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Pequeñas travesuras
Autora: Anaís
Capítulo 40 Gripe
Liam
- Hijo. - papá llegó a frenarme en las escaleras con cara de preocupación y confusión. - ¿Qué pasa?
- Nada.
- Te conozco, no me mientas.
- Es que Ryan no sabe guardar secretos, es un imbécil.
- ¿Qué acabo de decir? ¿No quedaron claras esas palmadas de advertencia? - suspiró.
- Si, no lo repitas.
- Cariño está bien discutir de vez en cuando pero probablemente no fue con intención alguna.
- No le hablaré, no tenía derecho a meterse en mis cosas.
- ¿Me puedes contar? - negué. - ¿Por qué?
- Te vas a enojar.
- Creo que no.
- Voy a bajar.
- Lo de la temperatura sigue en pie, jovencito.
- Si, si. - bajé rápido las escaleras.
- No corras que te vas a caer. - pisé mal y casi me pasa. - ¿Que te dije?
- Ya. - realmente esperaba que nadie me dirigiera la palabra porque el mal humor estaba por las nubes.
Se escuchaban las risas de mis hermanos afuera de la cocina, al entrar incluso tenían música y me dio curiosidad.
- ¿Qué hacen?
- Pues celebrar por el penúltimo día de clases. - dijo Emily sacando el cereal.
- ¿Y qué piensan hacer mañana después de terminar?
- Mis amigas me invitaron al centro comercial, no sé ustedes.
- En mi caso quieren ir a la casa de un amigo para jugar en su nueva consola un rato. - respondió Ethan.
- Yo me voy a juntar con una amiga en la plaza. - Mateo nos sorprendió con su comentario.
- ¿Y eso? - sonreí.
- Lo acabo de decir, una amiga.
- Si claro. - me quedaron mirando.
- ¿Y tú? ¿Qué piensas hacer?
- Nada.
- Esto no puede ser verdad. - exageraron. - Liam Miller no festejará como todos los años...
- Cierra la boca Ethan.
- ¿Podrías explicarnos...?
- Seguramente estaré castigado, pregúntale al hablador de Ryan.
- No creo que sea tan malo.
- Saqué la peor nota del curso ayer en Ciencias, me llamaron de los primeros a retirarla y para más se firma.
- Uh. - Emily mostró una mueca. - ¿Te hago panqueques? Para subirte el ánimo.
- Aww. - la abracé. - Tengo a la mejor hermana del planeta.
- Ya tonto, no me tardo nada en prepararlos.
- ¿Queda nutella?
- Mateo se la acabó toda ayer con el postre, pero hay miel. - busqué en la alacena hasta que la encontré.
- Deberíamos ir al supermercado para comprar más.
- ¿No va a ir?
- ¿Quién? - me quedaron mirando. - No, se siente mal.
Los minutos pasaron y dejé mis cosas en la sala para ir a lavarme los dientes. Buscar a mis dos amigos era mi objetivo de hoy porque jugarían el último partido frente a todo el colegio.
- Voy al auto. - Mateo anunció al tomar su mochila.
- Espera, mejor juntos.
- Bueno, pero no te demores o no alcanzamos el último asiento.
Saqué el bolso deportivo y entramos al auto esperando a los demás.
- ¿Dónde está Liam? - escuché a lo lejos.
Puta madre.
- Creo que papá te busca.
- No oí nada. - mentí y fingí ver algo interesante en el celular.
- Si tú lo dices. - abrieron la puerta, los chicos empezaron a entrar acomodándose en los asientos.
- Te llaman. - me avisaron. - Dijo papá que si no ibas te quedabas en casa.
- Agh.
Por obligación bajé del auto, sin la mochila porque debía tener alguna excusa para devolverme.
- Aquí estoy. - él suspiró y me entregó el termómetro al sentarme en el sofá.
- Esperas unos minutos.
- Yo todavía no lo entiendo, estoy en perfectas condiciones además que es un mito cuando dicen que los gemelos o mellizos se enferman juntos.
- Lo sé. - dijo sacando un palito del maletín. - Pero recuerda que hace días atrás en el parque acuático tomaron de la misma botella a pesar de que siempre les digo que no se hace por distintos motivos.
- Vas a ver que estoy excelente.
- Eso espero tesoro. - en ese preciso momento el sonido del termómetro nos interrumpió.
- ¿Ya puedo subir al auto?
- Quiero ver esa garganta antes de irte.
- Papá exageras. - me quejé sacando el celular del sofá para irme.
- Sales por esa puerta...
- ¿Y...? ¿Qué pasaría? - dije desafiante.
- ¿Quieres probar? Adelante.
- No. - hablé bajito. - Hay que ser justos, si me toca a mí entonces mis hermanos también.
- Hijo estoy cansado y vengo recién del trabajo, por favor coopera.
- Es que quiero ir a clases.
- Ya Liam. - se rindió. - Ve al auto.
Nunca antes había visto a papá aceptar algo como eso pero debe ser porque está cansado, claramente la culpabilidad me atacó pero mi idea seguía en pie.
Por la mañana en las dos primeras horas hicimos una convivencia dentro del curso en la que aprovechamos para ver una película y luego ir al partido.
Un cambio de última hora fue entre los jugadores, Alan se lesionó la muñeca impidiendo su participación.
- ¿Va a estar bien?
- Creo que sí, unas dos semanas y como nuevo. - Julián sonrió.
- Quizá a mitad del juego pido un cambio.
- ¿Por? No nos hagas esto, hay que ganarles.
- Olvídalo.
Comencé a pensar que fue mala idea venir en el momento que corrí por toda la cancha y esa presión en el pecho más una tos intensa no se iba. Estaba desesperado, el uniforme me hacía sentir ahogado.
- Necesito salir. - llegué al lado de mi amigo sin parar de toser.
- Dile al entrenador, ven.
Ryan
Después de que papá me trajera el desayuno a la cama y revisar en qué estado me encontraba se fue a descansar, se veía que realmente lo necesitaba.
Para no molestarlo en lo absoluto ocupé mi tiempo en otras cosas, el celular fue una de ellas.
Haber revelado tal cosa de Liam me hizo sentir peor ya que fue un accidente, lo pensé en voz alta y necesitaba pedirle disculpas.
- ¿Marco viste al perrito? - pregunté bajando el último escalón.
- Supongo que está en el patio. - hizo una pausa. - ¿Qué quieres almorzar?
- ¿Tendrás que cocinar?
- Pues sí.
- Moriré intoxicado. - dije exagerando.
- Que mentiroso. - me dio un empujón mientras reía. - No quiero molestar a papá, es eso.
- ¿Hoy salen temprano los demás?
- ¿Extrañas a Liam?
- Claro que no, se enojó por una tontería.
- ¿Qué cosa? No alcanzaron a contarme la historia.
- Sin querer hablé que sacó mala nota en la última prueba.
- Ryan sabes que papá tendrá una charla con él ¿no?
- Joder, sí. La culpabilidad me está carcomiendo por dentro.
- Ya se le pasará.
- Dudo que me perdone por aquella estupidez. - me revolvió el cabello y salí al patio en busca de Max.
Liam
Corrí sin pensar al baño a tomar agua pero de la nada me sentí mareado, iba a vomitar absolutamente todo, incluido el desayuno.
Realmente no quería la preocupación de los demás, siempre que me pasa una cosa ya piensan en llamar a papá y no podía tomarlo esa opción.
Como el mundo me odia aparecieron los tres, al parecer a mi hermana le importó bien poco que fuera el baño de hombres ya que pasó sin problemas.
- ¿Te encuentras bien?
- Si, tranquilos.
- ¿Vomitaste? - Mateo preguntó angustiado.
- No peque, vuelvan a lo que estaban haciendo.
- ¿Y dejarte sólo? Olvídalo.
- Piensen que faltan unos minutos para salir, seguiré viendo el partido. - no muy convencidos fueron cada uno en diferentes direcciones.
Aliviado me senté en las gradas siguiendo el número de los chicos pero llegó Alan corriendo.
- ¿Amigo me cuidas el celular?
- Si, obvio.
- Vamos a ir a andar en patineta por la tarde ¿te unes?
- No lo sé...
- Será divertido, es casi el último día.
- Estaré ocupado. - mentí.
- Liam quedamos la semana pasada, espero que cumplas tu palabra de ir mañana a la fiesta.
- ¿Mhm?
- ¿Es un sí? Me llama el entrenador, después hablamos. - guardé mis palabras.
Una hora más tarde se acabaron las clases o mejor dicho actividades y nos juntamos en la puerta principal para ir a casa.
Ya juntos en el auto de papá me tuve que acomodar en el último asiento y cerrar los ojos una vez más por los mareos.
- ¿Cómo les fue?
- Bien, en la mañana una profesora trajo pastel para todos. - Mateo feliz contaba la convivencia.
- Que bueno cariño.
- Yo estuve participando en algunas actividades pero no fueron tan buenas como pensaba. - indicó Emily.
- Aparte de pasar en el baño viendo que le pasaba... - le pegué un codazo. - ¡Au!
- ¿Qué?
- Nada. - respondí más mareado de lo normal.
- ¿Liam te sientes mal? Cariño de verdad necesito que me digas, no soy adivino.
- No. - si seguía hablando probablemente iba a vomitar.
- Te voy a creer.
Lo único que quería en este momento eran muchos mimos de su parte, abrazos y palabras que me subieran el ánimo.
Obviamente podría tenerlos pero había que decirle la verdad y en eso no soy muy bueno.
- Dejen sus mochilas en el cuarto, nada de desorden. - dijo papá. - Bajen, menos Liam.
- ¿Qué hice ahora?
- Recibí un llamado de tu profesora. - tragué saliva. - Me contó sobre tus últimas anotaciones negativas, comportamiento y una nota que se supone que debió haber llegado ayer.
- Papá...
- ¿De eso hablaba Ryan por la mañana?
- Mira es que...
- Ve a tu habitación, allí hablaremos.
- Escúchame. - con la mirada hizo una seña hacia arriba.
Parecía que al subir un escalón los escalofríos recorrían mi espalda y los nervios no me dejaban respirar.
En el cuarto nos sentamos ambos en la cama. Rezaba por mi vida y poder sentarme mañana.
- Quiero toda la verdad jovencito.
- ¿Cuál?
- Sigue así y agregas una más. - parece que de humor no estaba.
- Maldición, no.
- Dos.
- Ya, te cuento. - lo escuché suspirar. - Hace poco entregaron la última evaluación del año, esa iba al libro y no quise decirte porque saqué mala nota.
- ¿Qué tan mala?
- La peor de la clase. - susurré y se tocó la frente buscando paciencia.
- Supongo que estudiaste como te dije durante días y pusiste un poco de esfuerzo ¿no?
- Papi...
- Liam responde ¿sí o no?
- No.
- ¿Y qué hiciste durante ese tiempo? Quedarte jugando, el celular te consume todo el día. Me lo pasas ahora mismo.
- Acabamos de salir a vacaciones, no me puedes hacer esto.
- Te doy tres segundos para que lo entregues o le dejamos una semana más.
- Es mucho.
- Uno.
- Por favor, no podré divertirme con nada.
- Dos.
- Ya, te lo paso. - enojado lo saqué de mi bolsillo.
- Aún no puedo entender cómo tienes tantas anotaciones negativas, la que más me dejó decepcionado fue que copiaste en esa prueba cosa que no haces.
- Quería probar...
- Pero te perjudica, amor entiende.
- Lo sé y no volveré a copiar.
- Sobre la firma... - me puse tenso. - Dijeron que me agradecían por comprenderte al firmarla y que yo recuerde nunca lo hice.
- Disculpa.
- Lo último. - tomé una almohada para abrazarla. - ¿Seguro que te sientes bien?
- Sí.
- En ese caso ven acá. - me tumbó en sus rodillas. - No sería correcto castigarte si estás enfermo.
Este momento era el típico "habla ahora o calla para siempre" como en los matrimonios pero no dije ninguna palabra.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Aguanté las terribles ganas de llorar que me invadieron.
PLAS PLAS *Snif* PLAS PLAS
- Ya cariño, sé que te sientes mal y no es necesario mentir tanto.
- ¿Cómo...? - me acarició el cabello. - Fueron ellos ¿verdad?
- Sácate el uniforme y colócate algo más cómodo.
- Lo siento. - hablé entre hipidos.
- Mi vida, cálmate. - dejó muchos besos en mi frente. - Tienes fiebre.
- No. - se levantó. - Papá en serio. - mostré un puchero.
Parezco un crío, joder.
- Por la mañana ya lo dejé pasar. - me acosté en la cama.
- ¿Es muy malo?
- ¿Qué cosa, la fiebre? - asentí. - No del todo, tu cuerpo está tratando de matar el virus o las bacterias que causaron la infección.
- ¿Tendré que faltar mañana?
- Si, cariño.
- No podré ir a la fiesta...
- Mira tú. - me hizo cosquillas. - Ese permiso se gana, campeón.
No fue tan malo el día como creí.
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