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martes, 29 de septiembre de 2020

Capítulo 12, Pasados Presentes




"Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo" 



Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 12, Pasados Presentes


“Es taaaan chiquiiittaaaa!”

Las palabras de Daniel no podían ser más ciertas. No quería ni siquiera moverme por temor de partir en dos a aquella bebé que tenía en mis manos, mientras que los cuatro niños me rodeaban para verme.

“Apenas tiene treinta días, corazón,” dijo Meghan divertida, aprovechando a doblar una ropa mientras todos admirábamos a su hija.

“Yo digo que se parece a mí.” La voz de Dante estaba llena de orgullo, aunque también podía ver la picardía en su rostro. Igual que con Maggie, me inundaba de temor al tener que cargar una criatura tan pequeña y él lo sabía. “¿Que dices amigo?” Me dijo.

Apenas levanté la vista sentí como la pequeña se movía en mis brazos, lo que me hizo paralizarme y volver a ver al bebe, que abría sus grandes ojos marrones.

“Mi helmanita se padece a mí!” Replico Maggie, dándole un besito en uno de los cachetitos, a lo que su hermanita solo bostezo.

“¿Todos los bebes son así de chiquititos?” Pregunto Daniel, sus ojos claros grandes como dos platos.

“Tú eras más chiquitito.” Dijo Logan, apoyado en mi hombro. Era increíble con la admiración con la que miraba a la recién nacida.

“¡¿Queee?!” Pregunto admirado Daniel, “¡Guuuaaaauuuuu!”

“¿Papi?” Pregunto Lautaro, apoyado en mi otro hombro.

“¿Si, hijo?” Susurre, casi podía sentir el sudor en mi frente, más cuando la bebé empezó a moverse en mis brazos.

“¿Podemos tener uno también?”

Mis ojos se agrandaron a la pregunta del niño, con Dante y Meghan riendo a carcajadas ante mi incomodidad.

“Tío Gabo, ¿tú también puedes tener un bebe en la panza como mi mami?”

“Eso solo lo hacen las mamás.” Prosiguió Lautaro.

“¿Pero entonces como van a tener un bebe?” Inquirió Maggie, con su cabeza ladeada.

“¡Ya se!” Exclamo Daniel, dando pequeños saltitos, “¡Hay que pedirle a la señorita Honey que le dé un bebe a mi papi!”

Creo que nunca me había puesto tan rojo en mi vida, y las carcajadas de los que decían ser mis amigos solo aumentaron más, y a ellas, para mi mayor mortificación, se unieron las de Logan.

“No creo que la Señorita Andoni quiera ayudar a Gabriel con eso.” Le dijo divertido, “Al menos que tengas algo que decirnos, ¿eh?” Me chincho, viendo como me ponía aún más rojo.

Como sabiendo que debía ayudar a su tío, en ese momento la pequeña Susan soltó un alarido, seguido por un agudo llanto.

“Bueno, creo que Susie no quiere primitos por ahora.” Dijo Dante, tomando a la bebé de mis brazos y depositando un beso en su frente, calmando el llanto de su hija casi de inmediato.

“¿Porque no van a jugar?” Les ordene yo, viendo como los cuatro niños se movían detrás de Dante como si de una manada de cachorros se tratase.

“¿Podemos jugar con la bebé?” Pregunto Daniel, saltando un poquito en emoción.

“No lo creo, hijo,” Le dije, jalándolo hacia mi antes de que hiciera a Dante tropezar. “No es un juguete.” Le dije divertido.

“¡Tengo muñecas más grandes que ella!” Dijo Maggie, tomando de la mano a Daniel y luego a Lautaro. “¡Vamos!”

Con eso, la niña jalo a los dos menores hacia su habitación. Con tres niños menos, la habitación quedo casi en silencio a excepción del llanto de Susan. “Creo que alguien ocupa un nuevo pañal.” Dijo Dante con voz divertida, dándole pequeños besos en los piececitos de Susan.

“¿Porque no vas con los otros niños a jugar?” Le pregunte a Logan, sobando su cabello mientras me ponía en pie para ayudar a Dante.

Ante mis palabras, Logan puso mala cara, arrugando su nariz, “¿Porqueee?” Me gimoteo, “Van a jugar con muñecas.”

“¿Te gusta la cocina?” Intervino Meghan, dejando una frazada doblada a un lado.

“¿Que?”

“Necesito empezar a preparar la cena. Gabriel y Dante son un desastre en la cocina, pero no sé si a ti te gusta.” Apenas había terminado de hablar y mi niño ya iba detrás de ella. No pude evitar sonreír divertido ante esto.

Me pare junto a Dante, quien le hablaba a su hija dándole un instructivo paso a paso de lo que estaba haciendo y del porqué, mientras que la bebe lo miraba como si le contara la mejor historia del mundo…o talvez solo tenía un enfoque por su corta edad.

Lo que más me sorprendía era la agilidad con la que Dante manejaba el cambio de pañal. Apenas quitaba los ojos de su niña para agarrar una toallita húmeda o tomar los talcos o crema. Sonriendo y hablándole con todo el amor del mundo.

“¿Cómo lo haces?” Pregunte finalmente, mientras el levantaba sus piernitas para poner el pañal bajo su diminuto traserito.

“Hmm…¿hacer el que?” Pregunto mi amigo distraído.

“El pañal…¿cómo sabes qué hacer casi sin ver?”

Dante rio, viéndome divertido mientras cerraba el producto aquel. “Practica, amigo, practica. Supongo que Daniel ya los dejo del todo…¿cuántos años tiene?”

“Cuatro…creo que en uno o dos meses cumple los cinco.” Tenía que averiguar bien el cumpleaños de los tres. Podia preguntarle a Logan, aunque lo mejor sería hablar con el director al regresar a clases.

“Hmm…tiene la misma edad de Maggie. A veces todavía moja la cama, aunque en el último año hemos estado trabajando para que deje los pañales nocturnos,” Explico, ignorando mi monologo interno mientras terminaba de vestir a su pequeña con un mameluco de cuerpo completo. “Creo que es por celos que volvimos atrás.”

“He tenido unos cuantos accidentes con Daniel,” Dije sin pensarlo, queriendo consejo sin tener que pedirlo, “Pero…¿pañales? ¿No sería eso malo?”

“Puede ser. Si ya los dejo del todo, hermano, lo último que quieres es que vuelva a usarlos.” Me dijo, encogiéndose, “¿Porque no hablas con tu pediatra?”

“¿Mi qué?”

“Pediatra, amigo, pe-di-a-tra-“ me dijo condescendientemente, “así se le llaman a los médicos de los niños.”

“Yo sé que es un pe-di-a-tra,” Replique molesto, en tono irónico, “Pero no tengo uno de esos…y no sé si el pueblo tiene uno.”

“Vaya…te recomendaría al nuestro, pero…habla con la escuela…o con la muy famosa Señorita Honey.”

“No empieces.” Ante mi amenaza, Dante tuvo la osadía de reír.

“¿Escuchas a tu Tio Gabo?” Pregunto a su hija, “Este tipo es loco, mi amor, ¡esh un yoco yoquiiitooo!” Le dijo, hablando en chiquito.

“Es malo hablarles así a los niños.” No sé si se lo dije ya que no podía dejar de pensar si hubiera actuado igual con mi hijo…aquel que no había tenido ni la oportunidad de saber existía estando en vida. Al mismo tiempo, me preguntaba si hubiera sido lo mismo con mis tres niños.

“Es malo hablarles así todo el tiempo a los niños.” Me corrigió, no consiente de mis actuales pensamientos, “Pero de vez en cuando, déjame ser consentidor que Maggie ya no me deja hablarle así.”

“Está muy grande…la última vez que la vi apenas sabía hablar y caminar.”

“Si, bueno, te presento al Padre Tiempo.” Me dijo divertido, haciéndome rodar los ojos, “Oye…hay algo que quería hablar contigo.”

“Tu dirás.”

“Estoy…estoy pensando en dejar los bomberos.”

De haber estado tomando algo, me hubiera atragantado. Mis ojos se agrandaron, si había alguien que amaba esa profesión más que yo era Dante. Aun de niño y adolescente no hacía más que hablar de los bomberos.

“¿Estás hablando en serio?”

Tomando a su niña en brazos, la observo antes de contestarme. Ella parecía saber que su papá estaba allí, ya que hizo ruiditos suaves. “Meghan no lo sabe, y no quiero que lo sepa jamás…hace unas semanas hubo un accidente cerca de las vías de tren. Una muchacha perdió el control de su auto.”

Su silencio, más que tranquilizarme, me incómodo. “Dante…hermano, ¿qué paso?”

“Movíamos el auto entre todos los presentes, ya que el tren venía a toda velocidad. Logramos apartar el auto, pero…de alguna forma quede atrapado. Si no fuera por Andrew hubiera perdido la vida…un segundo más tarde y ambos hubiéramos muerto.”

“Dante...” no supe que decir por un momento, observando el temor que invadía los ojos de mi amigo, de mi hermano, “Sé que la idea de morir es horrible, pero…ser bombero es saber que eso puede pasar en cualquier momento.”

Dante sonrió, viéndome como quien ve a un niño, “Dime una cosa, hermano,” Me hablo tranquilamente, “¿si supieras que al hacer algo puedes morir y dejar a tus niños a su merced, seguirías haciéndolo?”

“¡Por supuesto que no!” Exclame sin pensarlo, la sola idea de dejar a los niños como antes me aterraba.

“Bien, pues…así me siento. Amo a Meghan y a mis hijas, y este último…creí que moriría. Quiero estar allí para ver a mis hijas graduarse, casarse, formar sus hogares…quiero poder jugar con ellas, guiarlas, amarlas, llorar y reír con ellas. Por eso decidí dejar mi pasión…encontré una más grande.”

“¿Y qué piensas hacer?” Pregunte después de un tiempo de silencio, “¿Tienes alguna idea?”

Dante me sonrió, “Pues allí es donde entras tu…Meghan siempre ha querido vivir en un pueblo y pues…pensamos que podríamos mudarnos al tuyo.”

“No es mi pueblo.”

“Bueno, no nos pongamos con mikistrikis.” Me dijo, dándole unas suaves palmaditas en el pañal a su bebe, durmiéndola. “¿De que estas trabajando ahora? He pensado hacer ebanistería. Sabes que se me da bien, y talvez montar un taller o algo así.”

“Pues…no trabajo aún.” Le dije apenado.

“Pero…¿no estudiabas arquitectura?” me dijo pensativo, “Sé que no terminaste la carrera pero…hombre, hiciste un buen trabajo con la casa, talvez puedas hacer algo así con otras y venderlas u ofrecer tus servicios de restauración.”

“Eres la segunda persona en darme esa idea.” Le dije, observando como ponía a la bebé de vuelta en su moisés, haciendo sonidos suaves y poniendo su mano sobre su pancita cuando se medió movió, asegurándose que estuviera profundamente dormida.

“¿Si? ¿Y quién fue la primera? ¿La muy mencionada Señorita Honey?”

“Paula.”

“¿Que?”

“Paula, Paula Andoni, ese es su nombre y es mi mesera.”

“Vaya,” Me dijo, sonriendo y alejándose lo más lentamente posible del moisés aquel. “No sabía que tenías una mesera…por lo general yo voy al mismo café, y me atiende la mesera, pero no la considero mía.”

“No seas-“

“Shhhh…habla bajo, por el amor de Dios.” Me pidió, volviendo a poner la mano sobre la barriguita de la bebé.

Suspire, acomodándome en el sofá y cruzándome de brazos. “Solo es una…amiga…tal vez. No lo sé…ama a los niños y los niños la aman, pero sabes que no puede haber nada entre ella y yo.”

“¿Y porque no?”

“¿Tan rápido olvidaste a Mary?” El repudio con el que hable me sorprendió incluso a mí. Pensar en estar con cualquier otra mujer se sentía como si la estuviera traicionando.

“Gabriel…amigo, tienes el derecho.” 

Apenas salieron las palabras de su boca estaba de pie, “Voy a ver a los niños.”

Durante el resto de la visita trate de evitar estar a solas con Dante. En realidad, no fue difícil, ya que los niños nos mantenían a todos ocupados con sus locuras, aunque pude notar que Logan seguía ofendido de que lo había tratado de relegar al estatus de los más pequeños. Talvez era por el hecho de que, durante la semana de estadía, él y Marcos cada vez se llevaban mejor.

Aun la mañana de navidad había sido obvio. Los cuatro niños, los tres míos y mi sobrina estaban más que emocionados. Marcos también, aunque lo disimulaba muy bien detrás de su taza de cacao.

“Podría tomar café.” Murmuraba constantemente, viendo con resentimiento la taza mía y de Michael.

“No voy a discutirlo contigo. Una taza de café a la semana, eso es todo.” Le regaño Melissa, a lo que no pude evitar sonreír.

Esa regla venia de mi madre, y según sabia, de mi abuela. Nada de café regular hasta cumplir los 18. Pensaba que era tonto, dado el hecho de que Marcos estaba a punto de cumplir la edad, y lo más seguro era que tomaba café con regularidad fuera de casa. Sin embargo, Melissa se empeñaba en seguir esa regla. Es más, no se permitía nada de café hasta los quince.

“Es tonto.” Refunfuño, viendo su taza con desdén. “No me va a hacer daño tomar una o dos tazas a la semana.”

“Marcos,” Empezó Michael, en un tono que ya conocía, “Es navidad, y la única extremidad roja debería de ser la nariz de Rodolfo, pero eso puede cambiar.”

Marcos arrugo la nariz, poniendo un divertido puchero, “Ya, ya, papá…dejemos a Rodolfo siendo el único con algo rojo.”

Michael y yo no pudimos evitar reír ante esto, “Ese es mi muchacho,” Dijo Michael, señalando uno de los regalos que tenían su nombre.

No sabía que era la primera navidad oficial de los niños hasta que le entregue su primer regalo a Lautaro, quien no lo abrió, pero lo observaba una y otra vez con reverencia, con Daniel y Logan viéndome con asombro.

“¡Ábrelo!” Insto Daniel, emocionado como si fuera suyo.

Todos, incluidos Melissa y su familia, observábamos a los niños con asombro. Incluso la pequeña Maia, con todo y su alegría, intuía que esto era de suma importancia.

Se apegó al regazo de su madre, viendo a todos con grandes ojos azules llenos de asombro. “Es un regalo para ti.” Le dijo la niña, “Todos los regalos vienen llenos de amor. No importa si es la mejor Barbie del mundo o solo un par de calcetines, todos te los dan con amor.”

La sabiduría en las palabras de la niña me sorprendió, y no pude más que sonreír, aunque todavía me encontraba arrodillado frente a Lautaro. “¿Puedo abrirlo?” Me pregunto con algo de temor, recorriendo el moño verde.

“Claro, mi amor. Es para ti.” Le dije con un nudo en la garganta.

La sonrisa de Lautaro fue indescriptible, me sonrió con un amor infinito, era como si pudiera tocar mi amor en ese regalo. Me sorprendía aún más como Logan y Daniel le observaban. No con envidia ni con dolor, pero realmente emocionados y contentos por su hermano.

El niño abrió su primer regalo con mucho cuidado, quitando el tape de a poco para descubrir un carro a control remoto que sabía había querido. Su expresión fue aun de mayor asombro, viendo aquel auto con ilusión, como si en vez de un juguete le diera el tesoro más grande del mundo.

Melissa se acercó a nosotros, dándome uno de los regalos que era para Daniel. El niño me vio con alegría en sus ojitos, después viendo a sus hermanos con alegría, procedió a romper el envoltorio con emoción, como lo harían los niños de su edad.

Pego un pequeño alarido de emoción al encontrar un set de diferentes dinosaurios de tamaño medio. Abrazo su regalo, “¡Son dlinosauros!” Grito, “¡Tía Melissa! ¡Dlinosauros! ¡Dlinosaaaauuuroos!” Grito uno y otra vez, viendo a todos a su alrededor.

Mientras Lautaro y Daniel miraban sus regalos con emoción, le dimos algunos de sus regalos a Marcos y Maia, y también a Logan.

Al igual que sus hermanos, Logan tomo su primer regalo con reverencia, pero a diferencia de sus hermanos, sus ojos brillaban con confusión. “¿Es mío?” pregunto con asombro.

“Claro,” Le dije, viéndole con algo de tristeza, “Ábrelo,” le insté, viendo como apenas quería tocar aquel paquete.

“Pero…no era necesario.” Me susurro, pequeñas lagrimas saliendo de sus ojos.
Ver la confusión y el dolor en los ojos de Logan me dolió. Era una prueba más del daño que estos niños tenían, del daño que debía enmendar en sus corazones.

“No, no lo era,” Le dije, atrayéndolo hacia mí y sentándolo en mi regazo, “pero lo hice con todo mi amor.”

El niño nuevamente me vio con grandes ojos y asintió. Luego, empezó a abrir aquel paquete que era considerablemente más pequeño que el de sus hermanos.

Al terminar de abrirlo sus ojos se engrandecieron aún más. “Es un móvil.” Me dijo, viéndome con asombro.

“Tienes edad para ello,” le dije con una sonrisa, “Aunque no quiero que abuses de su uso. Tienes mi teléfono, el de Melissa, Michael e incluso el de Dante ya incluidos en ello. Solo nos falta el de Paula.” Le susurre, dándole un beso en su mejilla. 

“¿Puedo tener juegos en el?”

Ante la ilusión que deslumbró no pude más que reír. Después de todo, era un niño. “Si, campeón, puedes tener juegos, pero primero me dices cuales serán.” Después de todo, el internet era un lugar peligroso para un niño.

El resto de los regalos se repartieron rápidamente. Aunque al terminar, teníamos una montaña de papel de envoltorio y un gran montículo de regalos cada uno, entre ellos juguetes a montones.

Daniel, Maia y Lautaro empezaron a comparar sus juguetes, jugando juntos en el suelo y desparramando los bultos de papel, usando las diversas cajas que había por todos lados.

Mientras tanto, Logan, que también tenía varios juguetes como los de sus hermanos, prefería mostrar más interés en los juegos de ‘niño grande’, saltando en emoción cuando Marcos le mostro los nuevos video juegos que tenía en mano.

“Epa, epa,” Les pause, tomando uno de los violentos que tenía, “Estos no, ¿eh?” Le advertí.

“Vamos, tío,” me dijo, rodando los ojos, “tú y yo jugábamos juegos peores cuando tenía menor edad.”

La cara de Melissa, que hasta entonces había estado muy ocupada sirviendo la comida fue un poema, viéndome con algo de enojo. “¿Disculpen?”

No pude evitar la mirada asesina que le tiré a Marcos, ya que eso había sido nuestro secreto. “Que el tío tiene razón,” dijo el muchacho, “Y…talvez los juegos que son para mayores de 15 los voy a guardar.”

“¡¿Que?!” Exclamo Logan, que hasta ahora había estado en silencio.  “¡Pero no es justooo!”

“Logan,” Trate de tranquilizar, pero antes de que pudiera continuar el niño me interrumpió con lo que podía describir como el comienzo de un berrinche…uno que no acabaría nada bien si le seguía.

“¡Nooo! ¡¿Si él puede jugar porque yo no?!”

“Puedes jugar con nosotros,” Le ofreció Maia, dándose cuenta que algo pasaba.
 Logan se giró con enojo a la niña, pero antes de que pudieran decir algo más, Melissa intervino llamándonos a la mesa. Sabía que Logan seguía molesto, y vi como Marcos se le acercó y le susurro algo al oído, haciendo que Logan sonriera satisfecho.

Probablemente le decía lo mismo que yo cuando era más chico, y decidí ignorarlo. Marcos era un buen muchacho, y así como yo había cuidado de él, dejándole romper algunas reglas que no arriesgarían su vida, de la misma forma ahora Marcos lo hacía con Logan…y probablemente con su hermana y con mis otros dos niños.

Los días pasaban rápidamente, más rápido de lo que habíamos deseado. En parte era un alivio tener la ayuda de Melissa y de Michael, e incluso de Marcos, que se encargaba de mantener a los cuatro pequeños entretenidos.

Así como la navidad llego y partió, el año viejo dio lugar al año nuevo. Faltaban dos días para nuestra partida cuando salió a relucir el tema que tanto había obviado.

“Mamá, por favor. ¡Le prometí que iría a su casa el día de hoy!” Entraba a la cocina cuando escuche la voz de Marcos, que se miraba frustrado.

“¡Pues debiste pedir permiso antes de hacer tu promesa!”

“Pero…¡¿porque no?!” la frustración que tenía era grande, y al verme, se giró, “Tío, ¡dile a mamá que me deje ir!”

“¿Ir a dónde? Talvez yo pueda ir contigo.” Creí que mis palabras le darían más tranquilidad, pero para mi asombro, Marcos pareció ofendido.

“¡Como te voy a llevar a la casa de mi novia!”

“No sabía tenías novia.”

“Si, una muchachita, muy linda y todo, pero pasa mucho tiempo a solas y ¿qué crees? Sus papás andan de viaje.” Me dijo Melissa, “Ella puede venir, si así lo desea, pero usted, jovencito, no me sale de esta casa.”

“Eso es estúpido!”

PLAS

“¡AY! ¡Papá!”

La entrada de Michael nos había tomado a todos por sorpresa, pero por lo visto había escuchado más de lo que pensábamos.

“Papá nada, que escuche como le hablabas a tu madre.” Le regaño, tomando una taza. “No sé por qué no entiendes que mientras ella este sola en casa, tu no vas. Así de sencillo.”

“¡¿Pero porque nooo?!”

“Porque no vamos a darte oportunidad de meter la pata…u otra cosa…y que después nos salgas con que vas a ser papá.” Le dijo Melissa.

“Hey, campeón,” Decidí intervenir al fin, “¿Pero porque no quieres que ella venga?” Marcos me fulmino con la mirada, pero cuando levante la ceja decidió calmarse.

“Tío, ¿sabes lo que es mi mamá?” pregunto, “La atosiga con preguntas, ¡que como va en la escuela, que si sus papás siempre viajan, hasta con su ropa se mete!”

“Pues, discúlpame si pienso que una mini falda y una mini seta no es apropiada para una niña de su edad.”

Marcos nuevamente rodo los ojos, pero al ver la mirada de Michael, puso sus manos en su retaguardia y se pegó al mueble. “Pues…por ahora sería lo mejor…y talvez Melissa tu puedes comprometerte con no hacer comentarios comprometedores.”

“Gabriel tiene razón, hijo.” Le dijo Michael, “Y no te preocupes por Mayita y tus primos, yo prometo mantenerlos entretenidos.”

Melissa se mordió el labio, pero viendo los rostros que teníamos Michael y yo, y sobre todo la súplica de Marcos, finalmente asintió. “Bien…pero que se cubra la panza al menos. ¡Que le puede dar pulmonía a esa niña!”

La sonrisa de Marcos fue grande, dándole un beso a su madre en el cachete y corriendo con su móvil a su recamara, lo más seguro para avisarle a su novia que iría por ella.

“Bueno…ahora que Marcos no está. ¿Qué hay de ti?” Pregunto Melissa, “¿Cómo van las cosas con la mesera? ¿O has conocido a alguien más?”

“Melissa, por Dios…tu mejor que nadie debería saber que no puedo pensar en esas cosas.”

“¿Y porque no?”

“¿Sabes algo de Henry y Anna?” Cambie el tema, tomando la taza de Michael y sorbiendo de su café, para evitar contestar la pregunta.

“Creí que te habían dicho.” Contesto mi hermana con asombro, “Como sabes Henry se jubiló este verano, y desde entonces se fueron a varios cruceros. Dijeron te visitarían al volver en primavera.”

“Siempre quisieron hacer eso, un año sabático. Lo hablaban con Mary.”

“Amorcito, ellos no te culparían.” Me dijo Melissa, poniendo su mano en mi hombro.

“No sé de qué hablas.”

“Si rehaces tu vida, corazón.”

“No.” Ante mi tono hostil, Melissa y Michael intercambiaron una mirada, con mi hermana soltando mi hombro.

“Gabriel, campeón,” Empezó Michael, poniendo su mano en mi otro hombro. “escucha a tu hermana.”

“No sé qué intentan, o talvez si lo sé. Olvídenlo. No sé qué les ha dado, no puede haber nada entre Paula y yo, ni entre mí y otra mujer…nunca.”

“Hijo,” Trato de interrumpir mi hermana, pero no le deje continuar.

“¡NO!” Grite ya, por último, hastiado, alejándome de ellos. “¡Entiéndanlo, compréndanlo, en que idioma tengo que hablar!”

Ambos suspiraron, viéndose entre sí, “Bien…aquí lo dejamos por ahora, pero una cosa debes saber, mi amor,” Concedió Melissa, tomando mi mano, “nosotros vamos a estar para ti, siempre. No importa el lugar, la hora, el mes, el año, lo que sea, allí vamos a estar.” Eran las mismas palabras que me había dicho al morir mi padre, y no pude hacer más que abrazarla con todas mis fuerzas.

“Gracias, yo lo sé.” Le dije, separándome de ella para poder regalarle una sonrisa.

“Bien…ahora más te vale que prepares una buena excusa para Henry y Anna…ambos estaban muy molestos de que no les contestaras sus llamadas.”

No pude evitar sonreír nerviosamente…mis suegros eran unos segundos padres y siempre había sabido que ignorarlos era lo peor que había podido hacer.












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