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Un hogar peculiar
Autora: hkate
Capítulo: 3 Conociendo a la familia
Al mayor, Arturo, se encontró con sus dos hijos menores de brazos cruzados, con un semblante que les dejaba ver que se hallaban totalmente enojados. Incluso, en eso, los mellizos se parecían tanto, que cuando los dos sentían la misma emoción, adoptaban hasta la misma postura.
Arturo paso ambas manos por su cara al verlos.
- ¿Que? haciéndose el desentendido, sentía que no estaba de ánimos para ponerse a charlar con sus hijos menores sobre el castigo dado a su hermano mayor; creía que eso a ellos no les compete. Estaba cansado por la larga jornada laboral y lo único que quería era bañarse y acostarse a ver televisión. Sin embargo, por otra parte, algo dentro de su ser le decía que tenía que explicar sus acciones para que no fueran a pensar e interpretar mal las cosas.
- ¿Por qué golpeaste a mi hermano? –la primera en hablar fue Eleanor; estaba que echaba chispas.
- No lo golpee. Como les dije en la mañana, aquí las cosas cambiaron, no pretendo seguir siendo el padre blandengue con ustedes. Acción que hagan mal, acción que llevara como consecuencia un castigo de mi parte.
- Le diste con un cinturón, para mí eso es golpear, es maltrato –le acuso ahora Fabián.
- El cinturón va a ser unos de los instrumentos que empleare cuando los esté castigando, solo les daré en las nalgas o en los muslos, que es por lo general donde más duele.
- ¿Te regocijas en el dolor, no? Mientras más nos duela mejor –hablo dolida Eleanor. Ella por su parte se le hacía difícil creer el cambio tan radical que había tenido su padre.
Hecho que no ayudaba en absoluto, es que esa conversación que estaban teniendo, era justo en la puerta del cuarto de los chicos, por lo que se podía oír claramente los sollozos de Sebastián, cosa que provocaba que a los mellizos se les colocaran los nervios de punta.
- Hija, eso no es cierto. Después de la cena o mañana tendremos una charla nosotros cuatros, donde vamos a aclarar de ahora en adelante como serán las reglas. Yo jamás los lastimaría, es simplemente un castigo. Téngalo por seguro que, si va a doler, pero jamás le quedarán marcas, moretones o mucho menos sacarle sangre, a lo mucho no podrán sentarse cómodamente en un par de días. ¿Quedo claro entonces?
- Si –respondieron ambos al mismo tiempo no muy convencidos.
- Bien, no molesten a su hermano. En un rato los llamo para que bajan a cenar.
- Está bien –le contesto Fabián. Mientras Arturo tomaba rumbo hacia su cuarto.
Fabián y Eleanor se quedaron mirándose entre ellos, debatiéndose si entraban al cuarto donde estaba su hermano mayor o no, para comprobar si se encontraba bien.
- Entra tú.
- No Fabián, entra tu, son chicos, para mi va ser vergonzoso.
- ¡Si eres gafo! Ese es tu cuarto, ¿Qué ya no piensas entrar mas? ¿Dónde vas a dormir?
- Sí voy a entrar, pero en la noche para acostarme a dormir. Ahorita mientras el este llorando como una magdalena, ¡no!
A pesar de que su padre les había dicho que no molestaran a Sebastián, Eleanor si iba a entrar al menos para comprobar que estaba todo bien.
- Yo iré.
- Vale, voy a estar abajo viendo tele.
- Está bien.
La mayor de los mellizos al abrir la puerta del cuarto de su hermano mayor, se percató que él se encontraba solo en bóxer, acostado boca abajo y tapándose la cara con su antebrazo. Se cohibió un poco ya que no era común ver a su hermano solo en calzoncillos, por lo que antes de seguir su camino prefirió preguntar si podía entrar.
- Seb… ¿puedo pasar?
- S-si –le respondió en un susurro. Sin hacer algún ademan para cubrirse. Cosa que extraño bastante a Eleanor. ¿Sería que su hermano se le había olvidado que estaba solo en bóxer? Con lo pudoroso que era, casi nunca se paseaba ni si quiera sin camisa, muy a diferencia de su par que si lo hacía como si nada.
- ¿Estas bien? –inquirió preocupada.
- Si. No te preocupes.
Eleanor, comenzó a sobarle el cabello a su hermano cariñosamente. Ellos se entendían muy bien. Sabía que, aunque su hermano no pronunciara mayor palabra tan solo la presencia de tenerla allí lo reconfortaba.
~En asa de la Familia Acosta~
- ¡Hola mis amores! ¿cómo están? –pregunto Carolina a sus dos retoños, que los encontró en la mesa del comedor haciendo la tarea. Venia cargada de bolsas, cuando la vio su hijo mayor, Santiago, enseguida se levantó a ayudarla.
Carolina, era una mujer guerrera, capaz, e independiente, toda una dama con una personalidad arraigada. Desde que se divorció de su esposo Sergio, hace dos años ha sacado adelante a sus dos hijos, claro con la ayuda de sus padres, que, al separarse de su marido, la dejo en la calle junto a sus pequeños, y no le quedo de otra que regresarse a vivir con ellos.
Eliot de 12 años y Santiago de 16, eran sus más grandes tesoros, por lo que siempre se la pasaba trabajando para poderles pagar la colegiatura y demás gastos de su familia. Por lo tanto, se la pasaba pidiendo a su jefe Mario, horas extras en la empresa donde trabajaba.
- ¡Dios mío! ¿Qué paso aquí? –pregunto la mujer apenas entro a la cocina y la misma la encontró vuelta un desastre. Platos sucios, y lo más impresionante es que la tapa del horno de la cocina estaba rota, y algo salida de su sitio; Carolina al acercarse al mismo vio que por dentro se encontraba totalmente negro como si hubiese explotado algo dentro del el.
- ¡Santiago! ¡Eliot! ¡Vengan inmediatamente!
Cuando llegaron del colegio los chicos se habían puesto a hacer un pastel para la merienda, Santiago presentía que no iba a ser una buena idea, pero Eliot quería darle una sorpresa a su mamá, así que insistió tanto, que se dejó convencer por su hermanito menor.
- Me pueden explicar porque el horno esta así.
- Fue mi culpa mamá. Quería preparar una torta, pero al meterla en el horno se me olvido que se estaba cocinando, después de hora y medio cuando escuche que el sonido de una explosión fue que me acorde de ella, pero ya era demasiado tarde y se había quemado.
Eliot miro de manera sorpresiva a su hermano mayor, no podía creer que él se estuviera echando toda la culpa, cuando sabía que era el, el que había convencido a Santiago de hacer el pastel.
- ¿Están bien?
- Si mamá, nosotros estábamos arriba cuando ocurrió la explosión –contesto el mayor de sus hijos.
- Santiago, si sabes que yo les tengo prohibido que toquen la cocina sin supervisión, ¿Por qué me desobedeces?
- Lo siento mamá. Fue una estupidez –respondió con la cabeza gacha.
- ¿Y tu Eliot no tuviste nada que ver? –inquirió levantando una ceja.
Eliot se estaba debatiendo entre hacer lo correcto o dejar que su hermano se llevara toda la culpa. Pero los dos castigos que se había llevado apenas la semana pasada, hicieron que la valentía se le fuera por un caño y abriera paso al miedo, produciendo que negara estrepitosamente cuando su madre le hizo la pregunta.
- Bien, puedes seguir haciendo la tarea. Y tu Santiago acompáñame.
Santiago por su parte le echo una mirada de tranquilidad a su hermanito, ya que el aludido se había quedado preocupado.
Santiago adoraba a su hermano menor y en lo que podía siempre intentaba llevarse el castigo el, en vez de dejar que se lo llevara Eliot. Era un chico muy noble y verlo llorar lo hacía sentir peor a que la zurra se la llevara el.
Carolina al llegar a la habitación de su hijo mayor, agarro sin ningún escrúpulo la regla que tenía él en su escritorio, llevándosela hacia la cama, que era donde pretendía darle la represalia.
- Sabes porque es este castigo, ¿verdad?
- Si mamá. Lo siento. Te prometo que más nunca lo volveré hacer.
- Bien hijo, si estas consienten de que manejar el horno es muy peligroso. Pudiste salir herido, no solo tu sino tu hermano que también.
Santiago al escuchar a su madre decir que su hermanito podría pasarle algo por esa imprudencia provoco que se le revolviera el estómago de tan solo pensarlo.
- Si mami, perdón.
- Ven, te quiero sobre mis rodillas –expreso Carolina al momento en que agarraba nuevamente la regla.
- ¿El castigo va a ser con pantalón?
- No mi amor, bájate el pantalón y el bóxer.
Santiago le hizo caso sin rechistar, por lo general era un chico bastante tranquilo, obediente y cariñoso con su familia. Excepto cuando alguien le caí mal, ahí se comportaba extremadamente cortante.
Plas Plas Plas PlasPlas Plas Plas Plas
- Mmmg
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
- Yaaa ma perdón
- No, hijo esto va para rato. Lo que hiciste fue muy peligroso.
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
- Aaaauuu snif nooo
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
Plas Plas Plas Plas
- Aaahhh ya ma snif por favor snif
- Hijo, prométeme que no volverás a usar el horno si no es bajo mi supervisión o la de tus abuelos.
- Te lo prometo mami.
- Bien, ya listo termino. Levántate.
Carolina ayudo a
acomodarle la ropa a su hijo y acostarlo en su cama, que de seguro tomaría una siesta, como normalmente lo hacía después de que se llevaba un castigo.
Por su parte Eliot que se quedó escuchando todo detrás de la puerta del cuarto de su hermano mayor, no pudo evitar que se le salieran unas lágrimas, le dolía que por su culpa a su hermano lo habían castigado, y se sentía tan cobarde que era incapaz de entrar y parar el castigo de su mamá y decirle que todo había sido su idea y que no siguiera castigando a Santiago.
…
Al día siguiente, la familia Pernalete se levantó bastante temprano, como de costumbre, Arturo empezó a prepararle el desayuno y el almuerzo a sus hijos.
Esta vez a diferencia del día anterior los tres hermanos esperaron civilizadamente el turno para usar el baño, habían aprendido la lección.
- Papá me voy –dijo un ya arreglado Sebastian, listo para salir, con su mochila negra, guindando en su hombro derecho.
- ¿No vas a esperar al desayuno?
- No, hoy entro más temprano. Nos vemos en la tarde. Cuídate –se despidió de su padre con un fuerte abrazo y un beso.
Sebastián al llegar a la universidad enseguida se reunió con su grupo de amigos que había hecho desde el primer día.
- Miren, hoy empiezan las inscripciones para los deportes… ¿No se van a meter a ninguno? –pregunto Jonathan, un chico castaño de tez blanca, que iba en el mismo curso de Sebastián.
- No lo sé –respondió Alexa, una chica extremadamente guapa y que no le quitaba la vista a Sebastián desde que lo miro por primera vez.
- ¿Qué deporte les gusta? Si nos vamos a meter en alguno, que sea algo que podamos hacer los 5 –agrego Grisela, hermana de Jonathan.
- ¿Qué les parece natación? –inquirió Sebastián.
- ¿Sabes nadar? –se extrañó Alexa.
- Si. Por supuesto. Cuando estaba en Venezuela solía ir con mis hermanos a nadar en unos de los club que estaba suscrito mi padre.
- Excelente, yo también solía nadar hace tiempo, imagino que no habremos perdido la técnica –le contesto a Seb guiñándole un ojo.
- Entonces, ya está decido, después de clases pasaremos por la oficina del director a inscribirnos –expreso Jonathan.
Sebastián, a medida que pasaban las horas, se sentía cada vez más a gusto, le habían vuelto hacer otro examen en la materia de Romano I y esta vez había sacado 100, y con las otras materias que veía ese día, introducción al derecho y derecho civil personas, también le había ido muy bien.
Por otra parte, no se podía decir lo mismo de los mellizos, esa mañana al llegar a su colegio al igual que lo había hecho su hermano mayor, se juntaron con un par de chicos que eran con los que más habían entablado conversación en su primer día.
En la primera hora, en la clase de física, le habían enviado un taller en grupo por los que los chicos aprovecharon para socializar más con algunos compañeros y conocerse mejor. El problema vino fue a la segunda hora, la profesora de Biologia asigno grupos al azar para una pequeña exposición que debían hacer la próxima clase. Eran grupos de tres, por suerte a Eleanor le toco con los mismos dos chicos con lo que se había juntado en la primera clase para hacer el taller, ya se conocían y se la estaban llevando bien, pero no se puede decir lo mismo de Fabian, que le había tocado hacer grupo con un chico que nunca antes había cruzado palabra, aunque se le notaba amigable, no lo conocía del todo, y por mala suerte del destino la profesora también coloco junto a ellos, a Santiago, el mismo chico en el cual el, junto a su hermana, habían sido objeto de burlas, cosa que no gusto a ninguno de los dos.
- Profesora yo no voy a ser grupo con este –expreso en un tono de desprecio total Santiago refiriéndose a Fabián. No sabía con exactitud porque les había caído tan mal ese par, pero al verlos hoy en la mañana como su padre los dejaba a ambos en el colegio y se despidia de ellos con un fuerte beso y abrazo para cada uno, el quiso tener aquello y el solo recordar que su padre no lo quería, produjo mas rabia y celos hacia los mellizos.
- Alumno Acosta, eso usted no lo decide. Ya repartí los grupos y así se van a quedar. Aprendan a trabajar en equipo.
Fabián por una parte no le gustaba la idea, pero no se iba a poner a pelear por una tontería, lo último que quería era meterse en problemas la primera semana de clases.
- Pues yo me niego a trabajar con este tarado –arremetió nuevamente.
- Oye! ¿que te pasa? –le respondió Fabian, dándole un fuerte empujón. El no pretendía tampoco dejarse intimidar por ese niñato.
- ¡Basta! no pelen –intervino Eleanor, intentando alejar a su hermano de Santiago.
- A mi nada imbécil –Santiago le devolvió el empujón–. Eres tan cobarde que te tiene que defender tu hermanita, ¡Perdedoor!
Fabian cansado de las burlas, le propino un fuerte golpe, de una, que enseguida dejo a Santiago contra el suelo; por la forma tan inesperada que se lo había dado. Cosa que provoco que el de manera inmediata se levantara y arremetiera contra Fabián al llevar su mano a su nariz y percatarse que le estaba saliendo sangre.
Algunos de los del salón gritaban, apoyando la pelea y otro los veían preocupados.
Después de algunos jaloneos ambos lograron separarse, para encontrarse a una profesora muy molesta.
- Los dos se me van a la dirección ¡AHORA! Ya se llamará a sus padres para que vengan por ustedes.
“Mierda”, pensó Fabián, que de seguro con ese cambio de su padre no dejaría pasar por alto el hecho que se haya agarrado a golpes con un compañero, hasta el punto que tuvieran que llevarlos a la dirección en su segundo día de clases, y sobre todo porque Arturo ya se lo había advertido.
En conclusión, estaba jodido.
Me gusta mucho tu historia, pero el papá es un poco brusco con las palabras no tiene mucha delicadeza ��espero subir pronto el siguiente
ResponderEliminarGenial, ya esperaba este capi, me tienes enganchada con tu historia, me encanta leer sobre una mujer que saca adelante a sus dos hijos con la ayuda de los padres, generalmente en los blogs, la mayoría de historias son de papás solteros con un montón de hijos varones y pocos o ningún personaje femenino o la tipica madrastra que los trata mal o en su lugar la madre biológica mala sangre jejej, pero acá se lee una mujer que no solo es estricta sino que está dedicada a sus retoños, te confienso que me gusta mucho el Fm y algunas veces en cuanto a castigos, el hardcore como para no caer en la rutina jajaja, pero igual apreció el light o middle spanking jajaja. Siempre he dicho que todo depende del desarrollo de la historia, del personaje y otros multiples factores.
ResponderEliminarPor otra parte, Eleonor me pareció muy caprichosa quejandose por el castigo ganado de su hermano, pero como que luego le bajó a su revolución, total el papá no me parece tan malo después de todo, y el Fabián ya de peleón, vaya que está jodido, la buena que le espera cúando Arturo se entere.
No te demores con la conti...
Hola ,Nicole que bien que ayas entrado a mi blog espero que te guste
ResponderEliminarSí, lo encontré desde el blog de Lady, que suelo visitar, cuándo publica algunas historias que me gustan, y pues está historia de la familia peculiar está muy buena y me gusta el estilo de la escritora, saludos.
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