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Un hogar peculiar
Autora: shkate
Capitulo:2adaptandose a las nuevas reglas
¡Tiioo!...Bendición. ¿Cómo estás? –saludo Sofía de 11 años corriendo hacia su tío favorito, Arturo, apenas entro por la puerta de su hogar. Era la hija menor de su hermano.
–Hooola princesa. Dios te bendiga. Yo estoy muy bien ¿y tú mi amor? –pregunto con una sonrisa alzándola de brazos.
–¡Súper tío! ¿y mis primos?
–Están bien mi vida. Te mandan..saludos –respondió con voz amable, recordando de repente el motivo por el cual había venido a visitar a su hermano. Para pedirle consejos sobre cómo disciplinar a sus hijos sin que estos lo odiaran.
Mario, era el presidente de la empresa donde Arturo trabajaba, pero no había podido asistir hoy porque se encontraba de viaje, regresaba en la tarde. Por lo que al salir de su jornada laboral paso de largo hacia la casa de su hermano mayor, a hacer la visita.
Gladis, la cuñada de Aturo, salió también a recibirlo con una sonrisa y detrás de ellos venían mis otros dos sobrinos.
–¡Hola tío! ¿Bendición? –expreso Ricardo, el mayor, tenía 18 años.
–Dios te bendiga hijo.
–Tiio… ¿cómo estás? ¿Y mis primos? –saludo el que faltaba de los sobrinos de Arturo, Tomas, de 15 años.
–Deben estar en la casa. Al salir del trabajo me vine directo para acá, no me dio tiempo de pasarlos buscando.
–Vaaale-contesto achicopalado-me los saludas.
–Claro que si.
Al entrar a la casa, los niños se dispersaron a seguir haciendo las actividades que estaban realizando. Gladis serbio a su cuñado un pan con café con leche, por cortesía.
–Gracias –contestó–. ¿y Mario no ha llegado?
–No, pero ya debe estar por llegar. Espéralo. Y cuéntame, ¿cómo te ha ido en estas primeras semanas aquí en Canadá? –me pregunto mi cuñada con una amena sonrisa. Ella se caracterizaba por ser una mujer amable, cariñosa y trabajadora.
Solté un audible suspiro. En señal de frustración.
–En el país me está yendo bien gracias a Dios. Los vecinos son muy agradables y en el trabajo, el día hoy, creo que me adapte bastante bien. Ya cuando llegue a casa les preguntare a los chicos que tal les fue en su primer día de clases–resople–. Vine a visitarlos porque el único problema que tengo ahora. Son precisamente ellos.
–¿Cómo así? –inquirió Gladis, frunciendo su entrecejo.
–Como ustedes bien saben y estoy consciente que siempre me lo han critica…
En ese momento se escuchó un fuerte sonido proveniente de la puerta principal, Arturo volteo y se dio cuenta de que el que había llegado había sido su hermano. Se levanto y lo saludo con un fuerte abrazo.
–¿Cómo estas Arturo? ¿Qué tal te fue hoy en la empresa? –le preguntó sentándose donde se encontraba su esposa y su hermano.
–Bien gracias a Dios, me fue bien, creo que me estoy adaptando bastante rápido y el idioma no fue impedimento.
–Qué bueno, me alegro por ti hermano. Ya yo si mañana voy a la compañía. Hoy tuve un día agotador. Estaba haciendo negocios con mi socio en otro estado para expandir a nivel internacional la empresa. Queremos tener una franquicia en Panama y en Mexico.
–Eso es genial. Me gustaría ser parte de eso si no hay problema.
–Claro que sí. Pero de eso hablamos mañana. ¿Cuéntame cómo están los niños?
–Bien ellos están bien. Y ese es el motivo de mi visita como le comentaba a Gladis.
–¿Sí? ¿y eso? ¿porque? ¿Ahora que hicieron mis adorables sobrinos?
–¡Ahh! que no hicieron, mejor dicho –exclame con un tono de frustración–. Como le estaba contando a tu esposa. Sé que ustedes están conscientes en que yo nunca he querido castigar a mis hijos de manera física, por más que me lo hayan aconsejado, ¿cierto?
–Si. Y para mí estas cometiendo un gran error si te soy sincera. Nosotros, como ves, a nuestros hijos le damos unas buenas nalgadas o correazos cuando es necesario y puedes ver que son niños de bien, bien portados, respetuosos, honestos –expreso Gladys de manera orgullosa de decir aquello de sus retoños.
–Mi esposa tiene razón Arturo, si sigues como vas, un día de estos se te van a descarrilar y ya será demasiado tarde para encarrilarlos. Como siempre he dicho unos buenos correazos dados en el trasero no los van matar. Pero eso sí, hay que saber en qué parte del cuerpo aplicarles el castigo, porque pegarle en la cara, cabeza o espalda y dejarles marcas, morados, o sacarles sangre, ya eso si es maltrato y no lo apoyo –asevero Mario.
–Aja, para allá voy. Pues hoy finalmente lo hice.
–¿Enserio? Debieron haber hecho una grande entonces –dijo el hermano de Arturo, mirándolo perplejo.
–Sí, así es. Ya hoy colmaron mi paciencia, y la que castigue fue a Eleanor, le di unas cuantas nalgadas en frente de sus hermanos, incluso le baje el pantalón de Piyama.
–Wow, wow, párate ahí. ¿Castigaste a tu hija de 16 años en frente a sus hermanos y solo en bragas?
–Sí, ¿Por qué?
–Bien hermano, si vas a empezar a castigarlos de manera física, si le vas a comenzar a pegar, dicho de una mejor manera, te recomiendo que lo hagas en privado y, sobre todo, con tus hijos, que desde pequeños nunca habían experimentado algo como eso.
–Nuestros hijos, aunque de pequeños siempre crecieron sabiendo la forma en la que ellos eran castigados y siempre escuchando el castigo de sus hermanos. Siempre han pedido y se les ha concedido que el castigo se les dé en la privacidad de su habitación y tanto Mario como yo hacemos lo posible por cumplir eso. En esa edad en la que se encuentran, la adolescencia, son muy vulnerables y pegarle delante de terceros lo ven como una humillación –aporto Gladis sincerándose con su cuñado.
–Mi esposa tiene razón hermano.
–Vale. No lo había visto de esa manera. Como son hermanos pensé que eso no importaría. Fabián no es nada pudoroso, ese se la pasa siempre en bóxer por la casa incluso enfrente a su hermana y nunca ha sentido esa pena. Sebastián si es más reservado con respecto.
–Pero no importa si él se pasea en bóxer, una cosa distinta es que le pegues delante de ellos. Y sobre todo a la niña que ese si es más delicada con ese tipo de cosas. Cuando los vayas a reprender asegúrate de que sus hermanos no estén presentes. Para ellos, aunque nosotros lo consideremos una tontería, es humillante. Y ahondando más en el tema ¿Por qué los castigaste? –inquirió de repente.
–Solo castigue a Eleanor. Y fue porque en la mañana junto a Sebastián se pusieron a pelar por ver quien entraba al baño primero y en eso mi hijo mayor para impedir que su hermana entrara, coloco los dedos en la rendija de la puerta y ella al cerrar se le quedaron atrapados. No fue grave. Pero Seb boto mucha sangre. Y perfectamente eso se podía haber evitado si no estuvieran todo el día peleando como perros y gatos –explico Arturo con una voz que reflejaba cansancio.
Entiendo Si, lo que hiciste con Eleanor no está mal. Así aprenderán a no pelearse por tonterías ¿y a Sebas no lo castigaste?
–No, me pareció que con su mano lastimada ya había tenido suficiente.
–Ya veo. Me parece bien hermano que ya empieces a ponerle mano dura a tus hijos, son mis sobrinos y los quiero mucho pero no puedes negar que a veces se pasan de groseros –agrego Mario cruzándose de brazos.
–Ya. Si, lo sé. Pero ahora, por eso, mis hijos me odian –resoplo Arturo con frustración.
–¿Cómo así? Explícate –inquirió Gladys en tono de asombro.
–Después de darle el castigo a Eleanor, ella y Sebastian se pusieron como fieras. Mi hija me dijo que me odiaba y que desearía que yo no fuese su padre. Y Sebastian me dijo que ese método yo no lo podía aplicar con él porque ya era un “adulto” –dijo el padre de familia agarrándose el puente de su nariz, y tomando una bocanada de aire para continuar–. Cosa que yo le respondí que mientras viviera bajo mi techo tenía que seguir mis reglas y que si no le gustaba podría independizarse y trabajar como el adulto que dice ser.
Mario alzo sus cejas al igual que su esposa en señal de asombro. Por lo general el su hermano no era de comportarse de esa manera con sus hijos ni hablarle como la había hecho horas antes. Siempre se había caracterizado por ser un hombre demasiado tranquilo, cosa que sus hijos aprovechaban para salirse con la suya.
–No te lo tomes en serio lo que te dijo Eleanor, es la edad y el hecho de que la hayas dado unas nalgadas por primera vez en su vida debió haber sido una especie de shock para ella y por eso reacciono como lo hizo. Esas palabras ella realmente no las dijo enserio. Eleonor te ama y lo sabes, solo está algo molesta por tu repentino cambio –le aconsejo Mario mirándole fijamente a sus ojos–. Y Sebastián al igual que su hermana no se lo tomo de la mejor manera lo que le dijiste. Te recomiendo que hables con él y bueno con todos, expliques las nuevas reglas de la casa, como van a ser disciplinados de ahora en adelante, no dando espacio a que pienses que por eso, ya no los quieres o en el caso de Sebastián que lo estuvieras incitando a irse, que posiblemente fue lo que el creyó.
–¡Ay Tio! Disculpa que me meta en la conversación, pero no puede evitar escucharla desde la cocina –interrumpió Ricardo entrando a la sala y sentándose a un costado de Arturo–. Mi primo no tiene ni idea de lo afortunado que ha sido todo este tiempo. Déjame hablar con él y platicarle como es mi papá y como él nos castiga, para veas como se le pasa lo menso rapidito.
–¿Él no sabe cómo su papá los castiga, no? –pregunto con interés Arturo.
–No, no lo sabe. Bueno ninguno de nosotros le hemos dicho a algún primo respecto a eso. A no ser que tú se lo hayas dicho.
–No, no lo he hecho Ricardo. Tranquilo.
El sobrino del Arturo soltó un suspiro de alivio.
–Sebastián ha estado muy consentido, déjame contarle algunas historias nuestras para que se ponga pilas –aventuro con una sonrisa cómplice.
–Gracias mi niño. Aprecio tu ayuda –le contesto su tío, devolviéndole la sonrisa y atrayéndolo hacia el para darle un fuerte abrazo.
Al llegar a su casa, Arturo, lo primero que vio fue a sus dos hijos menores viendo televisión en la sala.
–Hola mis niños. ¿Cómo están? ¿Cómo les fue hoy? –pregunto con una sonrisa, acercándose a ellos para saludarlo como es debido.
Sin embargo, el único que contesto fue Fabián.
–Bien pa, Eleanor y yo nos estamos adaptando bastante bien. Ya cada uno hizo su grupo de amigos, y con el idioma no hemos tenido inconvenientes. La mayoría de los profesores también habla español así que explican también la clase en ese idioma por condescendencia con nosotros mientras logramos aprender el inglés.
Fabian y Eleanor tenían la misma edad, 16 años, por lo que iban en el mismo curso. 4to año de bachillerato. Por lo general como ahora los había encontrado su padre, siempre se la pasaban juntos, el haber nacido contiguos provocaba en ellos un lazo extremadamente fuerte. Parecían mas bien gemelos, porque cuando uno estaba mal, triste o herido, el otro inexplicablemente lo sentía y su estado de ánimo cambiaba al mismo que tenía su par. Ambos se protegían mutuamente.
–¡Que bien hijo! ¡me alegro!
–Aunque también…–dijo en un hilito de voz Fabián–hice un enemigo hoy y casi me agarro a puños con él.
Arturo se cruzó de brazos y frunció su entrecejo.
–¿Cómo así? –inquirió sorprendido –. Explicate.
–Pues veras…Santiago un compañero de nuestro curso, le caímos mal… en el recreo empezó a meterse con mi hermana y conmigo, a mí me empezó a insultar… ¿y adivina por qué? –inquirió sarcásticamente.
–¿Por qué?
Eleanor que estaba sentada a un costada de su hermano, estaba ignorando enérgicamente a su padre. Y estaba también haciendo un esfuerzo enorme para no incluirse en la conversación y evitar despotricar en contra de aquel chico, Santiago, que tan mal le había caído, al burlarse de ella por su acento y por no saber inglés.
Porque somos venezolanos. El niñato me dijo que debería regresarme a mi país, que nosotros no teníamos nada que hacer aquí y además le dijo al resto de sus amigos que tuvieran cuidado con nosotros no le fuéramos a robar algo ¿puedes creerlo papá? Si te soy sincero yo nunca había creído lo de la xenofobia, porque sencillamente me parecía ridículo y sumamente estúpido que alguien pudiera juzgar a otro o discriminarlo solo por su nacionalidad sin si quiera conocerlo. Pero por lo que veo me equivoque, si existe gente así –dijo con un tono de voz que dejaba ver frustración en él.
Arturo, por su parte, entre sorprendido y asustado, respiro hondo, esa era también uno de sus temores al mudarse a otra ciudad. Que discriminaran a sus hijos por su nacionalidad.
–Gracias a Dios solo fue Santiago, incluso cuando él dijo a su grupo de amigos eso sobre que le pudiéramos robar algo, para avergonzarnos, nadie le siguió el juego. Por el contrario, los demás compañeros de curso se comportaron extremadamente bien, nos enseñaron todas las instalaciones del liceo. Incluso hubo uno que se sintió alagado al estar junto a nosotros porque éramos extranjeros –continuo Fabián, de repente sintiéndose feliz, porque a nivel general le había ido excelente en su primer día de clases.
–Eso es algo con lo cual debes aprender a lidiar, hijo. De hecho, esto va para ambos –agrego posando también su penetrante mirada sobre su hija, que sabía que lo estaba escuchando, pero mantenía pegada su vista en la televisión–. Eleanor… ¿puedes mirarme cuando te esté hablando?
Ella volteo su mirada hacia su progenitor, con ojos furiosos todavía estaba molesta por lo que le había hecho esta mañana su padre, le había bajado el piyama y le había dado de nalgadas, que horror.
–Te salude cundo llegue y no me respondiste ¿Cómo estás?
–Bien –respondió la niña con voz seca.
–Como les estaba diciendo. Deben aprender a lidiar con ello. Ustedes no son gallinitas de oro para caerles bien a todo el mundo. En cualquier lugar que ustedes vayan siempre habrá alguien a quien no le simpaticen, que les tenga envidia o celos. Por lo que les aconsejo, que si ese percance que tuvieron con ese muchacho, Santiago, se vuelve a presentar, hablen con el director, díganle a un profesor para frenar eso... no pueden permitir que alguien los trate mal, y si veo que ya pasa a mayores yo mismo iré a hablar con el director de su escuela. Por lo momentos quiero que ustedes mismo resuelvan y combatan esa situación, porque ustedes deben aprender a defenderse solitos y valerse por sí mismos. Yo no les voy a durar toda la vida ¿entendido?
–Si papá –contesto Fabian con voz seria. No le había quitado la mirada a su padre ni un segundo. Estaba atento a todo lo que él le estaba diciendo.
–Sí, entendemos –contesto Eleanor.
–¡Ah! Pero eso si les advirtió, el hecho de que yo les diga que deben aprender a lidiar por ustedes solos con una situación como esta, eso no quiere decir que la forma en la solucionaran las cosas va a ser a golpes. No quiero que me llamen de su colegio porque alguno de mis hijos se agarró a puños con algún compañero o en su defecto, con este tal Santiago. Los problemas se resuelven de manera civilizada y hablando, no hay porque llegar a la violencia, eso solo traerá más violencia y problemas.
–Es irónico, ¿no? Que tú digas que las cosas se resuelven de manera civilizada y hablando y esta mañana cuando Sebas y yo discutimos, no precisamente lo que hiciste fue hablar. ¡Me pegaste! –lo acuso ofendida Eleanor.
–Hija, eso es totalmente diferente. Te di un castigo para corregir tu mal comportamiento, con esas nalgadas que te di, no violente tu integridad física, no te quedaron marcas, ni te saque sangre, ni mucho menos te golpee. Una cosa es dar un castigo a los hijos y otra muy diferente es maltratarlos, y te cuento que esto último no es tu caso.
Eleanor no supo que contestarle a su padre con lo que le había dicho, en parte tenía razón, no le había quedado ningún rastro del castigo dado en horas de la mañana, incluso ella al llegar del colegio al medio día se metió en el baño para revisar nuevamente el daño ocasionado en su retaguardia y sorprendentemente el tono rojizo que poseía en la mañana después de que su papá le pegara, había desaparecido y ahorita apenas sentía una pequeña incomodidad al sentarse.
Arturo, al no obtener respuesta por parte de su hija, dio por zanjado el asunto, y como Fabián tampoco parecía con ganas de seguir hablando, subió a la planta de arriba en busca de su otro hijo.
¿Puedo pasar? –pregunto sutilmente al momento en que tocaba con suavidad la puerta del cuarto.
Sí, pasa –contesto un malhumorado Sebastián. El, por el contrario, no le había ido muy bien en su primer día.
¿Cómo te fue hoy? –inquirió entrando en la habitación y cerrando la puerta detrás de sí.
En la clase de Romano I le habían hecho un examen sorpresa en el cual valía el 30% de su clasificación final. Y le había ido pésimo. La complejidad de los exámenes en Canada era mucho mayor a la que estaba acostumbrado en Venezuela. Su rabia no solo se basaba en que había comenzado con el pie izquierdo con esa materia, sino que el ya había visto ese tema, la época Arcaica de Roma, no era la primera vez, se sentía impotente y frustrado de no haber sido capaz de ejercer sus conocimientos ya adquiridos, sentía que el fondo como que no estaba destinado para ser un abogado, creía que esa carrera iba a poder con él.
Y la repentina visita de su padre a su habitación interrogándolo como le había ido hoy, provocando recordar su día de mierda, no fue lo mejor y ese mal humor y frustración que se había contenido y esforzado para no pagarlo con nadie, porque incluso con sus hermanos hizo un esfuerzo titánico para no gritarle 4 cosas, con su padre sí que lo había hecho.
Cuéntame ¿Cómo te fue hoy? ¿Qué tal tus compañeros? ¿las clases como estuvieron? –volvió preguntar Arturo, al ver que no obtenía respuesta.
Mal,me fue male -le respondió sin si quiera apartar su mirada de su portátil. Que, a pesar de ser el primer día, ya le habían mandado 2 trabajos y 1 ensayo que tenía que entregar esa misma semana–. Y por cierto raspe un examen –continuo en un tono de voz frustrado.
Sabía que su padre eso lo enojaría, por lo que decidió decírselo sin rodeos. Arturo una cosa que si les exigía a sus hijos era el estudio, y que sacaran buenas notas, era fundamental.
¿Por qué? Si ya lo que estás viendo en McGill lo habías visto anteriormente. Ninguna materia, por esa misma razón, no debería bajar de 100 puntos.
–Lo sé, no me lo tienes que estar recordando –respondió groseramente Sebastián, que en esos momentos no se sentía con ánimos de escuchar a su padre darle una reprimenda, y como estaban las cosas entre los dos por el conflicto de esta mañana mucho menos.
–Mira bien como me hablas. Ya les dije esta mañana que aquí las cosas cambiaron. No permitiré ninguna falta de respeto por parte tuya.
–Si. Lo que tú digas –le respondió fastidiado.
Como ya era mayor de edad, no creía que su padre realmente le fuera a dar de nalgadas como lo había hecho con su hermana menor.
–Estas advertido. Este examen te lo voy a dejar pasar. Pero me raspas otro examen y vas a estar castigado –le advirtió.
–¿Pero qué diablos te pasa a ti? ¿tú te crees mi dueño o qué? Yo estoy bastante grandecito para saber cuáles son mis responsabilidades y que no debo permitir que se me quede un examen –le respondió su hijo de manera osada, mirando por primera vez a su padre, lanzándole una mirada de furia total.
–Ya me cansé. Tú me respetas porque me respetas. Por las buenas o por las malas, pero como veo que con palabras no funciona será por las mala entonces –espeto al momento en que se acercaba a Sebastián lo jalaba de una oreja y lo obligaba a posicionarse detrás del escritorio–. Bájate el pantalón y te recuestas a la mesa –ordeno sacándose la correa de su pantalón, doblándola para asegurar el agarre y evitar que no fuera a golpear a su hijo con la hebilla.
–¿Qué haces? Estás loco si crees que te voy a dejar que me pongas una mano encima –se defendió haciendo resistencia a su padre. Por más que sea, si bien el, no era tan alto y fuerte como su padre, no era sencillo para este manejarlo tan fácilmente como a sus otros 2 hijos menores.
No aumentes más tu castigo y haz lo que te digo –le amenazó con la correa en el aire.
No lo hare –respondió Sebastián firme volteándose para encarar a su padre, demostrándole que no pretendía hacer caso a lo que él le decía.
Como tú quieras –le contesto con voz molesta Arturo, procediendo a agarrarlo por la parte alta de su brazo, volteándolo y aplicando la fuerza necesaria para así no lastimar a su hijo.
Zas Zas Zas Zas Zas Zas
Esas le cayeron a Sebastián sobre el pantalón, algo fuertes. Su padre le había dado con ganas por su osada desobediencia y falta de respeto hacia él.
¡AAAHHH! nooo ¡SUELTAME! –grito por el repentino ardor y escozor en su trasero y parte alta de sus muslos.
¿Me vas a hacer caso? –pregunto fervientemente, parando el castigo momentáneamente, pero sin bajar la correa.
No maldito loco.
Arturo coloco una mueca de horror.
Ahí sí que te pasaste.
Por lo que lo que lo agarro con algo más de fuerza, apretó el agarre del brazo para evitar que su hijo se escapara y siguió propinándole correazos.
Zas Zas Zas Zas Zas Zas
–Nooo..mmggg…aaauuu
Zas Zas Zas Zas Zas Zas
–Para papá…snif..por favor –suplico ya un lloroso Sebastián rendido. Allí ya, Arturo supo que su hijo ya estaba más dócil al castigo. Por lo que procedió a voltearlo y desabrochar sus pantalones bajándoselos hasta las rodillas, había decido dejar que conservara sus bóxer. Sebastián ya no opuso resistencia y dejo que su padre lo guiara hasta el escritorio para terminar de darle el castigo.
Zas Zas Zas
–¿Pero ¿qué haces papá? Lo estas lastimando –irrumpió de repente Fabián en su habitación, quedando atónito por la escena que estaba presenciando. Eleanor al igual de sorprendida que su par, decidió mantener la distancia y se quedó en el quicio de la puerta.
Fabián se había situado entre su hermano y su padre sosteniendo la mano en la que sostenía la corre.
Sebastián al oír que su hermanito había entrado a la habitación soltó un sollozo profundo y como acto reflejo se subió rápidamente los pantalones, intentando tapar su cara con su antebrazo para evitar que sus hermanos notaran que estaba llorando.
–Fabian. Por favor no intervengas. No lo estoy lastimando. Y tu Sebastián nadie te ha dado permiso para que te subas el pantalón, así que bájatelo de inmediato y regresa a tu posición –bramo Arturo–. Soltándose del agarre que le había hecho su hijo menor en el intento de detenerlo para que no siguiera según el “lastimando” a su hermano. Lo saco cuidadosamente del cuarto al igual que a Eleanor. Indicándoles que esperaran afuera.
¡No me puedes echar! ¡este es mi cuarto! –se defendió Fabian.
Lo sé. Pero ahora estoy tratando algo con tu hermano, así que por favor te agradezco que no vuelvas a interrumpir, yo no lo estoy maltratando solo le estoy dando un castigo –alego Arturo, por alguna extraña razón sentía que tenía que defenderse de las acusaciones de su hijo, no quería que lo tomaran como un maltratado y malinterpretara las cosas.
Al cerrar la puerta detrás el, le paso el seguro para evitar una nueva interrupción. Y al voltearse donde se encontraba su hijo mayor, él, ya estaba nuevamente acatando la orden que le había dado hace minutos bajándose nuevamente el pantalón y tumbándose sobre su escritorio.
Ya más calmado y tomando en cuenta que su hijo ya había bajado la altanería y estaba más dócil y receptivo a lo que él decía, decidió acortar su castigo dándole 5 correazos más y darlo por finalizado, no sin antes darle el sermón correspondiente por su mal comportamiento y actuación errada.
Zas Zas Zas Zas Zas
–Ya se acabó tu castigo –le manifiesto. Parándolo y ayudándolo a subirse nuevamente el pantalón ya abrochándoselo. Sebastián por su parte al ya verse liberado de su castigo no pudo evitar llevarse su mano derecha a su retaguardia y sobando intensamente para intentar aliviar su dolor.
Espero que esta sea la última vez que me faltas el respeto Seb. Yo soy muy permisivo con ustedes, les paso muchas cosas, pero faltas de respeto a mi persona no las voy a permitir. Otra cosa yo me parto el lomo por darles una educación a ustedes de buena calidad y lo mínimo que espero es que lo valoren, ustedes no saben cuántos millones de niños desearían que se les brindara la oportunidad de sacar sus estudios adelante, y tú que la tienes no la aprovechas. Quiero que me saques buenas notas Sebastián, esa es tu única responsabilidad, porque de lo contrario ya sabes como de ahora en delante aplicare los castigos en esta casa –asevero mirando fijamente a su niño, mientras el hacia un esfuerzo tácito para parar sus sollozos y eliminar las lágrimas de su rostro.
Lo siento papá, no volverá a suceder, mas nunca te volveré a faltar el respeto. Y con mis estudios créeme que me voy a aplicar. Te sentirás orgulloso –contesto soltando un sollozo con la última oración dicha.
Al oír aquello, Arturo, le brindo una enorme sonrisa y lo atrajo hacia el para darle un fuerte abrazo besando su cabeza de forma cariñosa.
Yo ya estoy orgulloso de ti hijo. Eres un gran chico y me enorgullezco de ser tu padre. Lo único es que tenemos que trabajar en tu comportamiento algo volátil. Debes pensar bien las cosas y asegurarte de que te encuentres calmado para hablar porque de lo contrario esa boquita tuya te llevara a la posición de hace rato, y no quieres eso ¿verdad?
No papi –respondió enérgicamente meneando su cabeza negativamente.
Arturo rio levemente al escuchar ese papi, hacia años que su hijo mayor no lo llamaba de esa manera, el con su argumento “estoy grande” había dejado de hacerlo.
Más adelante me sentare con los tres para explicarles, según la falta cometida, que tipo de castigo se llevaran y con qué instrumento –enarco una ceja, tomando una pequeña distancia entre su hijo y el–. Si van a hacer nalgadas con mi mano, con la regla o con la correa.
Sebastián se sonrojo levemente bajando su mirada y asintiendo avergonzadamente.
Te dejo para que sigas estudiando hijo. ¿Nunca olvides?
Que mi papi me quiere mucho,-respondió sonriente Sebastián. Esa era una frase que su papá desde pequeño le había preguntado tanto a él como a sus hermanos y siempre la respondían de la misma manera.
Arturo, salió dejando a su hijo mayor solo en su habitación, topándose al salir con sus dos hijos menores cruzados de brazo con un semblante serio y molesto, sintiendo la mirada penetrante de ambos calando en su ser. Resoplo fuertemente. Ahora tenía que enfrentarse a ellos en función de que entendieran que la nueva disciplina partida en caso no era maltrato sino una forma de criarlos.
Pues yo creo que Eleonor está exagerando, ni fue un castigo, solo un par de palmadas, y la verdad bien merecidas, yo creo que fue más por la verguenza de ser castigada con público, error del papá, pero tampoco tiene que andar enojada todo el rato, me parece que sí sigue así, la van a repasar muy pronto lol. Y sobre el otro, se la ganó también, dice que es adulto, pero bien que hace sus pataletas no? Entonces que no se queje, que Arturo no se anda con cuento, y se ve que sus hijitos son tremendos.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu historia.