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Segunda Oportunidades
Autora: Gabi
Capitulo 19, De Guías y Consejos
No
sé bien cuanto tiempo estuve parado en aquel pasillo, reviviendo una y otra vez
aquella equivocación fatal que tuve con Paula.
¿Cómo
había sido tan estúpido de llamarle Mary? Y peor aún, después le había dicho
que ella solo era mi mesera. Si esa mujer se volvía acercar a mi realmente era
una santa. Cualquier otra ya me hubiera mandado a comer excremento. Estaba
completamente inmerso en mis pensamientos, insultándome mentalmente y realmente
odiándome cuando el llanto de Daniel y los gritos de Logan me hicieron darme
cuenta que no podía pensar en mí.
Baje
rápidamente para encontrar a un fúrico Logan peleando con un lloroso Daniel,
quien trataba de alcanzar algo que el mayor mantenía elevado en el aire.
“Bueno, bueno, ¿qué pasa?” Pregunte solo para ser ignorado, mientras
Logan trataba de empujar a Daniel y Daniel por su parte se empeñaba en alcanzar
aquello.
Suspire,
sabiendo que si no intervenía las cosas podrían terminar mal. Camine hasta
ellos y quite lo que sea que Logan sostenía, que no era más que el mando del
televisor, llamando así la atención de ambos, “¡Oye!” grito Logan, justo al
mismo tiempo que a Daniel se le iluminaron los ojos.
“¡Paaapii!” Me grito, “¿Me lo das?” Este niño si sabía bien cómo manejar a todos.
“No.” Le
dije simplemente, volteando a ver a Logan que estaba enfurruñado. “¿Terminaste
tus tareas?”
El
niño rodo los ojos, cruzándose de brazos. “Puedo
hacerlas luego, ¡no son ni las cuatro de la tarde!”
“No, las haces ahora y luego te puedes divagar.” Le ordene.
“¡No es justo!” Grito,
sus ojos aguándose, “¡Yo estaba aquí primero y
Daniel vino a molestar! ¡¿Porque él puede ver la tele y yo no?!”
Antes
de poder contestar, Daniel le saco la lengua bufándolo.
“¡Daniel!” Regañe, viendo como el más pequeño se sonrojaba y me volvía a
ver con ojitos de cachorro inocente. “Daniel
tampoco va a ver la televisión,” Le dije, “Porque
si no mal recuerdo, alguien también tiene tareas.”
Como
toda respuesta, Logan sonrió y le saco la lengua al menor, antes de salir
corriendo a su habitación donde le gustaba hacer sus deberes. No pude evitar
rodar los ojos ante esto, pero apague la televisión y deje caer el mando sobre
la mesa.
“Papi…¿puedo ver la tele mientras hago mis tareas?” Volteé a ver a Daniel y no
pude evitar sonreír. Realmente este pequeño nunca se rendía.
“No.” Le
dije, tomándolo en brazos para ir a la cocina.
La
tarde paso algo rápido, Marcos no soltaba el teléfono, aparentemente peleando
con Viviana, mientras que Lautaro despertaba por ratos para llorar. Le dolía la
garganta y el cuerpo, y cuando despierto no quería separarse de mi lado, por
otra parte, trataba de mantener a los demás alejados para que no se
contagiaran, pero se me dificultaba, ya que Daniel, al ver mal a su hermano, se
ponía lloroso también, como si de alguna forma le afectara.
Horas
más tarde por fin le había dado de comer a todos, incluso pude hacer que
Lautaro se tomara un cuarto de su plato de sopa, por lo que me di por
victorioso.
Creí
que acostarlos sería fácil, con Daniel no me costó nada, y Lautaro había estado
en cama desde que llegue del doctor con él, pero aparentemente decirle a un
chico de catorce que era hora de ir a la cama era un pecado, en especial frente
a su primo.
“Logan, hora de ir a dormir.” Le dije tranquilamente, saliendo de la cocina
donde había terminado de limpiar y dejar los almuerzos del día siguiente
listos.
Marcos
ni se inmuto, pegado a la pantalla de su celular. Logan, por otra parte, abrió
los ojos en grande, dejando de ver la película. No era una de las películas que
dejaba ver a Daniel o Lautaro, pero Logan era ya mayor y tampoco podía privarlo
de todo. “No tengo hora de dormir.” Me
informo, haciéndome levantar una ceja.
“Ya veo, no me llego el memo.” Le dije, cruzándome de brazos. “A la cama.”
“No, gracias.” No
podía creer ni las palabras ni la candidez con la que me hablaba, como si en
vez de una orden le había ofrecido un vaso de agua. “No tengo sueño aun, y la
película esta buena.”
Sentía
como mi enfado empezaba a crecer, así que me apreté el tabique de la nariz con
dos dedos, poniendo mi otra mano en la cadera. En ese momento no me di cuenta,
pero era la típica imagen de padre enojado del cual se hacen memes y chistes…o
una imitación de Michael enojado.
Creo
que fue esto último que hizo reaccionar a Marcos, porque antes de poder
replicar el chico hizo un show de estirarse, bostezando. “Ya es algo tarde,”
dijo al aire, aunque apenas serían las 10 de la noche y sabía que por lo
general se acostaba pasadas las once. “Creo que mejor nos vamos a la cama…la
película la podemos ver mañana.”
Le
tire a Marcos una mirada de agradecimiento, pero Logan no lo tomo por lo que
era. Miro a Marcos con asombro y traición, y luego me fulmino con la mirada. “¡¿Por qué tienes que arruinarlo?!” Me grito,
acabando con la poca paciencia que ya tenía, “Ya te dije que me duermo cuando
quiera.”
“Uno.” No
era la primera vez que contaba, y ya los tres niños sabían que si llegaba a
tres no les iba muy bien a sus traseros.
La
cara de Logan se tornó roja, levantándose del sofá y caminando a las gradas sin
mediar palabra, mientras que Marcos trataba de no reírse. “¿Yo también me tengo que ir a la cama?” Me
pregunto, volviendo a acomodarse, pero sin tomar su móvil.
Me
sonreí con ironía ante sus palabras, tomando una pose más relajada, “No, creo
que eres lo suficiente mayor para saber cuándo dormir.” Le dije, encogiéndome
de hombros y tomando los zapatos que Logan había dejado tirados junto al sofá.
“Sabes, Logan no es un bebé tampoco,” Me reprocho Marcos, acomodándose aún más para
quedar completamente tumbado y volver a usar su móvil, “Tiene
catorce, no tres.”
“Gracias por la información,” le dije, cerciorándome que las ventanas y
puertas estuvieran con llave, “no me había dado cuenta.”
Marcos
rodo los ojos, viéndome algo molesto, “Me refiero a
que le da pena lo trates así frente a otros.”
Me
quede unos instantes pensando en lo que Marcos me decía. Era cierto, trataba a
Logan diferente a como había tratado a Marcos a esa edad, pero la diferencia
era que uno era mi sobrino y el otro mi hijo. Trataba de darle su espacio, pero
tampoco estaba dispuesto a darle toda la libertad del mundo. Recordaba la
semana del demonio que habíamos pasado, había aflojado mis riendas sobre los
niños y habíamos terminado sufriendo todos.
No
le dije nada a Marcos al respecto, terminé de hacer mis rondas y antes de subir
solo le pedí no se desvelará tanto. Al subir me encontré con que la luz del
cuarto de los niños seguía prendida. Por lo general revisaba si Logan estaba en
cama después de pedírselo, dándole un beso de buenas noches, pero para entonces
por lo general tenia las luces apagadas y estaba en su camita.
Al
entrar a la habitación encontré a Logan sentado en el suelo con su móvil,
enfurruñado completamente, puchero incluido. “¿Te
lavaste los dientes?” Pregunte, acercándome a Daniel que dormía
profundamente, su dedito en la boca y su peluche en brazos.
Logan
no respondió, incluso moviéndose para darme la espalda. Decidí que lo mejor era
no responder con palabras, pero con acciones. Camine hacia él y le quite el
teléfono, ignorando su audible protesta. “¡Dámelo!”
Demando, “¡Es mío!”
“Por ahora se queda conmigo.” Le dije, poniéndolo dentro de mi bolsillo.
Inmediatamente
se puso de pie, cruzándose de brazos. “¡¿Porque?!
No es justo, ¡es mío!”
“No lo vas a necesitar mientras duermes. Mañana te lo entrego,
pero síguela y te lo doy en una semana, jovencito.” Le regañe, acomodando las sabanas de la cama
de Lautaro para acostarlo.
La
amenaza pareció funcionar, ya que no dijo nada, aunque zapateo un poco. Lo
ignore, terminando de acomodar las sabanas y almohadas para él, además de meter
los libros en su mochila que había dejado tirados en la mesa.
Esperaba
que se metiera a la cama por el mismo, pero no era así. Me pregunte por un
instante si Marcos tenía razón, tal vez debería de tratarlo como un adolescente
y no como un niño pequeño. Con esto en mente, decidí dejar que él se acostara
por sí solo.
“Bien, ve a la cama, mañana tienes que ir a la escuela.” Le dije, dándole un beso en la
frente antes de salir de la habitación.
Creí
que ese sería el fin de un largo día, o por lo menos eso esperaba. Al entrar a
mi habitación, Lautaro estaba profundamente dormido, acostado sobre su estómago
tranquilamente.
Me
acerque a él y toque su frente que estaba un tanto caliente. El médico me había
advertido que era posible la fiebre le durara por uno o dos días, así que no me
preocupe mucho. Después de hacerle una caricia en la espalda, me cambie de
ropa, poniendo el móvil de Logan junto al mío.
Una
vez me acosté no pude evitar pensar en lo que había pasado ese día. Jamás
hubiera imaginado que Daniel fuera nieto biológico de los Gullier. Físicamente
no se parecían en nada, y tampoco en su forma de ser. Daniel era uno de los
niños más alegres y dulces que yo conocía.
Sabía
que Gullier Jr, como quiera que se llamara, no sabía siquiera de la existencia
de mi hijo, pero el hecho era que me preocupaba sobremanera. Dudaba que John
Gullier quisiera quitarme a su nieto, ni siquiera lo aceptaba como tal, pero
debía hablar con Henry acerca de esto cuanto antes.
Pensando
en eso me levante y tome mi teléfono, escribiéndole un rápido mensaje para
decirle que había aparecido el padre biológico de Daniel…o más concretamente
sus abuelos biológicos. Dado la hora, termine prometiéndole que le llamaría al
día siguiente por la mañana para explicarle concretamente.
Al
terminar el mensaje me quede viendo la pantalla, preguntándome si debería de
escribirle a Paula, pero decidí mejor no hacerlo. ¿Qué diablos podría decirle
por un mensaje? Conociéndome, capaz y metía mas la pata y terminaba por poner
dinamita en la tumba que ya había cavado.
Tire
el teléfono junto al de Logan y me pregunte si el niño finalmente se había
acostado. Eran pasadas las once de la noche, y por lo general a esta hora ya
estaba más que dormido.
Fui
al cuarto de los chicos y la luz seguía prendida. Sentí mi sangre hervir. Si
ese niño seguía despierto dormiría con un traserito muy calentito. Entre de
golpe, queriendo que Logan sintiera mi enojo, pero inmediatamente me sentí como
un idiota. Daniel no era el único dormido en la habitación. Logan también, pero
en vez de estar en la cama, se había quedado dormido en el suelo, y por las
marcas en su cachete era evidente había estado llorando.
Suspire,
acercándome a mi niño e impulsándole por las axilas lo tome en brazos. No solo
estaba más alto, pero ya pesaba bastante, por lo que tuve que hacer un esfuerzo
monumental para no soltar un gruñido. Si seguía así no podría cargarlo más, mi
pierna realmente lo resentía.
No
tenía que ir mas allá de dos pasos, así que le acosté sobre la cama y le quite
sus pantuflas, dejándolas caer en el suelo. “Realmente
tienes que hacer todo difícil, ¿no?” Le pregunte, sabiendo que no
obtendría respuesta. Logan simplemente se acomodó mejor, entreabriendo un poco
sus ojos. “¿Sabes que te amo, hijo?” le
pregunte, aunque era obvio que estaba más dormido que despierto, ya que
rápidamente cerro sus ojitos y siguió durmiendo.
Le
termine de acomodar, tapándolo bien y dándole un beso en la frente. “Que duermas bien, campeón.” Le susurre, sobando
su espalda antes de levantarme.
Finalmente,
agotado y casi a media noche me acosté en mi propia cama, cerrando los ojos y
esperando que el día siguiente llegara rápido. Claro, los deseos y las
realidades no son las mismas. Di vuelta en la cama varias veces, tratando de
conciliar el sueño hasta que decidí enfocarme en la respiración de Lautaro,
cuando por fin logré dormirme.
No
hay sonido más horrible que el de un despertador. No pude evitar suspirar,
quería llorar. Deseaba que fuera domingo para poder quedarme todo el día en la
cama, pero no era posible.
Lautaro
estaba acostado sobre mí, su carita escondida en mi cuello. Sonreí, pero luego
como pude le moví para que quedara tumbado sobre la cama. Puse una almohada a
cada lado de Lautaro y luego le tapé con la manta. Lautaro, al igual que
Daniel, solían tener facilidad para rodar hasta la orilla y caer al suelo.
Al
llegar a la cocina me sorprendí de encontrar a Logan ya despierto, estaba
desayunando junto con Marcos, riendo acerca de algo que el mayor le contaba. “Buenos días,” salude con alegría, contento de ver
a mi niño tan tranquilo.
“Buenos días, tío.” Me dijo Marcos con alegría, tendiéndome una taza de café.
“Veo que aprovechas,” Le dije con complicidad, apuntando a la que él tenía en sus manos.
“En tiempos malos medidas extremas.” Me dijo, haciendo como si brindara.
“Ey, campeón, ¿quieres traerme mi móvil?” Le pregunte a Logan, “Esta
junto al tuyo, así aprovechas a traer ambos y a guardar el tuyo en la mochila.”
La sonrisa que mi niño me dio me hizo sentir como un héroe, más aún cuando
salió corriendo a tomar su teléfono.
Escondí
mi sonrisa en mi taza, girándome para hacer un desayuno rápido para Daniel
quien había dicho podía vestirse solo por hoy, prácticamente indicando que mi
presencia más que ayudarlo le estorbaba.
“¿Sabes a qué hora vienen?” El tono triste de Marcos llamo mi atención,
haciéndome girar. Nunca lo había visto tan derrotado ni abatido, no parecía el
mismo chico alegre que siempre era.
“Durante la mañana.” Le dije tranquilamente, “Imagino que
almorzarán aquí y luego se irán a casa.”
Marcos
asintió, limpiando una lagrima que salía de su mejilla.
“Viviana rompió conmigo.”
Levante
ambas cejas, sentándome frente a él. “¿Que paso?”
“Paso que cree que mamá tiene la razón.” Me dijo con odio en su voz, su mirada
tornándose completamente dura, “Que cree que talvez
debamos esperar hasta que esté en la universidad para ver si es lo correcto,
que cree que mi relación con mis padres debe ser más importante que la mía con
ella. Que al final mamá gano, me quería ver en mi habitación, pues lo tendrá,
pero una vez me mude jamás volveré a casa.” Me prometió, dejando su taza
vacía sobre la mesa y levantándose de ella.
Quise
ir tras él, pero al ver la hora me di cuenta que si no hacía que Daniel
desayunara llegarían tardísimo a la escuela, así que tomando los platos vacíos
de Logan y Marcos los puse en el lavaplatos y subí a buscar al menor de mis
niños.
Marcos
se había metido a su habitación, seguramente queriendo estar solo, y aunque
quería hablar con él, la verdad era que el tiempo apremiaba y tenía a dos niños
que mandar a la escuela y uno al que darle medicina.
Enviar
a Logan y Daniel a clases no fue nada difícil, era algo a lo que ya estaban
habituados. Despertar a Lautaro para que tomara medicina era otra cosa. En
cuanto abrió sus ojitos, que estaban apagados y tristes solto un lloriqueo que
casi me pone a mi a llorar.
Se
agarraba su garganta, dándome a entender que le dolía. Fue bueno que todo era
líquido, y aun así rehusaba a tomarla. Al final logre que tomara la dosis solo
para que se volviera a quedar dormido. Eso me tomo media hora, y todavía tenía
mil cosas por hacer.
Trabajar
desde casa no era lo mismo que trabajar en el sitio, más cuando era algo de
construcción. Aproveche para hacer los pedidos que teníamos pendientes, revisar
los contratos de ciertos empleados que necesitaba, y para hacer ciertos
trabajos de escritorio que muy pocas veces tenía tiempo de hacer. Todo esto
tomando tiempo para revisar a Lautaro que se mantenía entre despierto y dormido
todo el tiempo, como me había dicho el médico.
Cerca
de las once de la mañana Marcos me busco para ver en que podía ayudarme. La
alegría que había mostrado antes se había evaporado por completo. No sabía cómo
hablar con él, no era bueno para eso, así que simplemente me dedique a
explicarle lo que hacía y para qué era cada cosa.
Se
miraba interesado, pero la tristeza era casi palpable. No teníamos ni media
hora cuando tocaron a la puerta. Sabíamos bien quien era, y si la rigidez de mi
sobrino no me lo diría, la voz inconfundible de Melissa si lo era.
Michael
se miraba tan demacrado como Marcos, se notaba no había dormido bien por las
grandes ojeras que llevaba, ni tampoco estaba nada contento, aunque su mirada
se suavizo al ver a su primogénito.
Melissa
no se quedaba atrás. Sus ojeras estaban muy marcadas, y no era la mujer alegre
y esporádica de siempre, parecía más una adolescente que no sabía bien que
hacer. En cuanto abrí la puerta lo primero que hizo fue ver a su hijo, que
seguía con la mirada al suelo.
Aunque
saludaba a Michael con un rápido abrazo, pude ver como Melissa parecía dudarlo
por un segundo, pero después pareció pensarlo mejor y camino hacia Marcos y le
dio un gran abrazo. No me sorprendí en ver que Marcos se quedaba estoico, no le
devolvió el abrazo, no hizo nada por dar entender que la mujer frente a él era
su madre. Aunque era mucho más alto que ella, de alguna forma se las ingenió
para no tener que verla a los ojos.
“Marcos-“ la
voz de Michael rompió el silencio que inundaba aquel lugar, y me sentí
agradecido. La tensión era tan pesada que hasta dificultaba respirar, pero eso
solo sirvió para hacer estallar la bomba que Marcos había mantenido suprimido.
“Te odio.” Le
dijo a su madre, haciendo que todo el color del rostro de Melissa
desapareciera. Pude sentir como Michael se tensó, y lo entendía, pero teniendo
el conocimiento que tenía, sabía que Marcos tenía un punto de validez.
“Marcos…” La
voz de Melissa se quebrantó al decir su nombre, y pude ver como trataba de
mantenerse fuerte ante tales palabras, aunque era evidente que el muchacho
estallaría en cualquier momento, Marcos estaba temblando. Melissa dio un paso
hacia él, pero el simplemente se alejó, dejando sus lágrimas caer.
Michael,
que hasta entonces se había mantenido quieto y callado, camino rápidamente
hacia él y lo atrajo en un fuerte abrazo. Marcos se aferró a su padre como
cuando era pequeño, llorando de una forma que nunca lo había visto, como si su
mundo entero se había venido abajo y lo único que le quedara fuera su padre.
“¿Papi?” La
voz de Lautaro me asusto, paradito por las gradas y con ojos acuosos, viendo a
su primo con suma preocupación.
“Hola, campeón,” Le
salude con una sonrisa, tomándole en brazos como usualmente hacía con Daniel y
acomodándole en mi cintura. Su fiebre permanecía, además de que podía sentir su
piel un tanto sudada.
“¿Marcos está bien?” me pregunto preocupado, mientras se acurrucaba contra mi pecho, su
voz ronca y quebrantada.
“Si, pequeño,” Le
dije, dándole un beso y sobando su espalda, “Marcos
va a estar bien.”
Aunque
parecía no parar de llorar, Michael lo había llevado al sofá donde se habían
sentado, con Marcos todavía aferrado a su padre. Sabiendo que necesitaban
tiempo a solas subí las gradas con mi pequeño, pasando por su cuarto para sacar
una nueva pijama y ropa interior. No pensaba darle un baño, pero talvez
cambiarlo y limpiarlo lo haría sentir mejor.
“¿Cómo te sientes?” Le pregunte, sentándole en la cama y poniendo su ropa a su lado.
“Me duele,” Me
dijo, tocando su garganta y viéndome con un puchero. Era de esperarse, a decir
verdad, por lo que no me extraño.
“Ya se te va a pasar,” Le dije, ayudándole a quitarse el pijama y tomando algunas de las
toallitas húmedas. Deje que él se limpiara solo, dado que tampoco era un bebe y
era obvio quería hacerlo por sí mismo.
Quince
minutos después estaba limpio, no era como un baño regular, pero tampoco quería
que pasara tanto tiempo mojado. Le había puesto talco en todo el cuerpo y ahora
estaba nuevamente con otro de sus monos y viendo Los Increíbles en la
televisión.
Necesitaba
buscar el almuerzo para el niño, pero tampoco quería interrumpir lo que
probablemente sería una larga charla con Marcos y sus padres, pero no podía
dejar a mi hijo sin comer tampoco.
Sintiéndome
un intruso en mi propia casa bajé cuidadosamente las gradas, pero me encontré a
Melissa sola en la sala. Estaba llorando, con sus codos en las rodillas y su
rostro escondido en sus manos. No sabía dónde estaban Marcos ni Michael, pero
por el silencio supuse que habían salido.
Más
que mi hermana, Melissa había sido como una madre para mí, y si algo había
aprendido en los últimos meses, era que los padres estaban lejos de ser
perfectos. “Ey.” Le salude, sentándome a su
lado y poniendo una mano en su hombro.
Ella
no me dijo nada, solo levanto su vista y me trato de sonreír, pero supe que era
más falsa que promesa de político. La atrape en un fuerte abrazo, dejando que
esto hablara por mí y le dijera no solo el amor que le tenía, pero que todo estaría bien. “¿Tan mala madre soy?” Me pregunto,
limpiándose las lágrimas, “Solo quiero lo mejor para ellos…”
“¿Y qué es lo mejor para ellos?” le pregunte, quitando el mechón de cabello de
su frente. “Realmente, Meli…Marcos no es un bebé ni
un niño pequeño…dentro de unos meses legalmente será mayor.”
“Perdí a mi hijo…” No pude evitar, pero rodar mis ojos, mi paciencia tampoco era tan
grande.
“No lo perdiste…pero estas a punto de.” Me sincere. “¿Qué diablos pensaste que lograrías tratándolo así?”
“Nunca lo he maltratado.” Se defendió, limpiando sus lágrimas y viéndose
alarmada.
“Le castigaste por no ordenar su cama.”
“Querer que haga las cosas bien no es maltrato.” Se defendió, haciéndome rodar
los ojos nuevamente y levantándome para ir a la cocina. Mi hijo esperaba y no
quería se volviera a quedar dormido sin comer. Despertarlo era toda una odisea,
más si sabía que debía tomar medicamento luego.
Melissa
se levantó para seguirme, y al verme sacar la sopa que Paula había preparado la
noche anterior saco un plato para que pudiera servirle al niño. “No querías que hiciera las cosas bien…solo querías
evitar que viera a Viviana.”
“¿Y me puedes culpar?” Se defendió, aunque podía ver la duda invadirla. “Esa niña no tiene quien la guie, hace lo que quiere
cuando quiere…no sé qué mañas pueda tener o en qué cosas este metida.”
Sus
palabras fueron como un cuchillo perforándome. No pude evitar dejar caer el
tupperware donde estaba la sopa con algo de fuerza.
“Te das cuenta de la reverenda…ni siquiera tengo palabras para decirte.” Le
espete, reteniéndome de darle un golpe, recordando que ante todo era una dama y
que Michael me mataría.
“Gabriel-“
“Eso es lo que piensas de mis hijos?” le espete, “Porque
te recuerdo, Logan paso trece años de su vida sin un padre o una madre…sin un
adulto que le guiara, que le dijera que era bueno o malo, sin que le dijera que
las drogas son malas, y pudiendo hacer lo que se le antojaba y quien sabe que
mañas aprendió de la mujer que le pario y de todas las alimañas con las que se
acostaba prácticamente frente a ellos.”
“Es diferente…” Me
susurro, aunque pude ver como la duda la invadía.
“Es exactamente lo mismo, y si piensas eso de Viviana, piensas eso
de mis hijos, y la verdad, han tenido suficientes personas toxicas en su vida
para tener una más.” Sé
que mis palabras le dolieron, pero realmente esta mujer necesitaba despertar,
necesitaba darse cuenta que su actuar estaba mal y no era como que le iba a dar
un par de nalgadas tampoco.
Al
terminar mis palabras el microondas anuncio que la sopa ya estaba caliente, así
que simplemente la saqué del aparato aquel y la serví en el plato, poniéndolo
en un pequeño portaviandas para llevarle al niño.
Tomándolo
en mis manos me pare junto a ella, “Siempre fuiste
más que mi hermana, sabes que eres como una madre, pero realmente, tienes que
pensar bien y le debes una gran disculpa no solo a Marcos, pero a Viviana
también. Si quieres reparar la relación con Marcos el camino es a través de esa
muchachita. Si es realmente solo un capricho…el tiempo hará lo suyo, pero si no
lo es, no tienes el mas mínimo derecho de intervenir.” Con eso, me
agaché como pude y deposité un beso sobre su cabeza antes de subir y alimentar
a mi niño que gracias al cielo seguía bien despierto.
Dejé
la puerta abierta por cualquier cosa, pero rehusé salir de mi habitación, así
que me hice un hueco al lado de Lautaro luego de que termino de comer. Podría
llevar la charola y los platos a la cocina luego.
Lautaro
se quedó dormido antes de que la película terminara, y justo cuando estaba la
gran batalla en la ciudad, con la familia de superhéroes peleando por un
control remoto se asomó Michael por la puerta.
Le
veía tranquilo y relajado, aunque también cansado.
“¿Cómo sigue?” Me pregunto, caminando hacia la cama y poniendo su mano
sobre la frente de Lautaro.
“Ya mejor.” Le
respondí, estirándome un poco, “Le bajo la fiebre y
comió bien, así que lo veo como una mejoría.” Le sonreí, poniéndome de
pie y tomando la charola para salir de allí.
Michael
asintió y me siguió, apagando el televisor por mí.
“¿Marcos sigue vivo?” No pude evitar preguntar.
“Marcos está perfectamente bien.” Me dijo con una sonrisa, “Sé que lo que hizo no está para nada bien, pero por ahora no
necesita un castigo.”
“Wow.” No
pude evitar el tono socarrón, “¿Dónde estaba este
Michael cuando yo me escapé?”
“Gabriel, por favor, con un hijo celoso por hoy tengo suficiente,”
Me dijo, atrayéndome con algo
de brusquedad para plantar un beso en mi frente.
“Bueno…yo solo decía.” Le chinche, poniendo la vianda sobre la mesa y dejándola allí.
Luego me ocuparía de ella. “No seas tan duro con
Marcos…Melissa en parte lo acorralo a esto.”
Michael
no me dijo nada, solo me sonrió. “Eres un gran
hermano…y un gran tío, ¿lo sabias?”
“Me deberían de dar un premio…no sé, unas vacaciones pagadas o tal
vez un nuevo auto…con que me ayuden a reparar la piscina me basta.” Mis palabras, habladas en total
seriedad fueron tomadas por chiste ya que Michael solo se rio, tomando la
vianda de la mesa de la sala y caminando a la cocina.
“Vendremos a ayudarte con la piscina, puede que sea bueno que Marcos
y yo nos tomemos un tiempo para hacer cosas él y yo solos.” Me dijo, lavando el plato.
No
dije nada, solo asentí mientras sacaba una cerveza para Michael y otra para mí.
“¿Dónde esta Melissa?” Pregunte, algo que
había estado rondando mi mente.
“Hablando con Marcos.” Me dijo, “no sé qué le dijiste, pero parece que funciono, ya que
me dijo que hablaría con Viviana para ver si pueden resolver las cosas.”
“Qué bueno.” Le
dije, señalándole la lata y la silla mientras el estiraba la manta que había
usado para secarse las manos. “Por lo menos una
pareja feliz y tranquila.”
“¿Una?” me
dijo, levantando una ceja y abriendo la lata. “¡Hay,
Dios mío! Porque presiento que metiste las patas con Paula…”
No
dije nada, pero si arrugué la cara y le di un sorbo a mi bebida. “Necesito un consejo…” Le conté todo lo que
había pasado, desde que habíamos establecido una relación y que habíamos tenido
sexo…y que le había llamado Mary. En algún punto de la historia me había puesto
de pie y empecé a caminar por toda la cocina, de un lado a otro deseando tener
algo en mis manos y no solo una lata.
Michael
no dijo nada en todo el tiempo, pero me miro como esperando que continuara. “¿Hablaste con ella después?” Me pregunto,
viéndome con pesar.
“Si, ¡pero pareció empeorar las cosas!” Le dije, casi gritando.
“Gabriel…dime una cosa,” La voz seria del hombre me hizo voltear a verlo, frunciendo el
ceño, “¿qué le dijiste exactamente?”
“Pues…” como
admitirlo…Michael siempre me decía que dijera las cosas de frente, pero…era más
fácil aconsejar que hacer. “Ella…me pregunto que
era…para mi…”
“Y le dijiste que era tu novia.” Aseguro, asintiendo, pero ante mi silencio
solo levanto una ceja, “Aclaraste en algún punto
que era tu novia, cierto…déjame rectificar mis palabras, le pediste, como un
caballero, que fuera tu novia…”
“Pues…algo así…bueno…no en realidad…es más un no que un si…es
que…le dije…pues…es que es mi mesera…”
Michael
no dijo nada, solo me observo por unos minutos, luego con un dedo hizo el
clásico pedido de que me acercara. Con pasos cortos lo hice solo para que, de
un tirón, cuando ya estaba cerca, me hiciera inclinarme en la mesa y dejo caer
su pesada mano en mi desprotegida retaguardia.
PLAS
“¡EEEY!” Me
queje, tratando de levantarme, pero antes de poder lograrlo cuatro golpes más
cayeron, sacándome un quejido. “¡AY! ¡MICHAEL!”
“Es que, de verdad, ¡muchacho!” Me regaño, poniéndome de pie, pero
sosteniéndome por el brazo, “Era tu cabeza o tu
trasero, ¡y por tus hijos me voy con el trasero! ¿Es que no te enseñamos
valores? ¿Es que acaso no aprendiste a valorar a una dama como se debe?”
“Pero no tenías por qué pegarme.” Le dije casi con un puchero, llevándome una
mano atrás para sobarme, ¡que Michael tenía la mano pesada!
“¡Te debería de dar la versión completa!” Me amenazo, convenciéndome que lo mejor era
mantener la boca cerrada. “Dime una cosa, hijo, ¿la
amas?” Me pregunto, y ante esa pregunta no pude evitar que mis ojos se
aguaran, olvidando el maltrato antes recibido.
“Si.” Le
dije a Michael, “No…no puedo comparar el amor que
le tengo con el que le tuve a Mary…no puedo...son distintos, pero si te puedo
decir que amo a esa loca con todo mi ser. Quiero estar con ella, quiero que
este aquí quejándose, moviendo las cosas de lugar, ayudando con los niños, escondiendo
sus travesuras y regañándolos, quiero verla reírse y quedarse dormida…la amo,
Michael…simplemente, la amo.”
“¿Y porque no se lo has dicho?” Me pregunto, limpiando mis lágrimas como si
fuera un niño. “¿Porque no le has pedido que fuera tu novia?”
Suspiré,
sentándome de golpe y poniendo una mueca ante el leve dolor que sentí. “No creo que acepte…a este punto, creo que la perdí.”
Michael
se acercó, poniendo una mano en mi hombro, “Escúchame
bien, Gabriel, no es demasiado tarde, ¿hm? Estas a tiempo…ahora bien, si dejas
el tiempo pasar pueda que venga otro y la haga feliz y allí si te podría decir
que la perdiste.”
Asentí, sus palabras llegando a lo más profundo. No podía perderla, tendría que buscar la forma de ganarla de vuelta, de mostrarle que, aunque amaba a Mary, ella era mi pasado, pero Paula era mi futuro. Bien, ahora solo tenía que pensar en la mejor manera de hacérselo saber y rogar porque me escuchara.
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