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viernes, 28 de agosto de 2020

Capítulo 1, "visita inesperada"




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 Sorpresas de la vida
 Autora: Terry y Katerin 
 Capítulo 1"visita inesperada" 








              PERO…. ¡qué demonios han hecho aquí!

Facundo empezó a refunfuñar porque  la gente que contrato no hicieron bien su trabajo como él quería, estaba exponiendo su colección de pinturas en el mejor museo de Madrid, nada más y nada menos que en Thyssen, para eso tuvo que desplazarse desde Argentina y lo hizo apenas pudo, esta era una muy buena oportunidad para él como artista ya que él siempre quiso viajar y exponer en España, por eso es que estaba disconforme con el trabajo de sus contratados, pero ya no podía hacer nada porque ya lo habían abierto al público y sus primeros invitados estaban entrando ya, era los residentes de una casa hogar, la asociación Nuevo futuro y los niños de varias edades empezaron a caminar de un lado a otro mirando sin mirar las pinturas como todo niño o adulto que de arte no sabe nada, pero hubo un niño que le llamó la atención, el pibe se quedaba viendo sus obras, embelesado estiraba incluso el brazo de cuando en cuando como queriendo tocar el cuadro, pero una de las cuidadoras le llamó la atención al niño.

  • ¡Leonardo!, ya es la tercera vez que te lo repito ¡comportarte! – y lo sacudió un poco, el niño frunció el ceño porque no estaba haciendo nada
No estoy haciendo nada, solo estoy mirando los dibujos –  contesto con cara de inocente, aun así la mujer siguió inflexible
  • Es la última advertencia, no te lo voy a repetir – Leonardo rodó los ojos y fue a contemplar otro cuadro

Estaba impresionado por el realismo de la playa, tanto así que le parecía que sí lo tocaba se mojaría las manos; y por un momento para el niño no había nada más que él y el cuadro, el resto del mundo había desaparecido y hechizado por la belleza de “dibujo” como así llamaba el niño los cuadros, estiro el bracito convencido que se mojaría la mano, fue como trasladarse a esa playa y desear coger el agua cristalina de allí, y una vez más toco el cuadro con la punta de sus dedos rompiendo el hechizo que lo cautivo cuando sus manos no se mojaron, en cambio la misma cuidadora que lo había amonestado minutos antes le cogió la mano.

  • ¿Pero qué haces? PLAF – el chico sintió arder su mejilla y llevó la manito a la cara donde la señora le había dado la bofetada
  • Ayy – se quedó encogiéndose de hombros, pero sin gritar
Facundo que estaba contemplado al chico frunció el ceño enojado ante lo acontecido y no pudo evitar de a acercarse a ellos
  • Estas bien, chico – le pregunto Facundo cogiendo el mentón del niño, girando un poco la cara para ver la mejilla donde aquella mujer le había golpeado
  • Si – respondió dijo con una vocecita que a leguas se veía que no era así ya que tenía los ojos anegados en lágrimas sin derramar

Al ver el manchón rojo que se extendía desde la mejilla hasta la boca de la criatura, los ojos chocolate de Facundo parecieron teñirse de rojo ante el rapto de ira que lo invadió. ¿Acaso esa mujer estaba loca?! Cómo se atrevía a golpear  así a un niño que solamente se estaba comportando como uno, tocando, explorando, ¿cómo lo hacían ellos?!
Reparó en la mirada triste del pequeño hombrecito frente a él. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo por contener sus lágrimas y eso le hizo acordar que la causante de esa tristeza continuaba cerca, más precisamente al lado de ellos. Su cerebro parecía estar trabajando a mil por segundos, si esa mujer no tenía reparos en golpear así al chico en un lugar tan concurrido, ¿qué sería capaz de hacer en la intimidad de cuatro paredes? se preguntó.
Facundo se irguió en toda su altura, que llegaba a unos buenos metro noventa y dos. Intimidante, desafiante cómo se permitió mostrarse, se dispuso a enfrentarse a la cuidadora.

  • ¿Cómo se atrevió a golpear así a éste niño?,  ¿es que acaso no se ha dado cuenta de lo dura que ha sido? – le reclamo y la mujer lo miro de pies a cabeza – ¡Mire cómo le dejó la mejilla! – agrego mostrándole el rostro del pequeño – ¡Es un pibe, por Dios! – exclamó enojado, sin importarle el espectáculo que estaba montando; por su parte, la cuidadora se quedó inmóvil y callada por un buen par de segundos. No había esperado una reacción así. Solamente había "corregido" al mocoso recalcitrante. Nada más.
  • Este... Yo... yo... No es lo que está pensando – se apuró a responder dimensionando el problema – Sólo lo corregí. Ya le había advertido que no tocara nada y lo ha vuelto a hacer. Es un niño que sólo sabe desafiar y no quiere obedecer – se defendió, tratando de poner su mejor rostro de "mujer que no mata una mosca"
  • Aún así, ese no es el método, y menos delante de todo el mundo – la mujer frunció el ceño ¿qué sabía él de ese niño?, ¿quién se creía él para juzgarla así?
  • Usted no sabe cómo es, hay que ponerle límites antes de que haga de las suyas, hay que tenerle corto porque él no tiene límites – Facundo miró al niño con esa carita dulce, todo vulnerable y los ojos cristalizados a punto de llorar, y no podía creer a esa mujer
  •  ¿Seguro que estás bien? – volvió a preguntar al niño
  • Si – murmuró, sin dejar de mirar a la cuidadora, lo que hizo que Facundo mirara a la mujer con sospecha  por lo que no puede evitar hablarle con acritud
  • No vuelva hacer eso, el chico solo estaba contemplado las obras… sé que no se pueden tocar, pero no hizo nada tan grave para que usted lo tratará así – la cuidadora ya harta de que ese joven mal peinado le diera órdenes y la amenazara finalmente decidió confrontarlo
  • Para usted es fácil decirlo pero cuando ese mocoso destruya el cuadro, ¿quién va a dar la cara, ¿usted? – lo cuestiono enojada, Facundo abrió la boca porque se dio cuenta que esa mujer no sabía quién era
  • Claro que sí, soy el propietario – la mujer se tiño de rojo avergonzada pensando que ahora tendría que disculparse de ese entrometido y ya iba a decir algo, cuando fue salvada por la campaña, la noticia hizo que a Leonardo le brillaron los ojos de emoción
  • ¿De verdad usted es el dueño? – Facundo le sonrió al niño, al parecer se le quitó la pena por lo ocurrido hacía unos instantes
  • Si soy yo – respondió mirando al niño y a la mujer que se quedó callada, incomoda – ¿quieres terminarás de ver la exposición conmigo?, así te sacó de todas las dudas que tengas – se ofreció y el niño miró a la señora para tener su aprobación y a está no le quedó de otra que dejarlo ir con el hombre
  • Vale, ve.... Pero no toques nada sin permiso – le advirtió, agitando su dedo índice frente a la carita ilusionada del niño, que asintió rápidamente – Supongo que usted se hará responsable de lo que él pueda hacer si se le ocurre hacer una de las suyas – más que preguntar, parecía que la mujer le estaba exigiendo
  • Desde luego, pero estoy seguro de que éste jovencito se va a comportar como todo un caballero, ¿no es así, campeón?! - dijo, tratando de transmitirle confianza, él siempre había sido del pensamiento de que, si le dices a un niño que es malo todo el tiempo, éste terminaría por creerlo y sería malo; Leonardo esta vez sonrió mostrando todos los dientes y Facundo pareció estar viendo un ángel – ¿Ya lo ve?! – señaló a la encargada de la salida de los niños, que miraba al chico como si quisiera matando con sus ojos – Vení, amigo, vos y yo vamos a dar un paseo por el museo

El adulto tendió una mano hacia Leo y esperó pacientemente hasta que sintió una manito que se aferró a la suya con fuerza. Caminaron unos pasos lejos del grupo de niños del orfanato y luego el artista se detuvo y se hincó para quedar a la altura de su pupilo.

  • ¿Cómo te llamas? – le preguntó, aunque había escuchado que la cuidadora le llamó Leonardo y no se equivocó
  • Soy Leonardo. ¿Y usted? – respondió, estirando la mano para estrecharla con formalidad
  • Gusto en conocerte, Leonardo, yo me llamo Facundo Fernández – le dijo – ¿ por donde dónde te gustaría empezar? – le preguntó mientras avanzaban por el largo salón
  •  Por dibujos como ese – contestó Leo, señalando uno que no tenía tanto público y que él quería observar

Lentamente, Facundo y Leonardo fueron acercándose hasta quedar frente a la obra de arte.

  • Éste es especial, ¿sabés? – dijo, tras unos segundos de contemplación silenciosa – Cuando éramos pibes como vos, mi abuelo nos solía contar a mis primos y a mí una historia de un lugar mágico en la Patagonia. Decía que quedaba en la base de una montaña que siempre estaba verde y llena de plantas y una pequeña cascada que te daba el agua más dulce y fresca del mundo
  • ¿Y eso qué tiene de mágico? – cuestionó el muchachito, sin entender
  • Esperá que te cuento...
  • Resulta que esa cascada no era lo que parecía..
  • Yo¿Ah, no?, ¿y entonces?
  • Era un portal, hacia otras realidades
  • ¡Waw!... ¿De verdad?, y él pudo pasar por ahí? – Facu sonrió ante la curiosidad del niño
  • Nunca lo encontró. Se pasó muchos años buscándolo, pero no tenía muchos datos de la ubicación.
  • ¿Y cómo sabía él que había un lugar mágico en las montañas entonces?
  • Él vivió unos meses en una comunidad aborigen. Mis bisabuelos eran médicos y fueron a ayudarlos. Ahí, uno de los mapuches le contó la historia a mi bisabuelo y él se la dijo a mi abuelo. Tal vez sea un cuento nada más, pero mi abuelo siempre tuvo la esperanza de encontrar ése lugar. Cuando él murió, yo me sentía muy triste, y por eso pinte éste cuadro. Es como me imagino que debe haber sido ése paisaje... Y si mirás bien, vas a encontrar a mi abuelo ahí –  el niño comenzó a buscar en la pintura dónde podía estar el abuelo y vio un hombre, tocando el final de la cascada
  • Aquí está – señalo con felicidad, Facu asintió y le apretó a modo de juego el hombro
  • Sos muy observador – lo animó, resultando recompensado con la sonrisa más bonita de todas – Sigamos

Cuando terminaron de ver todas las obras y el paseo de los niños terminó, no tuvo más remedio que devolverlo a las cuidadoras, él se fue al hotel donde se estaba hospedando pero no pudo conciliar el sueño no podía quitarse la carita toda inocente del niño. 







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