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Segundas oportunidades
Autora: Gabi
Capítulo: 12, Pasados
Presentes
“Es taaaan
chiquiiittaaaa!”
Las palabras de Daniel no podían ser
más ciertas. No quería ni siquiera moverme por temor de partir en dos a aquella
bebé que tenía en mis manos, mientras que los cuatro niños me rodeaban para
verme.
“Apenas tiene
treinta días, corazón,” dijo Meghan divertida, aprovechando a doblar
una ropa mientras todos admirábamos a su hija.
“Yo digo que se
parece a mí.” La
voz de Dante estaba llena de orgullo, aunque también podía ver la picardía en
su rostro. Igual que con Maggie, me inundaba de temor al tener que cargar una
criatura tan pequeña y él lo sabía. “¿Que dices amigo?” Me dijo.
Apenas levanté la vista sentí como la
pequeña se movía en mis brazos, lo que me hizo paralizarme y volver a ver al
bebe, que abría sus grandes ojos marrones.
“Mi helmanita se
padece a mí!” Replico
Maggie, dándole un besito en uno de los cachetitos, a lo que su hermanita solo
bostezo.
“¿Todos los bebes
son así de chiquititos?” Pregunto Daniel, sus ojos claros
grandes como dos platos.
“Tú eras más
chiquitito.” Dijo
Logan, apoyado en mi hombro. Era increíble con la admiración con la que miraba
a la recién nacida.
“¡¿Queee?!” Pregunto admirado Daniel, “¡Guuuaaaauuuuu!”
“¿Papi?” Pregunto Lautaro, apoyado en mi otro
hombro.
“¿Si, hijo?” Susurre, casi podía sentir el sudor en
mi frente, más cuando la bebé empezó a moverse en mis brazos.
“¿Podemos tener uno
también?”
Mis ojos se agrandaron a la pregunta
del niño, con Dante y Meghan riendo a carcajadas ante mi incomodidad.
“Tío Gabo, ¿tú
también puedes tener un bebe en la panza como mi mami?”
“Eso solo lo hacen
las mamás.” Prosiguió
Lautaro.
“¿Pero entonces
como van a tener un bebe?” Inquirió Maggie, con su cabeza ladeada.
“¡Ya se!” Exclamo Daniel, dando pequeños saltitos, “¡Hay que pedirle
a la señorita Honey que le dé un bebe a mi papi!”
Creo que nunca me había puesto tan rojo
en mi vida, y las carcajadas de los que decían ser mis amigos solo
aumentaron más, y a ellas, para mi mayor mortificación, se unieron las de
Logan.
“No creo que la
Señorita Andoni quiera ayudar a Gabriel con eso.” Le dijo divertido, “Al menos que
tengas algo que decirnos, ¿eh?” Me chincho, viendo como me ponía aún
más rojo.
Como sabiendo que debía ayudar a su
tío, en ese momento la pequeña Susan soltó un alarido, seguido por un agudo
llanto.
“Bueno, creo que
Susie no quiere primitos por ahora.” Dijo Dante, tomando a la bebé de mis
brazos y depositando un beso en su frente, calmando el llanto de su hija casi
de inmediato.
“¿Porque no van a
jugar?” Les
ordene yo, viendo como los cuatro niños se movían detrás de Dante como si de una
manada de cachorros se tratase.
“¿Podemos jugar con
la bebé?” Pregunto
Daniel, saltando un poquito en emoción.
“No lo creo, hijo,”
Le
dije, jalándolo hacia mi antes de que hiciera a Dante tropezar. “No es un juguete.”
Le
dije divertido.
“¡Tengo muñecas más
grandes que ella!” Dijo Maggie, tomando de la mano a Daniel y luego a
Lautaro. “¡Vamos!”
Con eso, la niña jalo a los dos menores
hacia su habitación. Con tres niños menos, la habitación quedo casi en silencio
a excepción del llanto de Susan. “Creo que alguien ocupa un nuevo
pañal.” Dijo
Dante con voz divertida, dándole pequeños besos en los piececitos de Susan.
“¿Porque no vas con
los otros niños a jugar?” Le pregunte a Logan, sobando su cabello
mientras me ponía en pie para ayudar a Dante.
Ante mis palabras, Logan puso mala
cara, arrugando su nariz, “¿Porqueee?” Me gimoteo, “Van a jugar con
muñecas.”
“¿Te gusta la
cocina?” Intervino
Meghan, dejando una frazada doblada a un lado.
“¿Que?”
“Necesito empezar a
preparar la cena. Gabriel y Dante son un desastre en la cocina, pero no sé si a
ti te gusta.” Apenas
había terminado de hablar y mi niño ya iba detrás de ella. No pude evitar
sonreír divertido ante esto.
Me pare junto a Dante, quien le hablaba
a su hija dándole un instructivo paso a paso de lo que estaba haciendo y del
porqué, mientras que la bebe lo miraba como si le contara la mejor historia del
mundo…o talvez solo tenía un enfoque por su corta edad.
Lo que más me sorprendía era la
agilidad con la que Dante manejaba el cambio de pañal. Apenas quitaba los ojos
de su niña para agarrar una toallita húmeda o tomar los talcos o crema.
Sonriendo y hablándole con todo el amor del mundo.
“¿Cómo lo haces?” Pregunte finalmente, mientras el
levantaba sus piernitas para poner el pañal bajo su diminuto traserito.
“Hmm…¿hacer el
que?” Pregunto
mi amigo distraído.
“El pañal…¿cómo
sabes qué hacer casi sin ver?”
Dante rio, viéndome divertido mientras
cerraba el producto aquel. “Practica, amigo, practica. Supongo que
Daniel ya los dejo del todo…¿cuántos años tiene?”
“Cuatro…creo que en
uno o dos meses cumple los cinco.” Tenía que averiguar bien el cumpleaños
de los tres. Podia preguntarle a Logan, aunque lo mejor sería hablar con el
director al regresar a clases.
“Hmm…tiene la misma
edad de Maggie. A veces todavía moja la cama, aunque en el último año hemos
estado trabajando para que deje los pañales nocturnos,” Explico, ignorando mi monologo interno
mientras terminaba de vestir a su pequeña con un mameluco de cuerpo completo.
“Creo que es por celos que volvimos atrás.”
“He tenido unos cuantos accidentes con
Daniel,” Dije sin pensarlo, queriendo consejo sin tener que pedirlo, “Pero…¿pañales? ¿No
sería eso malo?”
“Puede ser. Si ya
los dejo del todo, hermano, lo último que quieres es que vuelva a usarlos.” Me dijo, encogiéndose, “¿Porque no hablas
con tu pediatra?”
“¿Mi qué?”
“Pediatra, amigo,
pe-di-a-tra-“ me
dijo condescendientemente, “así se le llaman a los médicos de los
niños.”
“Yo sé que es un
pe-di-a-tra,” Replique
molesto, en tono irónico, “Pero no tengo uno de esos…y no sé si
el pueblo tiene uno.”
“Vaya…te
recomendaría al nuestro, pero…habla con la escuela…o con la muy famosa Señorita
Honey.”
“No empieces.” Ante mi amenaza, Dante tuvo la osadía
de reír.
“¿Escuchas a tu Tio
Gabo?” Pregunto
a su hija, “Este
tipo es loco, mi amor, ¡esh un yoco yoquiiitooo!” Le dijo, hablando en chiquito.
“Es malo hablarles
así a los niños.” No sé si se lo dije ya que no podía dejar de pensar
si hubiera actuado igual con mi hijo…aquel que no había tenido ni la oportunidad
de saber existía estando en vida. Al mismo tiempo, me preguntaba si hubiera
sido lo mismo con mis tres niños.
“Es malo hablarles
así todo el tiempo a los niños.” Me corrigió, no consiente de mis
actuales pensamientos, “Pero de vez en cuando, déjame ser
consentidor que Maggie ya no me deja hablarle así.”
“Está muy grande…la
última vez que la vi apenas sabía hablar y caminar.”
“Si, bueno, te
presento al Padre Tiempo.” Me dijo divertido, haciéndome rodar los
ojos, “Oye…hay algo que quería hablar contigo.”
“Tu dirás.”
“Estoy…estoy
pensando en dejar los bomberos.”
De haber estado tomando algo, me
hubiera atragantado. Mis ojos se agrandaron, si había alguien que amaba esa
profesión más que yo era Dante. Aun de niño y adolescente no hacía más que hablar
de los bomberos.
“¿Estás hablando en
serio?”
Tomando a su niña en brazos, la observo
antes de contestarme. Ella parecía saber que su papá estaba allí, ya que hizo
ruiditos suaves. “Meghan no lo sabe, y no quiero que lo sepa jamás…hace unas
semanas hubo un accidente cerca de las vías de tren. Una muchacha perdió el
control de su auto.”
Su silencio, más que tranquilizarme, me
incómodo. “Dante…hermano,
¿qué paso?”
“Movíamos el auto
entre todos los presentes, ya que el tren venía a toda velocidad. Logramos
apartar el auto, pero…de alguna forma quede atrapado. Si no fuera por Andrew
hubiera perdido la vida…un segundo más tarde y ambos hubiéramos muerto.”
“Dante...” no supe que decir por un momento,
observando el temor que invadía los ojos de mi amigo, de mi hermano, “Sé que la
idea de morir es horrible, pero…ser bombero es saber que eso puede pasar en
cualquier momento.”
Dante sonrió, viéndome como quien ve a
un niño, “Dime
una cosa, hermano,” Me hablo tranquilamente, “¿si supieras que
al hacer algo puedes morir y dejar a tus niños a su merced, seguirías
haciéndolo?”
“¡Por supuesto que
no!” Exclame
sin pensarlo, la sola idea de dejar a los niños como antes me aterraba.
“Bien, pues…así me
siento. Amo a Meghan y a mis hijas, y este último…creí que moriría. Quiero
estar allí para ver a mis hijas graduarse, casarse, formar sus hogares…quiero
poder jugar con ellas, guiarlas, amarlas, llorar y reír con ellas. Por eso
decidí dejar mi pasión…encontré una más grande.”
“¿Y qué piensas
hacer?” Pregunte
después de un tiempo de silencio, “¿Tienes alguna idea?”
Dante me sonrió, “Pues allí es
donde entras tu…Meghan siempre ha querido vivir en un pueblo y pues…pensamos
que podríamos mudarnos al tuyo.”
“No es mi pueblo.”
“Bueno, no nos
pongamos con mikistrikis.” Me dijo, dándole unas suaves palmaditas
en el pañal a su bebe, durmiéndola. “¿De que estas trabajando ahora? He
pensado hacer ebanistería. Sabes que se me da bien, y talvez montar un taller o
algo así.”
“Pues…no trabajo
aún.” Le
dije apenado.
“Pero…¿no estudiabas
arquitectura?” me dijo pensativo, “Sé que no
terminaste la carrera pero…hombre, hiciste un buen trabajo con la casa, talvez
puedas hacer algo así con otras y venderlas u ofrecer tus servicios de
restauración.”
“Eres la segunda
persona en darme esa idea.” Le dije, observando como ponía a la
bebé de vuelta en su moisés, haciendo sonidos suaves y poniendo su mano sobre
su pancita cuando se medió movió, asegurándose que estuviera profundamente
dormida.
“¿Si? ¿Y quién fue
la primera? ¿La muy mencionada Señorita Honey?”
“Paula.”
“¿Que?”
“Paula, Paula
Andoni, ese es su nombre y es mi mesera.”
“Vaya,” Me dijo, sonriendo y alejándose lo más
lentamente posible del moisés aquel. “No sabía que tenías una mesera…por lo
general yo voy al mismo café, y me atiende la mesera, pero no la considero
mía.”
“No seas-“
“Shhhh…habla bajo,
por el amor de Dios.” Me pidió, volviendo a poner la mano
sobre la barriguita de la bebé.
Suspire, acomodándome en el sofá y
cruzándome de brazos. “Solo es una…amiga…tal vez. No lo sé…ama
a los niños y los niños la aman, pero sabes que no puede haber nada entre ella
y yo.”
“¿Y porque no?”
“¿Tan rápido
olvidaste a Mary?” El repudio con el que hable me sorprendió incluso a
mí. Pensar en estar con cualquier otra mujer se sentía como si la estuviera
traicionando.
“Gabriel…amigo,
tienes el derecho.”
Apenas salieron las palabras de su boca
estaba de pie, “Voy a ver a los niños.”
Durante el resto de la visita trate de
evitar estar a solas con Dante. En realidad, no fue difícil, ya que los niños
nos mantenían a todos ocupados con sus locuras, aunque pude notar que Logan
seguía ofendido de que lo había tratado de relegar al estatus de los más
pequeños. Talvez era por el hecho de que, durante la semana de estadía, él y
Marcos cada vez se llevaban mejor.
Aun la mañana de navidad había sido
obvio. Los cuatro niños, los tres míos y mi sobrina estaban más que
emocionados. Marcos también, aunque lo disimulaba muy bien detrás de su taza de
cacao.
“Podría tomar
café.” Murmuraba
constantemente, viendo con resentimiento la taza mía y de Michael.
“No voy a
discutirlo contigo. Una taza de café a la semana, eso es todo.” Le regaño Melissa, a lo que no pude
evitar sonreír.
Esa regla venia de mi madre, y según
sabia, de mi abuela. Nada de café regular hasta cumplir los 18. Pensaba que era
tonto, dado el hecho de que Marcos estaba a punto de cumplir la edad, y lo más
seguro era que tomaba café con regularidad fuera de casa. Sin embargo, Melissa
se empeñaba en seguir esa regla. Es más, no se permitía nada de café hasta los
quince.
“Es tonto.” Refunfuño, viendo su taza con desdén. “No me va a hacer
daño tomar una o dos tazas a la semana.”
“Marcos,” Empezó Michael, en un tono que ya
conocía,
“Es navidad, y la única extremidad roja debería de ser la nariz de Rodolfo,
pero eso puede cambiar.”
Marcos arrugo la nariz, poniendo un
divertido puchero, “Ya, ya, papá…dejemos a Rodolfo siendo el único
con algo rojo.”
Michael y yo no pudimos evitar reír
ante esto, “Ese
es mi muchacho,” Dijo Michael, señalando uno de los regalos que
tenían su nombre.
No sabía que era la primera navidad
oficial de los niños hasta que le entregue su primer regalo a Lautaro, quien no
lo abrió, pero lo observaba una y otra vez con reverencia, con Daniel y Logan
viéndome con asombro.
“¡Ábrelo!” Insto Daniel, emocionado como si fuera
suyo.
Todos, incluidos Melissa y su familia,
observábamos a los niños con asombro. Incluso la pequeña Maia, con todo y su
alegría, intuía que esto era de suma importancia.
Se apegó al regazo de su madre, viendo
a todos con grandes ojos azules llenos de asombro. “Es un regalo para
ti.” Le
dijo la niña,
“Todos los regalos vienen llenos de amor. No importa si es la mejor Barbie del
mundo o solo un par de calcetines, todos te los dan con amor.”
La sabiduría en las palabras de la niña
me sorprendió, y no pude más que sonreír, aunque todavía me encontraba
arrodillado frente a Lautaro. “¿Puedo abrirlo?” Me pregunto con algo de temor,
recorriendo el moño verde.
“Claro, mi amor. Es
para ti.” Le
dije con un nudo en la garganta.
La sonrisa de Lautaro fue
indescriptible, me sonrió con un amor infinito, era como si pudiera tocar mi
amor en ese regalo. Me sorprendía aún más como Logan y Daniel le observaban. No
con envidia ni con dolor, pero realmente emocionados y contentos por su
hermano.
El niño abrió su primer regalo con
mucho cuidado, quitando el tape de a poco para descubrir un carro a control
remoto que sabía había querido. Su expresión fue aun de mayor asombro, viendo
aquel auto con ilusión, como si en vez de un juguete le diera el tesoro más
grande del mundo.
Melissa se acercó a nosotros, dándome
uno de los regalos que era para Daniel. El niño me vio con alegría en sus
ojitos, después viendo a sus hermanos con alegría, procedió a romper el
envoltorio con emoción, como lo harían los niños de su edad.
Pego un pequeño alarido de emoción al
encontrar un set de diferentes dinosaurios de tamaño medio. Abrazo su regalo, “¡Son
dlinosauros!” Grito,
“¡Tía
Melissa! ¡Dlinosauros! ¡Dlinosaaaauuuroos!” Grito uno y otra vez, viendo a todos a
su alrededor.
Mientras Lautaro y Daniel miraban sus
regalos con emoción, le dimos algunos de sus regalos a Marcos y Maia, y también
a Logan.
Al igual que sus hermanos, Logan tomo
su primer regalo con reverencia, pero a diferencia de sus hermanos, sus ojos
brillaban con confusión. “¿Es mío?” pregunto con asombro.
“Claro,” Le dije, viéndole con algo de tristeza,
“Ábrelo,”
le
insté, viendo como apenas quería tocar aquel paquete.
“Pero…no era
necesario.” Me
susurro, pequeñas lagrimas saliendo de sus ojos.
Ver la confusión y el dolor en los ojos
de Logan me dolió. Era una prueba más del daño que estos niños tenían, del daño
que debía enmendar en sus corazones.
“No, no lo era,” Le dije, atrayéndolo hacia mí y
sentándolo en mi regazo, “pero lo hice con todo mi amor.”
El niño nuevamente me vio con grandes
ojos y asintió. Luego, empezó a abrir aquel paquete que era considerablemente
más pequeño que el de sus hermanos.
Al terminar de abrirlo sus ojos se
engrandecieron aún más. “Es un móvil.” Me dijo, viéndome con asombro.
“Tienes edad para
ello,” le
dije con una sonrisa, “Aunque no quiero que abuses de su uso.
Tienes mi teléfono, el de Melissa, Michael e incluso el de Dante ya incluidos
en ello. Solo nos falta el de Paula.” Le susurre, dándole un beso en su
mejilla.
“¿Puedo tener
juegos en el?”
Ante la ilusión que deslumbró no pude
más que reír. Después de todo, era un niño. “Si, campeón, puedes tener juegos,
pero primero me dices cuales serán.” Después de todo, el internet era un
lugar peligroso para un niño.
El resto de los regalos se repartieron
rápidamente. Aunque al terminar, teníamos una montaña de papel de envoltorio y
un gran montículo de regalos cada uno, entre ellos juguetes a montones.
Daniel, Maia y Lautaro empezaron a
comparar sus juguetes, jugando juntos en el suelo y desparramando los bultos de
papel, usando las diversas cajas que había por todos lados.
Mientras tanto, Logan, que también
tenía varios juguetes como los de sus hermanos, prefería mostrar más interés en
los juegos de ‘niño grande’, saltando en emoción cuando Marcos le mostro los
nuevos video juegos que tenía en mano.
“Epa, epa,” Les pause, tomando uno de los violentos
que tenía,
“Estos no, ¿eh?” Le advertí.
“Vamos, tío,” me dijo, rodando los ojos, “tú y yo jugábamos juegos
peores cuando tenía menor edad.”
La cara de Melissa, que hasta entonces
había estado muy ocupada sirviendo la comida fue un poema, viéndome con algo de
enojo. “¿Disculpen?”
No pude evitar la mirada asesina que le
tiré a Marcos, ya que eso había sido nuestro secreto. “Que el tío tiene
razón,” dijo el muchacho, “Y…talvez los juegos que son para mayores de 15 los
voy a guardar.”
“¡¿Que?!” Exclamo Logan, que hasta ahora había
estado en silencio. “¡Pero no es justooo!”
“Logan,” Trate de tranquilizar, pero
antes de que pudiera continuar el niño me interrumpió con lo que podía
describir como el comienzo de un berrinche…uno que no acabaría nada bien si le
seguía.
“¡Nooo! ¡¿Si él
puede jugar porque yo no?!”
“Puedes jugar con
nosotros,”
Le ofreció Maia, dándose cuenta que algo pasaba.
Logan se giró con enojo a la
niña, pero antes de que pudieran decir algo más, Melissa intervino llamándonos
a la mesa. Sabía que Logan seguía molesto, y vi como Marcos se le acercó y le
susurro algo al oído, haciendo que Logan sonriera satisfecho.
Probablemente le decía lo mismo que yo
cuando era más chico, y decidí ignorarlo. Marcos era un buen muchacho, y así
como yo había cuidado de él, dejándole romper algunas reglas que no
arriesgarían su vida, de la misma forma ahora Marcos lo hacía con Logan…y
probablemente con su hermana y con mis otros dos niños.
Los días pasaban rápidamente, más
rápido de lo que habíamos deseado. En parte era un alivio tener la ayuda
de Melissa y de Michael, e incluso de Marcos, que se encargaba de mantener
a los cuatro pequeños entretenidos.
Así como la navidad llego y partió, el
año viejo dio lugar al año nuevo. Faltaban dos días para nuestra partida cuando
salió a relucir el tema que tanto había obviado.
“Mamá, por favor.
¡Le prometí que iría a su casa el día de hoy!” Entraba a la cocina cuando escuche la
voz de Marcos, que se miraba frustrado.
“¡Pues debiste
pedir permiso antes de hacer tu promesa!”
“Pero…¡¿porque
no?!” la
frustración que tenía era grande, y al verme, se giró, “Tío, ¡dile a mamá
que me deje ir!”
“¿Ir a dónde?
Talvez yo pueda ir contigo.” Creí que mis palabras le darían más
tranquilidad, pero para mi asombro, Marcos pareció ofendido.
“¡Como te voy a
llevar a la casa de mi novia!”
“No sabía tenías
novia.”
“Si, una muchachita,
muy linda y todo, pero pasa mucho tiempo a solas y ¿qué crees? Sus papás andan
de viaje.” Me
dijo Melissa, “Ella
puede venir, si así lo desea, pero usted, jovencito, no me sale de esta casa.”
“Eso es estúpido!”
PLAS
“¡AY! ¡Papá!”
La entrada de Michael nos había tomado
a todos por sorpresa, pero por lo visto había escuchado más de lo que
pensábamos.
“Papá nada, que
escuche como le hablabas a tu madre.” Le regaño, tomando una taza. “No sé por qué no
entiendes que mientras ella este sola en casa, tu no vas. Así de sencillo.”
“¡¿Pero porque
nooo?!”
“Porque no vamos a
darte oportunidad de meter la pata…u otra cosa…y que después nos salgas con que
vas a ser papá.” Le dijo Melissa.
“Hey, campeón,” Decidí intervenir al fin, “¿Pero porque no
quieres que ella venga?” Marcos me fulmino con la mirada, pero
cuando levante la ceja decidió calmarse.
“Tío, ¿sabes lo que
es mi mamá?” pregunto, “La atosiga con
preguntas, ¡que como va en la escuela, que si sus papás siempre viajan, hasta
con su ropa se mete!”
“Pues, discúlpame
si pienso que una mini falda y una mini seta no es apropiada para una niña de
su edad.”
Marcos nuevamente rodo los ojos, pero
al ver la mirada de Michael, puso sus manos en su retaguardia y se pegó al
mueble. “Pues…por ahora sería lo mejor…y talvez Melissa tu puedes comprometerte
con no hacer comentarios comprometedores.”
“Gabriel tiene
razón, hijo.” Le
dijo Michael, “Y
no te preocupes por Mayita y tus primos, yo prometo mantenerlos entretenidos.”
Melissa se mordió el labio, pero viendo
los rostros que teníamos Michael y yo, y sobre todo la súplica de Marcos,
finalmente asintió. “Bien…pero que se cubra la panza al menos. ¡Que le
puede dar pulmonía a esa niña!”
La sonrisa de Marcos fue grande,
dándole un beso a su madre en el cachete y corriendo con su móvil a su
recamara, lo más seguro para avisarle a su novia que iría por ella.
“Bueno…ahora que
Marcos no está. ¿Qué hay de ti?” Pregunto Melissa, “¿Cómo van las
cosas con la mesera? ¿O has conocido a alguien más?”
“Melissa, por
Dios…tu mejor que nadie debería saber que no puedo pensar en esas cosas.”
“¿Y porque no?”
“¿Sabes algo de
Henry y Anna?” Cambie el tema, tomando la taza de Michael y
sorbiendo de su café, para evitar contestar la pregunta.
“Creí que te habían
dicho.” Contesto
mi hermana con asombro, “Como sabes Henry se jubiló este
verano, y desde entonces se fueron a varios cruceros. Dijeron te visitarían al
volver en primavera.”
“Siempre quisieron
hacer eso, un año sabático. Lo hablaban con Mary.”
“Amorcito, ellos no
te culparían.” Me dijo Melissa, poniendo su mano en mi hombro.
“No sé de qué
hablas.”
“Si rehaces tu
vida, corazón.”
“No.” Ante mi tono hostil, Melissa y Michael
intercambiaron una mirada, con mi hermana soltando mi hombro.
“Gabriel, campeón,”
Empezó
Michael, poniendo su mano en mi otro hombro. “escucha a tu
hermana.”
“No sé qué
intentan, o talvez si lo sé. Olvídenlo. No sé qué les ha dado, no puede haber
nada entre Paula y yo, ni entre mí y otra mujer…nunca.”
“Hijo,” Trato de interrumpir mi hermana, pero
no le deje continuar.
“¡NO!” Grite ya, por último, hastiado,
alejándome de ellos. “¡Entiéndanlo, compréndanlo, en que
idioma tengo que hablar!”
Ambos suspiraron, viéndose entre sí, “Bien…aquí lo
dejamos por ahora, pero una cosa debes saber, mi amor,” Concedió Melissa, tomando mi mano, “nosotros vamos a
estar para ti, siempre. No importa el lugar, la hora, el mes, el año, lo que
sea, allí vamos a estar.” Eran las mismas palabras que me había
dicho al morir mi padre, y no pude hacer más que abrazarla con todas mis
fuerzas.
“Gracias, yo lo
sé.” Le
dije, separándome de ella para poder regalarle una sonrisa.
“Bien…ahora más te
vale que prepares una buena excusa para Henry y Anna…ambos estaban muy molestos
de que no les contestaras sus llamadas.”
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