecido de estar de vuelta en casa.

Aparque y la observe por un momento. Había nevado, por lo que había nieve por todos lados, además de que necesitaba pintarla. “Bueno…estamos en casa.” Le dije a los niños, que simplemente sonrieron y empezaron a quitarse el cinturón de seguridad.

Bajamos casi al mismo tiempo, con Daniel y Lautaro haciendo carrera por quien llegaría antes y Logan viendo su teléfono una y otra vez. No sabía si esperaba mensaje de alguien, seguramente de Marcos, pero me hizo sentir bien.

Abrí la puerta principal y los tres corrieron despavoridos hacia su cuarto. “¡EY!” Grite, esperando me escucharan. “¡AYUDEN CON LAS MALETAS!”

“¡SI, PAPI!” Grito Daniel, el único que se dignó en contestar. Negué nuevamente, y me dirigí hacia el termostato. Había estado apagado, por lo que la casa se sentía muy fría. “¡Y NO SE QUITEN LOS ABRIGOS!” volví a gritar, aunque sabía era inútil. Seguramente ya se los habían quitado, incluyendo los zapatos.

Una vez prendí la calefacción, subí a buscar a los niños, y tal como me lo había imaginado, estaban todos sentados en el suelo con el aparato ese de Logan…sin zapatos y abrigos…hasta los suéteres se habían quitado y Lautaro incluso los calcetines.

Les quite el juguetito, llamando la atención de los tres. “Les dije no se quitarán los abrigos.” Les regañe, buscando los abrigos se habían quitado y poniendo el juguete fuera del alcance de ellos.

“Pero estamos dentro de casa.” Me dijo Lautaro con un puchero.

Nuevamente, suspire, “Si, pero saben que aquí esta helado.” Replique, tomando a Daniel por el brazo y poniéndole su abrigo.

“Pero ya prendiste la cafección.” Me dijo Logan, viéndome con molestia.

Le fulmine con la mirada y, cerciorándome que Daniel tuviera bien puesto su abrigo le di la vuelta y le solté una nalgada algo fuerte, haciendo que saltara y me viera con ojos acusadores. “Ponte los zapatos.” Le ordene al menor, tomando a Lautaro del brazo, mientras que Logan se ponía rápidamente su abrigo.

“Yo puedo solo.” Me dijo Lautaro, tratando de quitarme su abrigo. Le deje, aunque una vez termino, le tome del brazo y le solté una nalgada también. “Ay!” Se quejó, aunque sabía que toda la protección había amortiguado el golpe. “¡Los zapatos! ¡Los zapatos!” Me dijo, señalando dicho objeto, como cerciorándose solo le daría una.

“Y calcetines, jovencito.” Le advertí, dejándolo ir. Voltee a ver a Logan que, atrapado entre las camas y la salida, me miraba como si fuera un obstáculo. Sin decir nada, le indique con el dedo que se acercara, pero el solo negó con la cabeza.

“Ya me puse el abrigo.” Me dijo, aunque podía verlo.

“Logan, aquí.” Le dije simplemente, mientras sus hermanos nos observaban atentamente.

“Pero…ya tengo mi abrigo.” Me dijo nuevamente.

“Pero te faltan los zapatos.” Le dijo Lautaro, y ante la mirada fulminante de su hermano mayor, se calló.

“Uno.”

“No...Gabrieeel.”

“Dos.” Me vio algo nervioso, pero no dejaba de verme. “Logan, si llego a tres no te vas a llevar una, pero dos más.”

Ante mis palabras, Logan camino a mi lado rápidamente. Le tome del brazo y, girándolo un poco, deje caer una nalgada un poco más fuerte que con sus hermanos.

PLAS

Logan no se quejó, aunque sí dio un saltito y puso sus manos atrás, como para asegurarse de que no vendrían más. “Si digo que no se quitan los abrigos,” Les regañe, señalando los zapatos del menor, “No se quitan los abrigos. ¿Entendido?”

Los tres asintieron, viéndome algo tristones. “Bien, ahora mi abrazo. Vamos.” Les ordene, y apenas salieron mis palabras de mi boca cuando estaba rodeado por los tres niños.

Les di un beso a cada uno y los envié a ayudarme con las maletas…vamos, que traíamos el doble de cosas de las que habíamos llevado. Los niños parecían tener una segunda navidad, luego de que abrieron sus maletas y redescubrieron sus juguetes y ropa nueva.

Viendo todo lo que tenían, sabía que lo mejor sería habilitar una segunda habitación. Había dos habitaciones más vacías…una de ellas ya la había destinado para ser un estudio, aunque me preguntaba si lo mejor sería que fuera una habitación para los niños. La otra podría ser una habitación para Logan, después de todo, era el mayor.

Nos quedamos en la sala, que ahora parecía una pequeña juguetería. Una de las maletas que Michael y Melissa me habían prestado yacía abierta en el suelo, dentro de ella no solo había carros y peluches, pero otros juguetes como pequeñas pistolitas, dinosaurios de plástico y, lo que más me gustaba, varios sets de Legos.

Frente a Marcos, Logan había tratado de ignorar los juguetes, aunque el mayor lo había notado y había jugado un poco con los más pequeños. Creo que el que más había disfrutado eso fue Maia, que miraba a su hermano mayor con admiración.

Ahora, en la intimidad de nuestro hogar, Logan había dejado toda primicia de adolescencia, y se tiraba a jugar con sus hermanos con los dinosaurios y carros. Disfrutaba oírlos y verlos, aunque no entendía muy bien lo que sucedía en el mundo que ellos habían creado…y que tenían que ver los osos de peluche de Daniel dirigiendo un ejército de velociraptors.

El día siguiente era el último día de vacaciones navideñas de los niños, por lo que decidí ignorar la hora de dormir, aunque si les mande a poner sus pijamas y lavarse los dientes. Ya me había tocado alistar a tres niños dormidos y era lo último que quería.

Los tres corrieron a ponerse sus pijamas, y luego corrieron de vuelta a su juego, metiendo una nave alienígena que venía a salvar a un ejército de…¿patitos? De donde habían sacado patitos de plástico era un misterio, pero los alienígenas se habían unido a la batalla contra los osos y dinosaurios.

Era increíble ver la imaginación de los niños. No entendía mucho la secuencia…y peor la lógica detrás de la batalla, ni porque era en realidad la batalla, pero era increíble para mi verlos jugar y disfrutar de su niñez.

El primero en cansarse fue Daniel, quien dejo botado todos sus juguetes, excepto aquel peluche que le había regalado hace ya mucho y se acercó a mí.

“Papi…sueño.” Me dijo, abriéndose camino para sentarse en mi regazo. Le tome en brazos, acomodándole contra mi pecho y sobando su espalda mientras Lautaro y Logan seguían jugando…aunque habían decidido que los osos morirían una muerte rápida.

Daniel no se tardó en dormirse profundamente, chupando su dedito. Le sobaba su pelito y sonreía, más cuando la batalla se esparció por toda la sala y termino casi a mis pies. De alguna manera, hasta mis piernas terminaron siendo parte de la batalla…aparentemente, era una especie de lugar mágico del que quien me tocara, fuera dinosaurio, patito, alienígena o lo que sea no moría si era disparado.

Cuando vi que Lautaro bostezaba constantemente, decidí ponerle fin a esa guerra interminable…interminable porque los patitos ahora eran zombies y no podían morirse nunca.

“Bueno, creo que es hora de dormir.” Les dije al fin, aunque Daniel tenía ya más de media hora dormido.

“Pero…quiero seguir jugando.” Me dijo Lautaro.

“Mañana podemos hacerlo…por ahora, recojan todo mientras llevo a Daniel a la cama.” Les dije, poniéndome de pie y dándole pequeñas palmaditas en sus nalguitas cuando empezó a moverse un poco. “Shh, shh, shh, campeón. No pasa nada.” Le susurre, haciendo que volviera a dormirse.

Subí al cuarto de los niños y le acomodé en su cama, tapándole bien para que no fuera a tener frio, aunque la casa ya estaba calentita. Se medió acomodo, pero en ningún momento abrió los ojitos. Disfrutaba verlo dormir, me llenaba de una paz inimaginable.

Le di un beso en su frente y salí de la habitación. Al bajar, los niños jugaban nuevamente, aunque esta vez era una carrera por entrar a la maleta. Era una forma ingeniosa de seguir mis instrucciones, así que los deje y me dirigí a la cocina por un vaso de agua.

Al regresar, ya habían guardado todo, aunque los peluches de Logan y Lautaro estaban sobre el sofá. Tomé el de Lautaro y me dirigí al más pequeño, que seguía agachado jugando con su hermano.

“Vamos, muchachito.” Le dije, tomándolo en brazos y acomodándolo de la misma forma que había hecho con Daniel. “Ya es hora de dormir.”

“¿Puedo ver una película?” Pregunto Logan, poniéndose de pie y sentándose en el sofá.

“Ya es tarde, Logan.”

“Pero…no tengo sueño aún.” Podía ver el cansancio en sus ojos, aunque sabía por experiencia le costaría dormirse.

“¡Yo también quiero!” Me dijo Lautaro, sentándose sobre mi brazo y señalando el sofá.

“No, ya es tarde y te caes del sueño.” Le dije simplemente, sobando su espalda. Lautaro no tardaría ni cinco minutos en caer rendido. No le di respuesta a Logan, así que no me sorprendió cuando pude oír la televisión prenderse.

Llegamos a la habitación de los niños y Lautaro ya se había dormido. Aparentemente, le había mecido con el caminar de la sala hasta la recamara.

Así como había hecho con Daniel, le acomode en su camita y le tape, verificando estuviera calentito. Le puse su peluche a su lado y me quedé con él por unos minutitos. Se movió un poquito acomodándose, pero luego se quedó profundamente dormido.

Le di un beso en su frente y, con una mirada rápida a Daniel me dirigí a la sala. Al llegar encontré a Logan abrazado a su oso y viendo una película infantil. Me gustaba Ralph el Demoledor, así que me agrado su selección.

“Esta es una de mis favoritas.” Me dijo con una sonrisa, “Me gusta Ralph.”

Le sonreí y, como había hecho con sus hermanos, le tomé por las axilas. “Ey…me puedo sentar en el sofá.” Me dijo, cuando le coloque sobre mis piernas y me acomode con el encima.

“Lo sé, pero me agrada tenerte cerca.” Le dije, dándole un beso en su frente.

“Te has vuelto bien meloso.” Me acuso, moviéndose un poco para poder ver la película.

“¿De verdad?”

“Si…antes eras un gruñón.”

No pude evitar reír ante esto. “¿Y me prefieres gruñón, entonces?”

Creí me había ignorado, pero de repente se apegó más a mi pecho, tomando uno de mis brazos para que le abrazara mejor. “No…así está bien…nunca había tenido un Gabriel.”

No pude evitar levantar una ceja ante esto, abrazándolo hacia mí y dándole otro beso. “Bien, pues no te quejes cuando te de besos y me ponga meloso.”

Seguimos viendo la película, con Logan repitiendo algunas de las líneas y diciéndome que pasaría después, aunque yo ya lo sabía. Al terminar, note que estaba peleando con el sueño así que le moví para que, en vez de tener su espalda contra mi pecho, estuviera con su pecho hacia el mío. Una vez así, me levante tratando de no quejarme. Aunque Logan no era tan pesado, había ganado algo de peso en estos últimos meses y me dolía la pierna al cargarlo, pero ignoraba esto.

“Puedo caminar.” Murmuro, aunque se acomodó mejor, aferrando su osito de peluche.

“Yo sé, pero déjame llevarte a la cama igual que tus hermanos.”

“Ya soy grande.” Se quejó, cerrando sus ojitos.

“Si…pero todavía te puedo cargar.”

“Si sigues así me voy a hacer perezoso.” Me advirtió, abriendo sus ojitos para poder verme.

Le sonreí divertido, pero no dije nada, solo le di un beso en la coronilla de su cabeza. “¿Sabes que te quiero mucho?” le pregunte.

“Yo también…aunque no me gusta que me pegues.” Me reclamo, creo que recordando lo que había pasado en el día.

“Pues, a portarse bien.” Le dije, llegando a su habitación y ayudándolo a subir a su litera. No era muy alta, por lo que pude ayudar a taparlo sin necesidad de subir las escaleritas laterales. Cuando se acomodó, escondió su peluche bajo sus mantas.

“No suelo dormir con él.” Me dijo, sonrojándose un poquito.

“Que lastima…es una buena compañía.” Le sonreí, sobándole su cabello y parte de su espalda para que se durmiera. “¿Te divertiste mucho hoy?”

“Si,” Me dijo, bostezando, “Aunque no sé porque Daniel siempre hace trampa.”

“¿Hizo trampa?”

“Los osos no pueden tener súper poderes…ni ser mutantes.” Me sorprendió esta información, ya que ignoraba este aspecto de su juego.

“Ya veo…y esto no le gusta a los patitos.” Le dije divertido.

“No son-bostezo- no son patitos.” Me dijo molesto, parpadeando constantemente. “Son seres interplanetarios defensores de los terrícolas.”

Mis dos cejas casi se unen a mi cabello, sorprendido por la imaginación de estos niños. “Claro…perdón. Debí suponerlo.”

“¿Mañana podemos ver otra película?” Me pregunto, bostezando nuevamente, y usando su puño para rascar su ojo.

“Claro que sí, ¿cuál te gustaría ver?”

“No lo sé.” Me dijo, cerrando sus ojitos, “Pero no quiero ver una aburrida.”

Mi sonrisa seria permanente a este punto, o me derretiría de ternura, una de dos. No dije nada más, ya que por fin se quedó dormido, moviendo un poco su boquita como si quisiera decir algo. Me pregunte si había chupado su dedo al igual que Daniel cuando estaba más pequeño.

Le observe dormir por un par de minutos más y luego decidí sería bueno ir a la cama yo mismo.

Creí que me dormiría rápidamente, pero no pude hacerlo. Las palabras de Dante, Melissa y Michael no dejaban de darme vueltas en la cabeza. Tal vez tenían razón, tal vez podría rehacer mi vida nuevamente.

No creía que tener a los niños en mi vida me traería tanto gozo y satisfacción…pero más allá de eso, me habían dado una esperanza que nunca creí necesitaba. Si bien amaba a Mary, y a ese bebe que nunca pude llegar a conocer, los niños llenaban ese vacío.

Además de eso, los niños también necesitaban una figura materna.

Por un momento me imagine que pasaría si los niños, Paula y yo fuéramos una familia. No fue difícil, ya habíamos tenido días en los que pasábamos los cinco juntos, especialmente los viernes por la tarde.

Mi mente voló a cientos de situaciones en los que fuéramos una familia…pero pronto me imagine a Paula en un tono menos maternal y más…como mujer. No podía negar, aunque solo fuera a mis adentros, que me sentía atraído a la mujer.

No solo era una mujer dulce, pero decisiva y con carácter también. No podía comprarla con Mary ya que eran completamente distintas. Mi atracción por Mary había comenzado como simple curiosidad ante una muchacha tímida e inocente…con Paula comenzaba por una atracción física…y verla con los niños solo me había hecho querer acercarme más a ella.

En algún punto de mis pensamientos debí quedarme dormido, ya que al despertar tenia a Daniel acurrucado a mi lado. Por lo general, dormía boca abajo, y al levantar un poco mi rostro pude ver que Daniel estaba despierto, pero jugaba en silencio con su peluchito, su pulgar en la boca.

“Buenos días, corazón.” Le susurre, pasando mi brazo por su cintura y pegándolo a mi lado.

“¡Papi!” Me dijo feliz, soltando su peluche y poniendo su manito en mi cachete. “Tengo hambre.”

No pude evitar reírme ante esto. “Vaya…que vamos a hacer…” Le dije divertido, “Sera que me lleno si me como a este varoncito.” Le dije, mordisqueándole en broma y haciendo que riera a carcajadas.

“¡NO!” Me grito, riendo fuertemente. “No soy comida, ¡papi!”

Seguí haciéndole cosquillas, hasta que sentí otro bultito a mi lado. Voltee a ver para encontrarme con Lautaro, que parecía acabar de despertar. “Buenos días, caballero.” Le dije, acostándome boca arriba y pegándolo a mi lado, mientras que Daniel se tiraba sobre mi estómago.

“¿Logan sigue dormido?”

“Logan duerme mucho.” Me dijo Daniel, dando pequeños brinquitos. “Paaaapiiiiii…todavía tengo hambre.”

Y ese era mi indicador de que mi día había comenzado. Era ya tarde, casi las diez de la mañana, y me sorprendió durmieran tanto.

Minutos luego, tal vez guiado por el olor a comida, apareció Logan. Creí que sería un día tranquilo, igual que el anterior.

Eran alrededor de las tres de la tarde cuando llego la persona en la que no quería pensar. Igual que siempre, venia cargada con comida por hacer…y aparentemente un postre también.

Mientras los niños jugaban, ella intentaba enseñarme a cocinar. Por lo menos ya sabia que el pollo no se lavaba con jabon. Esta vez venia decidida a enseñarme a hacer un platillo sencillo…o eso decía ella. Según ella, nadie podría intoxicar a alguien haciendo espagueti.

Mientras cocinábamos, platicábamos de todo un poco. Logan había entrado y le contaba de sus vacaciones y de Marcos. Luego, entraron Daniel y Lautaro, queriendo atención de la mujer también.

Me dedique a mover la salsa para que, según me dijo Paula, no se pegara a la olla, pero en realidad disfrutaba verlos platicar.

“Bueno, bueno, bueno,” Les dijo ella, parándose para ver la salsa, “La comida ya está lista, así que vamos, a levantar los juguetes y lavarnos las manos.” Les indico, haciendo que nos quedamos solos.

Estaba tan cerca mío que no olí la combinación de orégano, tomate y los demás condimentos, pero olía su perfume. Olía bien…olía mas que bien.

“Me alegra que la hayan pasado tan bien,” Me dijo, sonriendo, sonrojándose por alguna razón, “Pero me alegra ya estén de vuelta.”

“Si…le hiciste falta a los niños.” Le dije, observando como caía su cabello, como sus ojos parecían brillar con emoción. Esa mujer era realmente hermosa.

 “Yo también los extrañe.” Me dijo, viéndome, aunque pude ver como miraba mis ojos, acercándose un poco a mí. “Bueno…extrañe a los niños.”

No pude más, tenerla tan cerca, con ese olor casi intoxicante y esa mirada tan…sensual. Sin pensarlo, acabe con el espacio entre ambos, tomando sus labios con los míos en un beso. Más que dulce, era un beso de necesidad, de desespero. Me separe de ella un poco, respirando con dificultad, como si hubiera corrido por muchos kilómetros.

“Lo…lo siento…no debí-“

Pero no me dejo continuar, tomo la solapa de mi camisa y me beso con mayor intensidad aún. 





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