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Segundas
oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 13, Nuevo Presente
Después de la plática en la cocina, o
más bien de mi casi rabieta en la cocina, había evitado estar cerca de Melissa
y Michael. Incluso fingiendo leer mensajes cuando uno de ellos entraba a la
habitación.
Sabía que Michael estaba algo molesto
conmigo, lo podía intuir. Melissa me miraba una y otra vez, pero decidió
enfocarse más en los niños y aún más en estar pendientes de lo que Marcos y su
novia hacían.
Podía ver porque la desconfianza de Melissa,
la muchacha no solo había pintado su cabello de rosado fucsia, tenía varios
piercings y creía que un tatuaje por lo que pude observar. Aun así, al hablar
con ella me percate que era una muchacha dulce, que realmente solo quería ser
aceptada y amada.
En realidad, Melissa solo estaba siendo
sobreprotectora.
Al principio, Logan no estaba muy
contento con ver la atención de su primo direccionada hacia otra persona, pero
después de que la joven empezó a hablar con él, mi niño se relajó…y me relajo a
mí también.
Por ahora, los tres estaban en la
salita jugando videojuegos…o más bien, Logan jugaba mientras que Marcos y su
novia se sentaban en el sofá dándose uno que otro beso fugaz cuando creían
nadie los miraba.
Daniel, Maia, y Lautaro, nuevamente, se
habían perdido en sus juegos. Era increíble como Daniel y Lautaro dirigían su
atención lejos de mi cuando tenían a una compañera de juegos. En realidad, los
tres habían hecho su propio mundo y nos ignoraban completamente a todos los
demás.
“Gabriel, te estoy
hablando.” Las
palabras estrictas de Michael llamaron mi atención, haciendo que levantara mi
vista hacia él.
“Disculpa…estaba…pensando…”
“Claro…pensando
cómo seguir ignorándonos.” Me reclamo, cruzándose de brazos y
nuevamente haciéndome sentir como un mocoso.
Suspire, sabiendo que no había mucho
que podía hacer. “Perdón…no fue mi intención.”
Mis palabras parecieron cambiar el
temple del hombre, quien suspiro y me sonrió. “Vamos,” Me ordeno, tendiéndome mi abrigo.
“¿A dónde?” pregunte, tomando mi abrigo, pero sin
levantarme.
“Gabriel…sabes que
te quiero, más que mi cuñado eres como un hermano…hasta como un hijo, así que
no me hagas perder mi paciencia contigo que se me va a olvidar eres ya un
hombre y te voy a tratar como si fueras Marcos o Maia.”
Más que una advertencia, era una
promesa, lo que me hizo ponerme de pie rápidamente. Michael por lo general era
un hombre de mucha paciencia, pero sabía que tenía un límite y lo había probado
especialmente durante mi adolescencia.
Salimos de la casa, aunque a decir
verdad me sentía como todo un adolescente. Atrás había quedado mi estatus de
hombre adulto.
Creí que iríamos caminando, pero me
apunto al auto así que sin más obedecí y me monté en el lado del copiloto.
Fuimos en silencio durante todo el camino.
Al principio estaba confundido de a donde iríamos, pero pronto empecé a
reconocer el camino. No quise decir nada, sabiendo que Michael todavía estaba
algo molesto conmigo, pero mi propio enojo se volvía en intriga.
Al aparcar, ninguno de los dos dijo
nada, pero observábamos lo que ahora era un viejo parque. Recordaba vívidamente
ese lugar, después de todo, había huido a ese lugar después de la muerte de mi
madre, cuando tenía apenas dieciséis años.
“¿Porque me
trajiste aquí?” Le pregunte a Michael, habíamos guardado silencio
por veinte minutos y ahora, después de tantos recuerdos, estaba incómodo.
“Te hice una promesa en este lugar.”
No pude evitar rodar los ojos, “si tú y
Melissa siguen trayendo el pasado al presente me voy a sentir que estoy en una
novela barata o algo así. Déjenme en paz, por favor.”
“Lo haríamos,” Me dijo Michael, volteando para verme
mejor, “Pero
nos preocupamos por ti, niño.”
Nuevamente suspire, pero esta vez no
fue hastiado, pero comprendiendo lo que pasaba. “Lo sé.” Le dije, “y se los agradezco, pero la
verdad, en estos momentos no necesito su ayuda.”
Michael me observo por unos momentos,
analizándome. “¿Crees
que sería infiel si me volviera a casar?”
“¿Disculpa?”
“Si Melissa, Dios
no lo quiera, partiera. ¿Sera que le seria infiel si después de un tiempo me
enamoro de otra mujer?”
“Sé lo que estás
haciendo. Lo hago con los niños…diablos, Michael, lo he hecho incluso con
Marcos.”
Michael sonrió, negando con su rostro. “Vaya…aprendiste
bien, jovencito…pero eso no implica que puedas esquivar mi pregunta.”
“Te odio.”
“Tú y yo sabemos
que eso no es cierto.”
“Ya…entiendo lo que
me quieres decir, Michael. Soy libre, pero eso lo se aquí,” Dije apuntando en mi cabeza.
“Pero no aquí.” Me dijo el, señalando a mi corazón. “Eso lo sé,
campeón, pero no crees que tienes que aprender a dejar de huir de tus problemas
y saber que puedes ser feliz y tenerlo…talvez no todo, ¿pero al menos la
mayoría?”
Me deje caer en el asiento, posando mi
codo sobre la ventana y mi barbilla sobre mi mano. “Talvez.”
“Bien…entonces me
doy por satisfecho…por ahora…aunque espero hagas las paces con Melissa antes de
irte a casa mañana.”
“Te lo tomas muy en
serio, ¿no?” Pregunte
divertido, sintiéndome un tanto más relajado cuando encendió el auto y empezamos
a dirigirnos a casa.
“La promesa que le
hice a tus padres no me cuesta cumplirla,” me dijo con una sonrisa, “Después de todo,
al casarme con tu hermana te aceptaba como un hijo también.”
El resto del día paso en un siéntanme.
Dormir a los niños esa noche fue una pesadilla y una verdadera tortura. Lautaro
y Maia suplicaban por posponer nuestro viaje, mientras que Logan parecía
molesto de tener que regresar a casa y aun así se secreteaban con Marcos.
Aunque no habíamos hablado, Melissa y
yo habíamos hecho las paces. Simplemente, me senté a su lado y, como cuando era
menor, me acurruqué a su lado.
No me dijo nada, solo paso su brazo por
sobre mis hombros y me dio un beso. Después de un tiempo en silencio, me dio
una palmadita en mi hombro y me dijo, “Sabes…nunca creí que tener un hermano
se sentiría como si me sacaría canas verdes.”
No pude evitar reír con fuerza,
contagiándola también a mi risa. “Yo también te quiero, hermanita.”
Al día siguiente al despertar descubrí
que Marcos y Logan habían pasado gran parte de la noche jugando video juegos, a
escondidas de todos nosotros. Michael y yo decidimos hacernos los ignorantes, y
aunque esto molestaba a Melissa, decidió también dejarlo pasar, aunque cuando
pasaron a su lado le dio una nalgada a cada niño.
Marcos se sonrojo, ya que había sido
frente a toda la familia, pero los ojos de Logan casi se desbordan del asombro.
“Ya saben porque
es,” les
dijo ella,
“Así que ni me repliquen.”
Ante las palabras de mi hermana, Marcos
solo asintió y corrió a tomar asiento, mientras que Logan, todavía un tanto
desubicado, camino rápidamente a mi lado como buscando protección.
No pude evitar sonreír y tomarlo en
brazos, y, aunque sabía no le gustaba mucho que hiciera eso, le senté en mis
piernas y no en la silla vacía a mi lado.
“Me pego.” Me susurro, viendo a Melissa con ojos
grandes.
“Entonces no te
portes mal.” Le
dije divertido, dándole un beso en la coronilla de la cabeza y pasándole un
vaso de leche.
“Ella no puede
hacer eso… ¿o sí?” Me pregunto, viendo a sus hermanos que ni se habían
inmutado y luego a Marcos que comía como si la comida se acabaría por los
próximos veinte años…como un adolescente en pleno crecimiento.
“Pues…lo ha hecho
conmigo…así que no creo pueda detenerla.” Le dije divertido.
Aun sentado en mi regazo, volteo a
verme con ojos grandes. “¡¿Te pegaron?!”
Toda nuestra platica había sido en
susurros, y por el bullicio de la comida, nadie la había escuchado, pero ante
el alarme en su voz nos volvieron a ver, pausando lo que hacían.
“¿Tuviste alguna
pelea, Gabriel?” Pregunto Michael, viéndose un tanto alarmado y
molesto.
“Eh…no, ¡no!” Le dije rápidamente, sabiendo lo mucho
que detestaba ese comportamiento y, principalmente, que sería capaz de ir a
buscar al bufón imaginario y darle una paliza al mismo por meterse conmigo.
“¡Ella le pego!” Acuso Logan, viéndose indignado y
señalando a Melissa.
Maia, Daniel y Lautaro agrandaron sus
ojos, mientras que Marcos se puso tan colorado como un tomate. Melissa agrando
sus ojos y pareciera la hubieran acusado de matar a un bebe koala después de
haberlo torturado. Mientras tanto, Michael nos miró a todos y estallo en
grandes carcajadas.
“No es divertido.” Le espete, sintiendo la vergüenza en mi
rostro.
“Si, bueno…si no te
portabas bien, ¿que querías que hiciéramos?” Dijo Michael, “Creo que eso paso
hace mucho tiempo, pequeño. Por ahora y mientras siga comportándose como un
adulto responsable, tu padre está a salvo.”
No pude hacer más que achinar mis ojos
ante la clara advertencia de Michael, pero los niños parecieron pensar que todo
había sido algo del pasado y que jamás pasaría…y eso era, simplemente eso no
podría pasar nunca más.
“Bueno…creo que
aquí todos podemos decir que de niños no éramos perfectos.” Trate de desviar el tema, “además, ¿qué
paso con los panqueques?”
Ante mi pregunta, el tema de
conversación fue dirigido nuevamente a la comida, haciendo que me sintiera más
tranquilo, aunque no pude suprimir mi sonrisa al ver a Logan, que se encontraba
cómodo. Le ábrase, dándole un pequeño beso en su mejilla, “Pequeño
tramposillo…mira en la que me pusiste.” Le dije divertido.
“Entonces pórtate
bien…porque si no te acuso con la tía y el tío.” Me dijo, zafándose de mi agarre y
sentándose en su puesto.
El viaje de vuelta fue diferente al de
ida. Los niños estaban muy despiertos, además de que llevaban varios juguetes
atrás, incluyendo un Nintendo DS que le habían regalado a Logan. Este último
iba sentado a mi lado, jugando interminablemente, mientras que Daniel se
entretenía con uno de los peluches que le había regalado Maia.
Lautaro, mientras tanto, iba tratando
de convencer a Logan que le dejara jugar, aunque se distraía constantemente con
Daniel.
Llegamos casi al anochecer, habíamos
cenado en el camino y no pude, pero sentirme agradecido de estar de vuelta en
casa.
Aparque y la observe por un momento.
Había nevado, por lo que había nieve por todos lados, además de que necesitaba
pintarla. “Bueno…estamos
en casa.” Le
dije a los niños, que simplemente sonrieron y empezaron a quitarse el cinturón
de seguridad.
Bajamos casi al mismo tiempo, con
Daniel y Lautaro haciendo carrera por quien llegaría antes y Logan viendo su
teléfono una y otra vez. No sabía si esperaba mensaje de alguien, seguramente
de Marcos, pero me hizo sentir bien.
Abrí la puerta principal y los tres
corrieron despavoridos hacia su cuarto. “¡EY!” Grite, esperando me escucharan. “¡AYUDEN CON LAS
MALETAS!”
“¡SI, PAPI!” Grito Daniel, el único que se dignó en
contestar. Negué nuevamente, y me dirigí hacia el termostato. Había estado
apagado, por lo que la casa se sentía muy fría. “¡Y NO SE QUITEN
LOS ABRIGOS!” volví
a gritar, aunque sabía era inútil. Seguramente ya se los habían quitado,
incluyendo los zapatos.
Una vez prendí la calefacción, subí a
buscar a los niños, y tal como me lo había imaginado, estaban todos sentados en
el suelo con el aparato ese de Logan…sin zapatos y abrigos…hasta los suéteres
se habían quitado y Lautaro incluso los calcetines.
Les quite el juguetito, llamando la
atención de los tres. “Les dije no se quitarán los abrigos.” Les regañe, buscando los abrigos se
habían quitado y poniendo el juguete fuera del alcance de ellos.
“Pero estamos
dentro de casa.” Me dijo Lautaro con un puchero.
Nuevamente, suspire, “Si, pero saben
que aquí esta helado.” Replique, tomando a Daniel por el brazo
y poniéndole su abrigo.
“Pero ya prendiste
la cafección.” Me dijo Logan, viéndome con molestia.
Le fulmine con la mirada y,
cerciorándome que Daniel tuviera bien puesto su abrigo le di la vuelta y le
solté una nalgada algo fuerte, haciendo que saltara y me viera con ojos
acusadores. “Ponte
los zapatos.” Le
ordene al menor, tomando a Lautaro del brazo, mientras que Logan se ponía
rápidamente su abrigo.
“Yo puedo solo.” Me dijo Lautaro, tratando de quitarme
su abrigo. Le deje, aunque una vez termino, le tome del brazo y le solté una
nalgada también. “Ay!” Se quejó, aunque sabía que toda la
protección había amortiguado el golpe. “¡Los zapatos! ¡Los
zapatos!” Me
dijo, señalando dicho objeto, como cerciorándose solo le daría una.
“Y calcetines,
jovencito.” Le
advertí, dejándolo ir. Voltee a ver a Logan que, atrapado entre las camas y la
salida, me miraba como si fuera un obstáculo. Sin decir nada, le indique con el
dedo que se acercara, pero el solo negó con la cabeza.
“Ya me puse el
abrigo.” Me
dijo, aunque podía verlo.
“Logan, aquí.” Le dije simplemente, mientras sus
hermanos nos observaban atentamente.
“Pero…ya tengo mi
abrigo.” Me
dijo nuevamente.
“Pero te faltan los
zapatos.” Le
dijo Lautaro, y ante la mirada fulminante de su hermano mayor, se calló.
“Uno.”
“No...Gabrieeel.”
“Dos.” Me vio algo nervioso, pero no dejaba de
verme. “Logan,
si llego a tres no te vas a llevar una, pero dos más.”
Ante mis palabras, Logan camino a mi
lado rápidamente. Le tome del brazo y, girándolo un poco, deje caer una nalgada
un poco más fuerte que con sus hermanos.
PLAS
Logan no se quejó, aunque sí dio un
saltito y puso sus manos atrás, como para asegurarse de que no vendrían más. “Si digo que no se
quitan los abrigos,” Les regañe, señalando los zapatos del
menor,
“No se quitan los abrigos. ¿Entendido?”
Los tres asintieron, viéndome algo
tristones. “Bien,
ahora mi abrazo. Vamos.” Les ordene, y apenas salieron mis
palabras de mi boca cuando estaba rodeado por los tres niños.
Les di un beso a cada uno y los envié a
ayudarme con las maletas…vamos, que traíamos el doble de cosas de las que
habíamos llevado. Los niños parecían tener una segunda navidad, luego de que
abrieron sus maletas y redescubrieron sus juguetes y ropa nueva.
Viendo todo lo que tenían, sabía que lo
mejor sería habilitar una segunda habitación. Había dos habitaciones más
vacías…una de ellas ya la había destinado para ser un estudio, aunque me
preguntaba si lo mejor sería que fuera una habitación para los niños. La otra
podría ser una habitación para Logan, después de todo, era el mayor.
Nos quedamos en la sala, que ahora
parecía una pequeña juguetería. Una de las maletas que Michael y Melissa me
habían prestado yacía abierta en el suelo, dentro de ella no solo había carros
y peluches, pero otros juguetes como pequeñas pistolitas, dinosaurios de
plástico y, lo que más me gustaba, varios sets de Legos.
Frente a Marcos, Logan había tratado de
ignorar los juguetes, aunque el mayor lo había notado y había jugado un poco
con los más pequeños. Creo que el que más había disfrutado eso fue Maia, que
miraba a su hermano mayor con admiración.
Ahora, en la intimidad de nuestro
hogar, Logan había dejado toda primicia de adolescencia, y se tiraba a jugar
con sus hermanos con los dinosaurios y carros. Disfrutaba oírlos y verlos,
aunque no entendía muy bien lo que sucedía en el mundo que ellos habían
creado…y que tenían que ver los osos de peluche de Daniel dirigiendo un
ejército de velociraptors.
El día siguiente era el último día de
vacaciones navideñas de los niños, por lo que decidí ignorar la hora de dormir,
aunque si les mande a poner sus pijamas y lavarse los dientes. Ya me había
tocado alistar a tres niños dormidos y era lo último que quería.
Los tres corrieron a ponerse sus
pijamas, y luego corrieron de vuelta a su juego, metiendo una nave alienígena
que venía a salvar a un ejército de…¿patitos? De donde habían sacado patitos de
plástico era un misterio, pero los alienígenas se habían unido a la batalla
contra los osos y dinosaurios.
Era increíble ver la imaginación de los
niños. No entendía mucho la secuencia…y peor la lógica detrás de la batalla, ni
porque era en realidad la batalla, pero era increíble para mi verlos jugar y
disfrutar de su niñez.
El primero en cansarse fue Daniel,
quien dejo botado todos sus juguetes, excepto aquel peluche que le había
regalado hace ya mucho y se acercó a mí.
“Papi…sueño.” Me dijo, abriéndose camino para
sentarse en mi regazo. Le tome en brazos, acomodándole contra mi pecho y
sobando su espalda mientras Lautaro y Logan seguían jugando…aunque habían
decidido que los osos morirían una muerte rápida.
Daniel no se tardó en dormirse
profundamente, chupando su dedito. Le sobaba su pelito y sonreía, más cuando la
batalla se esparció por toda la sala y termino casi a mis pies. De alguna
manera, hasta mis piernas terminaron siendo parte de la batalla…aparentemente,
era una especie de lugar mágico del que quien me tocara, fuera dinosaurio,
patito, alienígena o lo que sea no moría si era disparado.
Cuando vi que Lautaro bostezaba
constantemente, decidí ponerle fin a esa guerra interminable…interminable
porque los patitos ahora eran zombies y no podían morirse nunca.
“Bueno, creo que es
hora de dormir.” Les dije al fin, aunque Daniel tenía ya más de
media hora dormido.
“Pero…quiero seguir
jugando.” Me
dijo Lautaro.
“Mañana podemos
hacerlo…por ahora, recojan todo mientras llevo a Daniel a la cama.” Les dije, poniéndome de pie y dándole
pequeñas palmaditas en sus nalguitas cuando empezó a moverse un poco. “Shh, shh, shh,
campeón. No pasa nada.” Le susurre, haciendo que volviera a
dormirse.
Subí al cuarto de los niños y le
acomodé en su cama, tapándole bien para que no fuera a tener frio, aunque la
casa ya estaba calentita. Se medió acomodo, pero en ningún momento abrió los
ojitos. Disfrutaba verlo dormir, me llenaba de una paz inimaginable.
Le di un beso en su frente y salí de la
habitación. Al bajar, los niños jugaban nuevamente, aunque esta vez era una
carrera por entrar a la maleta. Era una forma ingeniosa de seguir mis
instrucciones, así que los deje y me dirigí a la cocina por un vaso de agua.
Al regresar, ya habían guardado todo,
aunque los peluches de Logan y Lautaro estaban sobre el sofá. Tomé el de
Lautaro y me dirigí al más pequeño, que seguía agachado jugando con su hermano.
“Vamos,
muchachito.” Le
dije, tomándolo en brazos y acomodándolo de la misma forma que había hecho con
Daniel.
“Ya es hora de dormir.”
“¿Puedo ver una
película?” Pregunto
Logan, poniéndose de pie y sentándose en el sofá.
“Ya es tarde,
Logan.”
“Pero…no tengo
sueño aún.” Podía
ver el cansancio en sus ojos, aunque sabía por experiencia le costaría
dormirse.
“¡Yo también
quiero!” Me
dijo Lautaro, sentándose sobre mi brazo y señalando el sofá.
“No, ya es tarde y
te caes del sueño.” Le dije simplemente, sobando su espalda. Lautaro no
tardaría ni cinco minutos en caer rendido. No le di respuesta a Logan, así que
no me sorprendió cuando pude oír la televisión prenderse.
Llegamos a la habitación de los niños y
Lautaro ya se había dormido. Aparentemente, le había mecido con el caminar de
la sala hasta la recamara.
Así como había hecho con Daniel, le
acomode en su camita y le tape, verificando estuviera calentito. Le puse su
peluche a su lado y me quedé con él por unos minutitos. Se movió un poquito
acomodándose, pero luego se quedó profundamente dormido.
Le di un beso en su frente y, con una
mirada rápida a Daniel me dirigí a la sala. Al llegar encontré a Logan abrazado
a su oso y viendo una película infantil. Me gustaba Ralph el Demoledor, así que
me agrado su selección.
“Esta es una de mis
favoritas.” Me
dijo con una sonrisa, “Me gusta Ralph.”
Le sonreí y, como había hecho con sus
hermanos, le tomé por las axilas. “Ey…me puedo sentar en el sofá.” Me dijo, cuando le coloque sobre mis
piernas y me acomode con el encima.
“Lo sé, pero me
agrada tenerte cerca.” Le dije, dándole un beso en su frente.
“Te has vuelto bien
meloso.” Me
acuso, moviéndose un poco para poder ver la película.
“¿De verdad?”
“Si…antes eras un
gruñón.”
No pude evitar reír ante esto. “¿Y me prefieres
gruñón, entonces?”
Creí me había ignorado, pero de repente
se apegó más a mi pecho, tomando uno de mis brazos para que le abrazara mejor. “No…así está
bien…nunca había tenido un Gabriel.”
No pude evitar levantar una ceja ante
esto, abrazándolo hacia mí y dándole otro beso. “Bien, pues no te
quejes cuando te de besos y me ponga meloso.”
Seguimos viendo la película, con Logan
repitiendo algunas de las líneas y diciéndome que pasaría después, aunque yo ya
lo sabía. Al terminar, note que estaba peleando con el sueño así que le moví
para que, en vez de tener su espalda contra mi pecho, estuviera con su pecho
hacia el mío. Una vez así, me levante tratando de no quejarme. Aunque Logan no
era tan pesado, había ganado algo de peso en estos últimos meses y me dolía la
pierna al cargarlo, pero ignoraba esto.
“Puedo caminar.” Murmuro, aunque se acomodó mejor,
aferrando su osito de peluche.
“Yo sé, pero déjame
llevarte a la cama igual que tus hermanos.”
“Ya soy grande.” Se
quejó, cerrando sus ojitos.
“Si…pero todavía te
puedo cargar.”
“Si sigues
así me voy a hacer perezoso.” Me advirtió, abriendo sus ojitos para
poder verme.
Le sonreí divertido, pero no dije nada,
solo le di un beso en la coronilla de su cabeza. “¿Sabes que te quiero
mucho?” le pregunte.
“Yo también…aunque
no me gusta que me pegues.” Me reclamo, creo que recordando lo que
había pasado en el día.
“Pues, a portarse
bien.” Le
dije, llegando a su habitación y ayudándolo a subir a su litera. No era muy
alta, por lo que pude ayudar a taparlo sin necesidad de subir las escaleritas
laterales. Cuando se acomodó, escondió su peluche bajo sus mantas.
“No suelo dormir
con él.” Me
dijo, sonrojándose un poquito.
“Que lastima…es una
buena compañía.” Le sonreí, sobándole su cabello y parte de su
espalda para que se durmiera. “¿Te divertiste mucho hoy?”
“Si,” Me dijo, bostezando, “Aunque no sé
porque Daniel siempre hace trampa.”
“¿Hizo trampa?”
“Los osos no pueden
tener súper poderes…ni ser mutantes.” Me sorprendió esta información, ya que
ignoraba este aspecto de su juego.
“Ya veo…y esto no
le gusta a los patitos.” Le dije divertido.
“No son-bostezo- no
son patitos.” Me
dijo molesto, parpadeando constantemente. “Son seres interplanetarios
defensores de los terrícolas.”
Mis dos cejas casi se unen a mi
cabello, sorprendido por la imaginación de estos niños. “Claro…perdón.
Debí suponerlo.”
“¿Mañana podemos
ver otra película?” Me pregunto, bostezando nuevamente, y usando su
puño para rascar su ojo.
“Claro que sí,
¿cuál te gustaría ver?”
“No lo sé.” Me dijo, cerrando sus ojitos, “Pero no quiero
ver una aburrida.”
Mi sonrisa seria permanente a este
punto, o me derretiría de ternura, una de dos. No dije nada más, ya que por fin
se quedó dormido, moviendo un poco su boquita como si quisiera decir algo. Me
pregunte si había chupado su dedo al igual que Daniel cuando estaba más
pequeño.
Le observe dormir por un par de minutos
más y luego decidí sería bueno ir a la cama yo mismo.
Creí que me dormiría rápidamente, pero
no pude hacerlo. Las palabras de Dante, Melissa y Michael no dejaban de darme
vueltas en la cabeza. Tal vez tenían razón, tal vez podría rehacer mi vida
nuevamente.
No creía que tener a los niños en mi
vida me traería tanto gozo y satisfacción…pero más allá de eso, me habían dado
una esperanza que nunca creí necesitaba. Si bien amaba a Mary, y a ese bebe que
nunca pude llegar a conocer, los niños llenaban ese vacío.
Además de eso, los niños también
necesitaban una figura materna.
Por un momento me imagine que pasaría
si los niños, Paula y yo fuéramos una familia. No fue difícil, ya habíamos
tenido días en los que pasábamos los cinco juntos, especialmente los viernes
por la tarde.
Mi mente voló a cientos de situaciones
en los que fuéramos una familia…pero pronto me imagine a Paula en un tono menos
maternal y más…como mujer. No podía negar, aunque solo fuera a mis adentros,
que me sentía atraído a la mujer.
No solo era una mujer dulce, pero
decisiva y con carácter también. No podía comprarla con Mary ya que eran completamente
distintas. Mi atracción por Mary había comenzado como simple curiosidad ante
una muchacha tímida e inocente…con Paula comenzaba por una atracción física…y
verla con los niños solo me había hecho querer acercarme más a ella.
En algún punto de mis pensamientos debí
quedarme dormido, ya que al despertar tenia a Daniel acurrucado a mi lado. Por
lo general, dormía boca abajo, y al levantar un poco mi rostro pude ver que
Daniel estaba despierto, pero jugaba en silencio con su peluchito, su pulgar en
la boca.
“Buenos días,
corazón.” Le
susurre, pasando mi brazo por su cintura y pegándolo a mi lado.
“¡Papi!” Me dijo feliz, soltando su peluche y
poniendo su manito en mi cachete. “Tengo hambre.”
No pude evitar reírme ante esto. “Vaya…que vamos a
hacer…” Le
dije divertido, “Sera que me lleno si me como a este varoncito.” Le dije, mordisqueándole en broma y
haciendo que riera a carcajadas.
“¡NO!” Me grito, riendo fuertemente. “No soy comida,
¡papi!”
Seguí haciéndole cosquillas, hasta que
sentí otro bultito a mi lado. Voltee a ver para encontrarme con Lautaro, que
parecía acabar de despertar. “Buenos días, caballero.” Le dije, acostándome boca arriba y
pegándolo a mi lado, mientras que Daniel se tiraba sobre mi estómago.
“¿Logan sigue
dormido?”
“Logan duerme
mucho.” Me
dijo Daniel, dando pequeños brinquitos. “Paaaapiiiiii…todavía
tengo hambre.”
Y ese era mi indicador de que mi día
había comenzado. Era ya tarde, casi las diez de la mañana, y me sorprendió
durmieran tanto.
Minutos luego, tal vez guiado por el
olor a comida, apareció Logan. Creí que sería un día tranquilo, igual que el
anterior.
Eran alrededor de las tres de la tarde
cuando llego la persona en la que no quería pensar. Igual que siempre, venia
cargada con comida por hacer…y aparentemente un postre también.
Mientras los niños jugaban, ella
intentaba enseñarme a cocinar. Por lo menos ya sabia que el pollo no se lavaba
con jabon. Esta vez venia decidida a enseñarme a hacer un platillo sencillo…o
eso decía ella. Según ella, nadie podría intoxicar a alguien haciendo
espagueti.
Mientras cocinábamos, platicábamos de
todo un poco. Logan había entrado y le contaba de sus vacaciones y de Marcos.
Luego, entraron Daniel y Lautaro, queriendo atención de la mujer también.
Me dedique a mover la salsa para que,
según me dijo Paula, no se pegara a la olla, pero en realidad disfrutaba verlos
platicar.
“Bueno, bueno,
bueno,” Les
dijo ella, parándose para ver la salsa, “La comida ya está lista, así que
vamos, a levantar los juguetes y lavarnos las manos.” Les indico, haciendo que nos quedamos
solos.
Estaba tan cerca mío que no olí la
combinación de orégano, tomate y los demás condimentos, pero olía su perfume.
Olía bien…olía mas que bien.
“Me alegra que la
hayan pasado tan bien,” Me dijo, sonriendo, sonrojándose por
alguna razón, “Pero me alegra ya estén de vuelta.”
“Si…le hiciste
falta a los niños.” Le dije, observando como caía su cabello, como sus
ojos parecían brillar con emoción. Esa mujer era realmente hermosa.
“Yo también
los extrañe.” Me
dijo, viéndome, aunque pude ver como miraba mis ojos, acercándose un poco a mí. “Bueno…extrañe a
los niños.”
No pude más, tenerla tan cerca, con ese
olor casi intoxicante y esa mirada tan…sensual. Sin pensarlo, acabe con el
espacio entre ambos, tomando sus labios con los míos en un beso. Más que dulce,
era un beso de necesidad, de desespero. Me separe de ella un poco, respirando
con dificultad, como si hubiera corrido por muchos kilómetros.
“Lo…lo siento…no
debí-“
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