- Amor, cálmate, por favor! Qué piensas hacer con el niño? - Preguntó angustiada Alejandra, tratando de abrazar a su marido. Ella sabía que siempre que el hombre se ponía así de fúrico, bastaba un abrazo suyo para volverlo un osito cariñoso. Sin embargo, esta vez Roberto no pensaba calmarse ni un poquito. Es que realmente no podía creer el atrevimiento de su mocoso.
Eran casi las 12 de la noche y Nicolás estaba desaparecido desde las 8 si es que no antes. El muy desagradecido había aprovechado la ausencia de ambos progenitores para salir de la casa. Ni siquiera había llevado su celular y la desesperación ya estaba haciendo estragos en el temperamento del padre. Había recorrido prácticamente todas las fiestas clandestinas de la ciudad y en ninguna había encontrado señales de su retoño. Así que nadie podía culparlo por sentirse inútil y angustiado por su bebé.
- Te juro que en cuanto lo encuentre, lo mato. - Respondió casi sin pensar. En realidad, lo único que pretendía matar el pobre hombre era la terquedad de su muchacho con una larga y dolorosa paliza.
Alejandra no se esperaba esa respuesta y Roberto supo que tendría que explicarse rápidamente antes de tener que lamentar alguna consecuencia.
- Quiero decir... - Intentó explicar, pero se encontró siendo acallado por una sonora cachetada.
- Plaff... - Cómo te atreves a decir algo así en estos momentos?! Nuestro hijo está desaparecido. No sabemos si algo malo le sucedió y tú me dices que pretendes matarlo?! Vete al diablo! - Le gritó exasperada. Ella también estaba nerviosa y desesperada, pero lo único que deseaba en esos momentos era tener a su bebé entre sus brazos. Si había algo que castigar luego de su travesura, habría tiempo para eso, pero ahora mismo solo quería a su niño con ella.
- -Amor... Disculpa, yo.. - Roberto trató de abrazarla cuando la vio derramar las primeras lágrimas. Maldita sea su mala costumbre de abrir la boca cuando estaba nervioso. Siempre decía lo primero que se le venía a la cabeza y casi siempre se arrepentía.
Pero apenas Roberto comenzó a hablar, el ruido de los golpes que alguien daba en la puerta principal no se lo permitieron.
Ambos padres se movieron rápidamente hacia la entrada, rogando a todos los santos porque fuera su hijo el que estaba llamando a la puerta. Roberto fue el primero que abrió, y al hacerlo, su corazón se estrujó ante la imagen que se encontró.
Del otro lado de la puerta, no sólo encontró a uno, sino a tres "niños" vestidos con los típicos disfraces de Halloween. Entre ellos, su preciada joyita, su Nicolás, envuelto con lo que pretendía ser el disfraz casero de una momia viviente, que no eran más que múltiples vendas que rodeaban sus piernas, brazos y cabeza, mientras que sus dos compañeros de travesura lucían relucientes trajes de Ironman y Spiderman comprados.
- Truco o "trago"? Hip. - Dijo Nicolás, mientras él y sus amigos levantaban unos vasos plásticos de colores fluorescentes, que agitaron frente al rostro furioso de Roberto.
Alejandra tuvo que tomar del brazo a su esposo antes que éste comenzara a asesinar a los tres adolescentes que se tambaleaban mareados.
- Upsss.. - Expresó el chico, al darse cuenta que aquella era su casa y que el hombre con la cara roja no estaba en realidad pintado sino que había enrojecido de enojo y encima de todo, era su padre.
- Nicolás Alejandro Bustamante, a quién carajos le pediste permiso para salir, eh?! - Gritó papá, avanzando un paso para tomar del brazo a su bebé, provocando que los otros chicos pegaran un alarido y salieran corriendo despavoridos cuando el hombre capturó a su amigo.
Nicolás no pudo evitar gruñirle al par de traidores.
- Heyyy!! Vuelvan, hijos de...
- NICOLÁS!!! - Advirtió Alejandra.
- Estoy esperando una respuesta, jovencito. - Añadió papá, jalándolo del bracito para meterlo a la casa y llevarlo hasta la sala, mientras Ale cerraba la puerta y los seguía muy de cerca.
- Papiiii, es Halloweeeeeen! - Respondió Nicolás, acomodándose las vendas que se habían desajustado con el jaloneo que le dio su papá.
- Por Dios, hijo. Estás borracho. - Exclamó la madre, apartando un poco la cara ante el fuerte aliento etílico de su hijo.
Roberto no tenía dudas de eso. Se había dado cuenta del estado de los 3 muchachos apenas abrió la puerta. Encima, no había podido ver quiénes eran los que se fueron porque ambos estaban usando máscaras.
- Shooolo tomé un poquiiiito ashiii, mamita. - Dijo Nicolás, juntando sus deditos para indicar una medida que su madre y su padre sabían que era mentira.
Su hijo había corrido un gran peligro a causa de su travesura. Por Dios, con tanto alcohol cualquiera pudo haberlo secuestrado, violado o asesinado. Podría haber terminado en la cárcel o incluso en el hospital, sin dejar de pensar que pudo contraer Covid 19, el virus aún hacía estragos en la población y su hijo ni siquiera tenía el barbijo puesto.
- Hijo, quiénes estaban contigo? Dame sus nombres para avisarles a sus padres. - Preguntó Roberto, tratando de quitar algunas de las vendas que su niño tenía alrededor del cuello, pues temía que le estuvieran ahorcando.
- Ehmmm... Ironman, papito. Yyy Peter Park... Ups! Digo, Spiderman. - Habló divertido, causando que su papá emitiera un sonido de desaprobación, aunque Ale tuvo que taparse la boca para contener una risita. Su hijo era demasiado tierno.
Sin embargo, ni toda la dulzura ni la ternura que poseía ése jovencito lograron ablandar el corazón del papá protector y Roberto se encontró girándolo para tener buen acceso a la colita de su bebé para propinarle tres feroces azotes, que le arrancaron alaridos y, de paso, le aclararon un poco el cerebro.
- Aaauuuu... Paaapiii, papiiii, nooooo... - Se quejó, tratando de cubrir sus nalgas.
Desgraciadamente, el "disfraz" de momia que tenía puesto Nicolás no era más que las vendas que sacó del placar de su papá y otras que les prestaron sus amigos, las cuales envolvió pacientemente alrededor de su cuerpo, pero que con los movimientos que hacía al caminar, fueron subiendo las vendas que tapaban la parte trasera y rechonchita de su anatomía, dejando a la vista y al alcance de su padre un traserito expuesto y vulnerable, apenas cubierto por unos slips rojos, listo para recibir la reprimenda que su niño se había ganado a pulso.
Y bien? Vas a darme los nombres de tus cómplices? O es que tengo que ir por el cepillo de tu mamá? - Amenazó Roberto, ya cansado de toda la situación.
Por Dios, qué difícil era tener un hijo adolescente... Con razón, la cabeza se le estaba poniendo blanca de tantas canas.
- Nuuuuu, papito, el cepillo nooo...Maamiiiii.... - Gimoteó, poniendo un puchero y estirando una manito, pidiendo por su amorosa madre.
De repente, ya no le parecía tan buena idea haber salido de casa para ir a pedir tragos. Lo peor de todo era que al estómago lo sentía revuelto. Sin dudas, su hígado le estaba pasando factura después de haber mezclado tantas bebidas. En esas horas había tomado desde un par de cervezas, hasta vodka, whisky y no sabía qué más. Y encima ahora papá lo amenazaba con el cepillo de su mamá. Esa noche no estaba terminando para nada como él lo había querido.
- Entonces habla, pero ya! - Ordenó el padre, estrellando una vez más su poderosa mano contra la colita desvergonzada de su hijo.
- Auauauauuu... Ése fue muy fuerteee- Acusó con un puchero. Pero al ver que papá llevaba su mano al cinturón que tenía puesto, se lo pensó mejor y no le quedó más alternativa que dar los nombres de sus amigos.
Hugo y Raúl no lo perdonarían nunca más, pero ellos eran los culpables. Si tan solo le hubieran escuchado cuando les dijo que fueran por otra calle.
Después de hablar con los padres de ambos chicos, y de compartir algunos tips sobre el castigo de los niños traviesos, Roberto volvió a la faena y dejó caer 3 veces seguidas su enorme mano contra las nalgas de Nico, impartiendo una todavía más dolorosa en la unión de nalguitas y muslos.
En ése momento, Nicolás no sólo dejó escapar un grito de dolor sino que también su estómago decidió revelarse y soltar todo el alcohol que había consumido.
Los padres corrieron hacia él y Roberto fue el primero en socorrerlo, sosteniendo su cuerpo apegándolo al suyo, mientras Alejandra traía rápidamente unas servilletas de papel para limpiarle el vómito de los labios y el sudor que brillaba en su frente.
- Papiii me duele Lloriqueó Nico y el padre sólo pudo abrazarlo a modo de consuelo.
- Shhh, mi vida. Ya va a pasar. Ven, vamos al baño. – Dijo Roberto, guiándolo por el pasillo.
Con cuidado, papá llevó a su niño hasta el baño y una vez seguro de que no había nada más en su pancita para devolver, lo llevó hasta la habitación matrimonial. No había argumentos válidos para que los padres despegaran sus ojos de su criaturita y simplemente se acomodaron como pudieron para dormir abrazados a Nicolás... Después de todo, ya habría ocasión de cobrar la aventurilla de esa noche.
La mañana siguiente llegó demasiado pronto para el par de padres, quienes apenas despertaron, bajaron a la cocina a preparar el desayuno de su hijo y conversar sobre cuál sería el castigo de la pobre momia.
- Nico, bebé. Estás bien, mi amor? - Preguntó Alejandra al verlo dobladito en la cama, con lágrimas asomando de sus ojitos.
Nico estiró el labio inferior entre gimoteos. Estaba cansado y muy asustado.
Papá lo iba a matar....
- Maaamiii, no quiero que papá me caatiiiiguee- Sollozó, aferrándose a sus brazos.
Alejandra disfrutó varios minutos de tener a su bebito tan mimoso con ella. Pero cuando papá ingresó a la habitación, cargando el cepillo de madera de su esposa, Nico no pudo contener más el llanto.
- Paaaapiiii, noooo... Por favor, nooo.. Maaamiii, dile a papá que no me peeguee.. - Pedía entre sorbos.
- Amorcito, lo siento, Bebé. Pero nos tuviste muy angustiados. Llamamos a la policía, fuimos a todos los barrios de la ciudad, incluso fuimos al hospital y.... Gracias a Dios que no te pasó nada, bebé, pero si te pasaba algo, tu papito y yo nos moríamos, mi cielo. Eres nuestro bebé. Te amamos y nos preocupamos por ti y tanto tu papi como yo te habíamos prohibido salir de casa por los rebrotes y fue lo primero que hiciste. - Regañaba la mujer, mientras lo hacía poner de pie para que Roberto tomara el lugar desocupado antes de tumbar a Nicolás sobre sus rodillas. El salió rojo fue dejado por debajo de los glúteos y pronto papá comenzó a hacer un vil y cruel uso del cepillo de madera.
Aquel instrumento descendió unas mil veces según la opinión de Nicolás, por toda la colita desnuda que terminó poniéndose más rojita que el slip de papá había dejado con las 17 palmadas que realmente dio Roberto.
Apenas terminó, el cepillo voló lejos, y tanto Alejandra como Roberto comenzaron a consolar a su Niñito, como solían decirle cuando el chico quería ser sólo un bebé en brazos de sus padres.
El hombre arrulló y meció al niño entre sus brazos mientras mamá le besaba la frente, buscando calmar el llanto que tanto les dolía, pues Nicolás era toda su vida para ellos. Y ninguno de los dos pensaba arriesgarse a perder a su reicito por nada en el mundo.
Truco o trago , jajaja eso es ma original que los dulces jajaja fue divertido
ResponderEliminarHugo y Raul? mmm que traviesos los chicos...
ResponderEliminarbuen cortito, sentí tristeza las cachetadas son horribles! por otro lado me pareció injusto que al despertar continuaran con "el castigo" si durante la noche al pobre ya le habia tocado