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miércoles, 6 de enero de 2021

Capitulo 20, Planeando futuros.


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Los derechos de autor de este texto pertenecen única y exclusivamente a su autor. No pudiendo ser publicada en otra página sin el permiso expreso del mismo.

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 Segunda Oportunidades 

 Autora: Gabi 

 Capítulo 20. 

 

 

Michael, Melissa y Marcos terminaron quedándose a dormir esa noche. No teníamos muchas camas, y dormir en el sofá con Lautaro enfermo no era una opción, así que terminamos haciendo maromas. Michael durmió con su hijo en el cuarto de los Lautaro y Daniel, Melissa en el cuarto de Logan, Logan compartió cama con Marcos y Daniel y Lautaro durmieron conmigo.

 

Al tercer día de enfermedad, justo como lo había dicho el médico, Lautaro estaba listo para jugar y saltar por doquier, así que me tomo tiempo tener que detenerlo. Por otra parte, la relación entre mi hermana y sobrino parecía haber mejorado completamente.

 

No supe que hablaron Melissa y Marcos, pero eso era algo privado, así que ni indagué, lo cierto era que estaban listos para volver a casa. Viviana había dicho que llegaría durante la mañana para hablar con ellos, más que todo con Marcos, que esperaba poder arreglar su relación.

 

Por esa parte me alegraba volver a la normalidad, aunque todavía tenía el pendiente de Paula. No creía que llegar con un ramo de flores al restaurante bastaría…aunque talvez era un comienzo.

 

“Terminen de desayunar,” urgí a Daniel y Logan, que estaban en la mesa con Marcos y Michael, mientras Melissa le daba el desayuno a Lautaro en mi habitación.

 

“Puedo quedarme en casa hoy?” Pidió Logan, “Lautaro no está hiendo y así puedo pasar más tiempo con Marcos.”

 

“Lo siento, campeón,” Le dije, sobándole su cabello, “Pero me temo que no es posible.”

 

“¡¿Porque no?!” me espeto, viéndome con enojo, “¡Lautaro no va a ir!”

“Lautaro está enfermo y con orden medica de quedarse en casa.” Le dije, algo más serio, “así que basta ya, termina tu desayuno y ve por tus cosas que hoy los llevo yo.”

 

Bufando y haciendo todo un espectáculo, Logan subió por sus cosas mientras que Daniel lo observaba. “Papi, ¿pero cuando vamos a volver a ver a los tíos?” Me pregunto el más pequeño, sus labios y cachetes llenos de avena.

 

“Pronto.” Le dijo Michael, tomando una servilleta y limpiándole, “Tía Melissa y yo queremos hacer una barbacoa…¡tú papi y PAULA tienen que ir y por ende ustedes también!” le dijo, dándole un beso en su pegajoso cachete.

 

“¡Bien!” grito el niño, levantándose de la mesa y corriendo a lavarse los dientes, o eso esperaba, por lo que me fui tras de él.

 

Mientras ayudaba a Daniel a lavarse los dientes y a terminar de arreglarse no podía dejar de pensar en cómo haría para que Paula me perdonara. En realidad, no se me ocurría nada más que ir de rodillas y suplicarle perdón.

 

“No te tragues la pasta, campeón.” Le pedí a Daniel, que tenía la maña de tragársela en vez de escupirla, este solo me vio con picardía antes de escupir.

 

“Gabriel?Volteé a ver a Logan, entregándole su propio cepillo para acelerar las cosas, ya que llevábamos unos minutos de atraso. “Puedo ir con mis amigos esta tarde?” me pregunto, llevándose el cepillo a la boca.

 

“No lo creo, campeón.” Le dije, secando a Daniel y ordenándole ir a ponerse sus zapatos. “Es miércoles, tienes deberes que hacer… ¿porque no salen el sábado?” propuse, pero Logan no dijo nada, lavándose los dientes.

 

No dije más, y me recordé que ayer Henry había quedado de venir para hablar de cómo iban los papeles. Por una, tal como lo habíamos planeado, así paso, Michael llevo a Marcos a hablar con Viviana, además de Melissa que también quería hablar con la muchacha.

 

A Lautaro lo mantenía ocupado pintando en cama con varias películas de su gusto, pero no era fácil.

 

“¿Puedo salir a jugar?” Me pidió por enésima vez, haciéndome rodar los ojos para tomarlo en brazos y llevarlo de vuelta a la cama.

“No, tienes que estar acostado.” Le dije nuevamente, dándole suaves palmaditas en su pijama.

 

“¡Pero estoy abuuuurriiiidoooo!” Lloriqueo, aferrándose a mi cuerpo. “¿Porque no puedo ir a la escuela? ¡Ya me siento bien!”

 

“El medico dijo que mañana podrías ir, hoy no.” Le explique por centésima vez. “Ahora, vamos. ¿Quieres jugar con el Nintendo de tu hermano?” Sabía que Logan no tendría problemas en prestárselo, lo hacía a menudo con ambos hermanos.

 

“¿Puedo ir a jugar al patio?”

 

“Me estas colmando la paciencia, hijo.” Le advertí, pero antes de que pudiera responder tocaron el timbre. Bien, Henry había llegado.

 

Deje a Lautaro viendo una película y me fui a abrir la puerta, advirtiéndole que si se movía de allí terminaría con el trasero rojo.

 

“Qué bueno que estas aquí.” Le dije al instante que abrí la puerta, pero delante mío no estaba quien había sido mi suegro, sino un joven.

 

Alto, fornido, y con uniforme militar, me miraba como si fuera a matar a su cachorro. “Eeeh…¿mi madre le dijo que vendría?”

 

Mi respuesta fue parpadear, no sabía quién era ni quien era su madre, y dudaba que fuera hijo de Diana…aunque viéndolo bien no podría ser mayor de los 20 años. “Disculpe…¿usted es?”

 

El muchacho abrió los ojos, recordándome a alguien, pero no sabía quién, me vio con nervios, hasta que después se cuadro, mostrándose como el soldado que era. “Theodor Gullier.” Se presentó, haciendo que palideciera de golpe.

 

Por unos segundos no supe que hacer. No estaba preparado para que esto pasara, no estaba listo en ningún plano, ni siquiera sabía cuáles eran mis derechos legales, pero si sabía que jamás dejaría que apartara a Daniel de mi lado.

 

“Disculpe…no es mi intención…” Tartamudeo otras incoherencias que ni escuche ni entendí, ambos parados al quicio de la puerta viéndonos como si fuéramos alienígenas. “Puedo…¿puedo hablar con usted?”

 

“Claro, adelante.” Le dije, moviéndome y pasándole a la sala.

 

Ambos nos sentamos, y la incomodidad era obvia. No sabía si ofrecerle una bebida o un boleto de avión a la China.

 

“Disculpé si vine tan inoportunamente,” hablo finalmente, después de varios minutos de silencio. “Supongo que sabrá porque vine.”

 

“Me lo imagino.” Le dije sin más, sintiendo la tensión en mis hombros incrementar.

 

“Yo…yo no sabía…” me dijo al final, mordiéndose el labio en nervios, “Mamá me lo dijo ayer y…no sé qué más decirle.” Me dijo, jugando con los dedos de sus manos en nervios, “Hable con mi capitán, me permitió unos días libres para poder venir.”

 

No sabía que quería que le dijera, que le diera un abrazo y la bienvenida estaba fuera de lugar. “Supongo quieres…quieres conocer a mi hijo.” Le dije, usando las últimas dos palabras a conciencia.

 

“Yo…no lo sé.” Me dijo con sinceridad. “Señor…estoy en el ejército, no he vivido en la misma ciudad seis meses seguidos en los últimos dos años,” Me explico, sincerándose y sorprendiéndome, “Yo…a decir verdad no creo siquiera poder ver a mis padres a la cara por los momentos, además de eso tengo que pensar bien esto, pero…si…quisiera tan siquiera saber cómo se ve, como es, que le gusta…no quiero que crezca pensando que su padre era un malnacido que nunca le importo.”

 

Asentí, observándole por un momento. “Sus hermanos y el viven conmigo desde hace unos meses.” No sabía que más decirle.

 

“Lo se…y también sé que pronto cumplirá los cinco años y, la verdad…si no le molesta, quiero conocerlo.”

 

No pude evitar levantarme del sofá y caminar hacia la ventana. No había mas nieve en el suelo, tendríamos un mes de marzo muy cálido, por lo visto, probablemente tendríamos un verano caliente también. No sé porque me puse a pensar más en el clima que lo que se me venía encima, pero no podía pensar que extrañaba la nieve. Siempre me había gustado el invierno.

 

“¿Señor Bellucini?” La voz del joven me hizo darme cuenta que no estaba listo para esto. ¿Tendría el derecho legal de negarme a que lo conociera? ¿Más allá de eso, haría bien en negarme a tal cosa? ¿A negarle a Daniel el derecho de conocer a su padre biológico?

 

“¿Supongo te quedaras con tus padres?” le pregunte, observándole.

“No,” Me respondió, “Me hospedo en el hotel del pueblo.” Me dijo, “Creo que todo el mundo sabrá que regrese para mañana, así que no le será difícil encontrarme.”

 

No pude evitar sonreírle agradecido, asintiendo. “Gracias…solo, deme un tiempo para procesar esto.”

 

“No hay problema.” Me dijo, poniéndose de pie. “Estaré aquí dos semanas, pero debo regresar luego.”

 

“Creo que podremos arreglar esto antes.” Asegure, de alguna forma agradecido que no viniera demandando cosas, pero que respetara el hecho de que, sea como sea, Daniel era mi hijo más que suyo.

 

El asintió, y con eso nos despedimos. Viéndolo marcharse estaba cuando Henry se estaciono, como sabiendo que lo necesitaría urgentemente. El hombre se bajó del auto y observo al joven que había salido de mi casa.

 

“Dime que no piensas adoptar a otro,” me dijo como saludo, dándome un rápido abrazo.

 

“Ese es el padre de Daniel.” Le dije, haciendo que me viera con sorpresa.

“Bueno, entonces vine en buen momento.” Me dijo, señalando el camino con la mano que sostenía su maletín.

 

Media hora luego mi escritorio (que no era más que una pequeña mesa en la que trabajaba) estaba llena de papeles legales. Entre tanto termino, Henry me había perdido completamente. No sabía bien que es lo que quería ni a que se refería, pero por su expresión sabía que era bueno, o eso pensaba.

 

“Tengo audiencia para dentro de dos semanas,” me dijo al final, “Sé que parece mucho tiempo, pero te sorprenderá saber que en realidad para estos casos es realmente poco.” Me dijo con una gran sonrisa. “Puse a mis mejores abogados a trabajar en esto, y tenemos un caso sólido. Aunque te alegrara saber que llevare este caso yo mismo.”

 

“Pero estas retirado.”

 

“No para ti, hijo.” Me dijo con una sonrisa, “he visto la familia que formaste, y es lo que mi hija quisiera para ti. ¿Esa jovencita…Paola?”

 

“Paula.”

 

“Paula, disculpa, esa jovencita Paula y tu hacen una muy linda pareja, y se nota que te ama. Lo mínimo que puedo hacer es cerciorarme que los niños se queden a tu lado.”

 

Bien, definitivamente no era el momento para decirle que la había regado con Paula.

 

“Bien, debo irme. Le prometí a Anna que cenaríamos con los odiosos de los Anderson. Te digo que no hay gente más aburrida que ellos.” Me dijo con una risa, aunque ignoraba quienes eran los Anderson ni me interesaba conocerlos, pero una idea se vino a mente.

 

“Oye…Henry… ¿será que puedo pedirte un favor?”

 

Horas más tarde Michael y Melissa habían regresado. No sabía con exactitud que había pasado, pero por la alegría de Melissa sabía que las cosas iban bien.

 

“Hable con ella.” Me dijo con complicidad, batiendo algo que se miraba muy bueno. Esperaba que fuera un pastel, a decir verdad. Los pasteles de Melissa eran divinos. “Fue raro al principio, creo que ella quería salir corriendo, ¡pero le pedí perdón y me sorprendió!” me dijo con una sonrisa, “Volvió con Marcos, y le dije que les daba mi bendición…¡y lo  mejor fue que Marcos me abrazo!” Esperaba que ese pastel necesitara estar así de batido, de lo contrario estaba arruinado, “¿Sabes hace cuanto que Marcos no me abrazaba?”

 

Realmente me alegraba por ella y por Marcos, no había visto a mi sobrino tan relajado en varios meses, a decir verdad, pero seguía preocupado por el pastel.

 

“Me alegra que las cosas vayan bien…por cierto, ¿dónde están Michael y Marcos?”

 

“Fueron a ayudar a Paula.” Me dijo, haciéndome fruncir el ceño. “Viviana se va a quedar aquí con ella. Ha estado hiendo al restaurante con ella y la verdad, creo que nunca la había visto tan alegre a esa niña. Hablo con su nana y ella autorizo el traslado. Aparentemente, los padres de la muchacha le dieron autoridad legal o algo así, no lo sé. Pero Viviana se quedará a vivir con Paula por los momentos.”

 

Vaya…me alegraba por Viviana y Paula, pero por parte me dolía tener que enterarme de ese modo. No merecía menos, no era parte de la vida de Paula, y eso era lo que más dolía. Quería ser parte de su vida, de su día a día.

 

“Paula es una buena mujer, cariño,” me dijo Melissa, poniendo su mano en mi brazo, “Sabrá perdonarte…no sé qué paso entre ustedes, pero por la forma en que pregunto por ti sé que esa mujer está enamorada de ti.”

 

Esto solo mejoro mi día, tenía un plan para arreglar las cosas con Paula, y si todo salía bien, al día siguiente tendría a la mujer entre mis brazos…si es que no me mataba antes.

 

Pero como siempre, el día no siempre termina bien. Michael y Melissa tenían planeado irse después de que Logan y Daniel regresaran a casa. Sin embargo, me empecé a preocupar cuando vi que no llegaban a casa.

 

Como suponía, Melissa había hecho un pastel para los niños. Ellos estaban listos para partir y se notaba la inquietud de todos. Estaba a punto de salir a buscarlos cuando Daniel llego solito. Venia de lo más tranquilo, con una gran sonrisa. “Daniel, hijo, pero ¡¿dónde estaban?!”

 

“¡Me vine yo solito!” Me dijo el pequeño, dando brinquitos de felicidad. “¡Ya soy grande!”

 

Justo en ese momento Michael entro a la casa con Marcos, quienes estaban listos para partir. “¿Todo bien?” pregunto Michael, acercándose a mí.

 

“Daniel, ¿dónde está Logan?” podía sentir mi sangre hervir, y ni siquiera sabía bien que había pasado. Por un momento pensé que tal vez algo malo hubiera podido pasarle a mi niño, pero de ser así, Daniel hubiera llegado llorando, no riendo.

 

“¡Se fue con sus amiguitos al parque!” Me dijo el menor, “¡Me dijo que ya soy grande y puedo venirme yo solito! Pero primero pare a jugar con un perrito y pues…se me hiso tarde.”

 

No dije nada, solo cerré los ojos y respire profundo, “Como que no solo tu dormirás calentito, eh…” Escuche la voz de Michael.

 

“¡¡Papá!!” Y también escuche el reclamo de Marcos, pero más que calmarme me hicieron enojar. ¡¿Peor que diablos estaba pensando ese niño?!

 

“Daniel, cariño, porque no me acompañas, ¿sí?” Intervino Melissa, tomándolo de mis brazos. “Tu hermanito está viendo una película, ¡y tenemos pastel de fresa!” Le dijo, llevándole consigo a la cocina.

 

No dije más, deje que se marcharan y volteé a ver a Michael y Marcos, que me miraban como si fuera una bomba a punto de estallar.

 

“Cálmate, hijo,” me dijo el mayor, acercándose a mí. “Sé que o que hizo no está para nada bien, pero debes calmarte.”

 

Asentí, sabiendo que tenía razón. “deberían de irse ya,” Les dije, viendo la hora, “Se hace tarde, y lo mejor es que se vayan.” Les dije.

 

“¿No quieres ir a buscar a mi primo?” Me pregunto Marcos, “Es decir…no creo que sea malo quedarnos un día más…”

 

Vi la indecisión de Michael en su rostro, sabía que Maia estaba en casa de una amiga, pero dudaba que realmente pudieran quedarse una noche más, así que me negué. “Gracias, amigo, pero mejor espero a que venga a casa. No me confió que no le de sus buenas nalgadas frente a sus amigos.”

 

“Bien, cualquier cosa sabes que cuentas con nosotros.” Me dijo Michael, dándome un rápido abrazo. “Ve a buscar a tu madre, hijo, y despídete de tus primos.”

 

La despedida fue rápida después de esto. Lautaro y Daniel estaban más que contentos con el pastel que Melissa nos había dejado, y pidieron ver a su prima la próxima, mientras que Marcos me dio las gracias efusivamente, aunque no tenía prisa alguna por llegar a casa y saldar cuentas con su padre.

 

Daniel, Lautaro y yo los despedimos desde la puerta, observando a Melissa irse en el auto de Marcos, mientras este otro iba en el auto de sus padres. Creo que pasaría un largo tiempo sin poder manejar, y seguramente sin sentarse también.

 

“Bien, usted tiene tareas que hacer, y usted, jovencito, debería estar en cama.” Les dije a ambos niños, tomando a Lautaro en brazos nuevamente. Sabía que podía caminar perfectamente, pero lo mejor era que no se agitara, y si lo dejaba saldría corriendo junto con Daniel.

 

Este último hizo un puchero, pero no dijo nada, simplemente se colgó a mí para ir más cómodo. “¿Puedo comer más pastel? Pregunto con picardía, haciéndome reír.

 

“No lo creo, pero si tenemos manzana.”

 

“El pastel tiene fresas.” Me dijo sonriendo, “Esa es una fruta.” Volví a reírme, negando con la cabeza mientras subía las gradas. Al llegar me encontré con que Daniel había pasado la mayoría de sus juguetes a mi recamara, por lo visto ese era el lugar designado por ese día.

 

Durante la próxima hora entretuve a Daniel y Lautaro. Hicimos algunos de los trabajos de sus clases, especialmente algunos que me habían hecho llegar de Lautaro. Mientras tanto, trataba de llamar a Logan.

 

Al principio solo me timbraba, pero después de la cuarta llamada, se fue directo al buzón de voz. O había apagado su teléfono, o simplemente colgaba mis llamadas.

 

Al ver que recibía todos mis mensajes de texto, me di cuenta que simplemente no lo tenía apagado, solo había decidido no contestar. Para poder calmarme, decidí que lo mejor sería ordenar lo que necesitaría para el día siguiente.

 

Llame a la floristería, además de que me puse de acuerdo con Henry y Anna, y aprovechando que Viviana se quedaba, también hable con ella, quien acordó en distraer a Paula en el restaurante para que pudiera hablar con ella en privado. Mientras tanto, Henry y Anna se quedarían cuidando de los niños. Anna vendría a casa a ayudarles también. Dijo que nunca había tenido abuelos, y se había autoproclamado nieta. No creía que a los dos mayores les molestaría esto último, a decir verdad.

 

Había terminado de hacer la cena cuando escuche la puerta principal abrirse, y todo mi enojo llego de golpe. Decidí no ir a buscarlo, pero servirle de comer a los tres.

 

Viendo que Lautaro ya estaba mejor, había aprovechado a darle un baño, y de paso a Daniel, así mataba un pájaro de dos tiros. Actualmente estaban los dos con sus pijamas en la sala, esperando la cena. Creí que Logan tendría la decencia de al menos ir a decirme que ya estaba en casa, pero por lo visto no era así.

 

Fue Lautaro quien vino a mí, nervioso, y me abrazo por la espalda. “Papi…Logan está enojado.”

 

No le dije nada, simplemente le di un medio abrazo y una suave palmada sobre su pijama. “no te preocupes tu por él. Ve a lavarte las manos, y dile a Daniel que haga lo mismo.” Le dije, dándole unas cuantas palmaditas más de cariño.

 

“Ok.” Con ese acuerdo salió corriendo, buscando a su hermano y gritando que la cena estaba lista.

 

Terminé de servirle a los tres y subí a buscar a Logan, que estaba en su cuarto si los golpes que venían de allí era un indicador. Entre sin siquiera tocar, molestándome al ver que había empezado a sacar cosas de su closet. “La cena esta lista. Lávate las manos y baja a comer.” Le ordene como saludo, tratando de no tomarlo en brazos y zarandearlo como muñeco de trapo.

 

“No tengo hambre.” Me dijo simplemente, encogiéndose de hombros como si le había ofrecido un dulce.

 

“Que mal por ti.” Le dije entre dientes, tratando de no enojarme más con él. “Tus hermanos ya están comiendo, así que lo mínimo que puedes hacer es bajar a hacerles compañía. Después hablaremos tu y yo.”

 

Era lo último que quería decirle, en realidad necesitaba calmarme un poco más, pero antes de poder salir escuche la gota que derramo el vaso. “No tenías porque estarme llamando tanto!” Me reclamo el señorito, con sus brazos cruzados, “¡Sabes lo vergonzoso que fue cuando mis amigos me molestaban por tanta llamadera!”

 

Bien, este niño se había pasado. No espere siquiera a que terminara de gritar, lo tome de un brazo y le obligue a inclinarse, dejando caer mi mano varias veces.

 

“¡AAAY!” Grito después de la primera palmada, “¡Gaaabriel! ¡Aaay! ¡Noo-ouuu!”

Le di alrededor de diez azotes, y luego le levanté. Tenía unas cuantas lágrimas en sus ojos, pero era evidente estaba enojado, aunque el puchero que portaba lo hacía lucir adorable y no aterrador, que creo era lo que quería trasmitir.

 

Fue en ese momento que me di cuenta que Logan no solo se había perdido, pero sabrá Dios donde había andado. Lo que más necesitaba al momento era un baño. Tenía lodo en el pelo, en su rostro, en la ropa y en sus brazos, además de que había manchas de plantas en su ropa, si el color verde era algo…talvez moho.

 

Bien, un baño no solo me daría tiempo a mí de calmarme, pero talvez lo calmaría a él también. “Necesitas una ducha.” Le dije, tratando de calmarme, “Ve a bañarte, tienes media hora. Te pones tu pijama y bajas a comer.”

 

Con esas instrucciones baje a hacerle compañía a los dos menores. No eran ni las siete de la noche, pero lo que más quería era ir a dormirme y terminar el día. Me alegraba que Lautaro ya estuviera mejor, y verlo reírse junto con Daniel me daba un gozo que nunca pensé sentiría.

 

Habían pasado cuarenta minutos y Logan no aparecía. En realidad, no quería subir, lo último que quería era tener una lucha con Logan, hubiera preferido dejarle pasar esto con un regaño y un abrazo, pero sabía que eso no era lo que el adolescente necesitaba.

 

Deje a Lautaro y a Daniel jugando en la sala y me levante para ir a buscar a Logan. Había decidido que no importaba lo que encontrara, no me enojaría. En realidad, iba repasando mi plan para el siguiente día en mi cabeza una y otra vez.

 

No sé cuál hubiera sido la reacción correcta, pero al entrar la habitación me encontré a Logan sentado usando su móvil…sin bañarse, ni siquiera se había cambiado.

 

Suspiré, apretando el tabique de mi nariz y cerré los ojos, contando hasta cien y de cien a cero. “¿Tuviste problemas encontrando el baño?” le pregunto con ironía, tratando de mantener la paz mientras contaba.

 

Logan no me dijo nada, pero pude sentir los nervios que venían de él. Me miraba como si fuera un dragón a punto de partirlo en trocitos y comérmelo chamuscado. Parecía arrepentido de no haber obedecido, pero es que este niño la embarraba y luego metía las patas aún más…talvez si era hijo mío después de todo.

 

No pude evitar sonreírle con pesar. No entendía bien que estaba pasando por esa cabecita de él, pero lo mejor sería que uno de los dos mantuviera la calma, y siendo el adulto a cargo, ese debía ser yo.

 

“Bien, vamos.” Le instruí, alargando mi mano y esperando que la tomara como si tuviese la edad de Daniel.

 

“Yo…yo…puedo…puedo ir a bañarme…perdón…” Su voz sonaba nerviosa, tartamudeando constantemente y agarrando su móvil como si en cualquier momento desaparecería…y la verdad, si iba a desaparecer por las próximas dos semanas.

 

 

“Sé que puedes hacerlo,” Le dije con tranquilidad, acercándome a él, “así que vamos, al baño.” Sin más, le tomé la mano y le guie hacia al baño, donde no hizo más que quedarse parado.

 

Abrí el grifo de la ducha, poniendo la temperatura correcta para luego girarme a él. “Bien, en diez minutos vengo por ti, así que espero que estés bañado o me veré forzado a ayudarte yo mismo.” Le advertí, tomando el móvil de sus manos. “Este,” le dije, mostrando el aparato, “Lo vamos a dejar en mi recamara por ahora.”

 

“Pero…lo necesito…” me dijo con voz triste.

 

“Luego hablamos. Ahora, a bañarte. Vamos.” Recordando las palabras de Marcos, deje que el hiciera lo correcto por sí mismo. No era un niño pequeño como Daniel o incluso Lautaro a quienes todavía podía ayudar dándoles un baño.

 

Salí del lugar, pero me quedé afuera. No pude escuchar mucho por el agua, pero supe distinguir el típico sonido de la cortina corriéndose y cerrándose. Bien, por fin empezaba a obedecer.

 

Quince minutos más tarde estaba de regreso en la puerta del baño. El agua seguía corriendo y aunque no se acabaría el agua caliente pronto, tampoco podía usarlo de excusa para no hablar con él.

 

“¿Logan?” Toque a la puerta, queriendo darle privacidad, pero no obtuve respuesta. “Logan, necesito que salgas ya, por favor.” Le dije nuevamente, elevando un poco la voz para que me escuchara.

 

No hubo más que silencio y el ruido del agua correr, así que negando con la cabeza decidí entrar. La ropa sucia estaba toda tirada en el suelo, en vez del sesto que estaba a escasos centímetros. Suficientes problemas teníamos, así que hice caso omiso y simplemente la levante y la puse donde iba. “¿Logan?” Llame nuevamente, y fue allí que me percate que el niño estaba tratando de no hacer su llanto audible.

 

Hace bastante tiempo que mi enojo se había evaporado, en realidad solo me encontraba decepcionado del comportamiento de mi niño. No sabía porque tenía que desafiarme justo ahora, que tenía tanta cosa encima, pero no lo dejaría pasar.

 

Tome la toalla en manos, y, dejándole saber que abriría la cortina lo hice. Allí estaba, desnudito y con su cara rojita en llanto, dejando que el agua corriera por encima suyo sin moverse.

 

En algún punto se había aseado, como siempre dejaba el bote de champú abierto y el jabón fuera de lugar, cosas a las que ya me estaba habituando y que eran un constante recordatorio hacia el en mi boca. En esta ocasión no le dije nada, cerré el grifo y le envolví en la toalla, secándole sus mejillas y ojitos con una de las esquinas.

 

Su mirada era inquietante, sus ojos avellana denotaban que algo le inquietaba y no sabía que era, pero las constantes lagrimas que salían de sus ojos me estaban matando.

 

“¿Estas muy enojado?” pregunto, titiritando un poco por el frio, a pesar de que estaba frotando sus brazos.

 

“Lo estaba,” admití, odiando la forma en que se tensó, “Pero ya hablaremos. Por ahora quiero que te cambies y comas algo.” El solo asintió, pero no hiso por moverse del lugar. Nuevamente suspire, y decidí que luego lo trataría como un adolescente.

 

Ya se estaba haciendo demasiado mayor para que lo cargara en brazos todo el tiempo, así que simplemente le guie hasta su habitación. Una vez allí se quedó parado observando la ventana desde lejos. Hubiera querido tener acceso a sus pensamientos, pero la verdad era que eran un misterio, aunque la tristeza que irradiaba era casi palpable.

 

“Logan…” Le llame, tendiéndole su ropa interior. El la tomo, la observo y no hizo más. “¿Quieres que me salga?” Pregunte, sobándole su húmedo cabello. No sé si fue la caricia, las palabras suaves o el sentimiento de culpa, pero fue como si abriera un grifo.

 

El llanto del niño fue fuerte y verdadero, y sin pensarlo se pegó a mi pecho a llorar. Me sorprendió, pero supe inmediatamente lo que tenía que hacer. Le devolví el abrazo con la misma intensidad, sobando su espalda por encima de la toalla. El niño titiritaba, y no sabía si del llanto o del frio, así que me senté en la cama y le puse sobre mis rodillas, meciéndole como hacía con sus hermanos menores.

 

“Ya, corazón…” susurre, no podía prometer que todo estaría bien porque en realidad no se me olvidaba que todavía teníamos una charla pendiente, pero tampoco podía sacar de mi mente que talvez algo grave le había pasado.

 

Recordando el estado tan sucio en el que había llegado, y el llanto tan desesperado, lo peor paso por mi mente. Sentí como un balde caía en mi estómago, así que con el mayor de los cuidados empecé a observar su rostro. No tenía ningún golpe, aunque si un pequeño rasguño en su mejilla, pero este era casi invisible.


“Logan, campeón, ¿qué paso?” pregunte alarmado, quería observar el resto de su cuerpo, cerciorarme que todo estaba bien, pero él no me dejo, pegándose a mi pecho. “¿Que te paso?”

 

El niño tosió un poco de tanto llorar, escondiendo su rostro un poco. “Solo…sniff, sniff, solo quería ir con mis amigos…” Me dijo bajito, “Perdón…”

 

“¿Y fuiste con ellos?” pregunte bajito, abrazándole protectoramente.

 

“Perdón…” Volvió a decir, sonando vulnerable. Mi mente haciendo mil y un escenarios.

 

“¿Con quién estuviste, Logan?”

 

“Con ellos,” Me dijo, moviéndose un poco en mi regazo, pegándose aún más a mí. “Mathew, Carlos, y Anael.” Me respondió, dándome los nombres de sus tres amigos más cercanos.

 

“¿Dónde fueron?”

 

Aquí el niño se encogió, como queriendo hacerse más pequeño, pero respondió. “Fuimos al viejo puente de trenes.Me dijo, haciendo que me hirviera un poco la sangre, ese lugar no solo era sumamente peligroso, pero también estaba prohibido por ley. La altura era un tanto aterradora, además de que la madera, con el pasar de los años se podría.

 

“Lo que hicieron no solo es ilegal, Logan, pero peligroso.” Le regañe, mi voz volviéndose dura.

 

“Lo se…perdón.”

 

“¿Estuvieron solos todo el tiempo?” No podía dejar de pensar que algo pudo haberles pasado.

 

“No…el hermano de Anael nos encontró. Su teléfono tiene GPS. Le pego a Anael frente a nosotros.” Me dijo, sonrojándose, “Y luego nos dijo que si nos volvía a encontrar allí nos daría a nosotros también. Después nos llevó a comer y nos dijo porque es tan peligroso ir allí.”

 

Mis temores no eran más que temores, y eso me hizo que me calmara un poco. Bese la cabeza de Logan, dándole gracias a Dios que estuviera bien. “Hiciste muchas cosas incorrectas hoy,” Empecé mi regaño, sintiendo como el niño se tensaba, “primero que todo, dejaste a Daniel solo en plena calle. Tu hermano no es tu responsabilidad, lo hemos hablado muchas veces, pero si espero que si te pido te quedes con el obedezcas.” Le regañe, alejándole un poco para poder verlo cara a cara.

 

“Pero él está bien…” Murmuro y al ver mi ceño fruncido, bajo el rostro y asintió. “Perdón…cuidare de él.”

 

“Me preocupe mucho cuando no llegaron a la hora, Logan. Daniel no solo vino tardísimo, vino solo. Te llame al móvil una y otra vez, y colgaste cada una de mis llamadas.” Su rostro se endureció un poco, pero no dijo nada. “Como no eres responsable para contestar las llamadas, que es el principal motivo por el que te di ese móvil me quedare con él por las próximas semanas.” Por supuesto mis palabras no fueron bien recibidas.

 

“Pero…y si algo nos pasa camino a casa?”

 

Chico inteligente. “Estaré allí para ayudar.” Le dije simplemente, “Mientras tenga tu teléfono, iré a dejarlos y a traerlos todos los días.” Arrugo su naricita en desdén, pero no dijo más. Sabía que la mayoría de los niños usaban el transporte de la escuela, solo los más pequeños dependían de sus padres todavía, pero realmente no podía confiar que Logan no volvería a hacer una de las suyas nuevamente…además de que quería enseñarle que la confianza se ganaba.

 

“Me…me vas a pegar?” Me pregunto con un hilo de voz.

 

Lo pensé por un corto momento, observándole atentamente antes de asentir. “Me desobedeciste, te dije que tenías que venir a casa después de clase y fuiste con tus amigos. No solo eso, pero fuiste a un lugar que es en extremo peligroso, y aunque no supieran que tan peligroso es, saben que es prohibido ir allí.” Creí se opondría como las veces anteriores, pero esta vez solo asintió y me vio como quien espera instrucciones. Así que, aprovechando que solo le protegía una toalla, le tumbe sobre mi regazo y le sobe la espalda, antes de subirla como si de un vestido se tratase.

 

Logan se removió, pero no dijo nada. Sin más preámbulo deje caer mi mano repetidas veces, cubriendo toda aquella desprotegida retaguardia. No dije nada durante el castigo, todo lo que tenía que decirse ya se había dicho.

 

Al terminar su traserito lucia rosa. No era el peor de los castigos que le daba, pero tampoco el más leve. Aunque no nos tomamos más de diez minutos en algún punto habíamos dejado caer la toalla. Sobándole su adolorida retaguardia, tome a Logan en mis brazos. Le abrace y le bese, meciéndole mientras lloraba, asegurándole que estaba perdonado.

 

Una vez se calmó le puse de pie frente a mí, y al verse desnudo se ruborizo completamente. “Toma.” Le dije con una sonrisa, “No te preocupes…no vi nada.” Le asegure, guiñándole el ojo. Para mi alegría, el me sonrió, tomando su calzoncillo de mi mano.

 

“Si viste.” Me acuso, vistiéndose mientras yo tomaba su pijama.

 

“Como puedes asegurarlo?” Le chinche, “No soy un mirón.”

 

“Eres malo.” Me dijo con un puchero, haciéndome reír.

 

“Y tu adorable.” Le dije simplemente, abriendo el pantalón para que pasara uno de sus pies.

 

Logan se apoyó en mis hombros, permitiendo que le ayudara. “No soy adorable!” Se quejó, “Soy un hombre y los hombres no somos adorables.”

 

“Bien, mi hombrecito,” le chinche, “tienes que lavarte los dientes, y a dormir.” Aunque mi tono era alegre, los ojos de Logan se humedecieron inmediatamente.

 

“Que?” Pregunto, viéndome como si le estuviera torturando. “¡Pero apenas son las ocho!”

 

“Si, y tú has tenido un largo día.” Le dije, poniéndole la camisa e insistiendo para que pasara sus brazos por las mangas.

 

“¡No quiero dormir!” Se quejó, dejando salir sus lágrimas. “No es justooooo….¡mis hermanos están viendo tele! ¡Yo también quiero!”

 

No dije más, simplemente le tomé del brazo y le guie al baño. “Vamos. Dientes.” Le insistí una vez dentro, tomando su cepillo.

 

“¡Dijiste que tenía que comer!”

 

Levante una ceja, observándole por un momento. “¿Tienes hambre?”

 

Se debatió entre decir la verdad o una mentira, y creo que encontró una buena salida. “Dijiste que tenía que comer…es tu palabra.”

 

Niño inteligente. “Tienes razón. Dije tenías que comer, aunque tu dijiste ya habías comido.” Le recordé, como si estuviera analizando una gran ecuación. “Bien, iré a buscar comida para ti. Y si no te la comes toda, si no acabas con ese GRAAAN plato de comida tendré que volver a castigarte.” Una amenaza vacía, pero él no lo sabía. Sus ojos se abrieron como platos.

 

“¡Nooooo!” Gimió, tomándome del brazo cuando hice parapetas de salir del baño. “¡¡Nooooo…Gaaabrrriiiiiieeeeeel!! Nunca mi nombre había sonado tan irritante ni largo.

 

“Logan, dime la verdad, campeón. Sin mentir.” Le advertí, con voz seria. “¿Tienes hambre?”

 

No respondió, simplemente bajo la mirada, limpiándose la nariz con el dorso de la mano y haciéndome arrugar la nariz un poco en asco. “No.” Dijo al final con voz bajita.

 

“Gracias por decirme la verdad,” le sobe el cabello, queriendo que entendiera no estaba molesto. “Ahora, vamos. A lavarnos los dientes.” No le di el cepillo, viendo que no se movía ni levantaba la vista. Tomé la pasta de dientes y le puse un poco, para luego tenderle el cepillo.

 

Logan no se movió, simplemente lo observo y luego levanto la vista viéndome con ojos suplicantes. “Estoy a punto de lavarte los dientes yo mismo, Logan.” Le advertí con tono suave y cansado.

 

“No quiero dormir.” Me dijo simplemente, sin hacer por tomar el cepillo.

 

Suspirando, tomé su quijada con suavidad y puse el cepillo frente a su boca. Era un proceso que se había vuelto familiar en los últimos meses. Tenía que hacerlo con Daniel casi todas las mañanas, ya que si lo dejaba a el hacerlo por si solo se tardaba mínimo unos veinte minutos, y si lo dejaba hasta cuarenta minutos.

 

Nunca me hubiera imaginado que me volvería un experto lavando la boca de un niño. Creo que si algo estaba aprendiendo era que al ser padre ya nada debía de sorprenderme. Tampoco me imagine que terminaría vistiendo a mi hijo de catorce, ni forzándole a lavarse los dientes y henos aquí.

 

Al final abrió la boca y se dejó hacer. En algún punto le quise dar el cepillo para que el siguiera y lo único que hizo fue devolvérmelo. Fue allí que decidí que, si eso era lo que el quería, lo haría.

 

Le lavé los dientes como hacía con Daniel y una vez terminado le guie de vuelta a su cuarto. En el camino empezó a arrastrar sus pies, y ya casi al llegar fue como el típico video de perrito, donde el dueño le jala la correa y lo único que el animalito hace es caer como peso muerto.

 

Logan no se dejó caer, pero definitivamente dejo de moverse, viéndome con ojitos grandes y tristes. Como en los videos de los perritos, no sabía si hacerle una caricia para llevarlo al destino o simplemente darle un empujón para poder llegar.

 

Al final decidí que haría algo entre ambas cosas. Le daría una caricia y le ayudaría a llegar, o más bien le haría llegar. Me acerque a él, y sobando su bracito, lo cargue como si fuera un saco de papas, del mismo modo que lo había tomado aquella noche que cambiaría nuestras vidas.

 

“No quiero dormir.” Me dijo con voz triste, pero no le dije nada. Llegando a su recamara, le deje caer sobre la cama.

 

“Me quedo contigo hasta que te duermas.” Prometí, quitándole sus pantuflas y arreglando las cobijas. Esto pareció bastar, porque por la siguiente media hora me encontré acostado a su lado, sobando su espalda con Logan profundamente dormido acurrucado a mi lado.

 

Tendría que retirarme dentro de unos minutos para acostar a Daniel y luego a Lautaro, pero por los momentos disfrutaba de estar con Logan, quien de un tiempo para acá se alejaba un poco más de mí.


No podía darme el lujo de pensar negativamente. Los papeles ya se estaban tramitando, y pronto tendría la custodia temporal de los muchachos, y si todo saldría bien en menos de un año podría apelar a la adopción. Además, tenía las esperanzas de que al día siguiente obtendría el perdón de Paula.

 

Si todo salía bien, y eran sus esperanzas, podrían ser una familia los cinco, y nadie los separaría nunca.

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