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sábado, 19 de septiembre de 2020

Capítulo 3, Ayuda temporal tal vez




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   Segundas oportunidades
 Autora:Gabi 
  Capítulo:3 ayuda temporal...tal vez...


A las tres semanas siguientes el cambio de mi casa fue más notorio aún. Tanto Logan como Lautaro se habían realmente esforzado en el patio frontal. Habían quitado toda la maleza y ahora solo esperábamos que arribara la grama que había comprado. Lautaro había insinuado la compra de algunas flores, pero lo había ignorado por completo. En un par de meses estaríamos en invierno y la nieve estropeaba todo.

La verdad, Mary había sido amante de las flores y la naturaleza. El balcón de nuestro condominio había sido hogar de muchas plantas. Siempre había admirado el ahínco con el que las cuidaba, hablándoles dulcemente mientras las podía; contándoles con entusiasmo del nuevo fertilizante que había adquirido solo para “mis niñas” como cariñosamente les llamaba.

No, lo último que quería en mi jardín eran plantas o flores. La grama era más que suficiente.

Durante estas semanas habíamos adoptado una clase de rutina. Cuando ellos llegaron ya tenía el desayuno listo…que ahora incluía cereales de colores que podían ser todo menos sanos. Los tres niños se turnaban en lavar los platos y, para mi sorpresa, Logan había dicho un día que podría ayudarme con la cena. Creo que se preocupaba por la salud de sus hermanos después de dejar el pollo crudo por dentro y quemado por fuera.

En realidad, no sabía porque me preocupaba por prepararles la cena. Después de todo, antes de que ellos llegaran yo no me preocupaba por eso. Tal vez me preparaba un emparedado de lo que fuera y una cerveza. Eso era todo…ahora me encontraba con un vaso de leche o jugo de algún tipo y alguna comida sencilla que Logan y Lautaro cocinaban.

Pensando en los cambios que mi vida había tenido estaba cuando un suave, “¿Señor Bellucini?”, llamó mi atención. Voltee a ver a Logan, quien miraba su plato todavía lleno completamente sonrojado. 

Mentalmente me preparé para una batalla, ya que por lo general este niño solía ser tan sutil como cañón en tiempos de guerra. “Eh…sé que tal vez no hemos cobrado los gastos de la ventana,” empezó, tratando de sonar formal y fracasando miserablemente, “pero...verá…ya no puedo venir a trabajar.”

Levante una sola ceja ante esto y observe de reojo la reacción de sus hermanos. Mientras Daniel hacia un puchero y jugaba con los restos de su comida, Lautaro parecía estar a punto de llorar.
 “Y tus razones son?”

“Bueno…el Señor Guillier siempre me da trabajo en su granja…y tengo una semana para comprar los materiales de mis hermanos y míos…había ahorrado algo, pero…”

“Lo gastamos en dulces…” Soltó Lautaro, viéndose culpable.

“Logan no puede decir no.” Dijo Daniel seriamente.

Por alguna razón la idea de no verlos más me sentó mal conmigo mismo. De alguna forma extraña, tener a estos tres hacía más fácil olvidar el vacío que Mary había dejado. No dije nada y seguí comiendo, mi mente luchando con la decisión que ya sabía que iba a tomar.

Terminamos la comida y, a diferencia de noches anteriores cuando los niños limpiaban la cocina, decidí hacerlo yo mismo mientras ellos miraban una película en el reciente adquirido televisor. 

Me tomé más tiempo de lo usual, y cuando vi la hora eran pasadas las nueve de la noche. No sé porque todavía me sorprendía que Diana no se molestara en preguntar dónde estaban sus hijos a esas altas horas de la noche.

Me paré en la entrada de la cocina y la sala para observarlos. Daniel estaba profundamente dormido y Lautaro parecía estar a punto de seguir los pasos de su hermano, mientras que Logan estaba inmerso en la televisión. Inhale y exhale, sabiendo que una vez las palabras salieran de mi boca no habría vuelta atrás.

Realmente, esta era la oportunidad de volver a mi soledad y por un microsegundo estuve a punto de mandar mi alocada idea a la mismísima conchinchina…pero justo en ese momento Lautaro cabeceó, Logan se acomodó más y Daniel se acurrucó aún más y no pude.

“Es hora de que se vayan.” Susurre, llamando la atención de ambos hermanos mayores.

“Si.” Dijo Logan, poniéndose de pie e indicando a Lautaro que hiciera lo mismo, pero antes de que despertara Daniel me encontré tomando al pequeño en brazos.

No puedo describir lo que sucedió en ese instante. Instintivamente, Daniel se acurruco más contra mí haciendo que mi cuerpo entero se helara. ¿Cómo era posible que en tres semanas estos niños me hicieran sentir que volvía a la vida?

“Eh…yo lo puedo cargar.” Me dijo Logan, viéndome con confusión, mientras Lautaro luchaba por mantenerse en pie.

Aunque no fue mi intención ignore a Logan y me encamine a la puerta con Daniel en brazos. Había cargado de la misma forma a mis sobrinos cuando estaban cerca de esa edad y nunca había sentido lo mismo. 

Tratando de poner en orden mis sentimientos me di cuenta que quería seguir cargando a ese chiquillo que, igual que despierto, chupa su pulgar. Quería protegerlo de cualquier daño o mal, quería escucharlo reír, verlo correr, crecer.

Cuando llegamos a la puerta vecina me encontraba sumamente asustado por la intensidad de mis sentimientos. Prácticamente le tiró el niño a Logan quien tuvo que mantener el equilibrio. 

Logan no era un niño muy grande, ninguno lo era, y a pesar de la diferencia de edad le costaba sostener al pequeño en brazos. Sus ojos mostraban la confusión y desconfianza ante mi gesto, pero no me importó.

Me aclaré la garganta y, sin mediar palabra alguna, me encaminé a la salida, pero antes de cruzar el pequeño portón les dije, “Mañana a las siete. No quiero excusas.”

Sin volver mi mirada atrás caminé lo más rápido que pude a mi casa. Al entrar el ruido del televisor era mi única compañía. Realmente esperaba no equivocarme con lo que había decidido hacer.

Esa noche no pude pegar ojo. Después de dos horas de dar vueltas en aquel sofá mejor me levanté y decidí terminar con lo poco que me faltaba de la habitación principal.

Aprovecharía para comprar una cama y cualquier cosa que necesitara para poder ocupar aquella habitación. Al amanecer ya había terminado de pintar y me encontraba calentando la leche del desayuno. Cuarto para las siete tocaron la puerta principal y no pude evitar la pequeña sonrisa que se formó en mi rostro.

Cuando la abrí me encontré con los tres niños, Daniel y Lautaro se veían felices, pero Logan miraba a su alrededor nervioso.

“¡Buenos días!” Exclamó Daniel, entrando sin siquiera esperar mi permiso como era habitual y tirándose en el sofá. Lautaro vio a Logan nervioso y luego me sonrió y decidió hacerle compañía a Daniel, pero Logan…Logan se quedó parado en el porche, jugando con el ruedo de su camiseta.

“Si estás esperando una invitación para entrar, desde ahora te digo que no la tendrás.”

Logan sonrió un poco ante esto y pareció bastar para obtener el valor que buscaba. “Lautaro y Daniel seguirán ayudándole…pero yo realmente no puedo seguir.”

Suspire, realmente este niño era terco. “Entra. Vamos a desayunar y luego tenemos que irnos.” Ignoré sus palabras dándome vuelta y cojeando un poco a la cocina, pero satisfecho de que obedeciera.

Logan me siguió, observando en silencio. “¿Se golpeó la pierna?”

“No.” Dije sencillamente, sobando uno de los lugares donde me habían operado. Me había sobre esforzado durante la noche y ahora este era el resultado…un poco de dolor.


Poniendo los platos sobre la encimera me recordé a mí mismo que tal vez debería de invertir en una pequeña mesa para comer. Después de todo, estaba cansado de comer en el suelo y con el dolor de mi pierna una silla hubiera sido gratamente recibida.

Hay una tienda de muebles de segunda mano en el pueblo, ¿no?” Pregunte, terminando de servir y dirigiéndome al niño que me observaba en silencio. Este asintió sin decir palabra mientras se rascaba la cabeza. “Bien, necesito una mesa y otras cosas. Iremos allí por último.”

Aceptando los platos que le ofrecía, Logan agarro aire para decir, “Señor Bellucci…hoy no le puedo acompañar, pero Lautaro y Daniel saben dónde es.”

“Vamos a ir todos.” Zanjé, tomando los otros dos platos y caminando a la sala, sonriendo ante el entusiasmo habitual de Lautaro al ver su comida.

“Pero no puedo.” El gimoteo de Logan me recordó que, por mucha madurez y destreza que mostrará, no era más que un niño. 
"No veo por qué no.” Replique, sentándome en el sofá. Rehusaba comer en el suelo…que se sentara Logan. ¡Era mi sofá!

“El señor Gullier me va a estar esperando.”

“Pasaremos por donde el Señor Gullier y le diremos que gracias, pero ya tienes trabajo.”

“¡Pero ya di mi palabra!” Si pensaba que me iba a quitar del sofá estaba muy equivocado. No entendía porque seguía parado allí con plato en mano.

“Igual que me la diste a mí.” Dicte mientras le ayudaba a Daniel antes de que bañara mi sofá y pierna con leche.

“Pero-“

“Siempre dices que no te gusta trabajar para ese viejo,” Dijo Lautaro encogiéndose de hombros, “Mejor. Así que ya no tienes que ir.”

Interesante, pensé, mientras masticaba mi bocado y observaba a los dos hermanos. “Daniel, si llegas a botar esa leche…” amenace entre dientes.

“Pero…pero…necesito comprar los materiales.” Por un momento sospeche que las lágrimas de frustración estaban prontas a salir de los ojos de Logan.

Quitándole el plato a Daniel que finalmente había logrado su cometido de echarme un poco de leche encima, decidí sacar a Logan de su frustración. “De eso ya me encargare yo.” De reojo vi como sus ojos se agrandaban para finalmente tomar asiento en el suelo y empezar a desayunar mientras yo tomaba la mano de Daniel firmemente antes de que volviera a tomar su plato.

Nos tomó casi media hora salir, me había tenido que bañar nuevamente gracias a la leche que Daniel me había derramado y habíamos tenido que limpiar el sofá. Tal vez también debería de pensar en cambiarlo…después de todo esa cosa vieja tenía más resortes salidos que algodón.

Logan, quien iba sentado atrás junto a sus hermanos, no confiaba en ellos después de la última vez, me dirigió hacia la granja del mentado Señor Guiller.

Era una granja como cualquier otra, con gallinas correteando alrededor, el típico perro amarrado ladrando, y una vaca cerca comiendo grama. Al llegar una señora algo regordeta y despeinada salió de la casa mientras se limpiaba sus manos en el delantal.

Aparque y, antes de que los niños bajaron del auto baje yo. “Buenas…” dijo la señora viéndome desconfiadamente, pero al ver a Logan rodó los ojos, “Niño, llegas tarde. Mi marido está molesto contigo. ¡Te dijo que vinieras a las seis!”

“Señora Guiller?” Interrumpí antes de que Logan pudiera hablar, y poniendo una mano en el hombro de este, mientras que Lautaro y Daniel sacaban sus cabezas por la ventana abierta del auto para ver qué pasaba.

“La misma.” Dijo ella, “No me diga que apareció el papá de alguno de estos tres.”

“No. Soy su…vecino.” Estaba más que seguro que si buscaba la palabra vecino no encontraría ni la más remota similitud entre mis acciones y el significado. “¿Podría hablar con su esposo?”

“Está en el granero.” Antes de que pudiéramos ir al lugar, ella empezó a gritar el nombre de este quien salió a nuestro encuentro.

O este pueblo estaba lleno de clichés, o no sé en qué mundo vivía. Usando un overol de mezclilla, el hombre salió con las manos llenas de lo que parecía ser aceite mientras se limpiaba en un trapo sucio. “¡Mujer, pero qué alaridos!” reclamo, y luego vio a Logan. 

Su cara se transformó en una de furia, tirando el trapo aquel al suelo y encaminandose a este quien instintivamente se pegó a mí. “Debería darte la paliza de tu vida por llegar a estas horas!”

“Le pone un dedo encima, señor, y tendremos serios problemas.”

Ignorando mis palabras, el hombre se acercó a Logan, quien rápidamente se escondió tras mí. “¡Ven aquí, mocoso malagradecido!” 

Viendo la ira que el hombre brotaba, puse al niño tras mí y me cuadré ante el hombre. El hombre mayor pareció pensárselo. En una pelea era evidente quién saldría perdiendo, y aunque mi idea no era liarme a puños con el mundo por algún motivo que en ese momento ignore lo haría en un santiamén por defender a ese trío. “Disculpe…usted es?”

“Logan no trabajará más para usted.” Le dije secamente, “Queríamos informarle para que no le esperara más.” Con esas palabras gire al niño y lo encamine hacia mi camioneta ignorando las miradas que la pareja se dirigía entre ellos.

“¡Un momento, joven!” Grito el hombre, que ante mi asombro atajo la camisa del niño y lo jalo hacia él, haciendo que Logan soltara un pequeño bramido de sorpresa. “Este niño me dio su palabra! ¡Siete días de trabajo y diez dólares de pago!” 

No sé qué me molesto más, el hecho de que lo sujetara por la camiseta de esa forma –aunque yo lo había sujetado igual en ocasiones anteriores, a él y a Lautaro o el mínimo pago que planeaba darle.

Camine ante el viejo y empuñe el cuello de su camisa acercándose a mí. “Hay! ¡Pero qué hace! ¡Suelte a mi marido!” La señora empezó a gritar sin moverse de la seguridad de su pequeño balcón. 

“Mire, viejo,” mi tono era tranquilo pero cargado de veneno, “No soy uno de liarme a los golpes, pero no suelta al niño o aquí mismo le quiebro todos los dientes de su placa.” 

Antes de haber terminado el hombre aquel había soltado al niño. El pensamiento de soltar un puñetazo cruzó mi mente, pero me detuve. Soltandolo agresivamente tome el brazo de Logan y lo jale hacia mí. “Ni Logan ni sus hermanos van a trabajar para usted jamás.” Prometí, “Así que lo mejor será que busque a otra persona que acepte la miseria de pago.” 

Antes de que pudiera responder, encamine a Logan hacia el auto. Una vez frente a él, lejos de la mirada de la pareja, me agaché, ignorando el dolor de mi pierna, y lo vi a los ojos. Logan se miraba apenado por lo sucedido, pero me miraba con una admiración que nunca antes había visto. “Te toco?” La pregunta salió cortante y seca. Mi ira, aunque no dirigida a él, fue evidente.

“Es gruñón.” Me dijo, sus defensas altas, “Pero tampoco es un pervertido.”

Suspire. Todo tenía que ser una pelea con este mocoso. “Alguna vez te golpeo?”

Se encogió de hombros incómodo ante la pregunta. “Solo unas dos o tres veces.” Me dijo sinceramente, “Mamá le dijo lo mismo que a ti…que lidiara conmigo de la forma que quisiera.”

Aunque el castigo corporal no era ilegal, por algún motivo me molestaba de que alguien le hubiese castigado de esa forma. No estaba en contra del mismo, pero…ese señor… “Con que te castigo?” Le pregunté queriendo saber los detalles, “¿Y por qué?”

Logan pateó el suelo con su pie, sonrojándose y viendo a todos lados menos a mi cara manteniendo silencio absoluto. “Bien, hablaremos de esto luego.” Prometí, poniéndome de pie lentamente debido al dolor y abriendo la puerta del auto para que él entrara.

El camino al pueblo fue silencioso. Logan mantenía la vista en sus piernas y Lautaro y Daniel parecían intuir que algo malo había pasado, por lo que se mantenían callados y quietos lo más posible. Nuevamente me sentí agradecido al llegar al pueblo.

Encontré la tienda donde vendían útiles escolares y aparqué. “Bien,” Me dirigí, ignorando el estado agobiado de Logan, “entramos, buscan lo que necesitan lo más rápido posible y luego nos largamos.” Les ordene, “Almorzaremos en el pueblo y luego tengo unas cuantas compras más que hacer.”

Los tres niños asintieron y siguieron mis órdenes. Todo parecía ir perfecto, Logan elegía lo que él y Daniel ocuparían mientras que Daniel brincaba de un lado al otro viendo cualquier cosa colorida que llamaba su atención.

Todo parecía ir bien y por un momento me distraje con uno de los tantos libros de la estantería.

“Deja eso.” Escuche a Logan ordenar.

“Pero…lo quiero!” Ese era Lautaro.

“No. Toma esto, es lo mismo.”

“Pero…no quiero eso! ¡Quiero esto!”

“¡Que no!”

Los gritos no solo empezaron a llamar mi atención, sino también la de las madres y algunos padres del lugar.

“Que pasa?” Si ya me había metido en este asunto, mejor interrumpió la pelea antes de que se volviera peor.

“Quiero este sacapuntas.” Me dijo Lautaro mostrándome uno colorido con un personaje de caricaturas.

“Que no!” Antes de siquiera hablar, Logan se lo arrebató de las manos y tiró dentro de la canasta uno de los típicos de corazón.

Airado, Lautaro empujó a Logan quien, viendo la reacción de su hermano le devolvió el empujón. “Hey, hey, hey!” Intervine, tratando de detener a ambos hermanos que estaban listos para irse a los puños. “Pero qué diablos!” Grité, llamando más la atención de la gente.

Lautaro ya lloraba, con lágrimas corriéndole por las mejillas mientras miraba a su hermano con enojo, Logan, sin embargo, estaba completamente rojo, desde sus orejas hasta su cuello y parecía listo para matar a su hermano.

“¡Pero bueno, por un sacapuntas!” Les regañe no creyendo que algo tan tonto podría provocar la ira de ambos.

“Es muy caro.” Dijo Logan entre dientes. “Este es barato y hace lo mismo.”

Tenía lógica, pero también podía entender porque Lautaro quería uno de los que por lo visto era más popular y llamativo. Vi los precios, uno costaba 25 centavos, mientras que el otro costaba $4…una clara diferencia de precios, pero…no era tanto tampoco.

“Si, es más caro, y hacen lo mismo, pero no me importa pagar la diferencia.” Dije, tendiendole a Lautaro uno y a Logan otro.

“Yo también quiero.” Me dijo Daniel con un puchero, a lo que le rompí los ojos y le di otro.

“No lo quiero.” Me dijo Logan, sacándolo de su canasta y quitándole a Daniel el de él.

“Bien, si no lo quieres es tu problema, pero no le quites a tus hermanos el suyo. Y mucho menos le empujes.” Le regañe. Para mi asombro, Logan no solamente asintió, pero también susurro una pequeña disculpa. Satisfecho, asentí, para luego girarme a Lautaro, “¿Y tú? ¿Qué esperas? Discúlpate ahora mismo con tu hermano.”

Lautaro me vio por un momento para luego ver a Logan. “No.”

¡¿Es que acaso estos niños estaban cortados con la misma tijera?!

“Mira Lautaro,” Empecé tratando de mantener la calma, “El horno no está para bollos. Discúlpate ahora mismo con tu hermano por haberle empujado.”

Lautaro pareció pensárselo por unos segundos, y por alguna ingenua razón creí que allí terminaría todo, pero para mi sorpresa el niño tomó una caja de marcadores cercana y se la tiró a su hermano.

No sé cuánto tiempo pasó, en realidad no debió ser más de un minuto, pero se sintió como una hora. No podía creer lo que había visto. Sin hesitar ni pensarlo, tome a Lautaro de un brazo, le gire, y deje caer una palmada algo fuerte sobre su trasero.

Lautaro inmediatamente soltó un quejido y luego un mar de lágrimas. Daniel y Logan me miraban en shock, aunque el mayor también con algo de culpa. “No se tiran las cosas.” Le regañe, levantando su mentón con mi mano para poder verle a los ojos.

El niño no dijo nada, llorando amargamente. Logró zafar su cara de mi mano y creí que saldría corriendo dirección contraria a mí, pero para mi sorpresa se guindó de mi cuello, escondiendo su rostro en mi pecho. Por un segundo no supe si era su forma de atacarme o si me estaba abrazando.

Parpadee, y siguiendo mis instintos, pase un brazo por debajo de sus nalgas y lo eleve en brazos. Al sentirse así, Lautaro simplemente abrazó mi cintura con sus piernas, y apretó aún más su agarre en mi cuello.

La incomodidad se adueñaba de mí. Más allá del dolor que había tenido todo el día en mi pierna derecha, era el hecho de que no estaba habituado a tener un niño en brazos. 

Lautaro, a pesar de todo, era un niño pequeño. Que a veces actuaba, igual que sus hermanos, con mucha más madurez para su edad no implicaba que no siguiera siendo un niño. Prueba de ello era la pelea por un simple sacapuntas.

“Bueno, ya…ya está.” Le dije, palmeando un poco su espalda mientras sus hermanos me observaban detenidamente, haciéndome sentir aún más incómodo. No bastaba con las miradas acusadoras de los otros clientes.

“¿Todo bien?” Una dependienta finalmente se acercó a nosotros. La adolescente se miraba incomoda, viendo la caja de marcadores estropeados en el suelo.

“Eh…si…” Tartamudee, sintiendo como me ruborizaba cuando mi cerebro conectó todo los hechos y el show que habíamos montado ante los demás. “Lo siento…pagaremos por los marcadores.”

“Si…bueno…solo es la caja la que está mala.” Dijo ella, tomándole y entregándome los.

Asentí y como pude, aun con Lautaro en brazos, tomé los marcadores y los tiré en la primera canasta que sabía era nuestra. Dejando sus servicios a mis órdenes, la muchacha fue a ayudar a otra cliente y me giré a los otros dos. “Terminemos con esto.” Farfulle, agradeciendo que Lautaro parecía estar calmandose finalmente.

Diez minutos después esperaba que Daniel se decidiera entre una cartuchera verde con dinosaurios o una azul con carros cuando escuche un leve, “Lo siento” de mi hombro. Realmente creí que Lautaro se había dormido.

Depositando suavemente en el suelo, le observe. Tenía los ojos rojos y un poco de mocos en su nariz. No quería imaginar el estado de mi camisa. “Ey, mírame,” le ordene, al ver como esquivaba su rostro, “No es a mí a quien le tiraste algo y empujaste, ¿o sí?”

Él negó, limpiando su rostro con el dorso de su mano. Después de lo sucedido Logan había desaparecido. No me preocupaba tanto, tenía que estar en la tienda. “Bien, cuando lo veas le das una buena disculpa. ¿Estamos?” El niño asintió ferozmente, a lo que apreté su hombro dando el tema por zanjado, y decidí volver a las compras.

No supe a qué horas apareció Logan, quien había elegido algunas cosas para sus hermanos. Me sorprendió al ver que había elegido lo más barato para él.

Finalmente, después de una eternidad terminamos de comprar los materiales y dejarlos en el auto, nos dirigimos al pequeño restaurante de Paula.

Lautaro seguía pegado a mí. No importaba lo que hiciera, el niño parecía un chicle. Al entrar al lugar que estaba un poco más lleno de lo habitual los guíe a la única mesa vacía cercana.

“Bueno, pero se me habían perdido.” Saludo Paula, quien aparentemente nos había visto llegar y traía en mano una taza de café negro para mí.

“Si…bueno…” Algo pasaba con mi lengua feroz porque no supe qué responder. Simplemente me encogí de hombros y traté de correr un poco a Lautaro en la butaca aquella. Un poco más y lo tendría sobre mi pierna.

“¿Todo bien, tesoro?” Casi me atraganté ante la pregunta, pero luego me di cuenta que no me hablaba a mí, pero al niño que estaba casi escondido a mi lado.

Antes de que pudiera dar una simple explicación de que no había sido nuestro día, o algo similar por cortesía, Daniel se me adelantó. “El Señor Bellucini le pegó.”

La tensión que se sintió en el aire fue casi visible ante las palabras de Daniel. La mirada de aquella mujer se volvió feroz, mientras parpadea y trataba de digerir las palabras de mi pequeño cotilla.

“No es lo que piensas.” Me defendí sin saber el porqué.

Paula sonrió a los niños, “Si me permiten, el señor Bellucini me tiene que ayudar.”

Podría haberme negado. Podría haber dicho que tenía el permiso y autorización de la madre de esos mocosos. Podría haberle dicho que no era de su incumbencia y que se limitara a su trabajo. Podría haber dicho mil cosas, pero me encontré obedeciendo y siguiéndola a una pequeña bodega en la parte de atrás.

“Tocas a esos niños, Gabriel, y juro por mi sacrosanta madre que te corto las pelotas y te las hago tragar en sopa.” Amenazó, señalándome con un dedo.

La amenaza, más que darme temor me hizo gracia. La mujer estaba casi parada en puntillas para poder verme a los ojos. “¿Me dejas hablar?”

“¿Qué excusa podrías usar para golpear a un niño?”

“Depende de la definición de golpe que tengas…aunque una sola nalgada también puede contar como golpe.” Mis palabras calmaron a la mujer, haciendo que dejara de fulminar con la mirada y simplemente se cruzara de brazos mientras fruncía. Agarrando aire, le resumí lo que había sucedido.

“Si…bueno, Logan y Lautaro tienen su carácter…y Daniel también.” Dijo finalmente, para luego verme ferozmente, “Espero hayas medido tu fuerza.”

“Sí, claro.” La verdad, no lo había siquiera pensado, pero sabía que no había sido tan fuerte.

“Bien. Pero escúchame bien, Bellucini, dañas a esos niños y yo te daño a ti.”

“Segura no eres su madre?” Le dije en broma, cruzándose de brazos y tratando de no sonreír.

“Ya quisiera tener ese honor, pero no, la estúpida de Diana lo tiene.” Me dijo sinceramente. “Y no me cambies el tema. Estas advertido.” 
“Advertencia tomada.” Asentí, para luego sonreír cínicamente, “Espero no tener ningún escupitajo en mi comida el día de hoy.”

“No gasto mi saliva en quien no la vale.” Con eso, me sonrió dulcemente y salió del lugar, dejándome con una ceja levantada y una sonrisa de triunfo.









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